Hoy he visto la comparecencia del
supuesto experto del Ministerio de Sanidad de España, sobre el tema del
coronavirus.
Me ha llamado mucho la atención
de que, sin ni siquiera pestañear, haya admitido, ante la pregunta de un periodista,
que se estaba haciendo una selección entre los pacientes a los que merecía la
pena curar y a los que no.
Realmente, el tema es inquietante
y, a la vez, carece de sentido. Por no hablar de que, si se confirma, este asunto va en contra de todas las normas de la Ética.
Además, en todas las empresas se mima a sus mejores clientes. Pues bien, estos ancianos son los que más años cotizaron para que funcionara la Seguridad Social y esos sanitarios tuvieran un puesto de trabajo, donde poder ejercer su cometido.
Aparte de que entiendo que están
comprometiendo la confianza entre sanitarios y pacientes. La gente va al médico,
porque confía que le va a intentar curar. De lo contrario, no irían. Desde
luego, si se confirma esto, van a hacer un daño terrible a la Sanidad en
España. Por no hablar de que la noticia se ha publicado en otros medios internacionales.
Incluso, en un famoso periódico español se ha publicado un chiste, donde se ve a dos ancianos en una residencia. Uno de ellos le dice al otro: "Antes temíamos a la eugenesia y ahora al triaje".
Evidentemente, yo no entiendo
nada de Medicina, pero creo que conozco bastante bien la Historia y, muchas
veces, los episodios actuales, me hacen recordar otros del pasado.
De todos es sabido que muchos
alemanes han sido siempre muy antisemitas. No hay más que ver los escritos de Martín
Lutero o los de Karl Marx. Aunque este último procedía de una familia judía
convertida al protestantismo.
Así que el nazismo no hizo otra
cosa que apropiarse de esa idea, que flotaba en la mente de muchos alemanes y
utilizarla a su favor. Consiguiendo el aplauso de muchos, aunque luego lo negarían
a pesar de que se lo hicieran jurar ante 7 Biblias.
Como ya dije en otro de mis artículos, la mayoría de los miembros de los pelotones de ejecución de judíos no eran nazis. Es más, muchos de ellos confesaban haber votado siempre al SPD, partido socialista de Alemania.
Aparte de los que hubo en territorio alemán, también los hubo en Polonia, Checoslovaquia, Austria,
Francia, etc.
Me voy a centrar en el infame
campo de Auschwitz, situado al sur de la actual Polonia. Por lo visto, llegó a
haber tres campos diferentes en la misma zona, pero con el mismo nombre.
El primero de ellos se construyó
a mediados de 1940 y llegó a albergar, continuamente, unas 20.000 personas.
Hay que recalcar que en esos
campos no sólo había prisioneros judíos, sino de todo tipo. De hecho, empezaron
encerrando en esos lugares a los opositores políticos al régimen nazi. También
encerraron a miles de exiliados republicanos españoles.
Como decían que no sabían qué
hacer con tanta gente y no les cabían en los campos, en 1941, empezaron a probar, las infames cámaras de gas. Curiosamente, el gas
Zyklon B fue un hallazgo de un investigador alemán, que además era judío, al que ya dediqué otro de
mis artículos.
Así que, como decían que no
podían admitir a tanta gente en los campos, pues decidieron seleccionar a los
recién llegados.
Precisamente, uno de los
encargados de esa tarea fue el infame Dr. Mengele, un tipo del que se decía que
lo querían mucho los niños, porque siempre les regalaba caramelos.
El colmo del asunto es que se
dice que, en plena II Guerra Mundial, una revista científica británica, pidió
para él el Premio Nobel de Medicina por sus experimentos con gemelos. Por lo
visto, desconocían cómo los hacía.
Si a alguno todavía no le ha
parecido suficiente, puedo decirle que Hitler fue nombrado “Hombre del año”
por la revista USA, Time y apareció varias veces en sus portadas. Incluso,
algunas entidades lo propusieron para el Premio Nobel
de la Paz. Eso fue antes
de la guerra, claro está.
Volviendo al tema anterior, la
sección segunda del campo, llamada Birkenau, estaba situada a unos pocos
kilómetros de la primera y ese ya no era un simple campo de concentración, sino
de exterminio. "Albergó", por llamarle de alguna manera, a unos 100.000
prisioneros, de manera continua. Mientras que en sus cámaras de gas mataron a
1.500.000 de prisioneros, aunque nunca se ha sabido la cifra exacta de sus víctimas.
Estos pobres desgraciados solían
llegar al campo en vagones ferroviarios de ganado, después de varios días de
viaje, donde no les daban ni agua, ni alimentos. Así que muchos llegaban en
malas condiciones.
Inmediatamente, los guardianes de
los campos, que no todos eran SS, sino, en muchas ocasiones, prisioneros de
confianza de los alemanes, les obligaban a bajar de los trenes. Esos guardianes
solían ser aún más crueles que los nazis.
Hacían una fila de hombres y otra
de mujeres. Los médicos de los campos, según dijeron, siguiendo órdenes de sus superiores,
separaban a los que les interesaban y a los que no. Tal y como hacen los dueños
de los semilleros con los brotes que parecen tener más posibilidades de crecer
y ser más rentables.
Normalmente, los ancianos y las
mujeres con hijos pequeños eran separados y enviados a “las duchas”. O sea, a
las infames cámaras de gas. Mientras que los hombres y los niños mayores de 14
años eran elegidos para trabajar, mientras aguantaran.
A pesar de que todos los días
llegaban miles de nuevos prisioneros, apenas tardaban media hora en hacer esa
selección y llevar a las cámaras a los desgraciados, que no habían sido del
agrado de los médicos.
Posteriormente, cuando había
pasado el efecto del gas, los guardianes del campo, entraban a sacarlos de allí
y a quitarles todas las joyas que llevaran encima. Incluidos los dientes de
oro.
Curiosamente, estos guardianes, conocidos
como Kapos, que no eran otra cosa que prisioneros que se habían prestado para
realizar esa labor, pensaban que así salvarían sus vidas. No obstante, cada 6
meses, los SS, ordenaban que también fueran asesinados en las cámaras.
Los prisioneros “afortunados”. O
sea, los que habían sido del agrado de los médicos, pasaban a otra nave, donde se
les obligaba a bañarse y a raparse, se les marcaba en la piel su número de
identificación y se les daba la ropa del campo. Parecido a un pijama a rayas.
No obstante, muchos de esos
prisioneros perecieron a causa de los malos tratos, las malas condiciones
higiénicas, el excesivo trabajo, la mala alimentación, los experimentos
médicos, etc.
No vayamos a pensar que a esto
sólo se dedicaba el infame Dr Mengele. Había muchos otros, cuyos nombres son
menos conocidos.
Parece ser que uno de los
ideólogos de estos médicos fue el Dr. Alfred Ploetz. Un gran partidario de la
eugenesia y el autor del término "higiene racial", o sea, matar a todos los que no fueran arios. Sin embargo, no participó en esos experimentos, porque murió al
principio de la guerra.
Alfred Trzebinski era un doctor
alemán, a pesar de su apellido claramente polaco. Al final de la guerra fue
condenado a muerte, por un juzgado de Polonia, y ejecutado por sus experimentos
con niños, que les produjo la muerte.
Entre los famosos Juicios de
Nürenberg, hubo uno al que denominaron el Juicio de los doctores, en el cual comparecieron
23 personas, entre ellos, 20 médicos.
Se les acusó de llevar a cabo experimentos
de todo tipo con los prisioneros, sin el consentimiento de estos, los cuales,
en la mayoría de los casos, llevaron a la muerte de los mismos.
Al final del juicio, sólo 7
fueron absueltos, 9 condenados a penas de cárcel (incluidas varias cadenas perpetuas) y 7
condenados a muerte, que fueron ejecutados. Curiosamente, Karl Gebhardt, uno de
esos condenados a muerte fue también el presidente de la Cruz Roja alemana.
Me llama la atención del caso de
la doctora Herta Oberheuser. Fue una dermatóloga, que entró, voluntariamente, a
trabajar en el campo de concentración de Ravensbrück. Ya era miembro del
partido nazi, pero no de las SS, porque no admitían a las mujeres.
Se especializó en dermatología y
fue ayudante del doctor Karl Gebhardt. Por lo visto, su labor consistía en
provocar lesiones en la piel de los prisioneros con todo tipo de objetos, como
hierros oxidados, cristales, etc y, simplemente, comprobar lo que ocurría y el
tiempo que tardaban en morirse. Incluso, a muchos de esos prisioneros, sobre
todo, a las mujeres, les inyectaban gasolina, para que murieran antes.
Parece ser que se quedó hasta el
final, aunque varios de sus compañeros ya habían abandonado su trabajo,
asqueados por esos experimentos.
Contra todo pronóstico, en 1947, sólo
fue condenada a 20 años de cárcel, porque, según dicen, el tribunal tuvo en
cuenta su condición de única mujer procesada en ese juicio y no se llegó a
creer que hubiera realizado esas atrocidades.
Es llamativo que no tuvieran en cuenta
que la acusada fue condecorada durante la guerra por realizar esos terribles experimentos.
Sin embargo, parece ser que una de las cosas que le salvó de la horca fue su no
pertenencia a las infames SS. Por el contrario, la mayoría de las guardianas de esos campos, que pertenecían a una rama especial de las SS, fueron condenadas y ahorcadas.
Esos 20 años quedaron reducidos a
5, porque en 1952 fue puesta en libertad y además, increíblemente, no se le retiró su licencia para
ejercer la Medicina.
Así que, durante unos años,
siguió ejerciéndola, como médico de familia. Sin embargo, en 1958, fue reconocida por una de
las antiguas prisioneras de su campo y denunciada ante las autoridades. Intentaron que
volviera a ser juzgada, pero eso era ilegal. Así que, presionando a las autoridades,
consiguieron que le quitaran su licencia para ejercer la Medicina y tuvo que cerrar
su clínica en 1960. Luego se trasladó a otra zona de su país y murió en 1978.
No hará falta decir que ellos afirmaban seguir las órdenes de sus superiores. No obstante, al final de la guerra, asi todos esos médicos acabaron ahorcados, mientras que muchos de los que les habían dado esas órdenes se salvaron, porque se las dieron verbalmente y no pudieron probar nada contra ellos.
Por ejemplo, en el caso del psiquiatra Hermann Pfannmüller, que trabajaba en el programa Aktion T4, consistente en matar a los niños que presentaran algún defecto físico o mental, decía lo siguiente: "Estas criaturas, naturalmente, representan para mí, como nazionalsocialista, tan sólo una carga para la salud de nuestro pueblo. No matamos con veneno o inyecciones, porque proporcionaría material inflamable a la prensa extranjeras y a ciertos caballeros de Suiza (la Cruz Roja). No, nuestro método es mucho más simple y más natural, como pueden ver". Por si nadie lo ha adivinado, su método era matarlos de hambre. Pues bien, este tipo se libró de la horca. Es el que aparece debajo de la foto de Karl Marx.
Con esto, no quiero decir que esté en contra de los médicos, todo lo contrario, sino sólo de los que seleccionan a sus pacientes.
Esto ya lo viví, hace varios años, cuando algunos de ellos se negaron a enviar a mi padre desde su residencia al hospital y, en cuanto les mencioné al Juzgado de Guardia, cambiaron radicalmente de actitud.
No hará falta decir que ellos afirmaban seguir las órdenes de sus superiores. No obstante, al final de la guerra, asi todos esos médicos acabaron ahorcados, mientras que muchos de los que les habían dado esas órdenes se salvaron, porque se las dieron verbalmente y no pudieron probar nada contra ellos.
Por ejemplo, en el caso del psiquiatra Hermann Pfannmüller, que trabajaba en el programa Aktion T4, consistente en matar a los niños que presentaran algún defecto físico o mental, decía lo siguiente: "Estas criaturas, naturalmente, representan para mí, como nazionalsocialista, tan sólo una carga para la salud de nuestro pueblo. No matamos con veneno o inyecciones, porque proporcionaría material inflamable a la prensa extranjeras y a ciertos caballeros de Suiza (la Cruz Roja). No, nuestro método es mucho más simple y más natural, como pueden ver". Por si nadie lo ha adivinado, su método era matarlos de hambre. Pues bien, este tipo se libró de la horca. Es el que aparece debajo de la foto de Karl Marx.
Con esto, no quiero decir que esté en contra de los médicos, todo lo contrario, sino sólo de los que seleccionan a sus pacientes.
Esto ya lo viví, hace varios años, cuando algunos de ellos se negaron a enviar a mi padre desde su residencia al hospital y, en cuanto les mencioné al Juzgado de Guardia, cambiaron radicalmente de actitud.
Nadie tiene atribuciones sobre la vida y la muerte. Me parece encomiable la labor de los sanitarios, que atienden a esos enfermos a riesgo de perder su propia vida.
Pero no entiendo la actitud de los que juzgan que no van a atender a una persona, porque, según ellos, tiene pocas posiblidades de vivir.
Francamente, yo no sería capaz de hacerlo y puedo decir que, en el caso de mi padre, tras haberlo llevado al hospital, vivió durante dos años más.
Pero no entiendo la actitud de los que juzgan que no van a atender a una persona, porque, según ellos, tiene pocas posiblidades de vivir.
Francamente, yo no sería capaz de hacerlo y puedo decir que, en el caso de mi padre, tras haberlo llevado al hospital, vivió durante dos años más.
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