Hoy voy a dedicar este artículo a
mis amigos más viajeros para que tomen nota de lo que hizo esta mujer, que
llegó a renovar, por última vez, su pasaporte, cuando ya había cumplido los 100
años.
Nuestro personaje de hoy nació en
1868 en un barrio de los muchos que tiene París. Fue la única hija de una
familia un poco extraña. Su padre era un maestro de escuela, director de un
periódico republicano y miembro de la Masonería, aparte de ser protestante.
Mientras que su madre era belga y católica, pero de origen escandinavo. Por lo
visto, ambos se habían conocido cuando él tuvo que exiliarse, tras el golpe de
Estado y la proclamación de Napoleón III.
Por lo visto, su padre siempre
fue muy amigo del geógrafo anarquista Jacques Elisée Reclus y éste también
influyó mucho en el pensamiento de nuestro personaje.
Desde pequeña, Alexandra, siempre
tuvo una mentalidad muy aventurera. De hecho, con sólo 15 años, se escapó de su
casa y fue hasta un puerto de Holanda con la intención de tomar un barco hacia
Gran Bretaña. Sin embargo, la falta de dinero le hizo regresar a su casa.
Así que se puso a estudiar todo
tipo de teorías sobre sociedades secretas y también fue seguidora de la famosa
Madame Blavatsky. Incluso, alcanzó un alto grado en la Masonería. Sin embargo,
aunque las feministas la admiraban, se puede decir que ella nunca fue una
feminista, porque prefería luchar por la independencia financiera de las
mujeres, antes que por el voto.
Parece ser que decía que la mayoría de las feministas pertenecían a la alta sociedad y, por tanto, desconocían los problemas de las mujeres de familias modestas.
Muy pronto, se dio cuenta de que,
para ser una viajera era imprescindible conocer varios idiomas. Así que se aplicó
al estudio del inglés y, más tarde, al del sánscrito y el tibetano.
Aparte de ello, como tenía
necesidad de conocer a fondo esas sociedades, visitó muy asiduamente el Museo
Británico y varios museos orientalistas, situados en París.
Parece ser que también tenía el
don de cantar. Así que se matriculó en el Conservatorio de Bruselas y eso le
hizo llegar a ser cantante de ópera.
Su nueva profesión le dio la
oportunidad de visitar algunos países, como la antigua Indochina francesa o la
India. Incluso, trabó amistad con algunos compositores famosos de esa época. Es
más, llegó a componer el libreto de una ópera.
En 1900, fue a cantar a Túnez,
donde conoció a un primo lejano, que era el jefe de los ferrocarriles de esa
colonia francesa y se casaron.
En principio, pretendía regresar
unos meses después, sin embargo, residió en ese país durante 14 años.
Evidentemente, eso llevaría a su marido a pedir la separación. No obstante,
siguieron siendo muy buenos amigos y mantuvieron una buena relación epistolar
durante toda su vida.
Llegados a este punto, seguro que
alguno se habrá preguntado de dónde sacaba esta mujer el dinero para realizar
esos viajes. Parece ser que su madrina le dejó una buena herencia, la cual fue
administrada y acrecentada por su marido en Túnez.
Por lo visto, en la India hizo
muchas amistades, como la de un príncipe heredero de uno de los Estados de la
India. También conoció en un monasterio budista a un joven, que luego
adoptaría.
Otra de sus curiosas ideas fue subir a una montaña de 4.000 metros para refugiarse con ese joven en una cueva a fin de meditar sobre la vida. Afortunadamente, no murió congelada, pero le faltó poco, porque no llevaba la ropa adecuada para sobrevivir en esa altitud.
En 1912, cuando ya se había convertido
al budismo, fue acompañada por uno de sus amigos, que era lama de un
monasterio, hasta la residencia del gran Lama, el cual vivía exiliado en una ciudad
al norte de la India.
Durante varios años, se convirtió
en consejera oficiosa del mencionado heredero al Estado de Sikkim. Incluso, le
aconsejó con quién debería de casarse y que debería de terminar con la gran
corrupción que reinaba en su Estado.
ese Estado. Desgraciadamente, a finales de ese año, lo encontraron muerto en su dormitorio. Posiblemente, a causa de un envenenamiento. Una noticia que entristeció mucho a nuestro personaje. Fue el que le regaló ese traje de lama con el que ella apareció en algunas fotos.
En 1916, decidió visitar el Tíbet,
acompañada de un lama y de un monje. Allí conoció a otros lamas importantes e,
incluso, la invitaron a quedarse, pero no aceptó y decidió regresar a Sikkim.
A la vuelta, las autoridades
coloniales británicas en la India la deportaron por no haber obedecido la
prohibición de entrar en el Tíbet. Por ello, como no podía volver a Europa a
causa de la I Guerra Mundial, decidió ir a Japón.
Allí se reencontró con un monje
budista japonés, que había conocido durante su visita al gran Lama. Juntos
decidieron visitar Corea y luego China. País que recorrieron de este a oeste.
prohibida de Lhasa, capital del Tíbet.
Aun así, fueron descubiertos,
pero tuvieron tiempo de huir, sin que pudieran detenerlos. Posteriormente,
ambos fueron alojados en la casa de un comerciante británico, el cual les dio
dinero para que pudieran regresar a la India.
En 1925, se embarcó hacia
Francia. Por lo visto, ya se había hecho famosa, porque algunos periódicos
habían publicado sus hazañas.
En 1928 compró una casa en la
Provenza, donde vivió retirada durante varios años. Allí escribió algunas de
sus obras, como “Magos y místicos en el Tíbet”.
Desgraciadamente, allí les pilló
la guerra chino-japonesa y después la II Guerra Mundial. Así que aprovecharon
para conocer varias regiones de China y volver a entrar en el Tíbet.
Desgraciadamente, en 1941, se
enteró de la muerte de su esposo, lo cual le apenó mucho. No obstante, siguió
viajando por esa zona y no regresó hasta 1946.
En 1955, tuvo la desgracia de
perder a su hijo adoptivo a causa de unas fiebres que le causaron la muerte.
A partir de 1957 decidió vivir
con una amiga en Mónaco, porque ya tenía que andar con muletas. No obstante, no
se quedó mucho tiempo allí.
En 1959, conoció a una joven
llamada Marie Madeleine Peyronnet a la cual contrató como secretaria y que la
acompañó durante sus últimos 10 años de vida.
Posteriormente, esta mujer sería
la que compilaría todas las obras de Alexandra, presidiría una asociación
dedicada a nuestro personaje y mostraría la casa a todas las expediciones de
tibetanos y budistas, que quisieran verla.
Curiosamente, en 1925, la
Academia de deportes francesa, le otorgó un premio, al considerarla como a una
gran deportista del momento.
Se han escrito varias obras sobre
su vida. Incluso, una ópera y varias películas y documentales.
Le han dedicado varias calles por
toda Francia y hasta una parada del Metro de París, situada en la zona donde
nació, lleva su nombre.
En fin, a ver si alguno se anima
y llego a tener 100 seguidores.
TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN
DE WWW.GOOGLE.ES
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