sábado, 26 de mayo de 2018

LOS CRÍMENES DEL DOCTOR PETIOT


Seguramente, cuando alguien va al médico, ya tiene depositada toda su confianza en él, porque piensa que se trata de una persona de plena confianza y le va a curar. Es posible que, después de leer este artículo, más de uno se lo plantee de otra manera.
Nuestro personaje de hoy se llamaba Marcel André Petiot, más conocido como Marcel Petiot,  y nació en 1897 en Auxerre, una ciudad de la Borgoña, región famosa por sus excelentes vinos, situada al sur de París y casi en el centro de Francia.
Su familia pertenecía a la pequeña burguesía. Siendo su padre funcionario de Correos y su madre ama de casa.
No sé si tendría algo que ver en su desarrollo futuro. Lo cierto es que su madre fue ingresada en un Psiquiátrico y murió aún joven cuando él sólo tenía 12 años.
Parece ser que, desde pequeño, nuestro personaje dio muestras de un comportamiento un tanto anormal.
Por un lado, parece ser que le podría llamar superdotado, pues leía y razonaba de una forma que parecía tener 5 años más de los que realmente tenía.
Por otra, mostraba ya un comportamiento violento hacia otros niños y hacia los animales domésticos. Parece ser que un psiquiatra lo definió de una forma que ahora se llamaría “trastorno bipolar”. Lo cierto es que fue expulsado de varios colegios por comportarse de una manera indisciplinada.
Incluso, algunos autores afirman que un día se llevó al colegio una pistola de su padre y disparó hacia el techo de su clase.
Lo cierto es que, como ya no le admitían en ningún colegio, tuvo que acabar sus estudios en una academia especial, ubicada en París.
Parece ser que, durante la I Guerra Mundial, se hallaba estudiando Medicina. No obstante, dejó sus estudios para incorporarse al frente a primeros de 1916.
Al año siguiente, durante la segunda batalla del Aisne, explotó cerca de él una granada y sufrió heridas en un pie. Aparte de haber sufrido otras lesiones a causa de los gases. Así que fue evacuado a un hospital.
Otros autores dicen que no fue así, sino que se pegó un tiro en el pie para ser evacuado del frente. Una decisión que llevó a muchos soldados a ser fusilados por sus propios compañeros.
Según parece, en este centro sanitario le acusaron de una serie de robos, por lo que fue enviado a una prisión militar. Por lo visto, entre otras cosas, había robado medicamentos para venderlos en el mercado negro.
Posteriormente, fue revisado por unos psiquiatras, los cuales le definieron como neurasténico y paranoico depresivo.
Como en el Ejército francés debían andar mal de personal o porque así se deshacían de este tipo, lo cierto es que lo volvieron a enviar al frente y fue herido de nuevo en 1918. Así que regresó al hospital y luego volvió a pasar por un Psiquiátrico.
Parece ser que, en los siguientes cinco años, pasó por varias consultas psiquiátricas. Siendo diagnosticado de una psicosis melancólica y una manía persecutoria. Por lo que le dieron una pensión del Estado.
No obstante, tampoco se puede decir que perdiera el tiempo, porque, en esos años, retomó sus estudios y se licenció en Medicina en 1921. Además, con una calificación muy alta.
Es preciso decir que se benefició de un plan acelerado de estudios para veteranos de guerra, que habían tenido que dejar la Universidad. Eso le sirvió para acabar la carrera en 8 meses en la Universidad de Lyon. Luego estuvo casi dos años de prácticas en la clínica de otro médico.
Posteriormente, montó una consulta en un pueblo de su región natal de Borgoña. Gracias a su simpatía, se hizo allí tan popular, que fue elegido concejal en 1925, representando al Partido Socialista, y alcalde al año siguiente.
Incluso, poco después se casó con Georgette Lablais, la hija del propietario de un restaurante en París y tuvieron su único hijo en 1928.
No obstante, pasó varias veces por los tribunales, acusado de delitos como estafas en los seguros sanitarios o malversación de fondos. Posiblemente, esto le llevó a perder su puesto de alcalde en 1931. Curiosamente, casi todos los concejales de su pueblo dimitieron en solidaridad con él.
Por lo visto, la Policía le tenía vigilado muy cerca, pues le consideraban sospechoso de haber cometido una serie de delitos. Por lo visto, en esa época, se cometieron varios robos importantes en la zona y él fue uno de los sospechosos. No obstante, esto nunca fue aclarado.
También se dio el caso de un agente de Policía que le dijo que habían encontrado unas huellas dactilares en la caja fuerte, correspondiente a uno de esos robos. Casualmente, el médico le convenció de que debería de ponerle una inyección para aliviar su reuma y a las pocas horas falleció.
Parece ser que, durante su mandato como alcalde del pueblo, llegaron a desaparecer hasta los tambores de la banda municipal. Incluso, hasta parece ser que se llevó una de esas cruces de piedra que se suelen ver en los caminos.
Es más, se llegó a demostrar que había conectado a su casa un cable de la red eléctrica, que pasaba por su calle. De esa forma, no pagaba nada de electricidad. Incluso, le pillaron llevándose latas de gasolina desde la empresa municipal de aguas para almacenarlas en su casa y utilizarlas en su vehículo.
Precisamente, en 1928, desapareció una joven llamada Louise Delaveau, hija de uno de sus pacientes, con la que Petiot tuvo una aventura y, según decían algunos, se había quedado embarazada.
Parece ser que, tras la desaparición, algunos vecinos dijeron a la Policía que, habían visto a Petiot llevando un baúl muy pesado. Lo cierto es que no le pudieron probar nada y archivaron el expediente, calificando a la chica como desaparecida.
Quizás, por esa razón, en 1933, se trasladó a París, donde ganó cierta fama, pues prometía rápidas curaciones para diversas enfermedades, por medio de la electroterapia. Incluso, recetaba drogas, argumentando que eran para uso medicinal.
Según parece, también realizaba abortos, una práctica totalmente ilegal, en ese momento, en Francia.
Supongo que lo que le haría más popular es que visitaba y vacunaba gratuitamente a los pobres de esa ciudad.
Sin embargo, también se le acusó de atender, en forma privada, a ciertos enfermos y luego hacer ver que estaban dentro de los planes de asistencia médica patrocinados por el Estado francés. O sea, que cobraba por ambos lados.
Debió de ser un tipo muy peculiar. En cierta ocasión, puso un anuncio en la prensa que decía: “El doctor Petiot es joven y sólo un joven médico puede mantenerse al tanto de los nuevos métodos nacidos de los grandes avances en el campo de la Medicina. Esta es la razón por la que los pacientes inteligentes tienen confianza en él. El doctor Petiot trata, pero no explota a sus pacientes”.
No obstante, siguió con sus problemas psiquiátricos. En cierta ocasión, se le detuvo por robar unos ejemplares en una librería y agredir al vigilante de la misma. Parece ser que también padecía cleptomanía.
Fue encarcelado, pero logró huir. No obstante, pronto fue detenido de nuevo y esta vez se le ingresó en un Psiquiátrico.
Recobró su libertad en marzo de 1937 y volvió a ejercer su profesión en su consulta médica. La verdad es que no puedo entender cómo dejaron ejercer la Medicina a un tipo que se sabía que estaba loco.
Al comienzo de la ocupación de Francia, los alemanes reclutaron a miles de trabajadores franceses para enviarlos a sus fábricas en Alemania. Así que él se dedicó a firmar miles certificados médicos, donde afirmaba, falsamente, que esa persona estaba discapacitada para realizar cualquier trabajo.
Supongo que con eso ganaría mucho dinero, porque en 1941, se compró una mansión en las afueras de París a la cual le hizo amplias reformas. Incluso, mandó que duplicaran la altura del muro exterior. Se ve que no quería miradas curiosas.
Tras el aumento de la represión por parte de los alemanes, utilizó a unos compinches para hacer correr la noticia de que ofrecía pasajes para Argentina a todos los que estuvieran sufriendo persecución por parte de la Gestapo nazi. Por lo visto, cobraba 25.000 francos por persona.
Los interesados sólo tendrían que ir a su casa, provistos ya con su pasaporte, su equipaje y sus objetos de valor para poder escapar cuanto antes de la Francia ocupada.
Supongo que, para darle más realismo a la cosa, contrató un peluquero y un músico, para que le proporcionaran más clientela.
Lo cierto es que nunca llegaron a Argentina, los muchos que acudieron a su llamada,  también desaparecieron de la faz de la tierra. Por lo visto, hasta se molestó en mostrar a los familiares de los desaparecidos unas postales que, según decía, le habían enviado estos desde Argentina.
Incluso, en uno de los casos, rompió un billete por la mitad, dándole uno de los trozos al marido, que iba a huir hacia Argentina, y el otro a la esposa, que se quedaba en Francia. Les dijo que, cuando él llegara a su destino sólo tendría que enviarle a su mujer su trozo del billete para que ella supiera que había llegado y la censura no pudiera sospechar nada.
Hasta llegó a hacer desaparecer a un agente, enviado por la Gestapo, para infiltrarse en esa presunta organización ilegal.
Parece ser que su primera víctima fue un rico peletero judío, que vivía en su mismo barrio, al que le sacó unos 300.000 euros en piedras preciosas.
Incluso, llegó a hacer desaparecer a familias enteras, ofreciéndoles una especie de descuento familiar. En aquella época, se hacía llamar “Doctor Eugène”.
Hasta eliminó a alguno de sus vecinos, que parecía estar sospechando de sus extrañas actividades, antes de que se lo fuera a contar a la Policía.
Posteriormente, la Gestapo, envió a un segundo agente, el cual descubrió esa presunta red. Lo cual hizo que fuera arrestado y torturado durante varios meses. No le pudieron sacar nada, porque los alemanes querían información sobre la Resistencia y él no conocía a nadie de esa organización. Así que lo dejaron en libertad en enero de 1944.
Casualmente, en marzo de 1944, los vecinos de su calle llamaron a la Policía y los bomberos por los malos olores que desprendía la chimenea de la casa de Petiot.
Incluso, les comentan a los agentes que, en muchas ocasiones, han visto que, por la noche, llegaban a esa mansión unos camiones completamente vacíos, los cuales partían de allí llenos de maletas. No obstante, parece ser que Petiot ya se había mudado a otro barrio.
Sin embargo, cuando los bomberos rompieron las ventanas para entrar en la vivienda, se encontraron con un escenario dantesco.
 Al bajar al sótano, que era de donde procedía ese mal olor, se encontraron con un montón de cuerpos humanos, que habían sido desmembrados. Algunos de ellos, ya habían sido introducidos en dos hornos de leña, de donde salía ese humo. Por lo visto, estaba intentando deshacerse de todo lo relacionado con su actividad criminal.
Parece ser que en este punto hay distintas versiones. Una de ellas, dice que Petiot apareció en la escena, simulando ser un hermano de nuestro personaje y asombrándose de lo que habían encontrado en la casa.
Otros dicen que argumentó que los cuerpos pertenecían a colaboracionistas franceses y que la Resistencia le había encargado que se deshiciera de ellos. No hay que olvidar que París
sería liberada unos meses después. Parece ser que le dejaron en libertad y que algunos de los gendarmes le felicitaron por ello. Es más, le dijeron que se fuera de allí antes de que llegaran los agentes de la Gestapo, que estaban en camino.
Incluso, se rumorea que nuestro personaje había sido descubierto por los nazis y el jefe de la Gestapo en París, un colaboracionista francés, llamado Henri Lafont, le había chantajeado para que trabajara con ellos. Así que pudiera haber sido la Gestapo la que le encargara ese trabajo.
Lo cierto es que la Policía encontró, en el registro de ese inmueble, nada menos que 72 maletas, 655 kgs. de diferentes artículos y 1.760 ropas de diferentes tallas. Se encargó de esta investigación el comisario Georges-Victor Massu, uno de los policías más famosos de Francia.
Parece ser que este comisario era muy amigo del célebre escritor belga Georges Simenon, el cual le acompañaba en algunas de sus investigaciones para conocer el trabajo policial. Sirviéndole de inspiración para crear su archifamoso personaje, el comisario Maigret.
También encontraron unas fosas en el jardín llenas de cadáveres enterrados en cal viva, para que se descompusieran más rápidamente. Aparte de una bolsa de lona, donde había más restos humanos.
Parece ser que se sirvió de tres cómplices para atraer a la gente a su casa. La mayoría de los que llegaron eran judíos, perseguidos de cerca por la Gestapo.

Una vez dentro, se presentaba como el doctor Eugène, y les decía que el Gobierno de Argentina exigía que todos fueran vacunados, antes de emprender el viaje. Así que, con esta artimaña, en lugar de inyectarles una vacuna, lo que les introducía a través de la jeringa era cianuro. Después, los dejaba solos y encadenados a una pared, dentro de una habitación de planta triangular, la cual disponía de una mirilla en la puerta, desde donde él podía ver cómo morían.
De esa forma, en cuanto morían, les quitaba todo lo que tuviera algún valor y luego se deshacía de sus cuerpos.
Parece ser que, al principio, se limitaba a tirar los cadáveres al Sena. Es posible que eso no fuera algo alarmante, porque se hallaban en medio de la II Guerra Mundial.
Más adelante, cavaba fosas en su jardín y allí los enterraba en cal viva. Se me ocurre que, más adelante, igual se presentaron demasiados y entonces pensó en deshacerse de ellos incinerándolos.
Según parece, Petiot, huyó y se escondió en la casa de unos amigos, argumentando que la Gestapo lo estaba buscando, por haber matado a unos soldados alemanes. No olvidemos que aún se hallaba en la Francia ocupada.
Sin embargo, su hermano, Maurice, fue detenido acusado de complicidad, por haberle suministrado la cal. Aunque afirmaba no saber para qué la necesitaba. También fueron encarcelados, como cómplices, su esposa, Georgette, y sus tres ayudantes.
Como ya he dicho anteriormente, en principio, la investigación fue llevada por la Policía francesa. Sin embargo, poco después, la propia Gestapo se hizo cargo de ella. Parece ser que las autoridades alemanas de ocupación no tuvieron más remedio que parar esta investigación, tras el famoso Desembarco de Normandía. Así que la investigación quedó en suspenso durante unos meses.
Evidentemente, la noticia del hallazgo de unos cadáveres en esa casa abandonada fue censurada por las fuerzas alemanas de ocupación y sólo se enteraron de ella los vecinos de su calle.
No obstante, según parece, el comisario Massu, no perdió el tiempo y se dedicó a entrevistarse con algunas personas que decían ser familiares de los desaparecidos y que no habían vuelto a saber nada de ellos. Así pudo ir identificando a las víctimas, porque estaban tan irreconocibles que los forenses fracasaron en el intento.
Cuando llegó la hora de la liberación de París, en agosto de 1944, Petiot, hizo lo que muchos franceses, se dejó barba, para que no le reconocieran y se enfrentó brevemente a las tropas alemanas, presumiendo de ser un oficial de la Resistencia, bajo el nombre falso de Henri Valery. Luego se dedicó a interrogar a los prisioneros alemanes y a los colaboracionistas franceses.
Posteriormente, ocurrió una cosa muy extraña. Un periódico francés le dedicó un artículo, acusándole de todos esos crímenes y de ser un colaboracionista. En esa época, esta última acusación, te podría llevar, fácilmente, al paredón. Como le ocurrió a cientos de franceses.
Parece ser que este artículo fue publicado por medio de un favor que le pidió el comisario Massu a un periodista amigo suyo. Llevaba por título, “Petiot, soldado del Reich” y seguro que provocaría la indignación de nuestro personaje.
Parece ser que, ni corto, ni perezoso, Petiot, escribió a un antiguo abogado suyo diciéndole que todo eso era una mentira. Por lo visto, le escribió: “Si salgo hoy de la sombra es para poner fin a las
 odiosas calumnias que corren acerca de mí”.
Así que éste llevó la carta a la Policía, la cual reabrió la investigación y en abril de 1945 fue reconocido y detenido en una parada de Metro de París.
Aparte de ir vestido con el uniforme de la Resistencia y llevar larga barba, para no ser reconocido, le incautaron una serie de cosas muy curiosas. Llevaba mucho dinero encima, unos 50 documentos de identidad y hasta un borrador de una carta.
Precisamente, un mes antes, una carta como esa, en la que se acusaba al comisario Massu de ser un colaboracionista, había servido para detenerle durante un tiempo. Luego se demostró que todo era falso. Así que puede ser que esa carta la escribiera el propio Petiot.
Incluso, se dice que, durante la ocupación nazi, se enteró de que dos médicos franceses habían sido deportados a los campos de concentración. Tuvo la osadía de visitar a sus familiares, diciendo que pertenecía a la Cruz Roja y que necesitaba algunos documentos de identidad de los presos para pedir su libertad. Así que se los dieron y los llevaba cuando fue detenido.
Parece ser que, en su defensa, nuestro personaje, volvió a argumentar que los cadáveres correspondían a colaboracionistas, que habían sido matados por su red de la Resistencia. Sin embargo, se demostró plenamente que nadie le conocía en la Resistencia.
Así que el fiscal, Pierre Dupin, le acusó de haber asesinado, al menos, a 27 personas, con ánimo de robarles. Curiosamente, él le quiso rectificar afirmando que había matado a 63 personas.
Se calcula que por esta actividad ingresó unos 200.000.000 de francos. Una cantidad muy respetable. Al cambio actual, unos 30.000.000 de euros
Según se dijo, se pudieron identificar algunos cuerpos. Los cuales pertenecían a 12 judíos y 4 proxenetas. No obstante, entre la ropa hallada, también había los pañales de un bebé.
Posteriormente, durante las tres semanas que duró el juicio, iniciado en marzo de 1946, la acusación se amplió hasta 135 delitos.
Supongo que ya no sabría qué hacer. Lo cierto es que, durante el juicio, Petiot, se dedicó a burlarse de los familiares de sus víctimas, afirmando que unas habían sido colaboracionistas y otras ya residían en Argentina con identidades falsas.
Incluso, se permitió acusar a uno de los abogados de los familiares de ser un defensor de “traidores y judíos”. Algo que hizo que el letrado, que había sido uno de los jefes de la Resistencia, le amenazara con pegarle.
En todo momento, siguió diciendo que los cuerpos encontrados en su casa correspondían a alemanes y franceses colaboracionistas. Hasta su propio abogado quiso que se le proclamara héroe de la Resistencia de Francia, pero no se lo creyeron.
Al final, tras haber escuchado las declaraciones de unos 90 testigos y haber comprobado las toneladas de pruebas, que fueron llevadas en un convoy de camiones, el tribunal lo declaró culpable de 26 asesinatos y lo condenó a muerte.
Parece ser que tardaron unos días en ejecutar esa sentencia por una avería en la guillotina, que llevaba mucho tiempo sin utilizarse, a causa de la guerra.
No obstante, la misma se ejecutó el 25/05/1946 a las 5 de la mañana, utilizando el método habitual para decapitar a los reos en Francia.
Parece ser que ni siquiera perdió la compostura en el último momento. Cuando le propusieron decir algo, sólo contestó: “Soy un viajero que se lleva su equipaje”.
Más tarde, cuando iban a colocarle la cabeza bajo la guillotina, les dijo a los que estaban presenciando su ejecución: “Caballeros, les sugiero que no miren. No va a ser algo bonito. Quisiera que guardaran un buen recuerdo de mí”.
Hasta aquí, todo puede parecer muy lógico. Sin embargo, para rizar el rizo, voy a terminar con algo que os va a parecer muy extraño.
Parece ser que Petiot siempre afirmó haber trabajado para la Resistencia, sin embargo, los miembros de ésta negaron conocerle. Él siempre presumió de haber matado por Francia.
No obstante, en 1980, al coronel John F. Grombach, ciudadano francés nacionalizado USA, cuyo padre había sido el cónsul de Francia en Nueva Orleans, le hicieron una entrevista.  Este fue uno de los altos responsables del espionaje USA y jefe de una pequeña agencia absolutamente desconocida hasta entonces.
En ella, afirmó que Petiot había trabajado para ellos y les había informado de varios temas, como las Fosas de Katyn, las bases de las bombas volantes y las identidades de los agentes alemanes enviados a USA.
Parece ser que se había enterado de todo eso, porque, entre su clientela, tenía muchos oficiales alemanes, que le habían contado esas cosas.
No obstante, el general no pudo demostrarlo, porque no disponía de ninguna documentación para probar esas afirmaciones.
Sin embargo, en 2001, se encontraron, en los archivos de la CIA, algunos telegramas, donde se mencionaba a Petiot y a esa extraña organización de espionaje, desconocida hasta ese momento, denominada “The Pond”. O sea, “el charco”.
Por otra parte, lo cierto es que su fortuna nunca se ha hallado. La mansión fue comprada por otras personas, que la derrumbaron por completo, buscando un escondite que nunca hallaron.
Parece ser que su mujer y su hijo emigraron a Sudamérica y desde entonces viven allí, porque no pudieron seguir viviendo tranquilamente en su país.

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