domingo, 28 de noviembre de 2021

EL CASO DE LOS ESTUDIANTES FUSILADOS EN CUBA EN 1871

 

Desgraciadamente, hoy se cumple el 150 aniversario de un hecho luctuoso, cometido por unos canallas que ensuciaron el buen nombre de España.

Igual os ha parecido que he empezado este artículo de una manera un poco fuerte, pero, al terminar de leerlo, veréis que llevo razón.

Empezaré por el principio. En 1834, nació en un pueblo de Asturias Gonzalo Castañón Escaro. Como vino al mundo en el seno de una familia acomodada, ello le permitió estudiar Derecho en la Universidad de Oviedo.

Posteriormente, se dedicaría al periodismo y, más tarde, a la política, obteniendo en 1864 su escaño de diputado en las Cortes españolas.

En 1866, obtuvo un puesto como funcionario en el Gobierno de la isla de Cuba, que todavía era una provincia española. Trabajó también en el Banco Español de Cuba, en La Habana. Entidad que también servía para recaudar los impuestos.

Curiosamente, por aquellos años, el gobernador de esa Entidad bancaria era José Cánovas del Castillo, hermano del famoso político español Antonio Cánovas.

José siempre fue un férreo defensor de los grandes propietarios cubanos y se oponía firmemente a la abolición de la esclavitud.

En octubre de 1868 tuvo lugar el primer acto del movimiento independentista cubano, que se inició con el llamado Grito de Yara. Localidad donde tuvo lugar un enfrentamiento armado entre los rebeldes y el Ejército español.

Posiblemente, por ello, en 1869, Castañón fundó el periódico La Voz de Cuba, desde donde pedía mano dura contra los independentistas y también se dedicaba a insultar a los exiliados cubanos, que se hallaban en Florida. Parece ser que acostumbraba a comenzar sus artículos con la frase “sangre y fuego”.

En 1870, el exiliado cubano Juan María Reyes, apodado Nito, fundó en Cayo Hueso (Florida) el periódico El Republicano.

A partir de ahí, estos dos periódicos se empezaron a dedicar, mutuamente, artículos cada vez más subidos de tono.

A finales de enero de 1870, la cosa fue a más y Castañón publicó un artículo en su periódico en el que retaba a duelo a Nito. Éste le dijo que no podía viajar a Cuba, porque sería detenido. Así que emplazó a Castañón a que fuera a Florida.

Éste pensó que eso le iba a dar mucha popularidad y para allá se fue, acompañado de unos amigos, un médico y un par de criados.

Al principio, su plan se cumplió tal cual lo había planeado. Se presentó delante de Nito y lo abofeteó en público. Sin embargo, luego puso todo tipo de excusas para no tener que batirse en duelo.

Por lo visto, la idea de Castañón era provocar desórdenes públicos a fin de que el Gobierno USA expulsara a los exiliados de Florida. Sin embargo, lo que consiguió fueron varias invitaciones para batirse en duelo y a todas ellas se negó.

Parece ser que uno de los retos procedía de un panadero exiliado y, cuando le llegó esa noticia, Castañón, afirmó no querer batirse con gente de baja calaña.

Evidentemente, ese calificativo no gustó nada al panadero. Así que, en la mañana del 31/01/1870, fue a buscarle al Hotel Russell House, el lugar donde se alojaba Castañón y le dio un par de bofetadas. Cuando éste intentó sacar un arma, el panadero Orozco le disparó, hiriéndole en la ingle. Lo cual, poco después, le provocó la muerte.

El cadáver de Castañón fue metido en un ataúd lleno de hielo y embarcado hacia Cuba. Allí fue recibido como a un héroe y se le rindieron honores militares, porque también era coronel de los Voluntarios de Cuba. Fue enterrado en el antiguo Cementerio de Espada.

El 24/11/1871, los estudiantes de primero de Medicina de la Universidad de La Habana, cuya facultad estaba al lado de este cementerio, recibieron la noticia de que su profesor de Anatomía se iba a retrasar un poco a causa de unos exámenes.

Así que, como el Anfiteatro de Anatomía estaba dentro de ese cementerio, hubo algunos que pasearon entre las tumbas y otros a los que se les ocurrió montarse en el carro, donde solían transportar a los cadáveres de los pobres y darse una vuelta por la calle. Cosas de jóvenes. Hay que recordar que todos tenían entre 16 y 20 años.

Parece ser que esto no gustó nada al vigilante del cementerio, Vicente Cobas, el cual denunció esos hechos ante el gobernador civil, Dionisio López Roberts, diciendo que esos estudiantes habían rayado el cristal que cubría el nicho, donde estaba depositado el cadáver de Castañón. Lo cual era absolutamente falso.

Como en Cuba ya había un ambiente prebélico y los ánimos estaban muy exacerbados, el gobernador tardó muy poco en presentarse en el cementerio.

Parece ser que, en un principio, quiso detener a los primeros estudiantes de Medicina que vio por allí. Se trataba de alumnos de segundo curso y su profesor tuvo la valentía de oponérsele. Así que no consiguió llevárselos.

Sin embargo, luego fue a la clase de primero y allí tuvo más

suerte, porque su profesor se mostró más indeciso y el gobernador se llevó detenidos a 45 de los 46 alumnos de ese curso.

Así que ese día, que era viernes, encerraron a todos esos estudiantes en una cárcel de La Habana. El sábado les tomaron declaración, pero no vieron que hubieran cometido delito alguno. No obstante, podían oír las voces de los Voluntarios, diciendo que querían las cabezas de los estudiantes. Así que en la prisión tuvieron que redoblar la guardia.

El lunes, habilitaron una estancia de la prisión para que pudiera tener lugar allí el consejo de guerra. Los estudiantes fueron defendidos por el capitán Federico Capdevila, al que llegaron a amenazar los Voluntarios, que no eran otra cosa que unos matones a sueldo de los terratenientes.

La sentencia del tribunal, aunque condenaba a varios de ellos a penas de cárcel, no impuso ninguna pena de muerte. Lógicamente, eso no satisfizo a los Voluntarios.

Así que presionaron para que se les hiciera otro consejo de guerra. Esta vez, todos los miembros de ese tribunal pertenecían a los Voluntarios.

Por lo visto, fueron llamando a declarar de uno en uno a todos los acusados. El que consiguió convencerles de que no sabía nada, se libró de culpas. En cambio, Álvarez de la Campa, dijo haber arrancado una flor del cementerio y fue uno de los condenados a muerte.

Parece ser que los militares españoles estaban en contra de lo que estaba ocurriendo, pero el capitán general se negó a pararles los pies a los Voluntarios para que no cometieran más actos de barbarie de los ya acostumbrados. Igual es que ese mando no quería enfrentarse a los terratenientes.

Los Voluntarios eran unas fuerzas de milicianos, situada en las ciudades, que se dedicaba a reprimir y soliviantar a los cubanos. Curiosamente, la mayoría de esos Voluntarios que tanto defendían entonces a España eran catalanes.

Incluso, un capitán de la Armada, se ofreció a desembarcar a sus hombres para poner orden y echar a los Voluntarios, pero el capitán general también se opuso a ello.

Dentro de la cárcel, empezaron separando a los que habían confesado haberse montado en el carro del cementerio. Luego se llevaron al que había cogido una rosa y después a 3 más, que eligieron por sorteo.

Los esposaron y los llevaron delante de la pared de un edificio cercano a la prisión, que era un depósito del arma de Ingenieros.

Allí, les obligaron a ponerse de rodillas y de cara a la pared y los fueron fusilando de dos en dos. El pelotón estaba al mando del capitán de Voluntarios Ramón López de Ayala.

En algunos sitios se dice que era hermano del autor teatral y ministro de Ultramar, Adelardo López de Ayala, pero yo no he podido verificar ese dato.

Luego, les enterraron a todos en la misma fosa común. Fuera del cementerio y sin identificación de ningún tipo. Esos asesinatos tuvieron lugar el lunes 27/11/1871 a partir de las 16.00. Ni siquiera quisieron registrar sus fallecimientos en los libros parroquiales. Cosa que hicieron 3 meses después.

A los demás los condenaron a diversas penas privativas de libertad, pero todas ellas llevaban añadidas la realización de trabajos forzados en las canteras.

Según uno de los condenados, estuvieron varios meses trabajando en las canteras. Sin embargo, un día vino un barco de la Armada, se los trajo a la Península Ibérica y los pusieron en libertad.

En 1887, la familia de Castañón, decidió repatriar el cuerpo del fallecido para enterrarlo en su localidad de origen. Cuando uno de sus hijos fue a hacerse cargo del cadáver, se demostró que la tumba no había sido dañada. Ni tan siquiera el mencionado cristal del nicho. De todo ello, se levantó acta.

Allí se reunió el hijo con el doctor Fermín Valdés-Domínguez, que era uno de los estudiantes supervivientes y éste le narró lo ocurrido. Por ello, le apoyó en sus gestiones.

A partir de ahí, se consiguió que los cuerpos de estos fusilados descansaran en tumbas normales, como querían sus familiares.

También le otorgaron un poder al diputado y abogado Miguel Figueroa para que intentase revocar la sentencia del consejo de guerra. Cosa que consiguió.

Posteriormente, Valdés-Domínguez, promovió la iniciativa de construir un monumento en el nuevo cementerio Colón de La Habana, en el cual fueron inhumados los cuerpos de esos desdichados jóvenes

y donde, más tarde, también inhumaron el de su defensor, el valenciano Federico Capdevila, que murió en 1898.

Como suelen decir los predicadores: “sangre de mártires, semilla de conversos”. Por ello, este acto de barbarie, cometido por unos exaltados Voluntarios y unas autoridades que les permitieron hacerlo, sólo sirvió para aumentar las ansias de independencia de los cubanos.

Esta foto corresponde a algunos de los supervivientes de este luctuoso hecho.

Para terminar, voy a nombrar a los pobres jóvenes que se vieron envueltos en este acto y fueron fusilados:

·         Alonso Álvarez de la Campa y Gamba, nacido en La Habana y fusilado a los 16 años.

·         Anacleto Bermúdez y González de Piñera, nacido en La Habana y fusilado a los 20 años.

·         José de Marcos y Medina, nacido en La Habana y fusilado a los 20 años.

·         Ángel Laborde y Perera, nacido en La Habana y fusilado a los 17 años.

·         Juan Pascual Rodríguez y Pérez, nacido en La Habana y fusilado a los 21 años.

·         Carlos Augusto de la Torre y Madrigal, nacido en Camagüey y fusilado a los 20 años.

·         Eladio González Toledo, nacido en La Habana y fusilado a los 20 años.

·         Carlos Verdugo y Martínez, nacido en Matanzas y fusilado a los 17 años.

Para finalizar, sé que todos los años, los estudiantes cubanos rinden homenaje a estos jóvenes asesinados por los llamados Voluntarios.

No sé si el Gobierno de España habrá pedido alguna vez perdón por este hecho, sin embargo, yo, como español, quisiera sumarme a ese homenaje, porque eso nunca tuvo que haber ocurrido.

A ver si alguno se decide y este año llego a los 100 seguidores. Por si alguno desconfía, le aseguro que es algo totalmente gratis.

 

TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES

2 comentarios:

  1. En aquel tiempo los catalanes eran muy españoles. ¡Que diferencia a los de ahora! (me refiero a algunos catalanes, por que afortunadamente no son todos).
    En cuanto a los asesinatos de los estudiantes, naturalmente que me sumo a todos los actos y sentimientos habidos y por haber y mi sentimiento hacia ellos es el mejor que se pueda existir.

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    1. No es que se considerasen muy españoles, es que les interesaba serlo, porque tenían mucho dinero invertido en Cuba y fueron los que más perdieron, cuando les echaron de esa isla.
      El problema es que ahora, los cubanos, nos echan la culpa de esas muertes, como si hubiéramos tenido la culpa todos los españoles.
      No fue casual que el primer ferrocarril de España se instalara en Cuba y el segundo en Cataluña.
      Tampoco fue casual que los carlistas recibieran financiación de Cuba, durante la I República Española, y dejaron de percibirla, cuando se restauró la Monarquía en España.

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