miércoles, 29 de septiembre de 2021

JOSÉ ALONSO MALLOL

 

Hoy voy a narrar la historia de un personaje bastante desconocido, pero también muy controvertido. Así que os invito a leer este artículo y, al final, que cada uno opine lo que quiera, que es de lo que se trata.

José Alonso Mallol nació en 1894 en un modesto barrio de Alicante. Parece ser que su padre ejercía como traductor entre los marinos, que llegaban a ese puerto y los funcionarios destinados en el mismo.

Sin embargo, su padre murió cuando nuestro personaje aún era muy niño y la madre tuvo que montar una tienda de ultramarinos.

Desde muy joven se consideró republicano y se dedicó a fundar y escribir en periódicos de esta ideología.

Posteriormente, se trasladó a Madrid para estudiar la carrera de Derecho. Allí contactó con gentes de las mismas ideas y fundó un sindicato de estudiantes, con el que organizó varias huelgas.

Como muchos intelectuales del momento, se afilió a una logia de la Masonería en Alicante y luego siguió acudiendo a las reuniones de otra en Madrid.

Al terminar la carrera, volvió a su localidad, donde siguió ejerciendo sus actividades políticas en grupos republicanos.

Obviamente, desde el principio, se opuso a la dictadura del general Primo de Rivera, aunque continuó ejerciendo la abogacía.

Se afilió al Partido Republicano Radical Socialista, que había sido fundado pocos años antes por Marcelino Domingo y Álvaro de Albornoz y donde también militaron otros famosos políticos, como Victoria Kent o hasta el propio Lluís Companys.

Mallol logró un puesto de concejal por Alicante, en las elecciones locales del 12/04/1931, que dieron lugar, dos días después, a la proclamación de la II República.

Dado que ya tenía un cierto prestigio entre los republicanos, el Gobierno le nombró, a finales de ese año, gobernador civil de Oviedo. Más tarde, lo sería de Sevilla.

Parece ser que en esa última ciudad tuvo algunos problemas con los anarquistas, los cuales realizaron varios atentados contra él, lo que supongo que sería una razón más que suficiente para que se decidiera a dimitir de ese puesto en 1933. Hay que recordar que ya estaba casado y tenía 3 hijos.

Ese mismo año, tuvieron lugar unas elecciones generales, que ganaron los partidos de derecha. Así que Mallol se pasó al partido Izquierda Republicana, liderado por Manuel Azaña Díaz, que había sido presidente del Consejo de Ministros y luego lo sería de la República.

Tras las elecciones generales de 1936, que dieron la victoria al Frente Popular, el Gobierno le nombró nuevo director general de Seguridad. Parece ser que influyó algo en su nombramiento la recomendación de su amigo Carlos Esplá, el cual ocupaba un alto cargo en el Gobierno.

No tengo muy claro cuándo tuvo lugar su nombramiento. En la Wikipedia, se menciona que sucedió a un militar extremeño, llamado Vicente Santiago Hodson. Sin embargo, en otras fuentes se indica que, en esas fechas, el director general de Seguridad era el general Núñez de Prado. Curiosamente, este general y otro militar, llamado Manuel Muñoz Martínez, que le sucedió en el cargo, fueron fusilados en la guerra civil.

Lo cierto es que Mallol estuvo en ese puesto desde mediados de febrero hasta finales de julio de ese mismo año.

Ciertamente, le tocó una época muy convulsa, porque los radicales

de uno y otro signo habían tomado la calle y las fuerzas policiales no daban abasto. Había tiroteos y desórdenes por todas partes. Aunque no descarto que el propio Gobierno les dejara hacer a algunos de estos grupos.

Parece ser que Mallol orientó sus esfuerzos a vigilar a los militares más sospechosos de estar organizando complots contra el Gobierno.

También vigiló muy de cerca a la Falange y consiguió que ese partido fuera ilegalizado, deteniendo a la mayoría de sus dirigentes, incluido José Antonio Primo de Rivera, al igual que hizo con algunos líderes de la CNT.

Por lo visto, instaló micrófonos en algunos cuarteles y centros de reunión de los militares. No sé si tendría autorización judicial para ello.

Así que, ya en el mes de mayo de ese mismo año, confeccionó una lista de 500 oficiales de todas las graduaciones, implicados en un supuesto intento de golpe de Estado y la entregó personalmente a Azaña y a Casares Quiroga, que entonces era el presidente del Consejo de Ministros.

Increíblemente, aunque pidió que les detuvieran inmediatamente, no le hicieron ningún caso.

 Así que es posible que tengan razón los que afirman que Azaña lo sabía todo, pero esperó a que tuviera lugar el golpe para depurar el Ejército. Lo que pasa es que, como todos sabemos, el tema se le fue de las manos.

En el mes de junio, Mallol, se presentó en Pamplona para hacer unos registros e intentar detener al general Mola, que era el organizador del complot. Sin embargo, éste fue advertido previamente y le dio tiempo a ocultar todos los documentos y preparativos del mismo. Así que se tuvo que ir con las manos vacías.

No obstante, sí tuvo éxito al recomendar al Gobierno que nombrase al general Batet, un militar muy afín a la II República, como jefe de esa división, para tener vigilado muy de cerca a Mola.

Curiosamente, el general Mola, fue el último director general de Seguridad de la monarquía, en tiempos de Alfonso XIII, y el que le tocó detener a los sublevados en Jaca y a sus cómplices en toda España. Así que tenía muchos amigos en la Policía.

De hecho, se sabe que, pocos días antes de la sublevación, Batet y Mola, se vieron en Irache y allí el primero le hizo prometer al segundo que no estaba implicado en ningún complot. Cosa a lo que el segundo accedió a pesar de que ya se conocía que se trataba del organizador de la trama.

Una vez que estalló el golpe, el 18/07/1936, intentó por todos los medios tomar medidas para pararlo, como bloquear las comunicaciones entre los cuarteles, pero fracasó. También, algunos periódicos, le culparon de ser el responsable del asesinato de Calvo Sotelo. Así que dimitió de su cargo.

Por lo visto, en cierta ocasión, la llegada de Mallol a la cárcel Modelo de Madrid, donde se hallaban detenidos muchos militares, fue providencial para algunos como el famoso general Muñoz Grandes, primer jefe de la División Azul, pues impidió su fusilamiento, cuando los milicianos ya lo habían colocado ante el paredón.

Curiosamente, Muñoz Grandes, fue el fundador y primer jefe de la Guardia de Asalto. Un cuerpo de Policía creado durante la II República y formado por gente muy leal al régimen.

Posteriormente, a Mallol, se le encomendó una misión diplomática consistente en intentar sublevar a las tribus de Marruecos para detener el traslado de las tropas españolas de África a la Península. Cosa que no logró.

Más tarde, fue nombrado cónsul de España en Orán, ciudad que, actualmente, pertenece a Argelia, pero que, en esa época, era parte de esta colonia francesa en el norte de África.

Parece ser que allí no le fue muy bien, porque en esa ciudad vivían muchos españoles simpatizantes del bando nacional.

Al final de la guerra civil, los únicos republicanos que pudieron salir de Alicante, lo hicieron en el barco británico Stanbrook, el cual los llevó al puerto de Orán, donde él los atendió lo mejor posible.

Hay que decir que el Gobierno francés no trató muy bien a la mayoría de estos exiliados españoles. Lejos de lo que se ve en la famosa película Casablanca, lo que hizo fue encerrarlos en campos de concentración en medio del desierto, donde murieron a centenares.

A partir de ahí, su vida fue una continua huida. Empezó con la invasión de Francia por parte de los alemanes. Ya no podía sentirse seguro en Argelia, porque las autoridades coloniales eran partidarias del régimen de Vichy. Así que huyó hacia Marruecos y, precisamente, fue detenido en Casablanca.

Sin embargo, como hay que tener amigos en todas partes, consiguió la libertad bajo fianza, mientras debatían si entregarlo a las autoridades franquistas, que lo más seguro es que lo hubieran fusilado.

En España, como mínimo, le hubieran condenado a 30 años de prisión, que es la pena con la que castigaban a los masones.

Así que aprovechó para conseguir unos pasajes en un barco para él y su familia con destino a México. Por lo visto, también consiguió que varios miles de personas pudieran salir de allí de la misma manera hacia ese país.

Se estableció en esa nación, donde montó un pequeño negocio, que le permitió vivir dignamente a la vez que colaboraba con el Gobierno republicano en el exilio.

Nunca regresó a España, falleciendo en 1967 en Ciudad de México.

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