sábado, 5 de diciembre de 2020

ALCIDE DE GASPERI, OTRO DE LOS FUNDADORES DE LA UNIÓN EUROPEA

 

Hoy voy a dedicar este artículo a uno de los llamados “Padres de la UE”. Esa Unión Europea, donde, durante tantos años le prohibieron el ingreso a España, pero a la que pertenecemos desde el año 1.986.

Nuestro personaje de hoy se llamaba Alcide Amedeo Francesco de Gasperi y nació en 1881 en la región del Trentino, que en esa época pertenecía al Imperio Austro-Húngaro.

Así que se trataba de un hombre de habla alemana. Eso es muy curioso, porque otros de estos Padres fundadores, como Adenauer o Schuman también hablaban esa lengua. Ciertamente, el primero era alemán, en cambio, el segundo, era francés, aunque originario de una zona en disputa entre ambos países.

Aparte de ello, los tres eran de ideología democristiana. Así que no es de extrañar que el Vaticano estuviera detrás de la iniciativa, primero de la fundación de la CECA y luego del Mercado Común, que hoy se ha convertido en la Unión Europea.

Evidentemente, otro de los fundadores de la UE fue el francés Jean Monnet, al que pronto dedicaré otro de mis artículos.

Todos ellos crearon un genial proyecto europeo, que podría ser “una comunidad ancha y profunda entre países mucho tiempo opuestos por divisiones sangrientas”.

Comenzó como una iniciativa “a favor del perdón y una voluntad de superar la violencia por el diálogo y la solidaridad”.

Otra de sus frases es: “la peor responsabilidad ante la historia es la de las ocasiones que se han dejado perder y la de las catástrofes que no se han sabido evitar”.

O estas otras: “para que un Europa organizada y viva pueda aportar a la civilización es indispensable el mantenimiento de relaciones pacíficas”. “La puesta en común de las producciones de carbón y acero asegurará inmediatamente el establecimiento de bases comunes de desarrollo económico. La solidaridad de la producción hará imposible toda guerra entre Francia y Alemania y sentará los fundamentos reales de su unificación económica y también el desarrollo del continente africano”.

No olvidemos que, en aquella época, algunos países, como Francia, todavía tenían colonias en África y otros continentes, como fue el caso de Argelia.

Uno de los pensamientos de estos políticos democristianos era: “Este conjunto de pueblos no puede y no debe quedarse en una empresa económica y técnica. Hay que darle un alma. Europa vivirá y se salvará en la medida en que tenga conciencia de sí misma y de sus responsabilidades, cuando vuelva a los principios cristianos de solidaridad y fraternidad”.

No obstante, es preciso recordar que, antes de la llegada del Mercado Común Europeo, estos tres líderes  


ya habían firmado el llamado pacto FRANCITAL, por el que formaron una unión aduanera entre sus tres países.

Volviendo a nuestro personaje de hoy, aunque el padre de Alcide era un modesto policía local de su pueblo, él consiguió estudiar Filología en la Universidad de Viena.

Parece ser que, ya, en esa época, empezó a apuntar maneras como líder estudiantil. En una de sus protestas exigió que a los estudiantes procedentes de Italia les dieran clase en italiano. Parece ser que no 
tuvo mucho éxito e, incluso, fue brevemente, encarcelado.

Por lo visto, sus ideas no eran que le dieran la independencia al Trentino, sino que le autorizaran tener una cierta autonomía y que permitieran la enseñanza en italiano, pues era una zona con mayoría de hablantes en esa lengua. Aunque reconocía que una buena parte de ellos prefería estar bajo el mandato del emperador Francisco José, el marido de la famosa Sissi, que dentro de Italia.

En 1911, consiguió entrar en el Parlamento del Imperio Austro-húngaro, representando, como diputado, a su región de origen.

Pasó la I Guerra Mundial en Viena, sin tomar partido por

ninguno de los contendientes, ni ser movilizado para ir al frente.

Al terminar ese conflicto, su región pasó a ser parte de Italia y él aceptó la ciudadanía italiana, aunque siguió utilizando el idioma alemán con sus amigos y en sus relaciones familiares.

Siempre fue un católico muy ferviente, así que también fue uno de los fundadores del Partido Popular Italiano (PPI), de tendencia católica, y en 1921 fue elegido diputado para representar a ese partido en el Parlamento italiano.

Ese fue un período muy violento. Coincidió con la llegada al poder de Mussolini, que tuvo lugar en 1922.

En un principio, su partido apoyó a Mussolini, pero, tras ver cómo estaba gobernando el país, primero se escindió y luego se disolvió.

En 1927 fue arrestado por encabezar un grupo de carácter antifascista.


Afortunadamente, sus amistades en la jerarquía de la Iglesia Católica, consiguieron que, muy pronto, fuera puesto en libertad y, posteriormente, le dieron trabajo en la Biblioteca del Vaticano.

En 1943, fundó la Democracia Cristiana, partido basado en el ideario del antiguo PPI, que, incluso, tenía el mismo escudo.

Tras la invasión de Italia, por parte de los Aliados, fue nombrado ministro sin cartera en el Gobierno provisional y, posteriormente, ministro de Relaciones Exteriores.

Ente 1945 y 1953, fue primer ministro de Italia. Algo casi insólito en un país donde los gobiernos suelen durar muy poco tiempo. De hecho, durante ese período, estuvo al frente de 8 gobiernos consecutivos.

 

Curiosamente, fue primer ministro con Víctor Manuel II y con su sucesor, Umberto I. Para luego ser también, a partir de 1946, el primero de la larga lista de los primeros ministros de la República de Italia.

Aquella fue una etapa muy dura, porque su país acababa de salir no sólo de la II Guerra Mundial, sino de una guerra civil, iniciada al final de la anterior, librada entre los partidarios de Mussolini y los de los Aliados. Así que su país salió totalmente arruinado de estos dos conflictos.

 Supongo que sus buenos contactos con el Vaticano le facilitarían varios de sus primeros logros. Como un satisfactorio tratado de paz con los Aliados, logrado en 1947. Ser miembro fundador de la OTAN, en 1949, y de la CECA, en 1952, o acceder al famoso Plan Marshall. Ese del que nunca disfrutamos los españoles.

Curiosamente, hay quien dice que los italianos tienen la rara habilidad de salir vencedores de todas las guerras, aunque las hubieran empezado en el bando de los perdedores. Eso sí, también ingresaron en la ONU en 1955. El mismo año en que lo hizo España y 10 años después de haberse fundado esa organización.

 

Por supuesto, los miembros del PCI (Partido Comunista de Italia), que, en un principio, también formaron parte de uno de sus gobiernos, se opusieron a que su país aceptase el Plan Marshall. Tal y como les habían ordenado desde Moscú. Así que se limitó a cesarlos y ya está. Esa misma orden fue la que les dio Stalin a todos los países del Bloque Comunista, porque algunos de ellos ya habían manifestado su interés por beneficiarse de ese Plan.

 

Una decisión muy valiente, porque el PCI era el partido comunista más grande de Occidente. Se cree que llegó a tener 1.000.000 de afiliados. Algo que nunca han tenido todos los partidos políticos españoles juntos.

 

Sin embargo, a las familias italianas, les gustó mucho eso de poder tener acceso a bienes de consumo, como la lavadora, la tv o el frigorífico. Así que la mayoría del país aceptó de muy buena gana el Plan Marshall.

 

Curiosamente, aunque Italia tuviera el partido comunista más grande de Occidente, muchos de sus afiliados seguían siendo, a la vez, católicos practicantes. Tal y como se mostraba en las divertidas novelas de Giovanni Guareschi, centradas en aquel párroco llamado Don Camilo. Interpretado en el cine por el gran actor Fernandel.

 

También, Alcide, consiguió firmar un tratado de paz con Yugoslavia, por el que se dividieron las zonas fronterizas entre ambos países. No olvidemos que Italia hacía frontera con Yugoslavia, que era un país del Bloque Comunista y, también con Austria, que, por entonces, estaba ocupada por las 4 potencias vencedoras del conflicto. Exactamente igual que le ocurría a Alemania.

 

Además, firmó otro con Austria, por el que se le dio una autonomía a su región de origen, el Trentino, que estaba siendo disputada por ambos países.

 

Ciertamente, las elecciones de 1948 fueron realmente duras, porque tanto USA como la URSS apostaron muy fuerte en ellas. Ambos estaban creando sus zonas de influencia en Europa y, por ello, invirtieron grandes cantidades de dinero para tener a Italia de su parte.

 

Los socialistas y comunistas italianos crearon el Frente Popular Democrático para ir juntos en esas elecciones. Lo cual puso sobre alerta a USA. Así que, por lo visto, invirtieron muchos fondos para lograr la victoria de la Democracia Cristiana. Uno de los curiosos lemas que se vieron en los carteles de propaganda fue: “En el secreto de las urnas, Dios te ve, pero Stalin no”.

 

Así que la Democracia Cristiana obtuvo la mayoría absoluta en las dos cámaras. Sin embargo, Alcide, aunque podría haberlo hecho, no quiso gobernar sólo con ministros de su partido y se atrajo a liberales y socialdemócratas a su gabinete.

 

No fue una buena decisión, porque, al cabo de un año, se fueron los liberales, que esperaban una política más de derechas y, al siguiente, se fueron los socialdemócratas, que la esperaban más de 
izquierdas. Ya se sabe que nunca llueve a gusto de todos.

 

No obstante, llevó a cabo una serie de medidas relativas a la ampliación de la Seguridad Social, más ciertas subvenciones para gastos farmacéuticos y funerarios o aumento de beneficios a los parados. Incluso, un plan para la construcción de viviendas baratas.

Parece ser que muchas de esas medidas no gustaron mucho entre sus partidarios. Supongo que se harían, al igual que en otros países, para contener a  la marea comunista, que escuchaba, muy a atentamente, los cantos de sirena que le llegaban desde Moscú.

 En aquella época, se firmó una norma especial, por la que, al vencedor de unas elecciones, se le asignarían más escaños en las cámaras para que tuviera una mayoría más holgada. Una extraña bonificación que escandalizó a muchos.

 Así que, cuando llegaron las elecciones de 1953, la coalición encabezada por la Democracia Cristiana obtuvo la mayoría, pero no era esa tan grande que anhelaba. Así que eso dio lugar a muchas discusiones en el seno de la coalición y motivó la dimisión de Alcide, como primer ministro de Italia.

 

En 1954, también dimitió como jefe del partido y se retiró de la política, siendo sustituido por Amintore Fanfani.

 

Se retiró al Trentino, donde vivió unos cuantos meses hasta su muerte. Parece ser que le dieron un funeral de Estado, porque su familia apenas tenía medios económicos para ello. Cosa que da a entender que se trataba de un político honrado. Algo insólito tanto en Italia como en la mayoría de los países de Europa.

 

Su cadáver fue conducido hasta Roma. Allí fue enterrado en la Basílica Papal de San Lorenzo extramuros. Una de las más antiguas de esa ciudad. Su tumba fue realizada por el escultor Giacomo Manzú.

Una de sus frases más interesantes es: “El compromiso católico con la vida pública adquiere un nuevo sentido: conciliar lo espiritual y lo profano, considerando la democracia como una continua creación. Una conciliación lograda mediante la constitución de esa solidaridad de la razón y del sentimiento, de la fraternidad y de la justicia, para insuflar a la unidad europea el espíritu heroico de la libertad y del sacrificio que han sido siempre el de la decisión en los grandes momentos de la historia".


Desconozco si realizaría algún tipo de milagro, pero lo cierto es que, en 1989, la Conferencia Episcopal de Italia, anunció que había comenzado su proceso de beatificación con el beneplácito del Papa Juan Pablo II. Parece ser que uno de los organismos que lo promovió fue su propio partido. No olvidemos que, normalmente, se necesitan dos milagros para beatificar a alguien y otros dos para canonizarlo.

 

Es posible que se tomara esa iniciativa para no ser menos que los franceses, que ya consiguieron, en 2004, la beatificación de Robert Schuman, iniciada en 1988, y al que dediqué otro de mis artículos.

 

No obstante, es muy llamativo que beatificaran a una persona que no sólo era político, sino también abogado. Incluso, ya ha empezado su proceso de canonización para llegar a ser santo.

 

También dicen algunos autores que esta iniciativa del Vaticano se produjo antes de que se redactara, en la Constitución de la UE, el concepto de que el Cristianismo había sido el elemento unificador de Europa.

 

No obstante, como siempre, ya en los años 50, sonaron algunas voces críticas. En este caso, criticando que, a su modo de ver, se estaba construyendo una “Europa Vaticana”. A lo que Schuman respondió: “La Europa Vaticana es un mito. La Europa que contemplamos es profana, tanto por las ideas que están en su base, como por los hombres que la llevan a cabo. No toman de la Santa Sede ni su inspiración, ni su consigna. No obstante, sí que los cristianos de hecho han jugado un papel importante, preponderante a veces, en la creación de las instituciones europeas. Pero nunca han reivindicado una especie de monopolio, ni han ido con segundas intenciones clericales o teocráticas, que serían, además, perfectamente utópicas”.

 

Voy a terminar con dos frases de otro de los fundadores de la UE, el político alemán Konrad Adenauer: “Cuanto mayor sea el área económica, mejor se podrá desarrollar. Esta unión salvaría a la civilización occidental del declive”.

 

“Cuanto más pierde el Estado su carácter de forma histórica de gobierno introvertida y autosuficiente, más está llamado a incorporarse a Europa y a desarrollarse conjuntamente con el resto de los Estados, que se sienten unidos, no sólo por las exigencias de la economía y la tarea de la procura de la paz, sino también por la cultura europeas y los principios constitucionales comunes”.

 

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