martes, 24 de marzo de 2020

LOS MÉDICOS NAZIS


Hoy he visto la comparecencia del supuesto experto del Ministerio de Sanidad de España, sobre el tema del coronavirus.
Me ha llamado mucho la atención de que, sin ni siquiera pestañear, haya admitido, ante la pregunta de un periodista, que se estaba haciendo una selección entre los pacientes a los que merecía la pena curar y a los que no.
Realmente, el tema es inquietante y, a la vez, carece de sentido. Por no hablar de que, si se confirma, este asunto va en contra de todas las normas de la Ética.
Además, en todas las empresas se mima a sus mejores clientes. Pues bien, estos ancianos son los que más años cotizaron para que funcionara la Seguridad Social y esos sanitarios tuvieran un puesto de trabajo, donde poder ejercer su cometido.
Aparte de que entiendo que están comprometiendo la confianza entre sanitarios y pacientes. La gente va al médico, porque confía que le va a intentar curar. De lo contrario, no irían. Desde luego, si se confirma esto, van a hacer un daño terrible a la Sanidad en España. Por no hablar de que la noticia se ha publicado en otros medios internacionales.
Incluso, en un famoso periódico español se ha publicado un chiste, donde se ve a dos ancianos en una residencia. Uno de ellos le dice al otro: "Antes temíamos a la eugenesia y ahora al triaje".
Evidentemente, yo no entiendo nada de Medicina, pero creo que conozco bastante bien la Historia y, muchas veces, los episodios actuales, me hacen recordar otros del pasado.
De todos es sabido que muchos alemanes han sido siempre muy antisemitas. No hay más que ver los escritos de Martín Lutero o los de Karl Marx. Aunque este último procedía de una familia judía convertida al protestantismo.
Así que el nazismo no hizo otra cosa que apropiarse de esa idea, que flotaba en la mente de muchos alemanes y utilizarla a su favor. Consiguiendo el aplauso de muchos, aunque luego lo negarían a pesar de que se lo hicieran jurar ante 7 Biblias.
Como ya dije en otro de mis artículos, la mayoría de los miembros de los pelotones de ejecución de judíos no eran nazis. Es más, muchos de ellos confesaban haber votado siempre al SPD, partido socialista de Alemania.
Lo cierto es que los alemanes, no sólo los nazis, crearon una infinidad de campos de concentración.
Aparte de los que hubo en territorio alemán, también los hubo en Polonia, Checoslovaquia, Austria, Francia, etc.
Me voy a centrar en el infame campo de Auschwitz, situado al sur de la actual Polonia. Por lo visto, llegó a haber tres campos diferentes en la misma zona, pero con el mismo nombre.
El primero de ellos se construyó a mediados de 1940 y llegó a albergar, continuamente, unas 20.000 personas.

Hay que recalcar que en esos campos no sólo había prisioneros judíos, sino de todo tipo. De hecho, empezaron encerrando en esos lugares a los opositores políticos al régimen nazi. También encerraron a miles de exiliados republicanos españoles.
Como decían que no sabían qué hacer con tanta gente y no les cabían en los campos, en 1941, empezaron a probar,  las infames cámaras de gas. Curiosamente, el gas Zyklon B fue un hallazgo de un investigador alemán, que además era judío, al que ya dediqué otro de mis artículos.
Así que, como decían que no podían admitir a tanta gente en los campos, pues decidieron seleccionar a los recién llegados.

Precisamente, uno de los encargados de esa tarea fue el infame Dr. Mengele, un tipo del que se decía que lo querían mucho los niños, porque siempre les regalaba caramelos.
El colmo del asunto es que se dice que, en plena II Guerra Mundial, una revista científica británica, pidió para él el Premio Nobel de Medicina por sus experimentos con gemelos. Por lo visto, desconocían cómo los hacía.
Si a alguno todavía no le ha parecido suficiente, puedo decirle que Hitler fue nombrado “Hombre del año” por la revista USA, Time y apareció varias veces en sus portadas. Incluso, algunas entidades lo propusieron para el Premio Nobel
de la Paz. Eso fue antes de la guerra, claro está.
Volviendo al tema anterior, la sección segunda del campo, llamada Birkenau, estaba situada a unos pocos kilómetros de la primera y ese ya no era un simple campo de concentración, sino de exterminio. "Albergó", por llamarle de alguna manera, a unos 100.000 prisioneros, de manera continua. Mientras que en sus cámaras de gas mataron a 1.500.000 de prisioneros, aunque nunca se ha sabido la cifra exacta de sus víctimas.
Estos pobres desgraciados solían llegar al campo en vagones ferroviarios de ganado, después de varios días de viaje, donde no les daban ni agua, ni alimentos. Así que muchos llegaban en malas condiciones.
Inmediatamente, los guardianes de los campos, que no todos eran SS, sino, en muchas ocasiones, prisioneros de confianza de los alemanes, les obligaban a bajar de los trenes. Esos guardianes solían ser aún más crueles que los nazis.
Hacían una fila de hombres y otra de mujeres. Los médicos de los campos, según dijeron, siguiendo órdenes de sus superiores, separaban a los que les interesaban y a los que no. Tal y como hacen los dueños de los semilleros con los brotes que parecen tener más posibilidades de crecer y ser más rentables.
Normalmente, los ancianos y las mujeres con hijos pequeños eran separados y enviados a “las duchas”. O sea, a las infames cámaras de gas. Mientras que los hombres y los niños mayores de 14 años eran elegidos para trabajar, mientras aguantaran.
A pesar de que todos los días llegaban miles de nuevos prisioneros, apenas tardaban media hora en hacer esa selección y llevar a las cámaras a los desgraciados, que no habían sido del agrado de los médicos.
Posteriormente, cuando había pasado el efecto del gas, los guardianes del campo, entraban a sacarlos de allí y a quitarles todas las joyas que llevaran encima. Incluidos los dientes de oro.
Curiosamente, estos guardianes, conocidos como Kapos, que no eran otra cosa que prisioneros que se habían prestado para realizar esa labor, pensaban que así salvarían sus vidas. No obstante, cada 6 meses, los SS, ordenaban que también fueran asesinados en las cámaras.
Los prisioneros “afortunados”. O sea, los que habían sido del agrado de los médicos, pasaban a otra nave, donde se les obligaba a bañarse y a raparse, se les marcaba en la piel su número de identificación y se les daba la ropa del campo. Parecido a un pijama a rayas.
No obstante, muchos de esos prisioneros perecieron a causa de los malos tratos, las malas condiciones higiénicas, el excesivo trabajo, la mala alimentación, los experimentos médicos, etc.
No vayamos a pensar que a esto sólo se dedicaba el infame Dr Mengele. Había muchos otros, cuyos nombres son menos conocidos.
Parece ser que uno de los ideólogos de estos médicos fue el Dr. Alfred Ploetz. Un gran partidario de la eugenesia y el autor del término "higiene racial", o sea, matar a todos los que no fueran arios. Sin embargo, no participó en esos experimentos, porque murió al principio de la guerra.
Alfred Trzebinski era un doctor alemán, a pesar de su apellido claramente polaco. Al final de la guerra fue condenado a muerte, por un juzgado de Polonia, y ejecutado por sus experimentos con niños, que les produjo la muerte.
Entre los famosos Juicios de Nürenberg, hubo uno al que denominaron el Juicio de los doctores, en el cual comparecieron 23 personas, entre ellos, 20 médicos.
Se les acusó de llevar a cabo experimentos de todo tipo con los prisioneros, sin el consentimiento de estos, los cuales, en la mayoría de los casos, llevaron a la muerte de los mismos.
Al final del juicio, sólo 7 fueron absueltos, 9 condenados a penas de cárcel (incluidas varias cadenas perpetuas) y 7 condenados a muerte, que fueron ejecutados. Curiosamente, Karl Gebhardt, uno de esos condenados a muerte fue también el presidente de la Cruz Roja alemana.
Me llama la atención del caso de la doctora Herta Oberheuser. Fue una dermatóloga, que entró, voluntariamente, a trabajar en el campo de concentración de Ravensbrück. Ya era miembro del partido nazi, pero no de las SS, porque no admitían a las mujeres.
Se especializó en dermatología y fue ayudante del doctor Karl Gebhardt. Por lo visto, su labor consistía en provocar lesiones en la piel de los prisioneros con todo tipo de objetos, como hierros oxidados, cristales, etc y, simplemente, comprobar lo que ocurría y el tiempo que tardaban en morirse. Incluso, a muchos de esos prisioneros, sobre todo, a las mujeres, les inyectaban gasolina, para que murieran antes.
Parece ser que se quedó hasta el final, aunque varios de sus compañeros ya habían abandonado su trabajo, asqueados por esos experimentos.
Contra todo pronóstico, en 1947, sólo fue condenada a 20 años de cárcel, porque, según dicen, el tribunal tuvo en cuenta su condición de única mujer procesada en ese juicio y no se llegó a creer que hubiera realizado esas atrocidades. 
Es llamativo que no tuvieran en cuenta que la acusada fue condecorada durante la guerra por realizar esos terribles experimentos. 
Sin embargo, parece ser que una de las cosas que le salvó de la horca fue su no pertenencia a las infames SS. Por el contrario, la mayoría de las guardianas de esos campos, que pertenecían a una rama especial de las SS, fueron condenadas y ahorcadas.
Esos 20 años quedaron reducidos a 5, porque en 1952 fue puesta en libertad y además, increíblemente, no se le retiró su licencia para ejercer la Medicina.
Así que, durante unos años, siguió ejerciéndola, como médico de familia. Sin embargo, en 1958, fue reconocida por una de las antiguas prisioneras de su campo y denunciada ante las autoridades. Intentaron que volviera a ser juzgada, pero eso era ilegal. Así que, presionando a las autoridades, consiguieron que le quitaran su licencia para ejercer la Medicina y tuvo que cerrar su clínica en 1960. Luego se trasladó a otra zona de su país y murió en 1978.
No hará falta decir que ellos afirmaban seguir las órdenes de sus superiores. No obstante, al final de la guerra, asi todos esos médicos acabaron ahorcados, mientras que muchos de los que les habían dado esas órdenes se salvaron, porque se las dieron verbalmente y no pudieron probar nada contra ellos.
Por ejemplo, en el caso del psiquiatra Hermann Pfannmüller, que trabajaba en el programa Aktion T4, consistente en matar a los niños que presentaran algún defecto físico o mental, decía lo siguiente: "Estas criaturas, naturalmente, representan para mí, como nazionalsocialista, tan sólo una carga para la salud de nuestro pueblo. No matamos con veneno o inyecciones, porque proporcionaría material inflamable a la prensa extranjeras y a ciertos caballeros de Suiza (la Cruz Roja). No, nuestro método es mucho más simple y más natural, como pueden ver". Por si nadie lo ha adivinado, su método era matarlos de hambre. Pues bien, este tipo se libró de la horca. Es el que aparece debajo de la foto de Karl Marx.
Con esto, no quiero decir que esté en contra de los médicos, todo lo contrario, sino sólo de los que seleccionan a sus pacientes.
Esto ya lo viví, hace varios años, cuando algunos de ellos se negaron a enviar a mi padre desde su residencia al hospital y, en cuanto les mencioné al Juzgado de Guardia, cambiaron radicalmente de actitud.
Nadie tiene atribuciones sobre la vida y la muerte. Me parece encomiable la labor de los sanitarios, que atienden a esos enfermos a riesgo de perder su propia vida.
Pero no entiendo la actitud de los que juzgan que no van a atender a una persona, porque, según ellos, tiene pocas posiblidades de vivir.
Francamente, yo no sería capaz de hacerlo y puedo decir que, en el caso de mi padre, tras haberlo llevado al hospital, vivió durante dos años más.

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