No sé si vosotros os habréis
hecho alguna vez la pregunta de cómo fue posible que una sociedad tan cerrada y
tan atrasada, como era la de la etapa Medieval, de pronto, empezara a funcionar
de otra manera y diera lugar a lo que se ha llamado el Renacimiento.
Se sabe, por las crónicas de esa
época, que, durante el siglo XV y parte del XVI, se llegaron a congelar varios
ríos y hasta el puerto de Valencia.
También se dice que esto provocó
muchos desplazamientos de personas, huyendo de la peste, y que, los
supervivientes, al haber escasez de mano de obra, empezaron a cobrar mucho más
por su trabajo.
De esa manera, algunas familias
formaron sus grandes capitales, como el caso de los famosos Médicis, en
Florencia.
Por si no lo sabíais, la Iglesia,
no solía utilizar los antiguos templos romanos, porque solían ser muy pequeños
para realizar las misas. Ya que esos templos eran sólo la casa de sus dioses y los antiguos
romanos no celebraban las ceremonias dentro del recinto, sino en la puerta. Así que
la mayoría de esos templos no fueron aprovechados para el culto cristiano,
salvo el caso de los grandes. Como ocurrió con el Partenón de Atenas.
En aquella época, disponer en una
de esas cortes a un Leonardo, un Miguel Ángel o cualquier otro artista era todo
un lujo y, a veces, como parte de las relaciones entre esos Estados de la
actual Italia, se cedían temporalmente sus respectivos artistas, para que
trabajaran en otra corte. Era una forma de dar prestigio a su Estado.
Así que ahora os voy a narrar la
historia de un Concilio, que se suele pasar por alto, pero que a mí me parece
que también influyó en el origen del Renacimiento.
Eso se consiguió en 1417, cuando,
durante este concilio, se nombró nuevo Papa a Martín V, el cual consiguió
terminar con esta situación a la que se llamó el Cisma de Occidente.
No obstante, dentro de la Iglesia
seguía habiendo dos corrientes de opinión. Por una parte, unos pensaban que el
Papa debía comportarse como un monarca absoluto, sin tener que depender de
nadie.
En 1422 tuvo lugar un concilio en
Siena, pero no se llegaron a decidir
grandes acuerdos para reformar la Iglesia.
El siguiente concilio fue
convocado en 1431 en Basilea. A éste no pudo asistir Martín V, pues murió unos
meses antes de que comenzara. Lo inauguró su sucesor, Eugenio IV.
Para empezar, el nuevo Papa se
encontró con el problema del conciliarismo y con un ambiente hostil.
Así que disolvió ese concilio y lo mandó a Ferrara. Algunos de los reunidos en Basilea
no se dieron por aludidos y siguieron allí. Mientras que la mayoría de ellos se
trasladaron a la nueva sede.
Es posible que, como estas cosas
tardan mucho en debatirse, las ciudades
donde se celebró este evento, fueran enviando a los participantes a otra, ya
que generarían muchos gastos.
El concilio se había iniciado en
1431, en Basilea. En 1438, se trasladó a Ferrara. Al año siguiente, le tocó el
turno a Florencia, pues se había declarado un brote de peste en la anterior
sede. En 1443, se fueron a Roma, ya hasta el final, que fue dos años más tarde.
Los representantes de las
Iglesias ortodoxas de Oriente, presididas por el emperador bizantino, Juan VIII
Paleólogo, acudieron a la sede de Ferrara.
En esa reunión se consiguieron
verdaderos avances en aras de una posible reunificación de las dos Iglesias. Algo
realmente inaudito, pocos años antes.
Increíblemente, los
representantes de las dos iglesias aceptaron el origen del Espíritu Santo, un
tema que siempre había causado fricción entre las dos partes.
Aparte de ello, se dejó que cada
Iglesia siguiera sus tradiciones a la hora de la Comunión. Se aceptó el hecho
del Purgatorio y, lo más importante, el poder del Papa sobre toda la Iglesia.
Ya en Ferrara, en 1439, se firmaron
los acuerdos con la Iglesia Griega y la Armenia. En 1443, con los jacobitas y
en 1445, con los nestorianos.
Uno de ellos fue el patriarca
latino en Constantinopla, Basilio Besarión, que fue uno de los personajes más
importantes de ese gran evento. De hecho, fue uno de los redactores, junto al gran
humanista Ambrosio Traversario, del
Decreto por el que se reconocía el final del Cisma de Oriente.
En Venecia, todavía se recuerda a
Bessarion, por la donación de buena parte de su espléndida colección de libros
antiguos a la Biblioteca Marciana de esa ciudad.
También tradujo varias obras de
Aristóteles y de Platón, sintiendo predilección por la filosofía de este último
y dándola a conocer en Occidente, pues aquí se le daba más importancia al
primero.
Incluso, se permitió afirmar que
muchos gobernantes podrían organizar mejor sus Estados si siguieran los
consejos que escribió Platón en su obra “La República”.
Fundó la Academia Platónica
Florentina, bajo el mecenazgo de Cosme de Médicis, que no se perdía una clase
de este filósofo.
Allí convergieron personajes muy
importantes, pero no voy a extenderme para no hacer demasiado largo este
artículo. Lo dejo para otro posterior.
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