domingo, 1 de enero de 2017

SANCHO IV EL BRAVO



Siguiendo con el ciclo dedicado a los reyes castellanos, que comencé con la figura de Alfonso X el Sabio, hoy me voy a ocupar de otro de ellos.
En este caso, se puede aplicar ese dicho de que detrás de un hombre importante siempre hay una gran mujer. Eso es así, porque, como veréis, casi nadie se acuerda de este rey y, sin embargo, a todos nos suena el nombre de su esposa. Posiblemente, más adelante, le dedicaré un artículo exclusivamente a ella.
Nuestro personaje de hoy, Sancho IV el Bravo, nació en 1258 en Valladolid.
Sus padres fueron Alfonso X y su esposa, la reina Violante, la cual era hija del gran rey Jaime I el Conquistador. Hay que reconocer que Sancho perteneció a una gran estirpe.
En un principio, Sancho, no iba a heredar el trono, pues para eso estaba su hermano mayor, Fernando, llamado el de la Cerda.
En 1275, cuando su hermano Fernando se dirigía, con sus huestes, a enfrentarse contra los musulmanes, hizo una parada en la actual Ciudad Real.
Ese lugar era el punto de cita, donde habían acordado reunirse todas las fuerzas castellanas y leonesas para, posteriormente, encaminarse hacia el territorio dominado por el enemigo.
De repente, Fernando, se sintió mal y por alguna enfermedad, que sigue siendo desconocida al día de hoy, murió súbitamente, con sólo 19 años y sin que los médicos pudieran hacer nada por él.
Así que Sancho, que sólo tenía 17 años,  tomó el mando de esa expedición y les propinó una contundente derrota a los musulmanes. Esto le dio una enorme popularidad. Sobre todo, de cara a los nobles.
En esta misma operación, también utilizó a la flota castellana y se dice que los convoyes musulmanes, que estaban navegando por el Estrecho para traer refuerzos, al verla, se dieron, inmediatamente,  la vuelta hacia los puertos de donde habían partido.
Aunque, a primera vista, se podría pensar que esta victoria llenaría de júbilo a Alfonso X, la cosa no fue así. Este acontecimiento fue el comienzo de las malas relaciones entre el rey y su hijo. Todo ello se basaba en una diferente interpretación de la Ley.
Por una parte, el Derecho que siempre había estado vigente en Castilla, indicaba que, a la muerte del heredero, los derechos pasarían al siguiente hijo varón.
Sin embargo, en el nuevo Código de las Siete Partidas, que acababa de promulgar Alfonso X y que se basaba en el Derecho Romano, la sucesión debería recaer en el primogénito de los dos hijos de  Fernando.

Así, Alfonso X, se encontró atacado a la vez por dos “frentes”. Por una parte, vería que Sancho podría ser un buen heredero y se lo había ganado a pulso en sus luchas contra los musulmanes.
Por otro lado, Fernando había estado casado con Blanca, hija de San Luis IX, rey de Francia. Su sucesor, el rey francés Felipe III, que era tío de esos dos jóvenes, le presionó para que nombrara sucesor al mayor de ellos.
De todas formas, parece ser que las relaciones entre Fernando y Sancho no deberían de ser muy buenas, pues, cuando fue elegido heredero, nombró caballeros a sus otros hermanos, menos a Sancho, que se negó a ser nombrado por Fernando.
Me da la impresión de que su padre veía justo que le sucediera Sancho. Sin embargo, para aplacar estas presiones, intentó crear un reino en Jaén, al objeto de cedérselo al hijo mayor de Fernando. Evidentemente, esto no fue del agrado de Sancho y ahí comenzó el enfrentamiento entre ambos.
La mayoría de los nobles a los que nunca les había gustado la forma de reinar de Alfonso, como ya mencioné en otro de mis artículos, se alinearon en el bando de Sancho. Así que al rey sólo le quedaron tres ciudades: Murcia, Badajoz y Sevilla. En esta última murió en 1284.
A la muerte de Alfonso X, su hijo, Sancho, que se hallaba en Ávila, fue a Toledo, para ser proclamado nuevo rey.
Tras este acto, se dio por concluida  la guerra civil. No obstante, todavía le quedaban algunos que se le opusieron. Uno de ellos fue su propio hermano Juan, que solicitaba que se cumpliera la voluntad de su padre, el cual le dejaba, en su testamento, las ciudades de Sevilla y Badajoz. Obviamente, Sancho no hizo ningún caso a esta petición.
También tuvo la oposición de los infantes de la Cerda, ahora protegidos por el rey Alfonso III de Aragón, el cual, en 1288, nada menos que proclamó, en Jaca, a Fernando, el mayor de los infantes, como nuevo rey de Castilla y León.
Se puede decir que la forma de gobierno de Sancho siempre fue muy expeditiva. Incluso, algunos de sus biógrafos dicen que no estaba en su sano juicio.
Por una parte, detuvo a su hermano Juan, que se había aliado con Lope Díaz III de Haro. Al primero lo encarceló, mientras que al segundo lo mandó ejecutar.
Aparte de ello, ordenó una gran represión en las ciudades que habían apoyado a su padre. Esto produjo varios millares de muertos.
De todas formas, creo que debo parar un momento, para aclarar lo ocurrido con Lope Díaz III de Haro. Este noble estaba casado con una hermana de María de Molina. Así que el rey lo nombró para ejercer la privanza en la Corte. Una especie de valido.
Parece ser que Lope acumuló un poder inmenso, pues era una persona con una gran ambición. Incluso, intentó enemistar a los reyes para que Sancho IV se divorciara y se casara con una de sus sobrinas.
Para mayor escándalo, arrendó el cobro de los impuestos del reino a un tipo que era judío y catalán. Incluso, le permitió acuñar monedas de oro y eso no le gustó a nadie.
También las relaciones con Francia fueron objeto de muchas discusiones entre el rey, el infante Juan y Lope. Parece ser que ellos no querían firmar un tratado con Francia, porque así volverían los miembros de la importante familia Lara y les quitarían su puesto en la Corte.
No obstante, el rey, siguiendo el consejo de su esposa, se dispuso a firmar un tratado con Francia. Eso no les gustó nada a los otros dos y empezaron a montar una revuelta contra el monarca.
Por fin, el rey, les citó a ambos en una ciudad para discutir este importante tema. Allí, les expuso sus razones y, ante la enérgica oposición de los otros dos, mandó que los prendieran.
En ese momento, Lope, sacó su puñal y se lanzó contra Sancho. Uno de los guardias reales lo vio y con un golpe de su espada, le cortó de un tajo la mano donde portaba el puñal. Inmediatamente, fue apresado y el propio monarca, que estaba encolerizado,  lo atravesó con su espada, muriendo instantáneamente.
Luego, se volvió hacia uno de los caballeros que acompañaban a Lope y le acusó de haber asolado un territorio real. A éste también lo mató con su espada.
No llegó a matar a su hermano Juan, porque, en ese momento, entró María y le contuvo en su furia. Algo bastante complicado, porque el monarca medía unos 2 metros. Este dato se comprobó al abrir su sepultura.
Unos años antes de haber sido proclamado  rey, nuestro personaje, se había casado con una mujer que ha pasado a la Historia con el nombre de María de Molina.
Entre ellos existía un claro parentesco, pues su padre era hermano de Fernando III el Santo, o sea, que también era tío abuelo de Sancho. Por ello,  concretamente, María, era tía de Sancho.
Este hecho, encendió las alarmas en Roma y, por ello, el Papa, negó continuamente la validez de ese matrimonio a pesar de los ruegos de ambos contrayentes. Hasta el mismo Alfonso X se opuso al mismo. También era urgente que fuera legitimado este matrimonio, porque, en 1285, tuvieron a su primer hijo varón, Fernando.
Posteriormente, en 1301, María llegaría a verlo reconocido, previo pago de una bula pontificia, a pesar de que Sancho había muerto varios años antes.
En 1291, la muerte de Alfonso III de Aragón hizo que su sucesor, Jaime II, cambiara totalmente la política de su reino hacia Castilla. Por ese motivo, ambos monarcas firmaron el tratado de Monteagudo. Mediante el cual, Aragón, apoyaría con su Armada a Castilla en la conquista de Tarifa y, además, Jaime II se casaría con una hija de Sancho IV.
Este acuerdo también dio lugar a que Aragón dejara de proteger, como había hecho hasta entonces,  a los infantes de la Cerda.
Desgraciadamente, esa boda entre el rey de Aragón e Isabel, hija de Sancho IV, nunca fue aprobada por el Papa Nicolás IV. Así que, como nunca fue consumada, porque, en esa fecha, la novia sólo tenía 8 años, tras la muerte de Sancho IV, esa boda fue anulada y la niña volvió con sus padres a Castilla. Posteriormente, se casó con Juan III duque de Bretaña.
Sancho quiso ser magnánimo con su hermano Juan y lo puso en libertad. Sin embargo, éste hizo un trato con los moros, por el que los benimerines volvieron a invadir algunos territorios castellanos. Parece ser que también les había llamado el rey moro de Granada.
No hay que olvidar que Juan estaba casado con una hija de Lope Díaz de Haro, antiguo privado y luego enemigo de Sancho.
Así, en 1294, se dio el célebre episodio de Guzmán el Bueno, que impidió la rendición de Tarifa. Lo narraré brevemente, para el que no conozca este hecho. En su avance,  los moros habían capturado al hijo de Guzmán, señor feudal de esa ciudad,  y le dijeron que, si no
rendía la fortaleza, matarían a su hijo. Él no aceptó el chantaje y, negándose a rendir esa plaza, lanzó, desde las almenas, su propio cuchillo a los moros, para que dieran muerte a su hijo y, según parece, eso fue lo que hicieron.
De esa manera, fracasaron, porque Guzmán pudo aguantar el asedio hasta que llegó la escuadra castellana, y tuvieron que volver a sus bases en el norte de África. Previamente, tuvieron que firmar el acuerdo de Peñacerrada, por el que tuvieron que pagar indemnizaciones por los daños cometidos en la península.
A partir de ahí, los reyes cristianos tuvieron muy bien vigilado el Estrecho, pues era el camino idóneo por el  que los musulmanes recibían rápidamente refuerzos, procedentes del norte de África.
En su obsesión porque el Papa reconociera su matrimonio, envió al abad Gómez García a hablar con el rey de Francia a fin de influir sobre el Pontífice, que tenía buenas relaciones con el monarca francés, porque eran de la misma nacionalidad,  y también para que dejara de apoyar a los infantes de la Cerda.
Parece ser que el famoso rey francés Felipe IV el Hermoso no atendió a esa solicitud, sino que le hizo una contrapropuesta al abad. Esta consistía en que Sancho debería divorciarse de María y casarse con una de las hermanas de ese monarca. Así que el abad no consiguió nada positivo y se volvió a Castilla. Sin embargo, no quiso comentarle la contrapropuesta del rey francés a Sancho.
Se cuenta que Sancho se enteró por otra persona de la respuesta del rey francés. Así que montó en cólera, como era habitual en él,  y ordenó al arzobispo de Toledo que prendiera al abad, lo juzgara, por malversación de caudales públicos, y lo encerrara de por vida.
Parece ser que también se mosqueó, cuando se enteró de que el rey francés le había insinuado al abad, que, si conseguía que Sancho se casara con una de sus hermanas, él influiría en el Papa para que fuera nombrado arzobispo de Santiago de Compostela. Evidentemente, esto tampoco se lo había contado el abad al rey Sancho.
Una de las ilusiones del monarca hubiera sido llegar a dominar la difícil plaza de Algeciras. Sin embargo, la tuberculosis que llevaba tiempo padeciendo, lo estaba matando poco a poco y nunca pudo conseguir ese objetivo.
Así que, como ya se encontraba muy enfermo, se hizo llevar, tumbado en una camilla desde Alcalá de Henares hasta Toledo.
Antes de morir, dictó testamento. En él, encomendaba la regencia del reino a su esposa, María de Molina, y hacía jurar a Juan Núñez de Lara que se haría cargo del heredero, Fernando, que por entonces sólo tenía 9 años, “hasta que le saliera barba”.
En abril de 1295, murió este monarca, con sólo 37 años. Siendo enterrado en la catedral de Toledo.

4 comentarios:

  1. Ya nos habías dejado con esta inquietud después de Alfonso X, era esperado este articulo. Gracias

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    1. No te preocupes, porque tengo muchos más artículos pendientes de publicación.
      Muchas gracias por tu comentario y saludos.

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  2. Este es un claro ejemplo que por encima de la ley (ley de la primogenitura para la sucesión) se impone la voluntad (la ley del mas capaz). Bueno, con ciertas ayudas.

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    1. La verdad es que a mi eso de que un chico tan joven se pudiera morir tan de repente, como lo hizo el infante Fernando de la Cerda, es algo que me huele muy raro. No sé si su ambicioso hermano, Sancho, tendría algo que ver en este asunto.
      La verdad es que sus hijos eran los herederos, según la costumbre de la monarquía castellana, porque Alfonso X, a pesar de haber ordenado que se compilaran las Partidas, nunca las promulgó. Sólo estuvieron vigentes a partir de Alfonso XI.
      Muchas gracias por tu comentario y saludos.

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