lunes, 21 de agosto de 2023

WALTER KRIWITSKI Y LA LARGA MANO DE STALIN

 

Hoy voy a narrar la curiosa historia de uno de los grandes espías soviéticos, pero del que ya casi nadie se acuerda.

Su verdadero nombre era Walter Germanowitsch Kriwitski y nació

en 1899 en una pequeña localidad de la región de Galitzia, en el antiguo Imperio Austro-Húngaro. Actualmente, está situada al oeste de Ucrania.

Su familia era de origen judío y su padre era un rico comerciante con muchos negocios a nivel internacional. Eso hizo que Walter tuviera una buena educación y aprendiera varios idiomas.

Los que lo conocieron decían que era una persona muy educada. Mientras que su aspecto físico era el de una persona un poco baja, de pelo moreno y unos ojos de color azul muy claro.

Por lo visto, siempre fue muy amigo de otro espía, llamado Ignaz Reiss, al que ya dediqué otro de mis artículos.

Sin embargo, en 1917, cuando había cumplido los 18 años, se desató la Revolución Rusa. Junto con otros amigos, se apuntó al Partido Bolchevique, porque, según él mismo, pensaba que así terminaría la discriminación que había sufrido por el hecho de ser judío.

Empezó trabajando para la GRU, Inteligencia militar rusa. Primero, en la 

guerra civil rusa y después contra los polacos.

Parece ser que su misión era infiltrarse tras las líneas enemigas para realizar sabotajes e informar al Estado Mayor ruso. Digo ruso, porque la URSS no se fundó hasta 1922.

Incluso, organizaron huelgas en Polonia y en otros países para que no les llegasen las armas al Ejército polaco.

En 1923, fue enviado a Alemania, donde formó grupos comunistas para luchar contra el Ejército y la policía de ese país.

Por lo visto, no tuvo mucho éxito. Así que decidieron 

convencer a los combatientes alemanes más preparados para que actuaran como espías al servicio de la URSS.

Uno de estos jóvenes era Paul Wohl. Un joven muy prometedor, que había estudiado varias carreras y tenía un buen puesto en la Administración Pública. Sin embargo, era judío y odiaba a los nazis.

En 1925 estuvo dando clases en una academia militar soviética. En uno de sus viajes a Viena conoció a una joven llamada Antonina Porfirieva, destinada como agente en la Embajada soviética en Viena.

Al año siguiente se casaron, pero tuvieron muchos problemas

para estar juntos, ya que ella era considerada personal legal del servicio diplomático, mientras que él era ilegal. Por tanto, no podían ser vistos juntos, porque los podrían haber echado a los dos.

En 1929, empezó a trabajar para la antigua NKVD, que luego pasó a llamarse KGB, que es como la conocemos todos. Ese año, Stalin le ordenó a Yan Berzin, jefe de la Inteligencia soviética, que diseñara un plan para conseguir divisas en USA y los países de Europa Occidental.

Así que Kriwitski participó en esa operación contratando a un hábil falsificador alemán. Por lo visto, construyó unas placas de billetes de 100 dólares con los que se imprimieron unos billetes que eran casi idénticos a los originales. Incluso, con numeración diferente para cada uno de ellos.

Parece ser que Kriwitski los fue introduciendo a base de jugar en los casinos, perder parte de su dinero y cambiar el resto de las fichas por dinero legal.

Por lo visto, consiguieron mucho dinero. Sin embargo, pillaron a un 

agente, cuando quiso ingresar 19.000 dólares en un Banco y empezaron a sospechar.

Supongo que la Reserva Federal USA también sospecharía, porque cambió las emisiones de los dólares, imprimiéndolos en otros billetes un poco más pequeños.

Todo eso armó mucho revuelo en las oficinas de la Inteligencia soviética y dio lugar a que Berzin ordenase a sus mejores hombres, que regresaran, urgentemente, a la URSS para que no fueran capturados. Kriwitski y Reiss fueron destinados a labores burocráticas hasta que se tranquilizara todo.

En 1933, parece que se calmó todo y Kriwitski fue enviado a Rotterdam, como jefe de la Inteligencia soviética en Europa Occidental. Esta vez sí pudo vivir con su esposa y su hijo. A él le dieron un pasaporte a nombre del Dr. Martin Lessner, especialista en libros de arte.

Su misión era crear una red de agentes, basada en afiliados a partidos comunistas, que, en caso de guerra, ayudasen a las tropas soviéticas. Todo ello, a base de sabotajes en los transportes y en las vías de comunicaciones.

También ficharon a muchos intelectuales para su causa y hasta a un ministro

del Gobierno de Francia. Así consiguieron muchos documentos clasificados, los cuales fotografiaban y luego los devolvían a los archivos.

Las fotografías se enviaban sin revelar a través de las embajadas de la URSS en los diferentes países europeos. Iban dentro de unos pequeños botes, que, en caso de que los abrieran, las películas se velarían y no podrían ver sus imágenes.

Por lo visto, también fichó a un agente llamado Hans Brusse. Teóricamente, era su conductor y su ayudante en todos los sentidos. Sin embargo, no le temblaba la mano a la hora de apretar el gatillo.

Otro de sus mejores fichajes fue un artista llamado Henri Pieck. Éste consiguió atraerse a Ernest Holloway Oldham, responsable de cifrado en el Foreign Office o Ministerio británico de Asuntos Exteriores. De esa manera, en Moscú, disfrutaron de una información muy detallada de los mensajes cruzados dentro del Gobierno británico.

Parece ser que sus jefes empezaron a sospechar de Oldham, así que lo 

echaron. Unos días después, apareció muerto en su domicilio a causa de un escape de gas. Por lo visto, lo hicieron los propios soviéticos, temiendo que fuera interrogado por los británicos y confesara que existía esa red y los nombres de los que la formaban.

Posteriormente, ficharon a un capitán llamado John Herbert King, el cual estaba muy descontento del trato que le daban en el Ministerio por ser de origen irlandés. Así que les fue pasando todo tipo de mensajes y actas del mismo Ministerio.

Al comienzo de la guerra civil española, nuestro personaje, que seguía en Holanda, envió a dos de sus agentes a la Península Ibérica. Uno a la frontera hispano-francesa y otro a Lisboa para que le informasen de lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, en un principio, Stalin no mostró ningún interés por lo que estaba ocurriendo en España.

No obstante, a finales de agosto, recibe un mensaje de Moscú en el que le ordenan que cree una serie de empresas fantasma a fin de comprar armamento para enviarlo a España. Ya se sabe que hay políticos que suelen cambiar de opinión.

Esa red da sus primeros frutos y ya en octubre de 1936 empiezan a enviar

todo tipo de armas para el Gobierno republicano.

Posteriormente, fue enviado a España, donde coincidió con Alexander Orlov, al que ya dediqué otro de mis artículos. Las órdenes que recibió Kriwitski eran las de crear redes de espionaje y contraespionaje y la formación de guerrilleros para que actuasen en la zona nacional.

El cuartel general de la NKVD se instaló en el lujoso Hotel Gaylord’s, situado en el número 3 de la madrileña calle de Alfonso XI. Curiosamente, después de la guerra, ese edificio fue ocupado por el espionaje alemán y luego por el francés, hasta su demolición en los años 60.

Estos expertos llegados de la URSS tenían un doble objetivo: convertir España en una especie de país satélite de la URSS y eliminar a todos los trotskistas que hubiera en nuestro país. Era una forma de eliminar toda la oposición para que el PCE llegase a alcanzar el poder.

Según parece, para esto último, utilizaban brigadas llegadas de la URSS, que venían expresamente para eso y luego se iban. Curiosamente, solían utilizar pasaportes a nombre de soldados USA, que habían fallecido.

También se cree que fue uno de los principales responsables de la salida del oro y demás depósitos del Banco de España, en Madrid, hacia la URSS. Según el 

propio Kriwitski, si se hubieran colocado las cajas del último cargamento de oro llegado a la URSS en el terreno de la Plaza Roja de Moscú, la cubriría por completo. Hay que decir que esa plaza mide 70.000 m2.

También organizaron las famosas Brigadas Internacionales. Por lo visto, siguiendo las órdenes de Stalin, los primeros brigadistas fueron unos cientos de comunistas extranjeros, que vivían refugiados en la URSS y que se los quiso quitar del medio.

Realmente, estos agentes venidos de la URSS, se portaban de una manera independiente y gozaban de una total inmunidad. Como si fueran un Estado paralelo. 

Incluso, tuvieron sus propias cárceles secretas, donde torturaban y mataban a quien les daba la gana. Con total impunidad.

Para dar una idea de la anarquía en la que estaba la zona republicana, contaba que, en cierta ocasión, le hicieron responsable de la llegada de un barco soviético cargado de aviones. Cuando contactó con el Gobierno republicano, le prohibieron que lo llevase al puerto de Barcelona, para que no se los quedase el Gobierno catalán.

Luego le dieron instrucciones para llevarlo hasta Alicante, pero tampoco podía ser, porque ese puerto estaba vigilado por la flota nacional.

Así que el barco estuvo dando vueltas por el Mediterráneo, hasta que decidieron llevarlo a Marsella, donde el Gobierno francés confiscó su cargamento.

En 1937, Stalin encargó al sanguinario Nikolai Yezhov que crease una unidad, llamada AST, la cual se encargaría de hacer purgas dentro de la NKVD, incluso entre los más altos cargos públicos de la URSS. Se trataba de eliminar a los que supieran demasiado y pudieran poner en un aprieto al propio Stalin.

En el verano de ese año, unos 40 agentes soviéticos fueron llamados a Moscú, con la promesa de recibir ascensos o condecoraciones. Todos ellos fueron asesinados. 

Afortunadamente, Kriwistki y Orlov habían oído rumores sobre lo que estaba ocurriendo y se negaron a volver, alegando cualquier pretexto.

Nuestro personaje creía que la mayoría del pueblo soviético estaba en contra del régimen dictatorial de Stalin y que era posible que la guerra civil española diera ánimos al Komintern para derrocarlo.

Poco después, se reunió con su amigo Reiss y éste le dijo que deberían desertar. Kriwitski rechazó la idea, porque no le gustaría tener que pasarse a los servicios occidentales o a los trotskistas, donde no serían muy bien acogidos.

Mientras tanto, Stalin, en previsión de lo que podía ocurrir, decretó que la deserción se castigaría con la pena de muerte y, si al desertor se le ocurría revelar secretos al enemigo, también podrían asesinar a sus familiares.

Orlov y Kriwistki estaban viendo que todos los que habían acudido a la llamada de las autoridades de la URSS habían desaparecido misteriosamente. Así que estaba claro que habían sido encarcelados o asesinados.

Como ya dije en mi artículo dedicado a Reiss, no se le ocurrió nada

mejor que escribir una carta a Stalin, donde decía que ya no quería seguir trabajando para él y que prefería la forma de gobernar de Lenin, antes que la suya. Eso hizo que Stalin se enfadara y ordenara buscar y asesinar a Reiss y a su familia.

Afortunadamente, la misión de matar a la mujer y el hijo de Reiss se la encargaron a Brusse, el ayudante de nuestro personaje. Así que se lo contó y éste le recomendó que la aceptase, pero que no la cumpliese. Por eso se salvaron.

Posteriormente, Kriwitski tomó la decisión de huir con su familia. Contó con la ayuda de Paul Wohl. Éste le alquiló una casa en una pequeña localidad de la costa mediterránea francesa. Se tuvieron que mudar varias veces. Como si estuvieran jugando al escondite con los agentes soviéticos. Cuando se les escapó, Stalin ordenó el asesinato de nuestro personaje y su familia. Incluso, llegó a acusarle de haberse apropiado algunas cajas de oro del Banco de España que se perdieron durante el viaje.

Aun así, todavía estuvieron varios meses viajando por Francia y reuniéndose con otros agentes de su confianza. Aunque ya se sabe que en esa profesión nadie se puede fiar de nadie.

El 05/11/1938 se embarcaron, rumbo a Nueva York, en

el trasatlántico francés Normandie. Viajaban Paul Wohl, el cual iba en calidad de refugiado alemán y como corresponsal de un diario checo. También Kriwitski, su mujer y su hijo.

Wohl no tuvo ningún problema en la aduana. Sin embargo, no permitieron la entrada a Kriwitski y su familia. Así que tuvieron que permanecer varios días en la famosa isla de Ellis hasta que un amigo escritor los sacó de allí.

De esa forma, empezó a escribir artículos, donde narraba la vida en la URSS. Incluso, llegó a decir que USA estaba llena de agentes soviéticos y eso no le hizo ninguna gracia al poderoso Edgard Hoover, jefe del FBI y responsable del contraespionaje. No obstante, una de las frases que solía repetir Kriwitski era: “En nuestro tiempo, informar es un deber”.

Por lo visto, se hizo muy amigo de Whittaker Chambers, un 

antiguo miembro del PC de USA y que también solía hablar muy mal de los comunistas.

En mayo de 1939, Stalin cesó a Litvinov de su cargo como ministro de Relaciones Exteriores. Curiosamente, un periodista le preguntó a nuestro personaje qué le parecía esta medida. Éste le respondió que eso había sido porque Litvinov era judío y Stalin quería firmar un tratado nada menos que con Hitler.

Lógicamente, esas declaraciones levantaron una inmensa polvareda en USA. La mayoría de las organizaciones de izquierda le pusieron a parir.

Hasta Earl Browder, el jefe del PC de USA le insultó y éste le respondió afirmando que la hermana de Earl fue una espía soviética, que había estado a sus órdenes en Europa.

En julio de 1939, Kriwitski fue interrogado, por primera vez, por el FBI. Recordemos que el FBI lleva el contraespionaje en USA. Ahí empezó a hablarles de los agentes soviéticos que conocía, que estuvieran destinados en USA.

También se asoció al Comité para la libertad cultural, un organismo 

que estaba en contra de todos los regímenes totalitarios. Tanto los de extrema derecha como los de extrema izquierda. Eso dio lugar a que los comunistas de USA exigieran su deportación a la URSS.

A principios de septiembre de 1939, un enviado de Kriwitski se reunió con el embajador británico en USA y le comunicó que había, al menos, 3 espías soviéticos en el Gobierno británico. Consiguieron detener y procesar a uno de ellos. Incluso, lord Halifax, ministro de Asuntos Exteriores, parece que ya no se fiaba de nadie y ordenó el traslado urgente de todo el personal de su Ministerio a otros y la llegada de nuevos funcionarios.

Parece ser que Kriwitski también tuvo que comparecer ante el Comité de actividades antiamericanas. Sin embargo, el presidente Roosevelt le dio, a este comité, unas órdenes estrictas de investigar solamente a los nazis y fascistas, pero no a los comunistas, porque no se quería enemistar con Stalin.

Así que sólo le pudieron preguntar si, antes de la firma del Tratado Ribbentrop-Molotov, habían estado cooperando Alemania y la URSS y él dijo que sí.

Parece ser que le contó esto a uno de esos investigadores: “Si alguna 

vez me encuentran muerto y parece ser un suicidio, por favor, no acepte esa creencia. Sólo parecerá un suicidio. Pero, en realidad, será un asesinato. Trotsky y yo debemos ser asesinados”. Posteriormente, ese investigador fue a México a contárselo a Trotsky y éste le dio la razón.

Por lo visto, empezó a ser famoso tras una conferencia que dio, en octubre de 1939, acompañado de grandes personalidades USA, y que fue transmitida por varias emisoras de radio de todo el país. En ella, habló de los planes conjuntos de Hitler y Stalin, que entonces eran aliados, y que ambos países habían estado cooperando desde 1922. Esto ya lo comenté en mi artículo sobre el Tratado de Rapallo.

Al mes siguiente, se publicó su famoso libro “Yo fui un agente de Stalin”, el cual tuvo una gran acogida. En él explicaba los manejos de Stalin y, sobre todo,

la intervención de la URSS en la guerra civil española. Para él, el gran objetivo de Stalin era colocar a la España republicana dentro del área de influencia soviética. O sea, ser un país cautivo de la URSS. Como lo fueron luego los del Bloque comunista europeo.

En enero de 1940 fue llamado por el Gobierno británico para que les aclarase el tema de los espías soviéticos dentro de su gobierno.

Para empezar, les dijo que su objetivo era ayudar en la lucha contra Hitler y también hacerse perdonar los años que estuvo al servicio de Stalin. También les quiso dejar muy claro que nunca estuvo al mando de los espías soviéticos destinados en el Reino Unido, porque su objetivo era espiar en Alemania.

Una de las cosas que dijo era que el sistema que utilizaban 

los soviéticos era crear sus propios agentes. Una de las formas era buscar estudiantes con buenos expedientes, pagarles los estudios y hacer que fueran nombrados para cargos importantes en el Gobierno británico.

Curiosamente, aunque dio muchas pistas sobre Kim Philby, éste nunca fue arrestado. Incluso, cuando dijo que la misión que le dieron en la guerra civil fue la de asesinar al propio Franco. Sin embargo, fue herido en un bombardeo y condecorado por el mismo Franco.

Es muy llamativo que diera una lista completa de agentes soviéticos operando en el Reino Unido, sin embargo, las autoridades británicas no quisieron detener a casi ninguno de ellos.

Casualmente, decía que una derrota ante un enemigo extranjero podría causar la caída de Stalin. Eso es lo mismo que dicen ahora muchos sobre Putin.

A finales de 1940 alquiló un apartamento en el Bronx y matriculó a su hijo en una escuela cercana. Realmente, su mayor preocupación no era su seguridad, sino la de

su mujer y su hijo. No obstante, él tenía muchos remordimientos por sus actividades, durante su época como espía. Una lástima que no se hubiera arrepentido, antes de que sus agentes cometieran esos múltiples asesinatos, durante la guerra civil española.

En enero de 1941, Paul Wohl le dijo a alguien muy cercano a Kriwitski que había sabido de la llegada de Hans Brusse a Nueva York. Nuestro personaje entendió enseguida que había venido a matarle.

El 6 de febrero de 1941, visitó a unos amigos, que residían en una granja en mitad del campo, en Virginia. Compró un revólver y la correspondiente munición y ambos se dedicaron a practicar el tiro al blanco.

Tres días más tarde, se registró en el Hotel Bellevue, situado en Washington DC. Curiosamente, lo hizo con un nombre falso.

Era algo raro, porque se trataba de un hotel muy modesto, cuando lo normal es que fuera a hoteles más grandes.

Sobre las 09.30 de la mañana, una empleada del hotel llamó a la puerta de su habitación. No recibió respuesta y supuso que estaría vacía, por lo que abrió con su llave 

maestra para realizar la limpieza.

Lo que encontró allí la dejó despavorida. Vio a un hombre acostado en la cama, pero con los pies sobre la almohada. Sin embargo, la cabeza estaba llena de sangre.

Inmediatamente, llamaron a la Policía. El agente que acudió pensó que se trataba de un suicidio. Algo que confirmó el forense.

Curiosamente, dejó 3 notas de suicidio, escritas en 3 idiomas diferentes, según la nacionalidad del destinatario. Una de ellas, dirigida a su esposa.

Posteriormente, un perito de la Policía aseguró que esas notas fueron escritas por la misma persona, que había firmado el registro en ese hotel.

Sin embargo, Louis Waldman, abogado de Kriwitski, dijo que no se creía nada y que lo más seguro es que hubiera sido asesinado por Hans Brusse con la colaboración de expertos en caligrafía de la NKVD.

También dijo que Kriwitski no estaba pensando en suicidarse. Todo lo contrario. Había pedido la nacionalidad USA y pensaba comprarse una casa en Virginia.

Incluso, les había dicho a algunos miembros del Gobierno USA: “Si 

alguna vez intentan demostrar que me quité la vida, no les crean”.

El mismo Alexander Kerensky, antiguo presidente de Rusia, tras la caída de los zares, y que ahora estaba exiliado en USA, dijo que desde el primer momento vio muy claro que se trataba de un asesinato de la NKVD y era del estilo de Brusse.

Algún antiguo agente de la NKVD también opinó que se trataba de un asesinato. Dijo que esa organización solía matar a los antiguos agentes para evitar que pudieran contar lo que sabían, para evitar que pudieran trabajar con el enemigo y para evitar que hubiera más deserciones en sus filas.

En cambio, la opinión de su mujer es que su marido se había visto obligado a suicidarse y a escribir esas cartas, porque de esa manera, le habrían prometido no meterse con su familia.

Curiosamente, nadie escuchó un disparo en esa habitación a pesar de que no tuviera silenciador el arma encontrada en la misma.

En marzo de ese mismo año, un ruso se dirigió al FBI, diciendo que tenía algunas pruebas de ese asesinato. Sin embargo, el propio Hoover paralizó esas investigaciones.

Siento que este artículo haya quedado un poco largo, pero creo que el tema lo requería.

 

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sábado, 12 de agosto de 2023

LOS SALVADORES DEL MUSEO DEL LOUVRE

 

Hoy voy a narrar la epopeya que vivieron las colecciones de arte de Francia durante la II Guerra Mundial.

Bajo mi punto de vista, los grandes héroes de esta epopeya fueron tres: Jacques Jaujard, Rose Valland y Franz Wolff Metternich.

Se podría decir que los dos primeros por acción y el tercero por omisión. Así que ahora pasaré a explicar el papel de cada uno en este acontecimiento histórico.

Jaujard había nacido en 1895. Combatió en la I Guerra Mundial y luego se dedicó al periodismo. Posteriormente, fue secretario de algunos importantes cargos públicos.

En 1925, fue nombrado secretario general de los Museos Nacionales de Francia. Ascendiendo, en 1940, a director de los Museos Nacionales de Francia.

Parece ser que, en ese puesto, realizó una gran labor, en lo referente a la descentralización museística. También fomentó la École de Louvre, un organismo dedicado a la formación en Historia del Arte, Arqueología, Antropología, Museología, etc.

Dado que ya existía el precedente del bombardeo y la destrucción de varios centros culturales belgas, por parte de los alemanes, durante la I Guerra Mundial, optó por ir tomando medidas, ya que se adivinaba una nueva guerra mundial en el horizonte.

Aparte de ello, ya tuvo la experiencia de la evacuación de las obras del Museo del Prado, durante la guerra civil española.

Así que previendo que pudiera ocurrir lo mismo, sin ni siquiera pedir la autorización al Gobierno francés, dio la orden de evacuar todas las obras de arte que se pudieran trasladar y esconderlas en distintos lugares del sur de Francia.

La mayoría de los lugares elegidos para esconderlas fueron castillos y abadías, donde los alemanes no pudieran encontrarlas.

El 25/08/1939, varios meses antes de la invasión alemana, que comenzó en mayo de 1940, el Museo del Louvre permaneció cerrado durante 3 días, alegando que debían hacer unas reparaciones muy urgentes.

Lo cierto es que aprovecharon esas fechas para trasladar las mejores piezas de arte del Louvre en unos 200 camiones, rumbo al famoso castillo de Chambord. En uno de ellos viajaba la archifamosa Mona Lisa.

No obstante, también sufrieron algunos percances, que perjudicaron a algunas de esas obras. Igual que les ocurrió a los que evacuaron las obras del Prado.

No hará falta decir que esas obras no permanecieron mucho tiempo en los mismos escondites para que no los detectaran las autoridades alemanas, cuando ya habían invadido el territorio francés.

Por otro lado, la llegada al poder de Hitler fue un mazazo para el Arte Contemporáneo, al que calificó como “arte degenerado” y fruto de una sociedad decadente. Por ello, varios miles de pinturas fueron retiradas de algunos museos alemanes y vendidas.

Dado que mucha gente no se atrevió a comprarlas, procedieron a quemar muchas de esas obras en un parque de bomberos en Berlín.

En 1940, Alfred Rosenberg y el mariscal Goering crearon el ERR, un instituto, que se dedicó a confiscar todo tipo de obras de arte de los territorios ocupados. Los que incautaron en Francia fueron depositados en el Museo de Jeu de Paume, en París.

Hubo otros grupos, que también se dedicaron a la incautación de obras de arte, como el del ministro von Ribbentrop, pero no fueron tan eficaces como el de Goering.

Sin embargo, también se fundó en Alemania un organismo llamado Kunstschutz, el cual, teóricamente, servía para evacuar las obras de arte a fin de que no fueran destruidas por los bombardeos. Con ese falso argumento, cuando los italianos se rindieron a los aliados y los alemanes ocuparon toda Italia, estos se llevaron los tesoros artísticos de muchas ciudades italianas a Alemania.

El responsable de este organismo en Francia fue el conde Franz von Wolff-Metternich y, como ya he dicho, las obras se depositaron en el Museo de Jeu de Paume, en París.

Von Wolff-Metternich había nacido en 1893 y era un reputado historiador del arte y conservador de las obras de arte en la provincia de la Renania. Por esa razón se le nombró director de ese organismo en Francia.

Parece ser que conocía a Jaujard y sabía perfectamente lo que estaba haciendo.

Nunca estuvo a favor de las incautaciones, así que lo que hizo fue mirar hacia otro lado y dejarles seguir con esas evacuaciones.

Ahora llegamos a la tercera de las personas, que he mencionado al comienzo de este artículo. Su nombre era Rose Valland. Había nacido en 1898 y se graduó en 1925 como profesora de Bellas Artes. Posteriormente, se graduó en Historia del Arte.

En 1932, comenzó a trabajar en el Museo del Jeu de Paume, en París. En 1941 fue nombrada supervisora de ese Museo.

En secreto, se dedicó a realizar un catálogo de las cerca de 20.000 obras de arte, que los alemanes habían depositado en ese Museo. Otra de las cosas que mantuvo en secreto es que hablaba alemán y así se enteraba de las conversaciones de los alemanes, que estaban incautando esas obras.

Otra de sus actividades fue hacerse amiga de los transportistas a fin de que le dijeran dónde iban a llevar las obras incautadas.

De todo ello fue informando a Jaujard y también a la Resistencia a fin de que no atacaran los convoyes en los que se transportaban esas obras de arte.

El propio Goering viajó a Paris, en varias ocasiones, a fin de seleccionar las obras de arte que se iba a apropiar para su colección particular.

En agosto de 1944, Valland, se enteró de que, en su huida, los alemanes habían decidido llevarse miles de obras más y las embarcaron en un tren, denominado 40.044. Así que comunicó esa información a Jaujard y a la Resistencia. Estos hicieron todo lo posible para sabotear la salida de ese tren y, cuando los alemanes consiguieron ponerlo en marcha, provocaron el descarrilamiento de un tren en esa misma vía, lo cual impidió el paso del tren 40.044.

De ese modo, el convoy, que tenía nada menos que 53 vagones, fue interceptado por tropas francesas, unos días después de la llegada de los aliados a París.

Tras la guerra, se sospechaba de todo el mundo. Por ello, Valland fue detenida bajo la acusación de haber colaborado con los alemanes.

Afortunadamente, pronto la pusieron en libertad, cuando se demostró que había hecho todo lo contrario.

Gracias a la información aportada por Valland, se consiguió hallar, en un tiempo récord, el paradero de varias decenas de miles de obras de arte, que habían sido escondidas en diversos lugares de Alemania. Principalmente, en el famoso castillo bávaro de Neuschwanstein, cuya construcción fue ordenada por Luis II de Baviera, al que ya dediqué otro de mis artículos.

Valland pasó a formar parte del Ejército francés, con el grado de capitán. Estuvo destinada 8 años en Alemania para organizar la localización y la devolución de todas esas obras de arte. Se calcula que recuperó unas 60.000 obras artísticas.

Incluso, fue citada, en calidad de testigo, en los famosos Juicios de Nuremberg, en los que testificó contra Goering.

En 1953, regresó a Francia y allí fue, primero, nombrada conservadora de los Museos Nacionales de Francia y luego presidenta de la Comisión para la protección de obras artísticas.

En 1961 escribió un libro, en el que relató su labor de protección de esas obras artísticas, durante la II Guerra Mundial.

Fue condecorada en diversas ocasiones por su gran labor en la protección de las obras artísticas de Francia.

Falleció en 1980. Posteriormente, pusieron su nombre a algunas calles y colegios en toda Francia.

Por lo que se refiere a Franz von Wolff-Metternich, hasta 1942, ocupó ese cargo en Francia. Después, regresó a Alemania.

Durante la posguerra, hasta 1952 estuvo trabajando en el servicio diplomático de la República Federal de Alemania.

Posteriormente, fue director de la Biblioteca Hertziana, correspondiente al Instituto Max Planck y cuya sede está en Roma.

Fue condecorado por el Gobierno de Francia por su complicidad para que no salieran muchas obras de arte del país.

Se jubiló en 1962 y falleció en 1978 en Colonia.

Por último, Jacques Jaujard, a partir de 1944 tuvo que huir y esconderse, porque le estaba buscando la Gestapo. Hasta el fin de la guerra estuvo residiendo en una pequeña localidad del sur de Francia.

Curiosamente, la Resistencia le envió una de sus agentes. Se trataba de la actriz francesa Jeanne Boitel. Se enamoraron y, al final de la guerra, se casaron. No lo pudieron hacer antes, porque Jaujard ya estaba casado y tuvo que conseguir el divorcio.

Como siempre surgen envidias, alguien acusó a Jaujard de haber escondido soldados alemanes en el Museo del Louvre.

Afortunadamente, otro de los expertos curadores del Louvre testificó a su favor y la denuncia se archivó.

En la posguerra fue nombrado director general de Bellas Artes. Parece ser que hizo unas reformas en los teatros que dejaron muy satisfechos a los actores.

En 1959 se convirtió en le secretario general del nuevo Ministerio de Estado para Asuntos Culturales, a las órdenes del ministro, André Malraux.

Curiosamente, fue ocupando muchos importantes cargos en el sector de la cultura. No sé si eso no le gustó a Malraux, lo cierto es que lo cesó, prometiéndole otros cargos, pero no lo cumplió.

Desgraciadamente, falleció en 1967.

 

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miércoles, 9 de agosto de 2023

EL CASO INAUDITO DEL PRESIDENTE PAUL DESCHANEL

 

Como ya sabemos, a los franceses les ocurre como a los británicos, que tienen una memoria selectiva y sólo recuerdan lo que les interesa. Así que voy a contar lo que le ocurrió a este antiguo presidente de la República Francesa.

Nuestro personaje de hoy se llamaba Paul Deschanel y nació en 1855 en una pequeña localidad muy cercana a Bruselas (Bélgica).

Su padre fue Émile Deschanel y su madre, Adèle Feigneaux. Esta última de nacionalidad belga.

La razón por la que Paul nació en Bélgica fue porque su padre, que era francés, había sido desterrado allí por oponerse al régimen del emperador Napoleón III.

Curiosamente, Émile celebró la llegada de Luis Napoleón a la presidencia de la II República francesa, porque era un ferviente republicano. Sin embargo, luego se opuso al golpe de Estado, que le hizo ser emperador de Francia.

Émile fue un insigne profesor especializado en la literatura de los clásicos greco-latinos. Sin embargo, los artículos y libros que escribía, donde mostraba sus opiniones de una forma muy sincera, le hicieron perder algunos trabajos.

Es por esa razón por la que fue detenido en enero de 1852 y, aunque fue puesto en libertad 3 días después, se le obligó a exiliarse en Bélgica.

El caso es que le ofrecieron un trabajo mucho mejor en Suiza, pero él prefirió residir en Bélgica.

En 1859, gracias a la amnistía ordenada ese año por Napoleón III, la familia pudo regresar a Francia. No obstante, Émile se negó a prestar juramento al emperador, por ello, no pudo acceder a un buen puesto en el prestigioso Collège de France.

Parece ser que tampoco consiguió ingresar en la Academia Francesa y, cuando casi lo iba a conseguir, le cedió esa plaza a su hijo.

Volviendo a nuestro personaje de hoy, por lo visto, su padrino fue nada menos que Víctor Hugo. Uno de los grandes amigos de su padre.

Paul realizó sus estudios en Francia y los culminó con una licenciatura en Filosofía y otra en Derecho.

Empezó trabajando a las órdenes de otro político republicano amigo de su padre, Émile de Marcère. Curiosamente, el padre de éste fue uno de los guardaespaldas del rey.

Paul fue secretario de este político, mientras fue ministro del Interior y, poco después, lo nombró subprefecto de una provincia, siendo el más joven de Francia.

También, en esta época, empezó a escribir artículos en varios periódicos. En esa provincia, llegó a ejercer una temporada como prefecto, ya que el auténtico prefecto cayó enfermo.

A partir de 1876 fue nombrado secretario personal del nuevo presidente del Gobierno, Jules Simon.

Voy a hacer un inciso, para que no se me olvide mencionarlo. Al ver el apellido Deschanel me ha venido a la cabeza una serie de tv titulada Bones. Precisamente, la protagonista de la misma es una actriz llamada Emily Deschanel.

Parece ser que no he sido el único que al que le ha llamado la atención esta coincidencia. He estado mirando en Internet y he encontrado que una persona ha investigado la genealogía de esta actriz y la de nuestro personaje y ha llegado a la conclusión de que, aunque la familia de la actriz proceda de Francia, no está emparentada con este político.

Paul fue elegido diputado en 1885. Curiosamente, fue reelegido por la misma circunscripción electoral, y por una amplia mayoría, hasta 1920.

No sé si eso se debería a sus grandes capacidades oratorias, las cuales eran elogiadas, no sólo por sus partidarios, sino también por sus oponentes políticos.

En 1898, alcanzó, por primera vez, la presidencia de la Cámara legislativa. Cargo al que regresaría en 1912 y ocupándolo durante toda la I Guerra Mundial.

Siempre se le consideró una especie de republicano moderado. Colocado en un puesto intermedio entre los socialistas y los liberales.

En 1901, con 46 años, se decidió a casarse con una joven 21 años menor que él. Se llamaba Germaine Brice. Uno de los testigos de la ceremonia religiosa fue nada menos que el presidente de la República, Émile Loubet.

Según parece, el matrimonio fue feliz y tuvieron una hija y dos hijos. Uno de ellos murió combatiendo en la II Guerra Mundial.

En 1920, se presentó a las elecciones para presidente de la III República. Llegó a quedar muy por delante de Clemenceau, al que se le consideraba el padre de la victoria de Francia en la I Guerra Mundial. Será porque éste era muy radical, de hecho, le apodaron “el tigre” y los franceses estarían ya muy hartos de belicismos.

Clemenceau fue el que más presionó en Versalles para que se le impusieran las medidas más duras a Alemania. Parece ser que, cuando Deschanel conoció el tratado que habían firmado, exclamó: “Acabamos de firmar la segunda guerra mundial”. Ciertamente, fue una frase premonitoria sobre lo que iba a ocurrir unos 20 años después.

Como ya he dicho, venció ampliamente en las elecciones para presidente de la III República Francesa. De hecho, obtuvo el mayor porcentaje de votos de todas las elecciones para la presidencia francesa.

También es uno de los dos presidentes de Francia, que han nacido en el extranjero. El otro fue Giscard D’Estaing, que nació en Alemania.

También es el único presidente de la República que nunca fue ministro, ni presidente del Gobierno.

A pesar de que se lo ofrecieran en varias ocasiones. Sin embargo, fue elegido miembro de varias academias francesas.

Por otro lado, como siempre fue contrario a la pena de muerte, durante su presidencia no se ejecutó a ningún reo.

El 18/02/1920 se efectuó el traspaso de poderes entre el presidente saliente, Raymond Poincaré, y el entrante, Paul Deschanel. Curiosamente, renovó el mandato de Alexandre Millerand, como presidente del Gobierno, aunque sus relaciones nunca habían sido muy buenas, pero llevaba poco tiempo en ese cargo.

Por lo visto, Deschanel, se empeñó en restablecer las relaciones diplomáticas con el Vaticano. Algo que fue bien visto por el Papa. Sospecho que algo tendría que ver que, durante esas negociaciones, se produjo la canonización de Santa Juana de Arco.

Parece ser que sus relaciones con Millerand fueron cada vez peores.

Una muestra de ello fue la discusión sobre la política del Gobierno hacia Alemania, que a Deschanel siempre le pareció demasiado débil.

Es posible que a alguno le choquen los roces entre el presidente de la República y el presidente del Gobierno de Francia. Hasta la llegada de la actual V República, el presidente de la República era un personaje con un poder nominal y con un carácter representativo, como los actuales de Alemania o Italia. De hecho, entonces ni siquiera había un vicepresidente de Francia.

Sin embargo, a partir de la V República, surgida en 1958, el general De Gaulle modificó la Constitución y el poder pasó al presidente de la República Francesa, el cual es el que le dice lo que tiene que hacer al presidente del Gobierno.

Por eso mismo, fuera de Francia no conocemos al presidente del Gobierno francés, pero sí a los presidentes del Gobierno de Alemania o Italia.

Parece ser que esta ausencia de poder y el exceso de trabajo le llevaron a Deschanel a un estado depresivo. Se ve impotente para llevar a cabo sus ideas. Algunos dicen que ven en su rostro señales claras de insomnio.

Ahora viene lo más impactante de esta narración. El 23/05/1920, Deschanel, a pesar de haber cogido la gripe, se empeñó en trasladarse hasta una localidad un tanto alejada de París, a fin de inaugurar un monumento a un héroe local, llamado Émile Reymond, fallecido en la I Guerra Mundial.

Tomaron un tren nocturno en la Estación de Lyon y, después de cenar, Deschanel se fue a dormir al vagón presidencial. A partir de aquí la cosa no está nada clara, porque los miembros del Gobierno francés quisieron escurrir el bulto.

Como ya he dicho, Deschanel tenía problemas de insomnio. Por eso, solía tomar pastillas para conciliar el sueño. No se sabe si ese día tomó más de lo normal. Lo cierto es que, cuando fue a abrir la ventana de su dormitorio, quizás porque tenía mucho calor, cayó a la vía.

Parece ser que tuvo suerte, porque el tren no le pilló y porque cayó encima de un bancal de arena. Aun así, se dio un golpe en la cara.

Habrá quien se extrañe de que se pueda caer uno por la ventana de un tren. La verdad es que, en los trenes antiguos, que hemos conocido, sólo se podía abrir la parte de arriba de la ventana. Sin embargo, en el tren de Deschanel, se abría la parte de abajo. No obstante, tampoco era muy grande, sólo medía 42 cm de alto.

Así que tenemos a una persona, que se ha caído de un tren. Va todavía vestido con su pijama y no sabe dónde está, ni lo que le ha ocurrido. De esa manera se lo encuentra un obrero de mantenimiento de las vías ferroviarias, llamado André Radeau.

Me hubiera gustado ver la cara de Radeau, cuando se encontró con este tipo, que afirmaba ser el presidente de la República. Ya se sabe que hay muchos locos que dicen ser Napoleón.

La verdad es que no sé qué haría Radeau por allí a esa hora, porque el suceso ocurrió durante la medianoche. El caso es que hay otras fuentes, que dicen que era un guardagujas.

Lo cierto es que lo acompañó hasta la siguiente estación ferroviaria y allí le dejaron descansar y le vio un médico el golpe que tenía en la cabeza.

Por otro lado, en el tren nadie se había enterado de la ausencia del presidente. Unas horas después, cuando un criado entró en el dormitorio, se dio cuenta de que estaba vacío. Así que dio la voz de alarma.

Todo el mundo se puso a buscarlo, pero no tuvieron que esperar mucho tiempo, porque pronto les llegó la noticia de que estaba en una de las estaciones del trayecto.

Como es lógico, al día siguiente, se produjeron todo tipo de reacciones. Algunos decían que podía haber sido un atentado, pero era poco probable, porque los que viajaban con él eran gente de su entera confianza.

También dijeron algunos que podría haber sido un intento de suicidio. Sin embargo, se le tenía por una persona muy equilibrada. Con una vida ordenada y que apenas tenía enemigos. Incluso, tenía una familia que le apoyaba en su trabajo.

Me imagino que, si hubiera ocurrido aquí, seguro que el suceso hubiera aparecido en todas las coplas de los Carnavales. Incluso, hubiéramos visto grupos de comparsas, con todos sus miembros vestidos con pijama y cantando coplas alusivas a este hecho. En fin, es lo que se llama materia cachondeable.

Incluso, el periódico español ABC, publicó, en aquel momento, un artículo un tanto jocoso sobre este hecho.

Parece ser que Deschanel tenía una enfermedad llamada neurastenia y es posible que hubiera realizado ese hecho durante un agravamiento de la misma.

Por lo visto, luego se publicó que la venía padeciendo desde hacía un tiempo. En una ocasión, recibió a un grupo de colegialas. Éstas le dieron un ramo de flores y él se lo tiró a la cara.

En otra ocasión, recibió al embajador británico vistiendo su pijama, donde había colocado una serie de medallas. Desconozco si es que dormiría con las medallas.

En España, sólo es obligatorio llevar siempre la Cruz Laureada de San Fernando, pero no creo que ningún militar duerma con ella.

También se dijo que podría padecer el síndrome de Elpenor, que produce una especie de sonambulismo.

Lo cierto es que le había creado un gran problema al Gobierno de Francia, porque no tenían nada previsto para el caso de que un presidente se volviera loco. Ni siquiera existía la figura del vicepresidente.

Parece ser que el Gobierno le presionó para no dimitiera, mientras pensaban qué hacer. Sin embargo, los médicos le recomendaron reposo absoluto.

Así que se fue, acompañado por su familia, a una mansión en la región de Normandía y luego residieron en el famoso castillo de Rambouillet.

Desgraciadamente, Deschanel no notó ninguna mejoría y, a mediados de septiembre de ese mismo año, le envió su carta de dimisión al presidente del Gobierno. Curiosamente, fue el mismo Millerand el que le sucedió en el cargo de presidente de la República.

Afortunadamente, esta vez, Deschanel, decidió ir a un sanatorio situado en el sur de Francia. Allí pasó 3 meses y regresó casi recuperado.

Por ello, volvió a frecuentar las reuniones de las academias a las que pertenecía y, en 1921, fue elegido miembro del Senado. Incluso, fue nombrado presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado.

Parece ser que no regresó tan moderado como de costumbre. Por lo visto, en abril de 1922, tenía previsto leer en discurso ante el Senado. En él, criticaría las negociaciones de paz y la actitud del Gobierno británico. También quería mencionar su desacuerdo por el poder del presidente del Gobierno frente al de la República.

Supongo que esas noticias llegarían a oídos del Gobierno y de la presidencia. Así que el presidente del Senado optó por cerrar las sesiones, adelantando las vacaciones de Semana Santa, para aplazar la lectura de ese contundente discurso.

Tras la Semana Santa, enfermó con algo que parecía una gripe, pero que se agravó con una pleuresía o pleuritis. Por ello, le realizaron una punción para sacarle el líquido de los pulmones. Incluso, le operaron para quitarle 2 costillas.

Desgraciadamente, no pudo superar esa enfermedad y murió el 28/04/1922.

En la Antártida, dentro de la Tierra de Graham, han bautizado una montaña con el nombre de Pico Deschanel.

 

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