miércoles, 29 de abril de 2020

EL PINTOR JOHANNES VERMEER


Hoy voy a hablar de la vida de este famoso pintor. Realmente, las que son famosas son sus obras, porque de él apenas sabemos nada. Tampoco voy a hablar de él desde el punto de vista de la Historia del Arte, porque no es mi especialidad.
Sabemos que nació en 1632 en la localidad holandesa de Delft, situada en el centro de ese país. Justamente, cuando las Provincias Unidas, que es como entonces se llamaba su país, pugnaba por lograr su independencia de España. Al mismo tiempo, a veces se aliaba con Francia para luchar contra el Sacro Imperio o luchaba contra Inglaterra por la posesión de una serie de mercados de ultramar.
Sus padres fueron Reynier Jansz Vos, un tejedor, y su madre se llamaba Digna Baltens, ama de casa, ambos de religión calvinista. Fue el segundo hijo y el único varón de los habidos en ese matrimonio. Parece ser que, sus padres, nacieron en Amberes, pero se trasladaron a Delft, donde regentaron una
hospedería llamada Vos, o sea, el zorro. Reynier también se dedicó al comercio de piezas de arte. Por ello, fue admitido en el prestigioso gremio de San Lucas, que funcionaba en esa ciudad.
No sé por qué, en un momento dado, Reynier, cambió su apellido por el de Vermeer. Parece ser que, tanto los padres como el hermano de Digna, fueron acusados de estar metidos en una red de falsificación de moneda. Una acusación muy grave en esa época.
Sin embargo, otros autores dicen que fue un tema de falsificación de permisos para organizar una subasta de artículos de lujo.
El delito de falsificación de moneda era castigado muy severamente, no solamente en España, sino también en otros países. No sé qué sería peor, que en España los condenaran a la hoguera o lo que les hacían en algunas zonas de Alemania, que era sumergir a los reos en aceite hirviendo. Supongo que eso les saldría un poco caro a los alemanes, porque allí nunca han estado muy sobrados de aceite.

Otros autores dicen que Reynier también estuvo metido en una pelea, que terminó con un soldado muerto.
Por lo visto, en muchas ocasiones, solía utilizar su posada para realizar subastas y ventas de objetos artísticos. Eso era algo muy común en esa región. Así llegó a conocer a famosos pintores, que le fueron muy útiles a su hijo para aprender a pintar.
Realmente, se desconocen quiénes fueron sus maestros, aunque hay varios expertos que creen que, Johannes, empezó su formación en Delft, para luego ampliarla en Amsterdam y Utrecht.
En 1641, la familia adquirió una posada más elegante, situado en el centro de la ciudad, cuyo nombre era Mechelen, que es el nombre de la ciudad de Malinas en holandés.
En 1653, cuando Johannes ya había terminado su formación como pintor fue a la casa de una vecina de su misma ciudad, llamada María Thins, para pedir la mano de su hija, Catharina Bolnes.
Su novia pertenecía a una rica familia de la zona, cuyo padre había abandonado a su familia e, incluso, era un año mayor que nuestro pintor. Sin embargo, había un detalle muy importante que podría obstaculizar esa boda. Algo que, hoy en día, nos podría parecer una tontería, y es que ella era católica y no quería dejar de serlo.
Una prueba de ello es que María se negó a firmar el consentimiento para el matrimonio de su hija, sin embargo, no puso ningún obstáculo para la boda.
También es posible que Vermeer tuviera como maestro a Leonaert Bramer. Un pintor que, hoy en día, no es muy conocido, pero que estaba especializado en obras, donde retrataba la vida en las calles de Delft.
Menciono este dato, porque existe un documento en el que se dice que este pintor, que era católico, fue uno de los que convenció a María para que permitiera la boda de su hija con nuestro personaje de hoy. Posteriormente, participó como testigo en esa ceremonia.

También otros creen que es posible que se hubiera formado con el pintor Abraham Bloemaert, que era pariente de Catharina y la hubiera conocido con motivo de alguna visita de ella a su taller.
Así que se casaron en 1653, pero no en Delft, sino en un pueblo cercano, donde había una iglesia de los jesuitas. Así que podemos entender que el pintor se plegó a los deseos de su esposa y se convirtió al Catolicismo.
Lo cierto es que, como se hallaban entre dos mundos, su decisión de convertirse al Catolicismo, le acarreó no poder optar a ningún puesto político en la ciudad de Delft, dominada por los calvinistas.
De hecho, aquella ciudad siempre fue un nido de gentes opuestas a la dominación española, por lo que fue una de las primeras que se rebeló contra ella. Incluso, allí estaban las tumbas de los miembros de la Casa de Orange.
Por tanto, debió de estar muy bien defendida y muy bien armada, por lo que se ve en algunos cuadros de la época.
Por lo visto, en 1654, la explosión de un polvorín, situado en un antiguo convento, provocó muchas víctimas. Entre ellas, el pintor Carel Fabritius, discípulo de Rembrandt y, según algunos, uno de los posibles maestros de Vermeer. En una de mis obras preferidas retrató a un jilguero de una manera verdaderamente magistral.
No obstante, se sabe que, nuestro personaje, fue nombrado, en dos ocasiones, síndico del prestigioso gremio de San Lucas. Lo cual, indica que ya tenía cierto prestigio entre sus colegas a pesar de su conversión al Catolicismo.
Por lo visto, tuvieron apuros económicos cuando empezaron a tener hijos, y se sabe que vivieron un tiempo en la casa de su suegra.
Continuando con la profesión de su padre, también se dedicó al negocio de compra-venta de obras de arte, convirtiéndose en todo un experto en la materia.
Por ello, en 1672, fue llamado para peritar una serie de cuadros, que un rico comerciante de obras de arte de Ámsterdam, llamado Gerrit Uylenburgh, había ofrecido a 
Federico Guillermo, margrave elector de Brandemburgo y duque de Prusia. Un tipo muy poderoso, porque era uno de los que elegían al nuevo emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico. Incluso, fue el que consiguió que Prusia pasara a ser un reino, cuyo primer monarca fue uno de sus hijos.
No sé si os suena este cargo de los famosos “Conciertos de Brandemburgo”, de J. S. Bach, pues bien, los escribió para otro de sus hijos, que le sucedió en el cargo de margrave de Brandemburgo.
Parece ser que un consejero del margrave le había dicho que esos cuadros eran falsos. Así que, por una parte, comparecieron Vermeer y Jordaens, los cuales, tras revisar esas obras, afirmaron no ser obras de Miguel Ángel, Tiziano o Tintoretto, como presumía el vendedor. Por el contrario, éste llegó a presentar hasta 35 artistas para que testificaran a su favor.
Al final, el margrave le devolvió las obras al comerciante y esto le llevó a la ruina, porque perdió todo su prestigio en esa operación.
Por otro lado, Vermeer, nunca disfrutó de una posición muy holgada, a pesar de que, además de pintar, se dedicaba a la compra-venta de obras de arte y, tras la muerte de su padre, alquiló la posada, por la que cobraba una renta. También hay que decir que el matrimonio tuvo 15 hijos, de los cuales murieron 4, al poco de nacer.
Asimismo, se ocupó de la administración de las propiedades y rentas de su mujer y su suegra. Con lo cual, vemos que su suegra ya lo veía de otra manera diferente a la opinión que tenía de él cuando celebraron su boda.
Por lo visto, los ingresos de suegra se basaban en las rentas que obtenía por el alquiler de varias viviendas, los frutos de varias fincas de labor y los intereses de los préstamos que otorgaba. De hecho, la casa, donde vivían con su suegra, tenía nada menos que 11 habitaciones.
En un principio, parecía que no vivían muy mal, aunque es muy posible que Vermeer se dedicase más al comercio de objetos artísticos, que a la pintura, pues se cree que sólo pintó una media de dos cuadros por año. Hoy en día, aunque se calcula que pintó unas 50, pero sólo se conocen 35 obras suyas, aunque hay otras, cuya atribución es muy discutible.
También en 1672 comenzó una guerra entre Francia y las Provincias Unidas (lo que ahora conocemos como Holanda o los Países Bajos).
Siguiendo con su habitual sistema de defensa, los holandeses, al ver que eran invadidos por los ejércitos de Luis XIV, abrieron los diques y, con ello, inundaron los campos de labor. Lo cual supuso la ruina de muchos campesinos.
Aparte de ello, este conflicto, dio al traste con toda la actividad comercial y provocó la ruina del país. A Vermeer también le afectó, pues su posada dejó de recibir viajeros y tampoco tenía compradores para sus cuadros.
Por ello, en el verano de 1674, viajó hasta Amsterdam con objeto de pedir un préstamo para poder sobrevivir. El tema no está muy claro, pero parece ser que se lo negaron y supongo que esto le llevaría a tener algún tipo de depresión, según declaró su mujer. Así que, de repente, enfermó y murió en diciembre de 1675. Con sólo 43 años.
Parece ser que, a la muerte de nuestro personaje, dejó muchas deudas y 10 hijos. El menor de ellos aún no había cumplido los dos años.
Curiosamente, el otro día estuve viendo un programa sobre el inventor del primer microscopio, Anton van Leeuwenhoek, el cual nació en Delft y el mismo año que nuestro personaje. Así que es muy probable que se conocieran y tuvieran cierta amistad. Realmente, era un comerciante de telas, pero llegó a realizar varios descubrimientos, como el de los espermatozoides.

Tras la muerte de Vermeer, su esposa, acudió al juzgado para pedir que la declararan en quiebra, a fin de aplazar el pago de sus múltiples deudas. Por lo visto, el juez designó a Anton como administrador de los bienes de la viuda.
Realmente, en el inventario de sus bienes, que fueron subastados en 1677, se puede observar que no es que no tuviera patrimonio, pues, después de haber pagado a varios acreedores con obras del artista, aún poseía unas 61 obras propias y de diversos autores, que no habían podido vender. También se vendieron, en esa misma subasta, algunos de los objetos que suelen aparecer en sus cuadros, como una mesa de roble, unas sillas con asientos de cuero o un cuadro con un amorcillo armado con un arco.
Curiosamente, Catharina murió en 1688. Así que no pudo contemplar el gran valor que alcanzaron los cuadros de su marido en una subasta que tuvo lugar en 1696. El importe obtenido por alguno de ellos duplicó el valor del préstamo que a él le negaron en Amsterdam.
Por lo que respecta al estilo de Vermeer. Comenzó pintando obras de carácter religioso o mitológico, quizás influido por alguno de sus maestros.
De hecho, en esa zona, había dos escuelas de pintura: los seguidores de Rembrandt y los de Caravaggio.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XVII, se empezaron a pintar cuadros con interiores de casas, templos, etc, iluminados con una luz, que procedía de las ventanas de esos edificios.
Se sabe que, por la ciudad de Delft, pasaron varios maestros de este estilo, pero el que más tiempo estuvo allí fue Pieter de Hooch, el cual se hizo amigo de Vermeer y parece que se influyeron mutuamente.
El estilo de Vermeer, salvo en algunas obras, se fue encasillando en los temas de interiores de las casas, donde no se ve a ningún personaje conocido retratado, sino que aprovecha sus figuras para dar cierta vida a las estancias que pinta. Se podría decir que no se trata de pintar a la gente en las habitaciones, sino al contrario.
La perspectiva es muy importante y la enfatiza con los dibujos de las baldosas. También se sabe que muchos de los pintores de esa época ya utilizaban cámaras oscuras y otros instrumentos ópticos para perfeccionar la perspectiva. Algunos de los cuadros de esa época parecen hechos con un objetivo gran angular.
También le da mucha importancia a la luz, que suele proceder de unos ventanales situados a la izquierda de sus cuadros. Por ello, se vale de esa luz para no definir bien los contrastes de las figuras, sino que juega con las tonalidades de los colores.
En conjunto, las obras de Vermeer se caracterizan por retratar ambientes íntimos en los interiores de unas casas. Normalmente, de una burguesía bastante acomodada, en una zona donde consiguió desarrollarse libremente.
No olvidemos que, tanto en España como en Francia, triunfaba el Catolicismo, el cual no veía bien que la gente se enriqueciera por medio de su trabajo. Mientras que el Protestantismo mimaba a los que se habían hecho ricos con su esfuerzo. Igual que, al exigir que se leyera, diariamente, la Biblia, fomentaron la alfabetización de toda la población. Algo que no ocurría en la Europa católica.
Actualmente, existe una corriente de opinión que cree que lo que se muestra en esas obras, podía tener un significado en aquel momento. Como si se tratara de unos lemas morales, que se pueden encontrar en algunos libros de esa época.
También hay quien cree que los famosos cuadros “El Astrónomo” y “El Geógrafo” podrían haber sido encargados por el mencionado Leeuwenhoek y hasta podría ser unos retratos de ese personaje o, incluso, una especie de homenaje de Vermeer hacia su amigo.
Sabemos que Leeuwenhoek se examinó de Topografía, cuando se realizaron ambas obras, o sea, en 1669. Como nació en el mismo año que Vermeer, ya tendría 37 años. Sin embargo, en esas obras, el retratado aparenta una edad mucho menor y más en una época en que la gente envejecía más rápidamente que en la actualidad.
Tal y como ha ocurrido con muchos otros genios del arte, la figura de Vermeer quedó durante varios siglos en el olvido, hasta que en el siglo XIX un crítico francés, llamado Théophile Thoré,descubrió a un gran artista en su obra “Vista de Delft” y escribió varios ensayos elogiosos sobre la misma.
El mismo Marcel Proust elogia la citada obra en su colección de libros “En busca del tiempo perdido” y afirma que era su pintor favorito.
El colmo del asunto fue cuando se descubrió el asunto de Han van Meegeren. Se trató de un pintor al que la crítica había fustigado, diciendo que tenía poco talento. Así que, como venganza, se puso a pintar cuadros falsos, copiando los estilos de varios pintores y consiguió engañar a muchos coleccionistas.
Tuvo tanto éxito, que, durante la dominación alemana de Holanda, llegó a vender un “Cristo con la adúltera”, que dijo ser de Vermeer, a un coleccionista alemán. Éste, posteriormente, se lo vendió al mariscal Göring. El cual se lo cambió nada menos que por 137 obras de su propiedad.
Así que, al final de la guerra, cuando los aliados encontraron la colección de arte del mariscal, escondida en una remota mina de sal, situada en Estiria (Austria), inv
estigaron y se enteraron de que van Meegeren había realizado esa venta.
Por ello, en principio, las nuevas autoridades de Holanda, le acusaron de haber colaborado con el enemigo y el fiscal pidió para él una larga pena de cárcel. Así que no le quedó más remedio que pintar en la prisión otro cuadro parecido para poder demostrar que el otro también lo había pintado él.
Gracias a ello, sólo le condenaron por fraude a 1 año de cárcel. Lamentablemente, murió en prisión, antes de cumplir totalmente su pena, a causa de su mala salud.
También hay otra versión que dice que los coleccionistas holandeses, al ver que, durante la ocupación, los nazis les podrían confiscar sus obras, le encargaron a este pintor que realizase copias de ellas, con el objeto de que se llevasen las falsas y no las auténticas.
El mismo Hitler se interesó por el cuadro “El astrónomo”, de Vermeer y exigió que lo almacenaran en el famoso castillo de Neuschwanstein, construido por Luis II de Baviera. Posteriormente, también fue trasladado a la mencionada mina de sal.
Para terminar, me gustaría citar las obras más importantes de Vermeer. Lo cierto es que hay muchas, pero yo destacaría algunas, que, además, son muy famosas. Me refiero a “La joven de la perla”, “La lechera”, “El arte de la pintura”, “Vista de Delft”, “La encajera”, “La lección de música” y, por supuesto, “El geógrafo” y “El astrónomo”.
Igual me ha quedado un poco largo, pero espero no haberos aburrido mucho.

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