Hoy voy a narrar el reinado de un
monarca que nunca fue muy popular. Sin embargo, pese a su avanzada edad, fue el
único rey godo que se enfrentó de una manera seria a los problemas del reino. Aunque,
como veréis, lo hizo, quizás, de una
manera demasiado expeditiva.
Chindasvinto nació alrededor del
año 563, aunque no se tienen demasiados datos para poder confirmar ni su fecha,
ni su lugar de nacimiento.
Sus antecesores en el cargo
habían sido Chintila, un rey con muy buenos propósitos, pero al que le faltó la suficiente energía para poner en
su sitio a los nobles del reino, que robaban todo lo que querían y tenían casi
más poder que el propio monarca.
Lo único que le salió bien fue
intentar establecer una monarquía hereditaria, porque, como todo el mundo sabe,
la de los godos era electiva.
Tras el corto reinado de éste, en
639, llegó al trono su hijo Tulga, que, según
parece, era un muchacho muy joven con muy poca personalidad y una casi nula formación.
Parece ser que, a pesar de que la
monarquía hereditaria iba en contra de lo aprobado en el IV Concilio de Toledo,
los obispos aprobaron de muy buena gana este nombramiento y seguro que se
frotaron las manos. Lo cierto es que al padre le habían sacado de todo,
así que
lo más probable es que con su hijo lo tuvieran todavía mucho más fácil.
El pobre chico no llegó a estar ni tres años sentado en el trono. Incluso, durante ese corto período, tuvo que enfrentarse
a varios intentos de rebelión. Algo que les había ocurrido a casi todos los
reyes godos.
Evidentemente, a la nobleza no le
hizo mucha gracia esto de la monarquía hereditaria, pues, si se fundaba una
dinastía sucesoria, ninguno de ellos podría aspirar al trono, como habían hecho
hasta la fecha.
Desgraciadamente, en 642, este
chico topó con un noble ya anciano llamado Chindasvinto. Le he llamado anciano,
porque se sabe que ya tenía nada menos que 79 años, o sea, en la actualidad,
más o menos, como una persona de 90.
Lo que parece increíble es que
este hombre, a esa edad, le restara todavía tanta vitalidad como para hacer lo
que hizo durante su reinado.
No valieron para nada ni los
cánones, ni los anatemas, lanzados por los eclesiásticos contra Chindasvinto.
Capturó a Tulga, ordenó que lo tonsuraran y que lo encerraran de por vida en un
convento. Esto siempre fue muy habitual en las conjuras palaciegas de los
godos.
Los que entraban a formar parte
del clero perdían todos sus derechos al trono. Así que si alguien era
tonsurado, se entendía que iba a ser eclesiástico y ya no se podía ser rey.
Incluso, en el caso de que un rey
estuviera a punto de morirse, si se le hacía la tonsura y se le vestía con
un hábito de fraile, aunque se
repusiera, ya no podía continuar siendo rey. Esas normas formaban parte de las
que se aprobaban en los Concilios, donde se reunía cada rey con los nobles y
los obispos.
Parece ser que ni siquiera se
molestó en ir a Toledo para que lo proclamaran rey. Como se cree que era un
jefe militar, que tendría a su cargo alguna zona próxima a la actual del País
Vasco, pues se proclamó rey en Pampliega (Burgos).
Como conocía muy bien a la
nobleza goda, que siempre había sido muy levantisca, dedicó sus primeros años
de reinado a hacer una gran purga entre
ellos.
La mayoría de los autores creen
que ordenó la muerte de unos 200 nobles, pertenecientes a la alta aristocracia, y otros 500 nobles de
menor importancia.
No obstante, otros muchos se
salvaron por el sencillo procedimiento de exiliarse y a estos les confiscó
todas sus propiedades. Parece ser que en este nutrido grupo de exiliados, que
se fueron a la Galia, predominaban los eclesiásticos. O sea que, como hemos
visto, este rey era un especialista en ir haciendo amigos por donde pasaba.
Supongo que a causa de estas
medidas tan terroríficas, fue capaz de organizar el VII Concilio, en 646, donde
los reunidos aprobaron una medida consistente en que, para los clérigos, la
falta de lealtad al rey, llevaría
consigo la pérdida del estado clerical y convertir a esa persona en un mendigo
de por vida. Independiente del rango que tuviera dentro de la Iglesia.
Conociendo la envidia que hay en
este país, enseguida proliferaron, por todas partes, acusadores contra los
nobles o clérigos. Así que el rey tuvo que ordenar que, al que hiciera una
acusación falsa, se le castigaría con la misma pena con la que debería de
haberse castigado a su víctima. Hay que reconocer que este tipo conocía muy
bien al país sobre el que gobernaba.
Parece ser que siempre estuvo
enfrentado con la Iglesia. Castigó a los clérigos que dieran refugio en sus
templos a la gente perseguida por la Ley. Impuso multas a los clérigos que no
acudieran a los juicios o a los concilios y hasta nombró, personalmente, a
algunos obispos. Por otra parte, quiso ganárselos a base de hacerles
donaciones.
Evidentemente, como siempre ha
sido normal en este país, también se enriqueció con los bienes confiscados y
repartió una buena parte de ellos entre un grupo de gente, que siempre le
habían sido leales. Era una forma de crearse una clientela política.
Desde luego, parece ser que tuvo
un reinado mucho más pacífico que el resto de los reyes godos. Nadie se atrevió
a enfrentarse a él.
Incluso, para intentar que la
pacificación de su reino durara más tiempo, fomentó los matrimonios entre gente
leal a su persona y familiares de exiliados o asesinados durante su mandato.
En el terreno legal, tuvo tiempo
de mandar revisar el Código de Leovigildo, aunque no pudo acabar esa labor,
porque le llegó la muerte y lo terminó su hijo. No obstante, ya tenía casi 100 leyes preparadas para
ser promulgadas. Con ello, gobernaría con las mismas leyes tanto a los godos
como a los hispano-romanos. Era la primera vez que se hacía un texto legal
válido para ambas sociedades y ellos le dieron su redacción definitiva. Es lo
que después se llamó el Fuero Juzgo, que estuvo vigente durante varios siglos. Desde entonces, ya sólo hubo un único pueblo en España.
En el 649, quiso probar también
la fórmula de la monarquía hereditaria, como había hecho Chintila. Sin embargo,
él asoció al trono a su hijo Recesvinto, para gobernar juntos. Por supuesto, en
este caso, a nadie se le ocurrió alzar la voz para oponerse, por si acaso.
Realmente, hasta el 653, el único
rey que ejerció como tal fue Recesvinto, porque su padre ya estaba demasiado
mayor para ese arduo trabajo.
No obstante, Chindasvinto, llegó
a vivir 90 años. Una edad muy avanzada para esa época y hasta se podría decir
que para la actual.
Parece ser que tuvo tres hijos y
una hija. El mayor, Recesvinto, fue su sucesor en el trono. El segundo, Teodofredo,
de quien dicen que fue el padre del rey don Rodrigo. El tercero, Favila, que, según una leyenda, fue el padre
de don Pelayo. También tuvo una hija llamada Glasiunto, de la que no se poseen más datos.
Aunque falleció en Toledo, parece
ser que fue enterrado, junto con su esposa, Reciberga, en una iglesia fundada
por él en San Román de Hornija (Valladolid).
Se podrá decir que fue muy cruel.
Sin embargo, yo creo que fue igual de cruel que el resto de los reyes godos.
No obstante, se puede decir en su
favor que tuvo la valentía de enfrentarse a los poderosos y derrotarlos.
En cambio, como todos sabemos, la
mayoría de los gobernantes actuales, se
caracterizan porque son débiles con los fuertes y fuertes con los débiles. Esto
último sí que me parece una gran crueldad y nadie piensa remediarlo.
LOS REYES GODOS CUIDABAN SU TRONO DE LOS ARREBATOS DE LOS NOBLES..!
ResponderEliminarComo se trataba de una Monarquía electiva no tenía el mismo carisma que los monarcas actuales. Así que costaba muy poco sustituir al noble que reinaba por otro.
EliminarSiento no haberle contestado antes, pero ha habido un problema y el sistema lleva meses sin avisarme de los nuevos comentarios.
Muchas gracias por su comentario y saludos.
¿Se podría decir que la unificación legal de godos e hispano-romanos hacia el 650 es el nacimiento o germen de la España actual?
ResponderEliminarRealmente ¿había un sentido de unidad peninsular?