Hoy voy a hablar de una ciudad
que mucha gente conoce o, al menos, le suena a casi todo el mundo, por aquello
de que está construida sobre el agua y sus habitantes no se mueven por sus
calles en coches, sino en barcos.
Durante el Imperio Romano, esta
zona era más o menos conocida, pero poco frecuentada, pues en ella sólo había
unas lagunas situadas entre unas islas pantanosas, protegidas del mar por unos
bancos de arena.
Por tanto, los únicos que solían
transitar por esa zona eran los pescadores y los cazadores de aves acuáticas.
No obstante, cerca de ese lugar,
pero ya en la costa, se hallaban unas cuantas ciudades de relativa importancia,
como Aquileia, Grado o Padua. Todas ellas de fundación romana, pero habitadas,
mayoritariamente, por los llamados vénetos.
Esa situación cambió radicalmente
con el declive del Imperio Romano. No está muy claro si la primera emigración a
la laguna se dio con la llegada de los godos a Roma, en el 410, al mando de
Alarico I.
Sin embargo, sí que se ha
demostrado que esos terrenos se llenaron de gente en el 452, cuando tuvo lugar
la invasión de los hunos, liderados por Atila.
Por lo visto, estas lagunas sólo
eran utilizadas para refugiarse, cuando venían pueblos invasores, y después
regresaban a tierra firme.
Sin embargo, a partir del 568,
tuvo lugar la invasión de los lombardos o longobardos, los cuales no venían a
robarlo todo y luego irse, sino que optaron por quedarse en la Península
Itálica. Así que estos vénetos, que solían esconderse en esas lagunas, se
quedaron ya definitivamente en ellas.
Hay que decir que esas lagunas
eran un refugio muy seguro, pues son bastante profundas y los bárbaros no
sabían navegar. Así que tampoco podían atravesarlas a pie o a caballo.
Tras la caída del Imperio Romano
de Occidente, en el siglo VI, esta zona quedó bajo el dominio del Imperio
Romano de Oriente, que ahora llamamos Bizantino.
El emperador solía enviar un dux
para gobernar, en su nombre, esa zona. Sin embargo, creo que sus habitantes se
veían un poco alejados de las decisiones tomadas en Bizancio. Así que, en el
687, esta zona pasó a ser gobernada por un dogo, elegido entre todos sus
ciudadanos.
El origen de su prosperidad
estuvo en la producción y el comercio de la sal. En lugar de dedicarse a la
agricultura y la ganadería, como solían hacer en todas partes, ellos se
dedicaban a esta actividad que resultaba mucho más lucrativa que las
anteriores.
Hay que aclarar que, en aquella
época, cuando todavía no se habían inventado los frigoríficos, la sal era
utilizada no sólo para cocinar, sino para conservar muchos alimentos.
Así que ellos remontaban los ríos
con sus barcas cargadas de sal y volvían transportando grandes cantidades de
cereal y vino.
Siempre se aprovecharon de su
situación estratégica, justo entre el Sacro Imperio y el Bizantino. Lo cual les
permitió obtener privilegios para abastecer ambos mercados.
En el siglo IX, esa zona estuvo
expuesta a las guerras entre el Sacro Imperio y el Bizantino. Lo que les hizo
ver que la principal ciudad, Malamocco, estaba demasiado indefensa ante los
ataques por vía marítima. Así que se trasladaron a otra zona en el interior de
la laguna, llamada Rialto, a la que sólo se podía acceder a través de unos
canales. Ese es el origen de Venecia. De hecho, durante mucho tiempo, a esa
ciudad la llamaron, indistintame
nte, Rialto o Venecia.
En el 828 tuvo lugar un hecho muy
curioso. En un templo de Alejandría (Egipto) estaba enterrado el cuerpo de San Marcos y solía recibir la visita de muchos peregrinos.
Un día, aparecieron por allí dos
mercaderes venecianos. Sus nombres eran Buono da Malamocco y Rustico da
Torcello.
A partir de aquí, no está muy
clara esta historia. Unos dicen que, como Egipto había sido invadido por los
musulmanes, los sacerdotes que custodiaban el cadáver, les pidieron a esos
mercaderes que se lo llevaran, antes de que lo hicieran los musulmanes. En
cambio, otras versiones afirman que, simplemente, robaron el cadáver.
Lo que sí parece cierto es que,
para burlar la vigilancia de los aduaneros musulmanes, no se les ocurrió otra
cosa que cubrir el cuerpo con carne de cerdo. Así se aseguraban que ninguno de
ellos se iba a atrever a tocar esa carne, considerada impura entre los
musulmanes. Por otra parte, les dieron el cambiazo, poniendo a una mártir en la
tumba de San Marcos y llevándose a éste a Venecia.
Lógicamente, fueron muy bien
recibidos en su ciudad. Por variar, parece que estos sí fueron profetas en su
tierra.
A partir de entonces, el cuerpo
de San Marcos, fue custodiado por el dux, que lo tuvo en su propio palacio
hasta que se terminaron las obras de la catedral que conocemos actualmente.
Hasta 1968, todas las reliquias
de San Marcos estuvieron custodiadas, exclusivamente, en Venecia. Ese año, el
Papa Pablo VI, ordenó que una parte de ellas fueran devueltas a Alejandría,
donde fueron depositadas en un altar de la catedral copta de esa ciudad.
Ciertamente, también hay quien
dice que las reliquias de San Marcos, que se trajeron esos comerciantes
venecianos desde Alejandría, no eran de ese santo. Como lleva muchos siglos
desaparecida la tumba de Alejandro Magno, algunos afirman que los restos
corresponden a ese personaje y no al citado santo. Incluso, hay alguna novela
sobre ello.
Volviendo a nuestro tema de hoy,
a partir del siglo IX, tuvo lugar la expansión de Venecia, a base de desecar
pantanos y comunicarla con otros islotes de sus alrededores, lo que les
convirtió en zonas habitables a base de construir las casas sobre grandes
pilares de madera.
Como les hacía falta esa materia
prima, la trajeron, principalmente, desde Istria, en la orilla opuesta del
Adriático. De esa forma, sus artesanos se especializaron en el trabajo de la
madera y en la construcción de barcos.
En el siglo XIII ya se podía
decir que eran una potencia comercial, pues se podían ver sus naves por todo el
Mediterráneo oriental.
Incluso, en 1204, se atrevieron a
liderar la Cuarta Cruzada, durante la cual se enemistaron con el Imperio
Bizantino y saquearon la propia Constantinopla. Todavía se pueden apreciar
algunos frutos de ese saqueo, como los caballos, procedentes del hipódromo, que
fueron colocados en la fachada de la catedral de Venecia y ahora creo que los
originales están en un museo.
A partir de entonces, Venecia se
convirtió en una especie de protectora de Bizancio, cuando antes había sido al
contrario. Incluso, obtuvieron el monopolio del comercio de cereales.
Otro de los personajes célebres
de esa ciudad fue un joven que, en 1271, tenía sólo 17 años y que zarpó con su
adre y su tío a China. Su nombre era Marco Polo. No hablaré de él, porque supongo
que lo conocerá todo el mundo.
Volviendo atrás, en 1104, los
venecianos construyeron una instalación a la que llamaron el arsenal. No se
trataba de un depósito de armas, sino de un complejo formado por astilleros,
con miles de trabajadores y suministros de todo tipo.
En el mismo lugar, se custodiaban
los almacenes de grano y también se cocinaban los famosos bizcochos, que
servían de alimento a los marinos.
También tenían hornos de
fundición para anclas y cañones. Así que aquello la convertía en una base
militar de gran importancia. De hecho, había un almirante, al frente de esas
instalaciones.
La galeaza veneciana era la nave
que solían construir en esos astilleros. Se trataba de un barco que servía
tanto como mercante o como navío de guerra. Se desplazaba tanto a remos como a
vela. Con la diferencia de que sus remeros eran libres y podían combatir con
sus armas. Cosa que no solía ocurrir con las naves de otros países, donde los
galeotes eran todos cautivos y no les daban armas, porque no se fiaban de ellos.
Hacia 1350, en Venecia, también
sufrieron los efectos de la peste, como el resto de Europa, aunque no les
afectó demasiado, porque incidieron mucho en que los barcos guardaran una
cuarentena, antes de atracar en su puerto.
El siglo XV fue una época de
esplendor para esta ciudad, que ya pasó a ser un auténtico Estado, gracias a la
multitud de territorios que poseía. De hecho, fue el más poderoso del
Mediterráneo oriental.
También lo fue porque
consiguieron derrotar a Génova, su tradicional enemigo en el mar, con el que
sostuvieron nada menos que 4 guerras.
Toda esa riqueza se tradujo en la
multitud de palacios, que aún se conservan y que adornan y caracterizan la
imagen de esa ciudad.
En cuanto a las instituciones que
gobernaban esa república, a la cabeza estaba el dux o dogo, que era una especie
de presidente, ayudado por el pequeño consejo, en calidad de asesores del
mismo. El dux era elegido por un grupo de ciudadanos elegidos al azar.
Luego estaba el Senado, que se
encargaba de las relaciones exteriores y las guerras, como el Senado romano. El
Gran Consejo, compuesto por unos 500 representantes de las familias más
importantes de Venecia, que formaban su parlamento y su poder era complementario
al del dux. El Consejo de los Diez, que tenía competencias sobre el orden
público y, por último, estaba el Tribunal Supremo.
Parece ser que el sistema de
contrapoderes que había en esa república, le inspiró a Rousseau para escribir
su obra más famosa, El Contrato Social.
Lógicamente, en una república
gobernada por nobles, lo normal es que les gustase desfilar por las calles
exhibiendo su riqueza y eso es lo que solían hacer.
Otras de las actividades de los
venecianos era la artesanía. Destacaron en la construcción de objetos de
vidrio, madera, seda, metales nobles, etc.
Por otra parte, también destacaron
en la pintura renacentista. En el siglo XVI, podemos mencionar, como mejores
representantes de la Escuela Veneciana a Giorgione, Tiziano, Veronese y
Tintoretto. Todos ellos aportaron una nueva forma de pintar. Desarrollaron los
conocimientos de la perspectiva, utilizaron más colores que sus predecesores y
se especializaron en retratar de tal manera los ropajes que parecía que se
podían diferenciar los tipos de telas, cuando sólo eran pinturas sobre lienzos.
Sin embargo, en el XVII, no hay
unos pintores destacables y tenemos que ir hasta el XVIII, donde encontraremos
a dos grandes figuras: Tiepolo y Canaletto.
Todo este esplendor se pudo venir
abajo a causa de la expansión de los turcos otomanos, los cuales se dedicaron a
ir conquistando los territorios venecianos y también a atacar los convoyes que
se encontraran por el Mediterráneo.
Al final, hubieron de unirse
varias potencias, como España, los Estados Pontificios, Génova y Venecia para
atacar a los turcos. En octubre de 1571, encontraron a su flota
fondeada en el
Golfo de Corinto. Le plantearon batalla en Lepanto y, a pesar de la
superioridad turca en hombres y naves, la flota cristiana consiguió vencerles.
Un acontecimiento celebrado en toda la Cristiandad. Bueno, casi toda, porque
Francia era aliada de los turcos.
No obstante, el predominio
comercial de Venecia se vino abajo no sólo tras la conquista de Constantinopla,
por parte de los turcos, sino a causa de las exploraciones iniciadas por los portugueses
y los españoles en busca de las especias. Más el proteccionismo comercial que
decretaron la mayoría de los países.
Es preciso aclarar que los turcos
cortaron la tradicional Ruta de la seda, por donde solían venir todas las
especias a Europa. Eso encareció mucho esos productos, muy necesarios para
conservar los alimentos. Por ello, Portugal y España se enzarzaron en una
carrera para ver quién llegaba primero a las famosas islas de las especias.
Venecia también aportó grandes
figuras en el mundo de la música. Podríamos destacar a Monteverdi o al sublime
Antonio Vivaldi.
Es en el siglo XVIII cuando
comienzan las fiestas del mundialmente famoso Carnaval de Venecia.
Curiosamente, es cuando empieza el declive de la ciudad. También es en ese
momento cuando se inaugura el célebre Teatro la Fenice, que sigue funcionando
en la actualidad.
Otro de los acontecimientos más
característicos de Venecia es el llamado los llamados esponsales con el mar.
Una ceremonia que se remonta al siglo XI.
En ella, el dux o dogo, zarpaba
de la ciudad a bordo de la enorme galera ducal, llamada Bucentauro, escoltada
por muchos otros barcos.
Llegaban hasta el límite entre la
laguna y el mar abierto y allí el dux pronunciaba esta frase: “Te desposamos,
oh mar, en señal de verdadero y perpetuo amor”. Posteriormente, arrojaba al
agua un anillo de bodas.
Como ya he dicho antes, tuvo su
declive durante el siglo XVIII. Ocurrió lo mismo que en otros países. La
nobleza se fue empobreciendo, pero desdeñaba realizar ciertos trabajos. Por el
contrario, la burguesía fue sobresaliendo, pero no le permitían ascender a las
altas magistraturas del Estado.
Por otro lado, poco a poco, se
fueron quedando sin colonias y su actividad comercial se fue reduciendo por ser
menos competitivos. Eso convirtió a Venecia en una ciudad dedicada a la
diversión. Había muchos teatros, bailes, fiestas, salas de juego, etc, que atraían
a muchos visitantes. Eso lo narra muy bien en sus memorias el célebre
aventurero Casanova.
Así las cosas, a finales del
siglo XVIII, la República de Venecia era una sombra de lo que fue. Durante las
guerras napoleónicas, quisieron ser neutrales, pero, al estar en un sitio tan estratégico, estratégico, su territorio fue cruzado varias veces por los ejércitos en lucha.
Al final, en 1797, fue invadido
por los ejércitos de Napoleón y apenas pudieron ofrecer resistencia, tanto por
tierra como por mar.
Primero, su territorio fue
dividido entre Francia y el Imperio Austro-Húngaro. Después, se lo quedó todo
Francia y, tras el final de esas guerras, el Congreso de Viena decidió que su
territorio fuera absorbido por el Imperio Austro-Húngaro.
En 1866, con las guerras por la
unificación de Italia, el Véneto pasó a ser uno más de los territorios
italianos.
Actualmente, Venecia, es una
ciudad muy visitada por su singularidad y por sus monumentos. Sin embargo, ya
hay muchos que dicen que tanto turismo no le hace mucho bien y también que los grandes
barcos de pasajeros perjudican el futuro de la laguna.
Aparte de que, según parece, las
tradicionales crecidas, que cada vez van a más, están haciendo que algunos
edificios se vayan hundiendo en el fondo. Lo cual sería una pena, porque sería
perder una parte muy importante de la Historia de Europa.
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