Esta vez traigo al blog a un
personaje bastante extraño, encuadrado dentro de la famosa Revolución Francesa.
Siempre se ha dicho que una de las
habilidades que debe tener todo buen político es saber analizar el momento en
que vive.
Es muy posible que este hombre no
se diera cuenta de algo que vemos como obvio, desde la perspectiva del momento
actual. La Revolución Francesa la crearon ciertos círculos burgueses, que se empeñaron
en llegar al poder, al precio que fuera. Pues, según ellos, aportaban tanto o
más que los nobles y deberían tener los mismos derechos que aquellos.
Para ello, no se les ocurrió en
ningún momento establecer un Estado democrático, sino uno a su medida, donde un
estamento social, concretamente, la burguesía, pudiera ascender hasta los
puestos más altos del Estado. Sin preocuparse de lo que le pasara al resto de
la sociedad.
De momento, no voy a enrollarme más
y seguiré al final de este artículo, con mis conclusiones sobre este personaje.
François Noël Babeuf, también conocido
como Gracchus, nació en 1760 en el pueblo de Saint Quentin, cerca de la
frontera francesa con la actual Bélgica.
Precisamente, al lado de ese
pueblo se libró, en 1557, la célebre batalla donde Felipe II de España venció a
las tropas francesas y, para conmemorar esa victoria, mandó edificar el famoso
Monasterio del Escorial.
Nuestro personaje nació en el
seno de una familia modesta. Su padre era recaudador de
contribuciones y su madre había sido criada.
contribuciones y su madre había sido criada.
Parece ser que a su padre le
había costado bastante encontrar un puesto de trabajo, pues, en
1738, había desertado, del Ejército francés y tuvo que vivir en el exilio hasta 1755, cuando fue
amnistiado y pudo regresar. Por ello, a la vuelta, nadie quería darle un
trabajo.
Nuestro personaje, empezó trabajando junto a su padre, en su
región de Picardía, y luego fue archivero de las escrituras sobre posesiones
feudales. Allí pudo comprobar las injusticias que se estaban realizando con los
campesinos, pues los nobles les estaban usurpando grandes cantidades de terrenos,
que siempre habían sido comunales.
Parece ser que en su juventud
leyó a Rousseau y a Mably. Así, no es de extrañar que, muy pronto, se mostrara
partidario de eliminar las desigualdades sociales del Antiguo Régimen y hasta
de eliminar por completo la propiedad privada. Con lo cual, ya sobrepasaba los
ideales de estos dos autores.
Sin embargo, sí que fue
partidario de la revolución, como forma de abolir por completo la esclavitud,
los impuestos indirectos y el derecho hereditario.
En 1789, publicó su obra
“Discurso preliminar al Catastro Perpetuo”, donde proponía que se aprobara una nueva
ley agraria por la que el campesino disfrutara de su tierra, mientras viviera,
y, a su muerte, fuera devuelta a la propiedad comunal, para ser repartida nuevamente.
Tras la llegada de la Revolución,
se alineó junto a los jacobinos y los sans-culottes, que defendían que el fin
de la misma tenía que ser “la dicha común”.
Sin embargo, él fue más allá,
pues, mientras sus socios, defendían la limitación de la propiedad en manos de una
sola persona, él ya propuso la eliminación de la propiedad privada,
sustituyéndola por una comunal, llamada “comunidad de bienes y trabajos”.
También se opuso a los impuestos
indirectos, por tener un carácter indiscriminado, y al sufragio censitario, o
sea, la capacidad de poder votar, si tenías una determinada renta.
Algunos especialistas afirman que
esta obra fue la primera donde se publicó la ideología del comunismo.
Entre 1790 y 1794, fue
encarcelado en diversas ocasiones, acusado de ser un agitador social. Es
curioso que, en esa época, acusaran a alguien de ser un agitador social, cuando
todos los que detentaban el poder habían llegado hasta ahí por haberlo sido
antes que él.
Hizo buenas migas con el
revolucionario Marat, el que fue asesinado mientras tomaba un baño. Sin embargo,
nunca se llevó bien con Robespierre y sus amigos. La amistad con el primero le
sirvió para que le sacaran en varias ocasiones de la cárcel.
Lo cierto es que se mostró
púbicamente en contra del pago de indemnizaciones a los antiguos señores
feudales, por haberles confiscado sus propiedades y repartirlas entre el
pueblo. Quizás, estas ideas las calificaron las nuevas autoridades como demasiado revolucionarias.
pueblo. Quizás, estas ideas las calificaron las nuevas autoridades como demasiado revolucionarias.
En 1795, se radicaliza aún más.
En su nuevo periódico “Le Tribun du Peuple”, que tiene una buena tirada, ya
defiende que la sociedad ha de organizarse hacia un trabajo de todos en común y
que debe de llegarse a ello por cualquier medio. Incluso, empleando la
violencia y la dictadura.
Evidentemente, el gobierno no
toleró que se pudieran expandir esas ideas y, por ello, fue de nuevo, encarcelado
durante varios meses.
Parece ser que la verdadera razón
de este encarcelamiento se debió a que nuestro personaje se opuso a una nueva
medida del Gobierno, consistente en que, en plena crisis económica, se
liberalizara el precio de los alimentos en París y la gente pasara mucha
hambre.
Debido a la escasez en las
provincias, muchas miles de personas se habían ido asentando en París y el
Gobierno temía que Babeuf soliviantara a las masas y se volvieran
descontroladas. Sin embargo, los famosos sans-culottes, a pesar de ser los
revolucionarios más radicales, nunca apoyaron las ideas de nuestro personaje.
Utilizaba este periódico, donde
ya firmaba como Gracchus, como una especie de púlpito, desde donde le daba
igual meterse con los jacobinos, como con el propio Gobierno.
Es casi seguro que utilizara el
seudónimo de Gracchus y denominara a su periódico el tribuno del pueblo, por su
gran afición al estudio de la República de Roma. Siempre lo consideró como un período
histórico ejemplar. Ese sería su tributo a los famosos hermanos Graco.
A causa de ello, fue apartado de
todo cargo público y ya se refugió en el llamado “Club del Panteón”, denominado
así porque se reunían en una zona cercana a ese monumento.
Este club está formado por gentes
que la marcha de la propia
Revolución había ido dejando por el
camino. Incluso, se citaban allí antiguos miembros del Gobierno durante la época
del Terror, como el ex fiscal Darthé.
Todos ellos desean que la
Revolución tome un decidido giro a la izquierda y allí es donde nuestro personaje
triunfa con sus incendiarios discursos.
En febrero de 1796, el joven
general Bonaparte, como miembro del Gobierno revolucionario, ordena el cierre
de este club.
Curiosamente, aunque pueda
pensarse lo contrario, en el club no deseaban codearse con la gente de la clase
humilde y, por ello, impusieron una cuota mensual un poco cara. Lo suficiente
para que los pobres no pudieran pagarla. La verdad es que me recuerda mucho
aquello de “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
Realmente, él propugnaba que se
pudiera distribuir la riqueza a todo el país, mediante un sistema igualitario.
Según él, la sociedad se dividiría
entre agentes de producción, que llevarían sus productos a una especie de almacenes
centrales, y agentes de distribución,
que los repartirían por todo el país.
Ponía como ejemplo el hecho de
que en 1793, cuando él estaba al frente de la administración de los víveres de
la Comuna de París, se logró equipar y enviar, constantemente, suministros a
los 200.000 hombres que estaban en el frente defendiendo el país contra los
enemigos de la Revolución.
A finales de 1795, publicó en su
periódico el llamado Manifiesto de los Iguales. Escrito por Maréchal y él
mismo. Una especie de programa político para lograr llegar a esa sociedad
igualitaria.
Dado que les habían clausurado el
club, pasaron a la clandestinidad y, en marzo de 1796, se creó el llamado Comité
de Insurrectos, en el que figuraban, entre otros, Babeuf, Buonarroti, Maréchal
y Agustin Darthé. Precisamente, a Buonarroti lo había conocido el año anterior
en la prisión.
El objetivo de esta conspiración
era derrocar al Directorio y poner en vigor la Constitución de 1793, que era
más democrática, para abrir el camino hacia el Igualitarismo. Parece ser que no
confiaban en conseguir llegar a ese
estado mediante las urnas.
De esa manera, pusieron en marcha
toda una organización de tipo clandestino en los distritos de París y hasta en
el propio Ejército. La fecha fijada para ese levantamiento era el 11/05/1796 y
pretendían que se les unieran otros grupos de descontentos.
Parece ser que, a finales de
abril, uno de los implicados en ese complot, lo denunció a las autoridades.
La Policía detuvo a mediados de
mayo a toda la cúpula de la organización, junto con la confiscación de todos
los archivos de la misma.
En agosto de 1796, los seguidores
de ese club organizaron una revuelta a fin de intentar liberar a estos presos,
sin embargo, fueron fácilmente dominados por el Ejército.
En febrero de 1797, comenzó el
juicio contra los implicados en ese complot. El proceso fue muy largo y ya en
mayo de ese año los cabecillas fueron condenados a muerte.
Babeuf y Darthé intentaron
suicidarse, sin embargo, fracasaron y fueron llevados al cadalso en un estado lamentable . Ambos fueron ejecutados el 27/05/1797. Según parece, sus últimas
palabras fueron: “¡Pueblo! ¡Despiértate en la esperanza!”
Los expertos consideran que, tras
este complot, la ideología del comunismo había pasado de ser solamente una idea
filosófica a toda una fuerza dentro de la política. Incluso, algunos han dicho
que su labor fue el primer intento de llevar la Revolución Francesa de 1789
hacia una última conclusión lógica. Como
ya he dicho al principio, esa revolución no fue, precisamente, diseñada para
eso.
El propio Babeuf se dio cuenta de
que había sido todo un precursor de una nueva ideología, que luego se llamó el
Babuvismo y, más tarde, el Comunismo. Así que pidió que recogieran y archivaran
todos sus escritos, para publicarlos cuando la sociedad estuviera más madura.
Evidentemente, él no tuvo ocasión
de seguir publicando nuevos escritos. Sin embargo, Filippo Buonarroti, que fue uno
de los miembros de ese club, que pudo escapar de la guillotina, en 1828,
publicó en Bruselas “Conspiración para la Igualdad, llamada de Babeuf”.
Gracias a esta obra se pudo
conocer a fondo la ideología de nuestro personaje y también tuvo mucha influencia
sobre los revolucionarios de mediados del siglo XIX.
Los mismos Marx y Engels
afirmaron que Babeuf fue un precursor en la futura lucha del “proletariado
revolucionario”. Se podría decir que fue el primero que divulgó, de forma
intuitiva, la posterior teoría marxista
de la lucha de clases.
La misma Rosa Luxemburgo siempre
se declaró admiradora de nuestro personaje. Una de sus frases favoritas era:
“La naturaleza nos ha dotado de un derecho igual para el disfrute de todos los
bienes, el fin de la sociedad es defender esa igualdad atacada frecuentemente
por el fuerte y el malo, y así aumentar de forma colectiva los disfrutes
comunes”.
Precisamente, en “El Manifiesto
de los Iguales”, se podía leer: “La revolución francesa es sólo la precursora de
una revolución mucho más grande, mucho más solemne y que será la última”.
En otro de sus párrafos se puede
leer: “Mucho menos de un millón de individuos, y durante demasiado tiempo, ha
dispuesto de lo que corresponde a más de veinte millones de sus semejantes, de
sus iguales”.
Por fin, en sus últimos párrafos
se puede leer: “La organización de la igualdad real, la única que responde a
todas las necesidades, sin provocar víctimas, sin que cueste grandes
sacrificios, puede que, de entrada, no le guste a todo el mundo”.
“El egoísta, el ambicioso,
temblará de rabia. Los que poseen injustamente clamarán que es injusticia. Los
goces exclusivos, los placeres solitarios, los acomodos personales provocarán
fuerte rechazo a algunos individuos hastiados de los sufrimientos ajenos. Los
amantes del poder absoluto, los viles secuaces de la autoridad arbitraria
replegarán con pena sus orgullosas cabezas bajo el nivel de la igualdad real.
Su corta visión penetrará con dificultad en la próxima llegada de una felicidad
común, pero ¿qué pueden algunos millares de descontentos contra una masa de
hombres, todos ellos felices y sorprendidos de haber buscado tanto tiempo una
felicidad que tenían al alcance de la mano?”
“Inmediatamente después de esta
verdadera revolución, se dirán extrañados: ¡qué cosa! ¿La felicidad común
dependía de tan poco? No teníamos más que quererla. ¡Por qué no la habremos
querido antes! Sin duda, con un sólo hombre en la tierra que sea más rico, más
poderoso que sus semejantes, que sus iguales, el equilibrio se rompe; el crimen
y la desdicha se hacen presentes.”
En fin, como habréis podido ver,
se trata de un personaje que parecía salido del túnel del tiempo y que apareció
en una época que no le correspondía.
Seguramente, por eso mismo, lo
ejecutaron sin pensárselo dos veces, para que su ideología no calara enseguida
en esas incipientes masas proletarias, que habían conseguido lo que llevaba
muchos años ansiando la burguesía, pero sin darles nada a cambio.
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