Hoy voy a narrar la historia de un personaje bastante desconocido, pero también muy controvertido. Así que os invito a leer este artículo y, al final, que cada uno opine lo que quiera, que es de lo que se trata.
José Alonso Mallol nació en 1894
en un modesto barrio de Alicante. Parece ser que su padre ejercía como traductor
entre los marinos, que llegaban a ese puerto y los funcionarios destinados en
el mismo.
Sin embargo, su padre murió
cuando nuestro personaje aún era muy niño y la madre tuvo que montar una tienda
de ultramarinos.
Desde muy joven se consideró republicano
y se dedicó a fundar y escribir en periódicos de esta ideología.
Posteriormente, se trasladó a Madrid
para estudiar la carrera de Derecho. Allí contactó con gentes de las mismas
ideas y fundó un sindicato de estudiantes, con el que organizó varias huelgas.
Al terminar la carrera, volvió a
su localidad, donde siguió ejerciendo sus actividades políticas en grupos
republicanos.
Obviamente, desde el principio,
se opuso a la dictadura del general Primo de Rivera, aunque continuó ejerciendo
la abogacía.
Se afilió al Partido Republicano
Radical Socialista, que había sido fundado pocos años antes por Marcelino
Domingo y Álvaro de Albornoz y donde también militaron otros famosos políticos,
como Victoria Kent o hasta el propio Lluís Companys.
Mallol logró un puesto de concejal por Alicante, en las elecciones locales del 12/04/1931, que dieron lugar, dos días después, a la proclamación de la II República.
Dado que ya tenía un cierto
prestigio entre los republicanos, el Gobierno le nombró, a finales de ese año,
gobernador civil de Oviedo. Más tarde, lo sería de Sevilla.
Parece ser que en esa última ciudad
tuvo algunos problemas con los anarquistas, los cuales realizaron varios
atentados contra él, lo que supongo que sería una razón más que suficiente para
que se decidiera a dimitir de ese puesto en 1933. Hay que recordar que ya
estaba casado y tenía 3 hijos.
Ese mismo año, tuvieron lugar
unas elecciones generales, que ganaron los partidos de derecha. Así que Mallol
se pasó al partido Izquierda Republicana, liderado por Manuel Azaña Díaz, que
había sido presidente del Consejo de Ministros y luego lo sería de la
República.
Lo cierto es que Mallol estuvo en
ese puesto desde mediados de febrero hasta finales de julio de ese mismo año.
Ciertamente, le tocó una época muy convulsa, porque los radicales
de uno y otro signo habían tomado la calle y las fuerzas policiales no daban abasto. Había tiroteos y desórdenes por todas partes. Aunque no descarto que el propio Gobierno les dejara hacer a algunos de estos grupos.Parece ser que Mallol orientó sus
esfuerzos a vigilar a los militares más sospechosos de estar organizando
complots contra el Gobierno.
También vigiló muy de cerca a la Falange y consiguió que ese partido fuera ilegalizado, deteniendo a la mayoría de sus dirigentes, incluido José Antonio Primo de Rivera, al igual que hizo con algunos líderes de la CNT.
Por lo visto, instaló micrófonos
en algunos cuarteles y centros de reunión de los militares. No sé si tendría
autorización judicial para ello.
Así que, ya en el mes de mayo de
ese mismo año, confeccionó una lista de 500 oficiales de todas las
graduaciones, implicados en un supuesto intento de golpe de Estado y la entregó
personalmente a Azaña y a Casares Quiroga, que entonces era el presidente del
Consejo de Ministros.
Increíblemente, aunque pidió que les detuvieran inmediatamente, no le hicieron ningún caso.
Así que es posible que tengan razón los que afirman que Azaña lo sabía todo, pero esperó a que tuviera lugar el golpe para depurar el Ejército. Lo que pasa es que, como todos sabemos, el tema se le fue de las manos.En el mes de junio, Mallol, se
presentó en Pamplona para hacer unos registros e intentar detener al general
Mola, que era el organizador del complot. Sin embargo, éste fue advertido previamente
y le dio tiempo a ocultar todos los documentos y preparativos del mismo. Así
que se tuvo que ir con las manos vacías.
No obstante, sí tuvo éxito al recomendar
al Gobierno que nombrase al general Batet, un militar muy afín a la II República,
como jefe de esa división, para tener vigilado muy de cerca a Mola.
Curiosamente, el general Mola,
fue el último director general de Seguridad de la monarquía, en tiempos de Alfonso XIII, y el
que le tocó detener a los sublevados en Jaca y a sus cómplices en toda España.
Así que tenía muchos amigos en la Policía.
Una vez que estalló el golpe, el
18/07/1936, intentó por todos los medios tomar medidas para pararlo, como
bloquear las comunicaciones entre los cuarteles, pero fracasó. También, algunos
periódicos, le culparon de ser el responsable del asesinato de Calvo Sotelo. Así
que dimitió de su cargo.
Por lo visto, en cierta ocasión,
la llegada de Mallol a la cárcel Modelo de Madrid, donde se hallaban detenidos
muchos militares, fue providencial para algunos como el famoso general Muñoz
Grandes, primer jefe de la División Azul, pues impidió su fusilamiento, cuando
los milicianos ya lo habían colocado ante el paredón.
Posteriormente, a Mallol, se le
encomendó una misión diplomática consistente en intentar sublevar a las tribus
de Marruecos para detener el traslado de las tropas españolas de África a la
Península. Cosa que no logró.
Más tarde, fue nombrado cónsul de
España en Orán, ciudad que, actualmente, pertenece a Argelia, pero que, en esa
época, era parte de esta colonia francesa en el norte de África.
Parece ser que allí no le fue muy
bien, porque en esa ciudad vivían muchos españoles simpatizantes del bando
nacional.
Al final de la guerra civil, los
únicos republicanos que pudieron salir de Alicante, lo hicieron en el barco
británico Stanbrook, el cual los llevó al puerto de Orán, donde él los atendió lo
mejor posible.
A partir de ahí, su vida fue una continua
huida. Empezó con la invasión de Francia por parte de los alemanes. Ya no podía
sentirse seguro en Argelia, porque las autoridades coloniales eran partidarias
del régimen de Vichy. Así que huyó hacia Marruecos y, precisamente, fue
detenido en Casablanca.
Sin embargo, como hay que tener
amigos en todas partes, consiguió la libertad bajo fianza, mientras debatían si
entregarlo a las autoridades franquistas, que lo más seguro es que lo hubieran
fusilado.
Así que aprovechó para conseguir
unos pasajes en un barco para él y su familia con destino a México. Por lo
visto, también consiguió que varios miles de personas pudieran salir de allí de
la misma manera hacia ese país.
Se estableció en esa nación,
donde montó un pequeño negocio, que le permitió vivir dignamente a la vez que
colaboraba con el Gobierno republicano en el exilio.
Nunca regresó a España,
falleciendo en 1967 en Ciudad de México.
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