martes, 24 de diciembre de 2019

ESQUILO, EL CÉLEBRE DRAMATURGO GRIEGO


Hoy voy a escribir sobre un autor dramático de la antigua Grecia llamado Esquilo. Nació alrededor del 525 a. de C. en la famosa ciudad de Eleusis, situada a unos 20 km de Atenas.
Se cree que su padre, Euphorion, fue una persona perteneciente a la antigua nobleza, por lo que, seguramente, su posición económica sería bastante desahogada.
Esquilo solía decir que un día se le había aparecido el dios Dionisos y le había encargado que escribiera una tragedia. Algo que era bastante novedoso en esa época. Así que escribió su primera obra en el 499 a. de C.
Es preciso decir que el teatro es un invento griego. Se suele atribuir este invento a un autor muy poco conocido, llamado Tespis, el cual vivió en la Atenas del siglo VI a. de C., bajo la tiranía de Pisístrato, el cual, le apoyó para el estreno de sus obras.
Por lo visto, la primera representación de una tragedia tuvo lugar en el 534 a. de C., durante el festival de las Grandes Dionisias, que solía celebrarse en el mes de marzo.
Aristóteles atribuyó a Tespis la inserción de partes habladas en obras para los coros, cuyas representaciones musicales ya se venían realizando con anterioridad a esa fecha. En cambio, la primera representación de una comedia data de una fecha más reciente, el 485 a. de C.
Por lo visto, Pisístrato, hizo todo lo posible por limar las diferencias entre la antigua nobleza y el pueblo. A los primeros, los utilizó como colaboradores suyos en las tareas de gobierno. Mientras que para los segundos fomentó el uso del teatro, como una especie de lugar de encuentro y cohesión nacional, ya que en las tragedias se apelaba a las hazañas de los grandes personajes griegos.
En el 490, Esquilo y su hermano, fueron reclutados para defender Atenas contra el Ejército de Darío de Persia, al que vencieron en la conocida batalla de Maratón. De donde toma su nombre esa prueba atlética, consistente en correr 42 km, que fue la distancia que corrió un mensajero hasta llegar a Atenas, para anunciar esa victoria sobre aquel poderoso enemigo. Desgraciadamente, su hermano murió en ese combate.
En el 480, volvió a ser reclutado, esta vez junto a su hermano menor, para luchar contra las tropas persas de Jerjes I en la batalla de Salamina. Posteriormente, también luchó en la batalla de Platea contra las mismas tropas invasoras.
Nuestro personaje fue iniciado en los famosos Cultos Eleusinos, que se celebraban en su ciudad natal. Eran unos cultos secretos en honor a las diosas Démeter y su hija Perséfone.
Como ya he dicho, se trataba de unos ritos iniciáticos secretos y se castigaba muy duramente al que revelara los mismos. No obstante, parece ser que a Esquilo le acusaron de revelar alguno de ellos en sus obras dramáticas y, por ello, fue juzgado. Afortunadamente, los jueces entendieron que no existían unas pruebas muy claras y lo absolvieron. Por lo visto, su defensa se basó en que nunca había sido iniciado en esos ritos, por lo que no le podían haber prohibido que los divulgase.
Antes de la época de Esquilo ya habían sido representadas comedias en otros puntos del planeta, como la India o China. Sin embargo, se puede decir que la tragedia 
nació en Grecia y los siguientes dramaturgos se basaron en esas obras griegas.
Sus temas suelen ser el dolor y la muerte de la persona que siente la presión de las graves decisiones que ha de tomar, cuando está en juego el destino de su pueblo. Los autores buscan la representación del dolor y la muerte, porque el poeta y el pueblo admiran al héroe que ha caído.
Esos héroes griegos luchan y vencen o son vencidos, pero todas esas obras tienen un tema principal, que es el poder. Aparte de otros como la justicia, la venganza, etc.
Por lo visto, en esos certámenes, que empezaron siendo sólo unos festivales locales dedicados a ciertos dioses, los autores, presentaban tres tragedias y un drama satírico. Por eso, Esquilo, solía escribir trilogías, las cuales eran lo más parecido a una serie por capítulos.
De entre las obras de Esquilo, que se calcula que escribió unas 80, sólo nos ha llegado la trilogía completa de Orestiada. En cambio, en la expedición de los 7 jefes contra Tebas, sólo tenemos la tercera parte. De las Suplicantes, sólo queda la primera parte. En la invasión persa de Grecia sólo conservamos también la primera parte. En la lucha entre Zeus y Prometeo, sólo tenemos también la primera.
Por lo visto, debían de ser sus mejores obras, pues fueron copiadas durante las épocas helenística y romana y por eso nos han llegado a nosotros.
El único ejemplo completo de trilogía que nos ha llegado es la Orestiada, aunque se sabe que hubo más obras de ese tipo, pero no nos han llegado. La Orestiada está compuesta por tres obras: Agamenón, las Coéforas y las Euménides.
Esta obra fue estrenada en el 458 a. de C. Narra el regreso victorioso de Agamenón, jefe de las fuerzas griegas, a Micenas, tras la famosa guerra de Troya. El asesinato de éste y su amante, Casandra, a manos de su esposa, Clitemnestra, y de su amante, Egisto. No olvidemos que la guerra de Troya duró 10 años. Algunos dicen que lo mató, porque Agamenón llevó a la hija de ambos, Ifigenia, para ser sacrificada a fin de que los dioses les apoyaran en el asedio de Troya. Parece ser que no fue sacrificada, sino que fue sustituida por un animal.
Orestes, uno de los hijos de Agamenon, que no se hallaba en Micenas, recibió del Oráculo de Delfos el mandato de matar a Clitemnestra y a Egisto. Así que fue a Micenas y allí asesinó a los dos.
Más tarde, fue juzgado por los 12 jueces del tribunal llamado Areópago. 
En la obra se dice que Atenea fue la que condujo hasta allí a Orestes. Como, a la hora de la sentencia, hubo un empate, Atenea lo deshizo al declararle inocente, pues había obrado siguiendo las instrucciones del oráculo de Delfos, dedicado a Apolo.
En el 472 a. de C., estrenó la tragedia Los persas, donde quería narrar el efecto que tuvo la derrota de la batalla de Salamina en la corte de Persia.
Es la única obra de la antigua Grecia, donde se narra un suceso contemporáneo, pues la mayoría de ellas sólo mencionan sucesos mitológicos a muy anteriores a la época en que fueron escritas.
Hay quien ve en las obras de Esquilo un desprecio por la tiranía, pues él nació cuando gobernaba el tirano Pisístrato, aunque también hay que decir que tanto este gobernante, como sus hijos y sucesores, Hiparco e Hipias, fueron mecenas de todas las artes.
Sin embargo, en sus obras se puede traslucir su desprecio por los personajes que no respetan las leyes, como Jerjes, Hierón, Agamenón, etc.
Parece ser que la tragedia fue fomentada por el Estado, como una especie de acto de reafirmación ciudadana. De hecho, se sabe que el estreno de la obra Los Persas, en el 472 a. de C., fue financiado por el famoso Pericles, antes de llegar a gobernar en Atenas.
Es posible que el antecedente de esto fueron las guerras contra los persas. Iniciadas porque los griegos peninsulares e insulares habían apoyado a los otros griegos, que vivían en Anatolia, y estaban siendo sojuzgados por los persas. Por ejemplo, en esa obra, se dice que los dioses habían apoyado a los griegos, porque obraron con Justicia contra la invasión persa.
Hay que tener en cuenta que Esquilo vivió la mayor parte de su vida durante la segunda democracia ateniense, fundada por Clístenes, que intentaba ser lo más igualitaria posible. Incluso, pensaban extender esa democracia a toda Grecia. Aunque también es verdad que era partidario de una democracia conservadora, “sin anarquía, ni tiranía” tal y como la definía en una de sus obras.
Según algunos, el mismo Esquilo, avisaba a los gobernantes atenienses del peligro de buscarse enemistades entre las diversas ciudades griegas, al intentar centralizar  el gobierno de todas ellas en Atenas. De hecho, exigieron a las ciudades aliadas que depositaran sus tesoros en esa ciudad.
Realmente, los que estaban más interesados en esta expansión eran los que vivían del mar. En cambio, la nobleza tradicional, nunca apoyó esa política.
El tema central de la Orestea u Orestiada es la reforma del Areópago, un tribunal cuya función era la de velar por el cumplimiento de todas las leyes y que, tras una reforma, quedó en un simple tribunal que sólo conociera causas criminales. Precisamente, por ello, fue el que juzgó a Orestes.
Según algunos autores, por eso mismo, se ve a Esquilo, al final de su vida, muy preocupado por el rumbo que va tomando Atenas, pues piensa que va perdiendo su democracia en su afán por llegar a ser un Estado imperalista. Quizás, aún recordaba que, a raíz de la invasión persa, la propia acrópolis quedó en ruinas y tardaron muchos años en reconstruirla.
Otros expertos afirman que uno de los temas centrales de Esquilo es el elogio de la defensa de lo que es sagrado para el pueblo, como su libertad, pero no de las guerras de invasión a las que califica como de inútiles.
El poeta trágico es visto como una especie de mente que guía al pueblo y, en su caso, le lleva a pensar en la justicia o en el perdón. Seguramente, eso es lo que buscaban los gobernantes de Atenas al apoyar las representaciones teatrales. Sobre todo, las tragedias, porque sólo hablaban de personajes mitológicos, por el contrario, en las tragedias, se solían meter con los políticos.
Empezaron representándose en las fiestas Dionisias, que se celebraban en marzo, y luego también en las Leneas, celebradas en el mes de enero.
De esa manera, unos antiguos miembros del coro, se transformaron en actores. Sólo había uno en las obras de Tespis, mientras que ya hubo dos en las de Esquilo. Dado que utilizaban máscaras, así podían representar diferentes personajes.
De hecho, en Roma, a estas máscaras las llamaban “personas”. Esa palabra deriva del nombre griego “prósopon”. Estas máscaras tenían diferentes gestos, pero todas estaban
ideadas para que amplificasen la voz del actor a fin de que todos los espectadores pudieran escucharla.
Parece ser que las tragedias de Esquilo se estrenaron en un teatro situado al pie de la Acrópolis, consagrado al dios Dionisos y en las fiestas en honor a ese dios, al que los romanos llamaron Baco.
A Esquilo se le considera el padre de la tragedia. Hizo muchas innovaciones en ella. Como insertar un segundo actor, modificar el papel del coro. También sus temas y la buena utilización del lenguaje hacen que muchas de sus obras se consideren obras maestras.
En sus obras se alternan los cantos corales con los diálogos de los actores, que pertenecen al coro. Esos dos actores representan tanto personajes masculinos como femeninos. Para ello, sólo tienen que cambiarse la máscara. Todo ello, en una combinación de ideas, religión y espectáculo, que hacían las delicias de los atenienses.
Dice el viejo refrán que “nadie es profeta en su tierra”. Sin embargo, parece ser que Esquilo fue muy apreciado en la suya, pues recibió muchos premios.
En el 472 a. de C. fue a Sicilia, donde el tirano Hierón le encargó que representara su obra Los persas.
Siguió siendo muy querido, pues, incluso, recibió muchos homenajes tras su muerte. Es más, el gobierno de Atenas, ordenó que pagaran los coros a todo aquel que quisiera representar obras de Esquilo.
Ya sabemos que no hay nada mejor que la muerte para que hablen muy bien de uno. Como aquel viejo chiste en que un subalterno le decía a un torero que le gustaría verlo muerto. El torero le preguntó por qué decía eso y el otro le respondió que le haría ilusión, porque así lo vería salir alguna vez a hombros.
Sin embargo, lo que siempre me ha parecido más llamativo de Esquilo es la causa de su muerte. Parece ser que algún oráculo le había vaticinado que moriría, porque se le caería una 
casa encima. Supongo que quedaría horrorizado por este augurio, así que se marchó al campo. A un lugar poco habitado.
Alrededor del 455 a. de C., se hallaba de nuevo en Sicilia, concretamente, en la ciudad de Gela, al sur de esa isla.
Por lo visto, un día, cuando se hallaba solo, paseando por el campo, algo le cayó en la cabeza y eso le produjo la muerte.
Parece ser que se trataba de una tortuga, que había sido lanzada desde el aire por un quebrantahuesos.
Algunos dicen que el ave confundió la calva del escritor con una roca, donde podría estrellar el caparazón de la tortuga, para que se abriera y así poder comerse a ese animal.
Lo cierto es que murió a causa de la caída de una “casa”. La de la tortuga. Tal y como le vaticinó aquel augurio. Lo que no sabemos es cómo quedó la tortuga.
No obstante, hay varios autores que niegan esta versión, porque les parece inverosímil. Sin embargo, yo digo como dicen los italianos: “se non è vero, e ben trovato”. O sea, aunque no sea verdad, está bien contado. Yo no sé si será verdad lo de la causa de su muerte, pero es lo que se suele contar de este personaje.

Espero que os haya gustado este artículo y os deseo a todos ¡¡UNA FELIZ NAVIDAD!!

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sábado, 14 de diciembre de 2019

MANUEL CASCÓN, CORONEL DE AVIACIÓN Y JEFE DE LA AVIACIÓN REPUBLICANA


Hoy voy a hablar en este artículo de un hombre íntegro al que le cupo, como a otros muchos, la desgracia de tener que luchar en una sangrienta guerra civil, donde tuvo que enfrentarse a muchos de sus antiguos compañeros.
Su nombre era Manuel Cascón Briega y nació en 1895 en Oviedo, ciudad en la que estaba destinado su padre, Avelino Cascón. Éste fue un militar español del Ejército de Tierra, mientras que su madre, Elvira Briega, se dedicaba a las labores de la casa.
Nuestro personaje de hoy, fue el tercero de los 6 hijos que tuvo este matrimonio. Tres hijos y tres hijas. El origen de ambos estaba en Ciudad Rodrigo (Salamanca). Precisamente, por eso mismo, en cuanto pudieron volvieron a su tierra y fue allí donde se crió Manuel.
Éste hizo sus primeros estudios en esa ciudad y, en 1912, ingresó en la antigua Academia de Intendencia de Ávila. Su estancia coincidió con la de su hermano Pedro y también conoció a otro militar que, posiblemente, fue muy importante en su carrera, Ignacio Hidalgo de Cisneros.
En 1916, obtuvo su despacho y fue destinado a Melilla en una unidad dedicada al aprovisionamiento de las tropas radicadas en el frente.
En 1919, consiguió ser admitido para los cursos de vuelo, realizando sus estudios en los aeródromos de Getafe y Cuatro Vientos. Allí coincidió, entre otros, con Ramón Franco, hermano de Francisco Franco, y con su antiguo compañero, Hidalgo de Cisneros.
En 1922, Cascón e Hidalgo, fueron destinados a una escuadrilla de bombardeo con base en Melilla. Desde donde realizaron varias acciones en la Guerra de África.
Al año siguiente, ascendió a capitán y fue destinado a la base de Getafe (Madrid). Posteriormente, fue enviado al Reino Unido para perfeccionar su conocimiento del inglés.
Hasta 1930 estuvo destinado en diversos lugares de la Península, donde fue ascendiendo en su carrera militar.
Desgraciadamente, como algunos de los pilotos, tales como Ramón Franco o Hidalgo se sumaron a la famosa sublevación militar de Jaca, el Gobierno del general Primo de Rivera, se cebó con la Aviación y, como siempre, “pagaron justos por pecadores”.
Así que nuestro personaje, que ya no estaba muy a gusto con su trabajo, pidió pasar a la reserva y se lo concedieron.
Sin embargo, tras la llegada de la II República, el 14/04/1931, pidió el reingreso y fue destinado a la base de Getafe.
El 18/07/1936 le pilló en esa base, como jefe del  grupo de caza nº 11. Como su unidad permaneció fiel al gobierno republicano, se dedicaron a hostigar a otras fuerzas que sí se habían sublevado en otros cuarteles de los alrededores de Madrid. Incluso, participó en los primeros combates aéreos.
En septiembre de ese año, su amigo Hidalgo de Cisneros, fue nombrado jefe de las FARE (Fuerzas Aéreas de la República Española). Seguramente, por ello, nuestro personaje fue nombrado jefe de las FARE en el norte de España, con base en Santander.
La verdad es que parece un regalo envenenado, porque siempre hubo muchas quejas, acusando al gobierno republicano de destinar muy pocos aviones a esa zona.
Lo cierto es que, desde el inicio de la guerra, la FARE se vio en inferioridad de condiciones para luchar contra los nuevos modelos de aeronaves cedidas  por Italia y Alemania al bando nacional.
Sin embargo, a finales de 1936, se empezaron a recibir las nuevas aeronaves compradas en la URSS, por el Gobierno republicano, que eran iguales o más rápidas que las del bando nacional.
Durante la guerra, hubo muchos altibajos, en cuanto al dominio aéreo. El problema es que los republicanos siempre tuvieron más obstáculos para reponer aviones y recambios que los nacionales.
Por ello, tuvieron que ir dejando el combate aéreo, donde sufrieron muchas pérdidas, como en la Batalla del Ebro, y centrarse en ataques a aeródromos muy estratégicos, donde les llegaron a hacer mucho daño a los nacionales.
A veces, estos ataques se vieron respondidos por otros a las bases republicanas. Ejemplos de ello fueron el famoso ataque a la base tarraconense de Cenia, en poder de los nacionales, realizado el 16/12/1938, por bombarderos al mando del teniente coronel Mendiola, los cuales destrozaron esa base y los aviones de la Legión Cóndor que se hallaban en ella.
Así que el 05/02/1939, la Aviación nacional, atacó la base aérea republicana, situada en el pueblo gerundense de Vilajuïga, destrozando todas las aeronaves que allí se encontraban. Desde luego, fue una pérdida muy importante para el bando republicano, porque cada día tenían menos aviones.
Afortunadamente, en esos ataques, no solían destrozarse demasiados aparatos, pues la estrategia de ambos bandos siempre fue la de crear muchas bases y repartir sus aeronaves en cada una. De forma que nunca hubiera muchos aviones en ninguna base.
Volviendo a nuestro personaje, posteriormente, fue enviado, junto con dos centenares de pilotos a la URSS, para aprender a manejar unos nuevos aparatos, que había comprado el Gobierno republicano en ese país. Parece ser que en ese país se formaron unos 800 pilotos españoles. Muchos de ellos lucharon para la URSS, durante la II Guerra Mundial.
A su vuelta, es ascendido a teniente coronel y, casi enseguida, a coronel. Se ve que el gobierno republicano nunca tuvo demasiada confianza en sus militares y fomentaba el ascenso de los pocos que consideraba leales a su causa.
A finales de 1938, fue nombrado jefe de las FARE, con sede en la base aérea de Los Llanos (Albacete).
Cuando la guerra estaba dando sus últimos estertores, se fundó el Consejo Nacional de Defensa, presidido por el coronel de Caballería, Segismundo Casado. No confundirlo con el general Fernando Casado, padre del actor Fernando Rey. Aunque ambos eran ayudantes del Presidente de la República. El primero por el arma de Caballería y el segundo por el de Artillería.
A finales de marzo de 1939, el Consejo dio la orden de rendición a las tropas republicanas ante las nacionales. Antes de eso, tuvieron que vencer una rebelión de las tropas comunistas en el propio bando republicano, pues éstas se negaban a rendirse.
El 27/03/1939, Cascón, se reunió en la base de Los Llanos (Albacete) con los principales
mandos de las FARE, como los tenientes coroneles Mendiola y Alonso Vega, etc. Se negó en todo momento a marcharse y dejar solos a sus hombres. A pesar de los reiterados ruegos de algunos, como el teniente coronel Leocadio Mendiola o de Ananías San Juan. Este último, fue el protagonista de un famoso intento de secuestro de Franco, antes de pasarse a las filas republicanas.
A Cascón le dijeron claramente que los nacionales le iban a fusilar, pero él les despidió sin querer acompañarles a su destino en Orán (Argelia).
El caso es que muchos de estos mandos de la FARE aprovecharon sus aeronaves para largarse de España, como fue el caso del coronel Antonio Camacho, jefe de la zona aérea centro-sur, que se fue al Reino Unido. Al igual que el propio coronel Casado, aunque éste lo hizo en barco desde Valencia.
Las condiciones de la rendición impuestas a las FARE, durante la reunión de ambos bandos en la base de Gamonal (Burgos), incluían llevar todas sus unidades al aeropuerto de Barajas, para que fueran incautadas por los nacionales.
Incluso, les impusieron una cita, el 29/03 entre las 8 y las 11 de la mañana. De los 20 bombarderos katiuskas que se hallaban disponibles, sólo entregaron 17, porque los otros 3 fueron utilizados para huir a diferentes destinos.
Curiosamente, Mendiola, consiguió regresar a España en los años 60 y ya no tuvo ningún problema para poder trabajar. Incluso, en los años 90, fue homenajeado por el Ejército del Aire.
Sin embargo, en el caso del coronel Manuel Cascón, que había confiado en la palabra de los nacionales, en cuanto a que no habría represalias para los militares republicanos, fue encarcelado con los presos comunes en la Prisión Provincial de Albacete. Incluso, le dijeron que, si se entregaban, salvarían muchas vidas, porque las tropas nacionales ocuparían muy lentamente las zonas republicanas y así, a los refugiados, les daría más tiempo para llegar a Francia. Otra burda patraña.
También confió en los nacionales, cuando dijo a sus pilotos que podrían optar entre entregarse o ir a Alicante para embarcarse hacia el exilio. Ya sabemos todos que lo de Alicante fue una ratonera, porque los barcos de la Armada nacional bloquearon ese puerto y Allí pillaron a unas 15.000 personas esperando un barco que los sacara de este país. Cosa que nunca sucedió.
Según algunos testigos, el coronel Cascón, reunió a un grupo de pilotos en la base de los Alcázares (Murcia). Allí les dijo que convendría que entregaran los aviones en el aeropuerto de Barajas (Madrid), pero que daba libertad para ir hacia allí o huir a donde quisieran, con o sin los aviones. Pero que él se quedaba.
De hecho, parece ser que el, por entonces, comandante del bando nacional, Gerardo Fernández Pérez, ya les recibió con muy malos modos y les auguró que los condenarían a muerte y luego los fusilarían. Eso les ocurrió a varios de esos pilotos republicanos. Algo absolutamente contrario a las leyes de guerra vigentes en ese momento.
Lo cierto es que esos pilotos republicanos tenían muy claro que sólo habían sido unos combatientes y no unos asesinos y que, en todo momento, sólo habían cumplido con 
su deber y no debían de ser castigados por ello. Incluso, muchos de ellos no huyeron, porque se corrió la voz de que los dejarían seguir en Aviación, con la misma graduación conseguida durante la guerra. En cambio, otros no se fueron, porque tenían dudas o porque los mecánicos les presionaron para no dejarlos solos a merced del enemigo.
Curiosamente, estos pilotos republicanos, coincidieron en Barajas con el coronel von Richthoffen, jefe de la legión Cóndor y sobrino del célebre Barón Rojo, el cual les trató muy caballerosamente. Incluso, pidió permiso para entrar en los aviones que acababan de aparcar los republicanos.
Luego llegó el Infante y coronel Alfonso de Orleans, el cual les hizo formar y les dijo que se fueran a casa y que luego les irían llamando. Sin embargo, al poco rato, cuando ya se había ido el infante, llegó un oficial nacional y les ordenó que montaran en unos camiones, que los llevaron hasta la Prisión de Porlier.

En pocas palabras, los nacionales, al verse victoriosos, hicieron lo que les dio la gana con los vencidos. Aparte de que les robaron todas sus pertenencias. Como decían los romanos: “Vae victis”. Algo así como pobres de los vencidos.
Por lo que respecta a nuestro personaje de hoy, tal y como ya he mencionado anteriormente, fue detenido y encarcelado. Por lo que se ve, hizo caso de aquella conocida promesa franquista: “Aquellos que no se hayan manchado de sangre, tienen la absoluta garantía de que sus vidas serán respetadas”.
Su consejo de guerra se celebró el 20/07/1939. Parece ser que el tribunal estaba compuesto por antiguos compañeros suyos, que se habían sumado al bando nacional.
Cuando, durante su alegato, el fiscal se refirió a él como “coronel de la Aviación roja”. Él se indignó y respondió: “soy coronel de la Aviación republicana”.
Ante las acusaciones de rebelión y traición, respondió: “Yo no me rebelé nunca. Quienes os habéis rebelado habéis sido vosotros”. Y tenía toda la razón.
Debe ser que no les hizo ninguna gracia que les dijera la verdad delante de todo el mundo. Así que no se compadecieron de él y le condenaron a muerte.
En otro de sus gestos que le honran, pidió clemencia para todos sus subordinados, pero se abstuvo en pedirla para él mismo. 
Así que fue fusilado en el campo militar de tiro, en Paterna (Valencia), el 03/08/1939.

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sábado, 7 de diciembre de 2019

EL ASESINATO DE CALVO SOTELO


Hoy voy a hablar de uno de los hechos más abominables, que se produjo en una etapa inmediatamente anterior a la Guerra Civil española.
Como siempre, para empezar, vamos a ver quién era este personaje. José Calvo Sotelo nació en 1893 en la localidad gallega de Tuy, fronteriza con Portugal.

Supongo que el trabajo de su padre, que era juez, le hizo decidirse por el estudio del Derecho. Aparte de que los cambios de destino de su padre, en la carrera judicial, le obligaron a conocer varias zonas de España.
Parece ser que su familia residió muchos años en Zaragoza, donde nuestro personaje estudió el Bachillerato y la carrera de Derecho.
Posteriormente, hizo su tesis doctoral en la antigua Universidad Central de Madrid. Tras su lectura, que fue calificada con un premio extraordinario, fue fichado por Ángel Ossorio y Gallardo para el llamado “partido maurista”, que se solía reunir en el Ateneo de Madrid. Allí pudo debatir, en muchas ocasiones, con Azaña y otros líderes republicanos.
Posteriormente, aprobó las difíciles oposiciones para la Abogacía del Estado, sacando el número 1 de su promoción, siendo destinado a Toledo. Allí fue donde conoció a su futura esposa.
En 1918, formó parte de la secretaría personal de Antonio Maura, durante el corto período en que gobernó en ese año.
Parece ser que ahí fue donde empezó a interesarse por el funcionamiento de la política municipal, al mismo tiempo que lo hacía por el desarrollo de las mutualidades obreras.
Por lo visto, sus críticas al sistema político caciquil, que imperaba en esa época, hizo que no tuviera demasiada suerte en las siguientes elecciones generales.
En 1919, logró un escaño como diputado por Carballino, pero lo perdió en las elecciones del siguiente año.
En 1921, tras la vuelta de Maura a la presidencia del Gobierno, Calvo, fue nombrado gobernador civil de Valencia. Puesto en el que estuvo hasta el año siguiente. Bueno, ya sabemos que, desde la segunda mitad del siglo XIX, en España, se sucedían continuamente los gobiernos de uno u otro signo. Incluso, se turnaban los liberales y los conservadores. Algo a lo que se opuso Antonio Maura.
En 1923, tras el golpe de Estado del general Primo de Rivera, Calvo Sotelo, es nombrado director general de Administración Local. Durante ese período consigue que sea 
aprobado el Estatuto Municipal, obra fundamental del Derecho Local español, porque es donde se empieza a definir su forma de financiación. Incluso, en ese mismo texto, ya se habla de dar cierta autonomía a las regiones españolas.
En 1925 fue nombrado ministro de Hacienda. Por cierto, uno de los mejores que ha habido
en ese cargo. En ese puesto, también pretendió luchar contra los caciques locales, tal y como había hecho con el anterior texto legal. Evidentemente, esto de luchar contra el fraude fiscal no hizo ninguna gracia a los terratenientes y estuvo a punto de ser cesado de su cargo.
Lo cierto es que Primo de Rivera se negó a cesarle, pues su gobierno había aprobado muchas obras públicas. No olvidemos que muchas de las carreteras y vías ferroviarias, que hoy tenemos, se construyeron en esa época. Así que era prioritario aumentar los ingresos a toda costa.
Una de las realizaciones de ese período fue la creación de la CAMPSA, que tenía el monopolio de la venta de petróleo en toda España. Algo que no gustó nada en USA.
Otro de sus proyectos fue, en 1929, la creación el Banco Exterior de España, semipúblico y especializado en la financiación del comercio exterior. Del mismo modo, creó y fomentó el resto de la Banca Pública.
Algunos de esos Bancos ya estaban en funcionamiento, como el Banco Hipotecario de España, fundado en 1872 y nacionalizado en 1923.
En 1925, se fundó el Servicio Nacional del Crédito Agrícola, con el fin de emplear sus recursos para préstamos de campaña. También, en 1962, cambió su nombre por el de banco de Crédito Agrícola.
Tras la aprobación del Estatuto Municipal, se fundó el Banco de Crédito Local. Sin embargo, aunque Calvo Sotelo hubiera preferido que esa Entidad se autofinanciase con sus créditos a los ayuntamientos, el dueño del Banco de Cataluña, convenció al dictador para que su Banco fuera el accionista mayoritario de la misma. La cual, sería una entidad privada, pero con muchos privilegios otorgados por el Estado.
El Banco de Crédito Industrial se había fundado ya en 1920, tras un acuerdo entre los partidos conservador y liberal y con el apoyo financiero del político catalán Francesc Cambó. Lo que dio lugar a otra Entidad privada, con privilegios recibidos del Estado.
El Crédito Social y pesquero ya había sido fundado en 1919, pero tuvo poca relevancia, al depender del Ministerio de Marina.
La Caja Postal fue fundada en 1909 como un organismo adscrito a Correos. Era la única Caja de Ahorros que podía funcionar en todo el territorio nacional. Las demás, sólo lo podían hacer en sus provincias o regiones.
Posiblemente, a alguno le sonará el Banco de Crédito a la Construcción. Éste fue fundado en 1939, como Instituto de Crédito para la Reconstrucción Nacional, cambiando su nombre al ya mencionado con la Ley de Ordenación Bancaria, de 1962.
Curiosamente, por medio de esa Ley, también fue nacionalizado el Banco de España, que, hasta entonces había tenido clientes y accionistas privados. Así era cuando se llevaron el oro y sus depósitos allí custodiados, al comienzo de la guerra civil.
Seguramente, alguno me dirá que me he olvidado del ICO (Instituto de Crédito Oficial). Sin embargo, esta Entidad fue creada tras la mencionada Ley de 1962 para coordinar y dotar de fondos a la Banca Pública.

Curiosamente, esta gran Banca Pública en España, creada por los partidos de la derecha, unificada en 1991, con la creación de Argentaria y su posterior privatización por el gobierno del PP, es lo mismo que, hoy en día, propone crear el partido político de izquierda Podemos, precisamente, partiendo del ICO.
Volviendo a nuestro personaje, parece ser que, en 1930, tras el infame Crack del 29, sus efectos estaban llegando a nuestro país y la situación económica se tornó peligrosa. Por lo visto, Primo de Rivera no le dejó actuar libremente y tuvo que aceptar su dimisión en enero de ese año. A finales de ese mismo mes, Primo de Rivera, presentó su dimisión a Alfonso XIII.
Tras la muerte en el exilio del general Primo de Rivera, Calvo Sotelo, se reunió con antiguos compañeros de gabinete y con José Antonio, hijo del general, para crear el partido Unión Monárquica Nacional, a fin de no perder los logros alcanzados en España, durante el período dictatorial.
Sin embargo, la proclamación de la II República, dos días después de las elecciones municipales del 12 de abril, provocó su exilio, pues ya había sido amenazado. Así que salió de España a través de la frontera con Portugal.
A partir de entonces, recorrió con su familia varios países de Europa, donde pudo ver de cerca las distintas ideologías que imperaban en el continente. De hecho, se entrevistó con líderes de varios países para poder comparar sus sistemas de gobierno.
Curiosamente, fue el único diputado monárquico que obtuvo un escaño en las elecciones republicanas de 1931. También en 1933 fue elegido miembro del Tribunal de Garantías Constitucionales, mediante votación en los Colegios de Abogados de toda España. A pesar de ello, el Gobierno republicano, no le permitió regresar del exilio.
En 1933, fue elegido diputado por el partido Renovación Española. Sin embargo, tuvo que esperar a una amnistía, decretada por el nuevo Gobierno de derecha, para poder regresar.

En las elecciones de ese año obtuvo la victoria una coalición de partidos de la derecha. Curiosamente, la izquierda echó la culpa de su derrota a haberle dado el voto a las mujeres. Eso que tanto reivindican ahora como una idea suya y al que tanto se opusieron en su momento.
Yo creo que nada tuvo que ver el voto femenino en el resultado de esas elecciones, porque en las elecciones de 1936 votaron las mismas mujeres y venció el Frente Popular.
El caso es que, en 1933, el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, desconfiaba de los partidos de la derecha y, aunque habían ganado las pasadas elecciones, no les dejaba formar un gobierno. En cambio, les encargó la formación de los mismos a sus amigos centristas Chapaprieta y Portela Valladares. Este último, ni siquiera era diputado.
Tras las elecciones de 1936, cuando ya estaba muy revuelto el ambiente político y social, Calvo Sotelo, pasó a ser el jefe de Renovación Española, pues su anterior jefe, Antonio Goicoechea, se había quedado sin escaño.
Dado que existía censura sobre la prensa, Calvo Sotelo, gracias a su condición de diputado, pudo meter en sus habituales discursos las cifras de las víctimas que se producían a diario a causa de la violencia callejera.
Ciertamente, siempre estuvo a favor de sacar el Ejército a la calle para intentar imponer el orden, ya que las fuerzas de seguridad se hallaban completamente colapsadas o, en muchos casos, eran cómplices de los que provocaban esos desórdenes.
Sus intervenciones en las Cortes fueron muy seguidas por la prensa, porque, aparte de ser un buen orador, denunciaba todo lo que estaba ocurriendo en las calles. Algo a lo que el Gobierno no le estaba dando la menor importancia y no le hizo ninguna gracia que lo “pregonara” en las Cortes.
En varias ocasiones discutió desde la tribuna con el presidente del Gobierno, Casares Quiroga, el cual le acusó de incitar a un golpe de Estado.
Por lo visto, el ambiente, tanto en las Cortes como en las calles, era sumamente tenso. Muchos esperaban un golpe de Estado en cualquier momento.
Parece ser que la diputada Dolores Ibarruri “La Pasionaria”, le amenazó, en la sesión parlamentaria del 16/06 con que ese iba a ser su último discurso.
Incluso, el diputado Ángel Galarza, que, más tarde, sería ministro de la Gobernación, habló, el 01/07/1936, con el presidente de las Cortes, Martínez Barrio, para decirle que el uso de la violencia contra Calvo Sotelo estaría justificada para que no triunfara el fascismo en España. También se dice que eso lo dijo en medio de una sesión parlamentaria, pero, según parece, no figura en la trascripción de los diarios de sesiones. Por lo visto, Martínez Barrio también impuso la censura en el diario de sesiones.
Tras varios días de violencia callejera, con muertos y heridos por uno y otro bando, el 12/07/1936, se produjo, en Madrid, el asesinato del teniente Castillo, oficial de la Guardia de Asalto (una especie de Policía antidisturbios a la americana). Aquella noche, salió de su casa en la calle Augusto Figueroa, para ir a su trabajo en el Cuartel de Pontejos, situado junto a la Puerta del Sol. Al girar a la izquierda para entrar en la calle Fuencarral, fue asesinado junto a un oratorio que se halla en esa esquina. Según las últimas investigaciones, los asesinos no fueron unos falangistas, sino unos carlistas. Parece ser que la razón por la que lo mataron fue porque el 16/04, este agente había matado a un militante carlista, que participaba en una manifestación.
Curiosamente, este oficial vinculado al PSOE, era pariente lejano de José Antonio Primo de Rivera, fundador y jefe de la Falange. Aparte de ser uno de los instructores de “la motorizada”, un grupo de guardaespaldas de los jerarcas del PSOE.
Parece ser que esa noche se juntaron en la sede de la Dirección General de Seguridad, sita también en la Puerta del Sol, algunos militantes de izquierdas, junto con varios guardias de asalto. Consiguieron que el ministro de Gobernación, Juan Moles, les permitiera detener a algunos líderes de la derecha.
Por lo visto, primero fueron a por Gil Robles, pero, como era verano, se hallaba de vacaciones en el sur de Francia. También es posible que se hubiera ido de España por si acaso.
De hecho, José Díaz, entonces secretario general del PCE, había dicho en la sesión parlamentaria del 02/07: “No puedo asegurar cómo va a morir el señor Gil Robles, pero sí puedo afirmar que, si se cumple la justicia del Pueblo, morirá con los zapatos puestos”. Pasionaria añadió: “Si os molesta eso, le quitamos los zapatos y le ponemos unas botas”.
Así que decidieron ir a buscar a Calvo Sotelo, que vivía en la calle Velázquez, 89, de Madrid. Llegaron allí sobre las 3 de la madrugada y aporrearon la puerta de su domicilio. Al político le habían puesto una escolta policial, pero buscaron que fuera contraria a sus ideales políticos. Así que no opusieron resistencia a la entrada de este grupo de gente.
Al fin, consiguieron que les abrieran la puerta. El diputado se mostró muy sorprendido, pues gozaba de inmunidad parlamentaria y, en principio, no quería ir con ellos. Quiso llamar al ministerio de Gobernación, pero no se lo permitieron. Le dijeron que únicamente lo llevaban para interrogarle y él sólo se decidió a acompañarles, cuando el jefe del grupo se identificó como el capitán Condés, oficial de la Guardia Civil, aunque iba de paisano.
Lo que desconocía era que ese oficial acababa de salir de la cárcel por haberse negado a intervenir en la lucha contra la famosa Revolución de Asturias.
No obstante, al despedirse de su familia, les dio un beso a su mujer y a cada uno de sus 4 hijos y les tranquilizó diciendo que volvería pronto, “a no ser que estos señores se me lleven para darme 4 tiros”.
Bajaron y entraron todos en su camioneta número 17, perteneciente a la Guardia de Asalto, la cual tenía muchos asientos. Parece ser que, al bajar la calle Velázquez, a unos 300 metros de su domicilio, uno de los que iban detrás del político, le disparó dos tiros en la nuca.
Hasta ahora, siempre se ha dicho que el asesino fue un pistolero, miembro de la escolta de Indalecio Prieto y muy amigo del teniente Castillo, llamado Luis Cuenca Estevas, el cual ya había sido fichado como tal, durante su larga estancia en Cuba. Sin embargo, según las últimas investigaciones, se cree que fue un oficial de la Guardia de Asalto, que viajaba en la misma furgoneta.
Es preciso decir que Luis Cuenca murió en combate, el 22/07/1936, junto con otros milicianos, en el frente de Somosierra. Parece ser que su hermano lo enterró, en el Cementerio Civil, frente al de la Almudena, en el mismo lugar donde tenía reservada su tumba el teniente Castillo, aunque a ese oficial no lo enterraran en ella. El capitán Condés también murió, por esas mismas fechas, en el frente de Somosierra.
Por lo visto, los demás no supieron qué hacer con el cadáver y giraron hacia la izquierda para dejarlo en la puerta del Cementerio de la Almudena, también llamado Cementerio del Este, en Madrid.
Parece ser que Condés no tenía previsto matar a Calvo Sotelo, sino sólo secuestrarle para sacarle información, aunque eso no está muy claro. Así que se presentó en la sede del PSOE y allí le comentó a Juan Simeón Vidarte lo ocurrido. Le causó una honda impresión y le aconsejó esconderse en la casa de Margarita Nelken, dirigente socialista y amiga del militar.
Al cadáver de Calvo Sotelo le hicieron la autopsia en el mismo cementerio y, al día siguiente, 14 de julio, tuvo lugar su entierro, donde varios líderes de derechas se juramentaron para vengar su muerte. Incluso, hubo un tiroteo, durante el regreso del cortejo fúnebre, por el que fueron asesinados 4 asistentes a causa de los disparos recibidos desde un coche que pasó a toda velocidad por aquel lugar.
Lo cierto es que este asesinato conmocionó a la opinión pública y, como, en ese momento, aún quedaban militares indecisos sobre si debían unirse al golpe, fue lo que les decidió a hacerlo. Como fue el caso del general Franco y tantos otros.
Incluso, Martínez Barrio, entonces presidente de las Cortes, dijo: “Este atentado ha tenido para España los efectos de una bomba, con cuya explosión se han hecho saltar las compuertas que contenían el desbordamiento de las pasiones”.
También el líder socialista Julián Zugazagoitia, al que dediqué otro de mis artículos, dijo lo siguiente: “Este atentado es la guerra”. Sin embargo, algunos líderes socialistas seguían pensando que la República tenía al proletariado de su parte y eso la haría invencible. Lógicamente, eran optimistas, porque ahora creían tener en su mano todo el poder del Estado.
Así que el Gobierno decretó el cierre de todos los centros de reunión y de los medios de comunicación de los partidos de derecha. Es preciso recordar que España se hallaba en estado de alarma, decretado por el Gobierno en febrero de ese mismo año.

Sin embargo, en un artículo en Claridad, uno de los órganos del PSOE, se publicaba lo siguiente: “Si el estado de alarma no puede someter a las derechas, venga, cuanto antes, la dictadura del Frente Popular”.
La situación era tan tensa que el presidente de las Cortes propuso cachear a todos los diputados y asistentes a las sesiones, antes de entrar en la Cámara. No nos debe extrañar, porque se sabe que algunos diputados, como Indalecio Prieto, solían llevar siempre una pistola encima.
El mismo Prieto, en un artículo suyo publicado en El Liberal, de Bilbao, ya daba por sentado que esto traería la guerra civil, al decir: “Será una batalla a muerte, porque cada uno de los bandos sabe que el adversario, si triunfa, no le dará cuartel. Habiendo de ocurrir así, sería preferible un combate decisivo a esta continua sangría”.
Por otra parte, al general Mola, el organizador del golpe, le llegó la noticia de ese asesinato, cuando se hallaba reunido con otros mandos militares. Pronunció estas palabras: “No se puede esperar ni un minuto más. El Gobierno nos ha cogido la delantera y acabará por anularnos o exterminarnos”.
De nada valieron las llamadas a la paz, pronunciadas por Portela Valladares: “Piénsese que el hecho que lamentamos y condenamos, puede abrir un nuevo ciclo en la historia de España”…”estamos obligados, unos y otros, a decir ¡Alto el fuego!”.

Curiosamente, la censura del Gobierno prohibió que, en los periódicos, se calificara como asesinato la muerte de este líder derechista.
Incluso, también se opuso a que se velara su cadáver en la Academia de Jurisprudencia y Legislación, de la que era presidente el fallecido.
Casualmente, los documentos correspondientes a la investigación de esa causa, fueron robados del propio Ministerio de la Gobernación.
El juez encargado de la instrucción de esta causa fue Ursicino Gómez Carbajo, un magistrado que tenía fama de hacer bien su trabajo y ser políticamente neutral.
Posiblemente, por eso mismo, le pusieron todo tipo de obstáculos. Empezando por haber limpiado a fondo la camioneta, donde se produjo el asesinato y luego ocultando a los que iban en la misma. Sin embargo, le enviaron a unos 170 agentes a la rueda de reconocimiento para que se dificultara su identificación. Lógicamente, no enviaron a los 4 guardias que participaron en ese suceso.

Como se ve que estaba haciendo bien su trabajo, sustituyeron a este juez por otro, llamado Eduardo Iglesias del Portal, que fue el mismo que, más tarde, condenó a muerte a José Antonio.
Posteriormente, una comisión de abogados de izquierdas se hizo con el control del Colegio de Abogados de Madrid y expulsaron del mismo a todos los abogados que habían protestado por el asesinato de Calvo Sotelo.
Incluso, el 25/07, un grupo de milicianos de izquierdas, penetraron en el Tribunal Supremo y robaron los documentos relativos a esa causa.
El 14 de julio, día siguiente al asesinato, se presentaron en el Cementerio de la Almudena los doctores Antonio Piga, Blas Aznar y Águila Collantes, todos ellos médicos forenses, al objeto de realizar la autopsia del cadáver. Comprobaron que el cadáver había recibido dos tiros con un arma del calibre nueve corto. Una de las balas había entrado por la nuca y había salido por el ojo izquierdo. Mientras que la otra también había entrado por un lugar muy cercano, pero aún se hallaba alojada en el interior del cerebro.
Parece ser que sus resultados fueron tan contundentes que, algo más tarde, el informe fue robado por unos milicianos que asaltaron el juzgado donde se hallaba custodiado. No obstante, como estos médicos habían tomado muchas notas durante la autopsia, en 1941, pudieron redactar un nuevo informe para incorporarlo a la Causa General.
Durante la guerra, se apresó, en la zona de batalla del Hospital Clínico de Madrid a un guardia de Asalto, llamado Aniceto Castro Piñeiro.
Éste, durante su interrogatorio y luego ante los periodistas, confesó que había participado en ese crimen, aunque no fue el asesino, y dio todo lujo de detalles sobre cómo se cometió el mismo.
Por lo visto, dentro de la furgoneta, que tenía varias filas de asientos, se sentaron de la manera siguiente (aunque hay varias versiones al respecto): delante, el capitán Condés, junto al chófer, Orencio Bayo. En la siguiente fila, se hallaban Calvo Sotelo, que tenía a los guardias José Rey, a su derecha, y Castro Piñeiro, a su izquierda. Detrás de ellos se hallaban el teniente Andrés León Lupiol, de la Guardia de Asalto, junto con varios paisanos, que escoltaban a políticos socialistas. Curiosamente, José Rey, ya había sido un pistolero, antes de ingresar en la Guardia de Asalto y en ese momento pertenecía a la escolta de la diputada Margarita Nelken.
Según Castro, los dos disparos fueron efectuados por Luis Cuenca, que estaba sentado justo detrás de Calvo Sotelo. Primero le disparó de abajo hacia arriba, para no herir a los que iban delante y, cuando el cuerpo cayó, le disparó de arriba hacia abajo.
Todos los participantes se juramentaron para que nadie contara nada. Uno de los policías dijo: “El que lo diga es un suicida, pues lo mataremos como a ese perro”.
Para terminar, el, entonces comandante y, posteriormente, coronel Ricardo Burillo, era el jefe de la unidad que perpetró ese crimen, la segunda compañía de especialidades. Al final de la guerra fue detenido cuando esperaba para ser embarcado en el puerto de Alicante.
Se le acusó de estar implicado en ese crimen, pero él siempre lo negó, no obstante, fue condenado y ejecutado. 
Sin embargo, en la declaración de Aniceto Castro se dice que, al regresar la furgoneta al Cuartel de Pontejos, Luis Cuenca, se dirigió al despacho de Burillo y sólo le dijo: “Ya está”. Por lo que ambos se abrazaron en silencio.
Aniceto Castro fue juzgado y condenado a 30 años de cárcel, aunque luego se le redujo notablemente su condena. En cambio, José del Rey, fue condenado y ejecutado en 1943.
Curiosamente, en ese suceso participaron 4 gallegos: Calvo Sotelo, Condés, Cuenca y Castro Piñeiro o Piñeira, como figura en otras obras.
En fin, reconozco que he escrito un artículo demasiado largo, pero me parece que mis lectores verán que ha valido la pena.

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