A pesar de que las guerras son
terribles, si se busca un poco más a fondo, a veces, se pueden encontrar cosas
más o menos graciosas. Esta que voy a contar es una de ellas. A ver si así
consigo levantarle el ánimo a más de uno, porque, aunque estemos en Navidad,
veo a la gente muy decaída.
Corría el año 1942. Una buena
parte de Francia continuaba ocupada por las tropas alemanas, cuyas fuerzas
aéreas se enfrentaban diariamente, desde sus bases en el país galo, con los
pilotos de la RAF.
A mediados de ese año, les había
llegado un nuevo aparato a las unidades alemanas de caza. Se trataba del
Focke-Wulf 190, un modelo mucho más avanzado que los de los británicos y, por
ello, estaban sufriendo continuas derrotas en los combates aéreos.
Incluso, al Alto Mando británico,
se le llegó a pasar por la cabeza la idea de hacer una operación de comando, a
fin de hacerse con uno de ellos, en una de sus bases francesas, y llevarlo
hasta el Reino Unido, a fin de estudiarlo a fondo.
Algunos autores dicen que sí
existió ese plan y que le habían encargado esa misión al capitán Phillip
Pinckney del cuerpo de operaciones especiales, el cual iba a llevar entre sus
hombres al piloto Jeffrey Quill, a fin de volar con ese avión rumbo al Reino
Unido.
Nuestro personaje de hoy se
llamaba Armin Faber y, por aquella época, era un teniente de la Luftwaffe, la
fuerza aérea alemana.
Estaba destinado en una unidad de
caza que se hizo muy famosa durante la II GM, la Jagdgeschwader 2 (JG2), que se
formó en honor del famoso Barón Rojo (von Richthofen), un gran as de la I GM.
Evidentemente, esta unidad había participado
en la conocida como Batalla de Inglaterra, aunque lo hizo solamente de una
manera defensiva, pues los cazas no bombardeaban ni combatían sobre territorio
británico, dada su escasa autonomía de vuelo.
No obstante, participaron en
muchos combates contra los aparatos de los aliados y lograron salir victoriosos
en muchos de ellos, gracias a la calidad de sus pilotos y de sus aparatos.
Nuestro personaje, que ya era un joven
veterano de guerra, estaba destinado en la base de Morlaix, una localidad
costera de la Bretaña francesa.
Como tenía muchos deseos de
conocer las características del nuevo aparato, que aún no había llegado a su
escuadrón, le permitieron volar en una misión con el VII Grupo de Caza, que ya
lo estaba utilizando.
El 23 de junio de ese año, una
vez en vuelo, su grupo de aviones de caza, al mando del as de la aviación, Egon
Mayer, se encontró con otro grupo de aviones aliados, formado por 6 bombarderos
Boston, que venían de bombardear Alemania, escoltados por 3 escuadrones de la
RAF. Esos 3 escuadrones estaban formados por aviones de caza, pilotados por
aviadores checos.
A nuestro personaje se le vino
encima uno de esos famosos Spitfire británicos. Tuvo que hacer varias maniobras
en el aire, pero, al final, lo derribó.
Parece ser que el piloto checo
consiguió saltar sobre territorio británico y sólo sufrió heridas leves.
Incluso, el propio Faber voló varias veces alrededor del paracaídas del piloto
checo y le saludó desde su avión.
Lógicamente, Armin, debía de
estar muy contento y deseando contar a sus compañeros su experiencia con el
nuevo modelo, que acababa de pilotar y con el que había conseguido ese derribo.
Precisamente, antes de despegar,
su jefe, le había dado una copia de la orden enviada por el mariscal del Aire,
Goering, donde les ordenaba a todos los pilotos no cruzar el Canal de la Mancha
con ese nuevo modelo, para que no cayera en manos del enemigo.
Puede ser que, después de dar
muchas vueltas hasta derribar al avión británico, se despistara y no supiera exactamente
dónde estaba.Lo cierto es que decidió volar hacia el norte, para regresar a su base, que, realmente, se encontraba al sur de su posición. Parece ser que confundió el Canal de Bristol con el Canal de la Mancha o Canal Inglés, como le llaman los británicos.
Confundiendo el territorio británico con el francés, fue a aterrizar en la primera base que se encontró. Lo malo es que, muy a su pesar, no era una base alemana, sino la británica de Pembrey, que se hallaba al sur de Gales.
Los observadores británicos se
quedaron boquiabiertos, cuando el piloto alemán, incluso, se permitió mover las
alas, en señal de victoria, y luego aterrizar como si tal cosa.
Uno de los militares británicos, que
estaba contemplando este espectáculo, el sargento Jeffreys, no se lo pensó
mucho y, cuando el aparato se paró, saltó sobre él y encañonó con su pistola al
piloto alemán, que se quedó estupefacto.
Posteriormente, se le hizo
prisionero de guerra y el capitán David Atcherley le trasladó a su base de Fairwood
Common, para interrogarle.
Sin embargo, su avión siguió otro
camino. Como ese modelo era muy apreciado por los británicos, se le desmontó en
parte a fin de trasladarlo en un camión a la base de Farnborough, donde se
probaban los nuevos modelos.
Se le pintó de otro color y se le
colocaron los indicativos británicos, para que, en una de esas pruebas, no
fuera derribado por los aviones aliados.
Allí, los aliados, pudieron
comprobar las cualidades de este modelo y encontrar los puntos fuertes y
débiles del mismo.
Al cabo de unos días, se le
volvió a trasladar. Esta vez, su destino era la Unidad de Desarrollo de Combate
en el Aire, sita en Duxford, muy cerca de Cambridge.
Allí pudieron realizar
simulaciones de combate entre este aparato y el nuevo modelo de Spitfire, a fin
de poder mejorarlo y conseguir derrotar en el aire a los pilotos alemanes.
Se le hicieron innumerables
pruebas hasta que, ya en septiembre de 1943, le pusieron fuera de servicio y lo
desguazaron.
Mientras tanto, nuestro personaje
se hallaba prisionero en tierras canadienses. Esta era una táctica muy usada tanto
por los aliados como por el Eje. Había que encerrar a los pilotos que cayeran
prisioneros en sitios muy alejados de su país, para que les fuera casi
imposible regresar. Ya que, durante la II GM, se fabricaron ingentes cantidades
de aviones, pero siempre hubo mucha escasez de pilotos. Aparte de que se tarda
mucho menos en fabricar un avión, que en formar a un piloto de combate.
Allí permaneció bastante tiempo, Faber,
hasta que, tras engañar a sus vigilantes, diciendo que padecía crisis de
epilepsia, logró que lo dejaran en libertad y consiguió volver a su país, donde
siguió volando hasta el final de la guerra.
En la actualidad, una parte de
ese FW-190 se halla expuesto en el museo Shoreham, situado en el condado de
Kent, en el Reino Unido, y especializado en temas aeronáuticos.
Desde agosto de 1991, también se
pueden ver allí algunos restos del aparato derribado por Faber y que estaba pilotado
por el militar checo.
A finales de septiembre del mismo
año, el propio Armin Faber realizó una visita a este museo y les donó su daga
de oficial y su insignia de piloto, para ser expuestos junto a los restos de su
aeronave.
Espero que os haya gustado esta divertida
historia y de paso os deseo a todos
¡¡UNA FELIZ NAVIDAD 2015!!
TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES
Interesante historia. Felicitaciones
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario. Le animo a leer otros de los muchos artículos de mi blog.
EliminarSaludos.