sábado, 28 de noviembre de 2015

EL CICLISTA GINO BARTALI, UN HÉROE ANÓNIMO



Muchas veces, aunque tengamos plena conciencia de que alguien lo está pasando mal, por desidia o, quizás, por falta de solidaridad, solemos decir que ya lo arreglará otro y así nos va, porque vivimos cada uno de espaldas a los demás.
Sin embargo, siempre ha habido gente que no le ha importado enfrentarse a esa realidad, aunque tuviera que poner en peligro su vida, como es el caso de nuestro personaje de hoy.
Con esto, quiero decir que, si todos pusiéramos algo de nuestra parte, aunque sólo fuera un granito de arena, las cosas podrían cambiar y hacer de éste un mundo mejor para todos. Es lo que suelen hacer, por ejemplo, la gente que se ocupa de los comedores para indigentes.
Evidentemente, nadie nos lo va a reconocer, porque España es el país donde viven más envidiosos por metro cuadrado, pero, si no nos importa que nadie nos lo quiera reconocer, pues mejor todavía.
Gino Bartali nació en 1914, en un pueblecito cercano a Florencia. Su familia era muy humilde y se dedicaba a las labores campesinas.
Parece ser que a él, eso del campo no le iba nada, pero tenía que buscarse un trabajo para ayudar en casa. Su padre le consiguió un puesto de mecánico en un taller de reparación de bicicletas.
Un día, su dueño, como estaba muy contento por el trabajo de Gino, le regaló una y le animó para que la utilizara a menudo. Así empezó su afición por el ciclismo.
Empezó entrenando por las carreteras de la zona y se fue poniendo en forma. Al principio, en su familia no estaban muy contentos con esta afición, pues necesitaba que hiciera un trabajo para ayudar en la casa. Muy pronto, cambiaron de opinión, cuando empezó a ganar premios y dinero en las primeras carreras en que participó.
En la primera carrera en que corrió no tuvo mucha suerte, pues chocó con un espectador, que se le atravesó,  y se golpeó con el asfalto, quedando inconsciente. No obstante, perseveró con esta afición.
Tampoco tuvo mucho éxito en la primera clásica Milán-San Remo en que participó. Parece ser  que iba escapado y con grandes posibilidades de ganar. Sin embargo, a la organización no le estaba haciendo ninguna gracia que la ganara un perfecto desconocido como él.
Así que, al más puro estilo italiano, se le cruzó un periodista, cuya misión era entorpecerle, para que los demás le alcanzaran y así no pudiera ganar.
No obstante, aunque parecía que se le había venido todo abajo, aún no estaba todo perdido. Entre los espectadores se hallaba un ciclista jubilado, Ebergardo Pavesi, al cual le habían encargado organizar un equipo para ganar el Giro de Italia. El equipo Legnano. Ya sabemos que los regímenes dictatoriales suelen utilizar el deporte para  hacerse propaganda.

En su primera participación en el Giro no consiguió la victoria, no obstante, ganó el título de  Campeón de Italia en ruta.
Sin embargo, al año siguiente, en 1936, sí que ganó el Giro de Italia, además de ganar 3 etapas en esa carrera. Aparte de que también consiguió la victoria en los de Lombardía y  Milán.
Como ya gobernaba en Italia Mussolini, al final de la gran carrera, le recomendaron que dedicara ese título al Duce. Sin embargo, él se negó y dedicó su triunfo a su familia y, como era muy religioso, a la Virgen María.
Este detalle no les pasó desapercibido a los fascistas, los cuales le hicieron saber que sus ideas no les gustaban.
Una semana más tarde, se produjo una gran tragedia familiar. Su hermano, Giulio, al que se hallaba muy unido, murió participando en una carrera ciclista para aficionados, que se celebraba en su región, la Toscana.
A Gino, esto le afectó muchísimo, se sintió muy abatido  y abandonó por completo la bicicleta. Así estuvo durante un tiempo, hasta que varios amigos y compañeros le convencieron para que volviera.
En 1937, volvió de nuevo a correr el Giro y lo ganó otra vez. Incluso, venció en 4 etapas del mismo.
Aparte de ello, ese  mismo año ganó el campeonato de Italia en ruta, el Giro del Piamonte, 1 etapa en el Tour de Francia y el Giro del Lazio. No pudo ganar el Tour de Francia, porque, cuando iba liderando  la prueba, sufrió una grave caída que le impidió seguir en la bicicleta. Creo que no se puede pedir más.
En 1938, volvieron sus éxitos. Ganó el Tour de Francia, además de 2 etapas y el premio de la montaña. Fue esta vez 2º en el Campeonato de Italia de ciclismo en ruta. También ganó el Giro de la provincia de Milán.
Al año siguiente, cuando estaba en su mejor forma física, desgraciadamente, comenzó la II Guerra Mundial y ya sólo pudo participar en carreras dentro de Italia. A esas alturas, era toda una leyenda en su país.
A partir de aquí su vida, como la de muchos millones de personas, dio todo un vuelco, por culpa del conflicto bélico.
Aunque el mundo estaba en guerra, él continuó con sus entrenamientos, como si la cosa no fuera con él. Lo curioso es que no fue movilizado.
Sin embargo, la realidad era muy distinta. Alguien desconocido contactó con el ciclista para que colaborara con la organización judía Delasem, la cual estaba liderada por el industrial judío Giorgio Nissim, y con la que colaboraban varios miembros del clero católico.
Esta organización se dedicaba a intentar salvar a los miles de judíos italianos y de otras nacionalidades, que habían ido a parar a Italia, para que no fueran entregados a los nazis y acabaran en sus famosos campos de exterminio.
La idea fue muy buena. Gino Bartali era un deportista muy conocido en su país, casi se puede decir que era el ídolo de la juventud y un símbolo para los fascistas, aunque él no lo fuera.
Por ello, podía moverse por donde quisiera sin ser molestado. Incluso, durante sus entrenamientos diarios era saludado por mucha gente, que se encontraba a su paso.
Lo que las autoridades nunca supieron es que Gino hizo, durante 2 años, labores clandestinas de correo entre varias zonas de Italia.
Su trabajo consistía en llevar documentos falsificados de un lugar a otro, para entregarlos a otros miembros de esa organización y así salvar a la mayor cantidad posible de judíos. Normalmente, solía dirigirse a algunos monasterios, donde los frailes tenían escondidos a algunos judíos que huían de la persecución nazi.
El escondrijo de los documentos era casi perfecto, pues le desarmaban la
bicicleta y le metían esos documentos, enrollados, dentro de los tubos que componían el cuadro de la misma.
En aquella época, se prohibieron todo tipo de competiciones deportivas, sin embargo, con él hicieron una excepción al ser todo un héroe nacional.
Además, no se escondió en ningún momento, entrenaba con su equitación habitual, con colores llamativos, y su nombre escrito en letras grandes, para que lo pudieran leer a distancia.
Se calcula que, de ese modo, a base de hacerse unos 200 km. diarios, llevando ese peligroso cargamento, logró salvar la vida de unos 800 judíos. La mayoría de ellos, niños.
Así estuvo hasta 1944 y parece que no perdió el tiempo, pues a pesar de haber cumplido los 32 años, en 1946, ganó de nuevo el Giro de Italia, aparte de ser el líder en la montaña. También ganó ese año el Campeonato de Zúrich y quedó en 2ª posición en el Campeonato de Italia de Ciclismo en ruta.
Incluso, en 1947, ganó la Milán-San Remo, quedó 2º en el Giro de Italia, más la victoria en 2 etapas y el triunfo en la montaña. Además de la Vuelta a Suiza.
Es más, en 1948, con nada menos que 34 años, volvió a ganar el Tour de Francia, además de 7 etapas del mismo y la montaña.
En 1949, su marca no bajó mucho, a pesar de su edad, pues quedó en el 2º puesto tanto en el Giro como en el Tour de Francia.
Estos triunfos también tuvieron un gran mérito, pues por entonces ya despuntaba otro gran corredor italiano, que se hizo muy famoso, Fausto Coppi.
Entre los dos se estableció una fuerte competencia, donde siempre reinó la deportividad. Bartali era un corredor muy duro y especialista en montaña. Coppi era mucho más veloz y estaba especializado en las carreras contra reloj.
Bartali representaba a la Italia campesina y pobre, mientras que Coppi, aunque también era de origen humilde, había nacido en una rica ciudad del Piamonte.
Ambos habían ganado muchos triunfos antes de la II Guerra Mundial. Al ser Coppi unos años más joven que Gino, le alistaron y estuvo combatiendo en África, donde los británicos le hicieron prisionero, teniéndole encerrado hasta el final de la guerra.
Coppi consiguió ganar 5 veces el Giro, entre los años 1940 y 1953. Ganó dos veces el Tour de Francia, en 1949 y 1952. Resaltando que, en los años que ganó el Tour también había ganado el Giro de Italia.
Incluso, ganó su primer Tour de una forma muy curiosa, pues cayó en la primera etapa y perdió casi media hora con el líder de la general. Luego, fue achicando las distancias, hasta la victoria.
En 1942, estableció el récord de la hora y en 1953 fue Campeón del mundo de ciclismo en ruta.
No hay que olvidar que Coppi, siendo gregario de Bartali, ganó su primer Giro de Italia con sólo 20 años. Lo que no está nada mal para un  corredor que no tenía un físico que destacara mucho.
Desgraciadamente, como este deportista siempre fue muy aficionado a la caza, fue invitado a una en África. Concretamente, en Burkina Faso. Allí cayó enfermo a causa de la malaria y, como la enfermedad no fue detectada a tiempo, murió a los pocos días, con sólo 40 años.
La rivalidad entre los dos corredores les dio gran popularidad en Italia, apareciendo, por todas partes, seguidores de uno o de otro. Algo parecido a lo que ocurría antes con los toreros en España.
También se mostró esa rivalidad a un nivel religioso, pues Coppi se confesó agnóstico, mientras que Bartali, siempre fue muy católico.
Siempre fueron buenos amigos, aunque en cierto momento atravesaron períodos de enemistad.
Es muy famosa la anécdota, cuando ambos estaban subiendo el Col du Galibier, una etapa del Tour de Francia de 1952, Coppi, que ya militaba en otro equipo, se dio cuenta de que a Gino se le había acabado el agua, y le cedió su botella. Ahí se acabó esa enemistad para siempre.
Algunos autores afirman que la anécdota fue al revés, aunque ellos nunca lo quisieron aclarar, pero lo cierto es que volvieron a ser amigos.
Algunos afirman que esa enemistad podría deberse a que Fausto, que  era agnóstico, se había separado de su mujer y vivía con la esposa de un médico, el cual les acusó de adulterio.
Por ello, ella fue enviada a la cárcel y a él le retiraron el pasaporte y no pudo correr en el extranjero. La actuación de ambos fue condenada hasta por el propio Papa Pío XII, el mismo que no había censurado la actuación de los nazis, ni los fascistas durante la II GM.
Finalmente, la pareja pudo casarse en México, aunque su matrimonio nunca fue reconocido por el Estado Italiano, y tuvieron un hijo.
Unos años después,  nuestro personaje de hoy, Gino Bartali, volvió a tener un papel destacado en la historia de Italia.
En 1948, cuando estaba corriendo el Tour de Francia, se produjo un hecho muy grave. Un estudiante disparó contra Palmiro Togliatti, secretario general del PCI, dejándolo herido. Este hecho, encendió todas las alarmas, porque, tras la II GM, el PCI, había subido como la espuma y el país se encontraba en un estado lamentable, que podía acabar en una guerra civil.
La razón era que tanto USA como el Vaticano crearon un fuerte partido democristiano para impedir el acceso del PCI al poder por todas las maneras posibles.
En aquella época, en plena Guerra Fría, Washington, vetaba la entrada de los comunistas en cualquiera de los gobiernos de los países occidentales.
Como ya dije, Bartali, recibió, tras el final de una de las etapas del Tour, una llamada muy urgente. Al otro lado de la línea se hallaba Alcide de Gaspieri, presidente del Gobierno de Italia.
Le explicó la grave situación en que se hallaba su país, tras ese trágico atentado, y le pidió, desesperadamente, que intentara ganar el Tour, con el fin de unir a su país y que bajara la tensión existente.
La petición era realmente difícil. Por una parte, Bartali, ya no era el de unos años antes, pues había cumplido los 34 años. Por otra, se hallaba en la clasificación general a 20 minutos del líder de la carrera, pero le prometió que lo intentaría.
Al día siguiente, se “comió” literalmente los Alpes y se colocó el maillot amarillo, llevándolo hasta la etapa final.
La prensa italiana colaboró para rebajar la tensión, publicando grandes titulares con el éxito de este corredor y gracias a él su país siguió viviendo en paz. El mismo Giulio Andreotti elogió su labor a favor de la paz en Italia.
Sin embargo, el Tour de 1950, fue muy desagradable para los italianos, pues, cuando circulaban por el Col d’Aspin,  un grupo de aficionados franceses les insultaron y golpearon. Por esa causa, Bartali, junto con todo su equipo se retiraron en bloque, diciendo el ciclista a los periodistas que se había retirado porque “no quiero morir aquí”.
Ciertamente, Bartali, fue una persona muy especial. Su físico era mucho más atlético que el de Coppi y, además, solía fumar y tomarse una copa de vino de vez en cuando. Algo increíble hoy en día.
Tras retirarse, continuó ligado al mundo del ciclismo. Unas veces como director de equipo, otras como comentarista en la RAI o como asesor de algunas empresas relacionadas con ese deporte. Lástima que muchas veces se le recordara como el ciclista de Mussolini, aunque a él no parecía importarle, a pesar de que nunca tuvo nada que ver con los fascistas.
Se retiró a su tierra y allí siguió viviendo con su mujer y sus dos hijos. Hasta que en el año 2000 falleció a los 85 años.
Sin embargo, en 2003, cuando los hijos de Giorgio Nissim, el líder de Delasem, estuvieron buscando entre los viejos papeles de su padre, se encontraron un diario, donde había narrado con todo detalle el funcionamiento de su organización y el cometido de los que la formaban.
Ahí fue cuando el mundo descubrió el verdadero papel de Bartali en la II Guerra Mundial. Sus hijos afirmaban que su padre nunca había querido hablar de esa época. Siempre decía: “en la vida, esas cosas se hacen y basta”.
Jamás presumió por ello y casi nadie sabía lo que había hecho durante la guerra. Uno de sus frases favoritas era: “El bien se hace, no se dice. Ciertas medallas se cuelgan en el alma, no en el maillot”
Respetando su voluntad, tras su muerte se dio a conocer su gran labor a favor de la Humanidad. Una lástima que no se le pudiera realizar ningún homenaje en vida, quizás, porque él tampoco lo hubiera aceptado.
La UCI le ha colocado, muy merecidamente, en el nº 6 de su lista de los 100 mejores ciclistas de todos los tiempos.
En 2013, el Estado de Israel, al conocer su contribución en la salvación de vidas judías durante la II Guerra Mundial, le nombró, a título póstumo “Justo entre las naciones”.

jueves, 26 de noviembre de 2015

LA WERWOLF, UNA DESCONOCIDA GUERRILLA NAZI



Todos sabemos que una cosa es vencer en una guerra y otra muy diferente haber conquistado y pacificado un país.
Podemos poner como ejemplo nuestra Guerra de la Independencia, donde el mejor ejército del mundo, en ese momento, que era el de la Francia de Napoleón, no tuvo ningún problema para invadir España. Sin embargo, sus soldados nunca estuvieron seguros en ninguna parte de
nuestra geografía.
Evidentemente, los guerrilleros españoles no ganaron ellos solos la guerra, pero ayudaron mucho a los ejércitos regulares del Reino Unido, Portugal y España para poder vencer al potente ejército galo.
Se podrían dar muchos ejemplos. Recientemente, se ha dado el caso de que las tropas aliadas tuvieron algunas bajas al efectuar la invasión de Irak, en la llamada Segunda Guerra del Golfo.
Sin embargo, las tropas de ocupación sufrieron casi el triple de bajas, cuando intentaron pacificar ese país. Es normal, porque los guerrilleros no suelen vestir uniformes y, si a un soldado, que patrulla por la calle, se le cruza un hombre o una mujer vestidos de paisano, no puede saber las intenciones que tiene, hasta que se le acerquen.
Al final de la II Guerra Mundial, cuando los líderes nazis ya estaban viendo que su “imperio de los 1.000 años” se estaba “derritiendo” como la cera, intentaron movilizar a ciertos sectores de la población, para que resistiesen el avance de los aliados.
El carácter de esta nueva unidad se basaba en un discurso de Werner Naumann, secretario de Estado del Ministerio de Propaganda, cuyo titular era Goebbels.
El citado texto, cuyo título era “Capitular, ¡nunca!”,  fue leído el 23/03/1945, en Múnich y, posteriormente, publicado por este ministerio. En el texto se decía que todos y cada uno de los  alemanes debía luchar hasta la muerte.
En un principio, se creó una unidad con unos 5.000 hombres, procedentes, en su mayoría, de las SS y de las Juventudes Hitlerianas. Luego, se les unieron algunos más.
Se le dio el mando de este grupo al teniente general de las Waffen-SS, Hans Adolf Prützmann, un veterano del frente oriental. Precisamente, en ese frente estuvo estudiando la táctica de las guerrillas soviéticas en Ucrania, que tanto daño hicieron al avance de las tropas alemanas.
Durante la II Guerra Mundial, esta unidad se ocupó de realizar sabotajes, que dificultaran la logística de las unidades aliadas.
Se cree que su cuartel general estaba situado en el castillo de Hülchrath, fortaleza del siglo XIV, que está en la localidad de Erkelenz, en Baviera.
Ciertamente, no tuvieron mucho éxito, pues, hasta su propio jefe fue capturado por los británicos, en mayo de 1945,  y se suicidó tragándose una cápsula de veneno.
No obstante, antes de acabar la guerra, enterraron, según parece, bastantes explosivos y municiones para seguir con las hostilidades en la posguerra. Muchos de estos arsenales fueron encontrados por las tropas soviéticas.
Parece ser que el nombre de Werwolf (hombre-lobo) lo tomaron del título de una novela de uno de los autores favoritos de los nazis, Hermann Löns, “Der Wehrwolf”, publicada en 1910.
Esta novela estaba basada en la época de la Guerra de los 30 años (1618-1648). En ella, se narraba la historia de unos campesinos alemanes que, hartos de que los diferentes bandos de esa contienda violentaran sus familias y arruinaran sus propiedades, se unieron para
atacar por la noche a los mercenarios combatientes, utilizando para
"firmar” esos actos el mismo emblema que utilizaron los miembros
de Werwolf.
Éste era el llamado “Wolfsangel”, una especie de anzuelo, que los campesinos solían colgar de los árboles, con un cebo, para que, los lobos, al morderlo, no se pudieran soltar y murieran allí colgados.
Ya en la posguerra, lo que pretendía este grupo era aterrorizar al país y a los ocupantes aliados. Así como no dejar que llegara la ayuda internacional a Alemania.
Las tácticas que utilizaron fueron el empleo de francotiradores emboscados, los incendios y los sabotajes generalizados.
No deberían de tener mucho apoyo popular, pues intentaron obligar a la gente a colaborar con ellos. De ahí su lema “quien no está con nosotros, está contra nosotros”.
Las víctimas más conocidas de este grupo de terroristas fueron el Dr. Franz Oppenhoff, nuevo alcalde de Aquisgrán, el cual fue asesinado en marzo de 1945, en la puerta de su casa.
También se pueden citar entre sus víctimas al mayor John Poston, oficial de enlace del mariscal Montgomery y el general soviético Nikolai Berzarin, comandante militar de Berlín. Otras versiones dicen que este último murió, simplemente, en un accidente de tráfico.
Aunque los soviéticos nunca lo reconocieron, este grupo informó de que había atacado varias veces a las tropas soviéticas asentadas en Polonia. Dicen que el más grave, provocó la muerte de 44 personas.
También, una explosión atribuida a este grupo, afectó al cuartel general de la Policía en Bremen, matando a algunos soldados USA y varios policías alemanes. Otras fuentes afirman que la explosión fue debida a una bomba de aviación que no estalló cuando fue lanzada. Algo muy habitual, incluso hoy en día, en Alemania.
Es curioso, porque tanto Himmler como Keitel, intentaron deshacer esta unidad en los últimos días de la guerra, pero, por lo que se ve, algunos continuaron luchando.
Parece ser que organizaron una serie de grupos, que se dedicaron, durante la posguerra, a recaudar fondos para la organización. Estos grupos fueron cayendo en pocos meses.
Cuando se creó este movimiento, en otoño de 1944, Goebbels, también le proporcionó un periódico y una emisora de radio propia, para difundir los mensajes de los nazis más radicales.
No eran lo mismo que las famosas “Volksturm”, que fueron unas unidades creadas al final de la II Guerra Mundial, para intentar parar a los invasores soviéticos y que estaban compuestas, mayormente, por jubilados y adolescentes. Estas unidades dejaron de existir después de la guerra.
Lo que parece que está claro es que la gente, en la posguerra, no quería ya más guerra y no quiso colaborar con ellos. Posiblemente, esa fue la auténtica causa de su fracaso.
Realmente, la gente no puso ninguna traba al avance de los ejércitos USA y británico, porque preferían ser ocupados por ellos, más que por los soviéticos.
Precisamente, en algunos casos intentaron incendiar o volar algunas fábricas, sin embargo, los propios trabajadores de las mismas se opusieron a ello, para no quedarse sin trabajo.
Parece ser que también realizaron un ataque a un museo de Berlín, donde, desgraciadamente, destruyeron una serie de obras de arte y mataron a los guardianes.
Los aliados lucharon contra ellos a base de establecer continuos controles policiales y prohibiendo ciertas reuniones.
Algunos autores dicen que los soviéticos, en su zona de ocupación, emplearon unas medidas muy duras, para luchar contra estos terroristas, que molestaron mucho al resto de la gente. Incluso, mataron a algunos inocentes, al haberlos confundido con terroristas.
Por ello, a los aliados, les costó mucho más trabajo convencer a la población alemana para que confiaran en ellos y en las reformas sociales que querían implantar.
Hay disparidad de criterios entre algunos autores. La mayoría dice que nunca fueron un grave problema para las fuerzas aliadas de ocupación.
Sin embargo, otros afirman que algunas de estas unidades se retiraron a la Selva Negra y a las montañas Harz, una zona llena de minas, donde pudieron esconderse y resistir casi hasta 1950.
También se dice que estas fuerzas actuaron en algunas zonas del exterior, donde se estaba expulsando a sus tradicionales pobladores alemanes, asesinando a algunos de los nuevos colonos.
No obstante, también se sabe que los aliados ejecutaron acciones de represalia contra la población civil.
En Alsacia, los franceses, expulsaron a miles de civiles de sus casas y los obligaron a desenterrar los explosivos de los campos de minas.
También, en otras ciudades, algunos soldados aliados dispararon a la población civil y violaron a muchas mujeres.
Todavía, en 1948, aún se impusieron en algunas ciudades toques de queda y fuertes multas por resistirse a las autoridades aliadas.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

ERIK HANUSSEN, UN INSTRUMENTO DE LOS NAZIS



Es curioso porque, normalmente, en las épocas de crisis, la gente se aferra a ciertas creencias religiosas o místicas e, incluso, intenta probar suerte con los juegos de azar, para intentar enderezar de alguna forma su vida.
Eso se puede comprobar, hoy en día. Las tiendas donde suele haber más gente haciendo cola son las que venden décimos de Lotería o de cualquier juego de azar y no es porque ahora nos estemos acercando a la Navidad, sino porque es así durante todo el año.
Supongo que eso mismo ocurriría en la Alemania de los años 20 y principios de los 30, pues era un país que se hallaba completamente arruinado y sin esperanza alguna.
Algunos viajeros extranjeros comentaban que habían cambiado sus divisas en un Banco alemán y por un dólar USA les habían dado 45.000.000 de marcos alemanes. Algo realmente insostenible.
En ese mundo florecieron ideologías como el fascismo o el nazismo y también algunos adivinos, que estuvieron muy relacionados con los anteriores. También es muy llamativo que ocurriera eso en Alemania, por entonces, el país más culto de Europa.
Nuestro personaje de hoy se llamaba Jan Erik Hanussen, aunque su nombre real era Hermann o Herschel Steinschneider y había nacido en Viena en junio de 1889.
Presumía de pertenecer a una familia de la aristocracia de Dinamarca. Sin embargo, en realidad, su padre, Siegfried Steinschneider, era un actor no muy famoso, que, al ser judío, también se dedicaba a cuidar la sinagoga. Su madre, Antonie Julie Kohn, también fue actriz y trabajaban juntos en la misma compañía de teatro.
Siempre llevaron consigo a su hijo. Así que pronto aprendió a actuar en una escena delante del público. Empezó como tirador de cuchillos, levantador de pesas y traga fuegos y no lo hacía nada mal.
El chico era despierto y se le veían buenas dotes. Durante un tiempo estuvo estudiando lo que se llamaba entonces Mesmerismo y algo de Psicología. Así que se le llegó a considerar como toda una autoridad en hipnotismo y lectura de la mente.
Con esos conocimientos, alquiló un piso en la zona antigua de Praga, para instalar en él una especie de consultorio sobre orientación y videncia. Dicen que esa vivienda estaba situada muy cerca de donde estuvo el lugar de trabajo del famoso Paracelso. Se comenta que por allí pasaron también muchos estudiosos del esoterismo.
Después de la I Guerra Mundial, donde luchó en las filas del Ejército austro-húngaro, se trasladó a Berlín y allí se cambió de nombre, llamándose, desde entonces, Jan Erik Hanussen.
En los años 20, ya con ese seudónimo, actuó en cabarets de toda Europa y hasta escribió dos libros sobre Telepatía.
En aquella época, ya se dedicaba a la clarividencia, como adivinar lo que había en los bolsillos de la gente, predecir dónde habría un atraco bancario e indicar quiénes serían los culpables. Incluso, si una persona había tenido, en el pasado, algún desengaño amoroso.
Parece ser que actuaba con unos guantes verdes y se sentaba en un asiento alto, para que le viera todo el mundo, desde el que entraba en trance y relataba hasta lo que estaba pensando, en ese momento, la persona que se había presentado voluntariamente para el experimento.
Hacia 1928 fue a actuar al Teatro La Scala, de Berlín e, incluso, fundó allí dos revistas sobre astrología y clarividencia. Una se llamaba “El diario de Hanussen”, con la que obtuvo un discreto éxito.
Sin embargo, con la segunda, que se titulaba “El otro mundo”, obtuvo un éxito clamoroso, pues atrajo a toda la gente que tenía interés por esos temas, que, por entonces, eran muchos, y los ejemplares se vendían con gran rapidez.
Algunos dicen que, por esa época, estuvo muy influido por el filósofo ocultista armenio Gurdjieff, uno de los fundadores de la asociación Thule y maestro de otro gran experto, que llegó a ser general de las SS, Karl Haushofer.
Posiblemente, estaba en el mejor momento de su carrera, y por eso se compró una mansión en las afueras de Berlín a la que llamó “El Palacio de lo Oculto”.
Nada más salir del teatro y sin apenas tiempo para desmaquillarse, se metía en su Mercedes negro, que conducía su colaborador, un libanés llamado Ismet Dzino, y enfilaban los dos hacia su mansión.
Se dice que allí es donde recibía a sus más selectos clientes a los que les sacaba una buena pasta por responder a sus preguntas. Posteriormente, se comentaba que esas reuniones solían terminar en verdaderas orgías y, por ello, algunos le llamaban el “Rasputín germánico”.
Seguramente, ahí fue donde conoció a Hitler. Dicen que se lo presentó uno de los colaboradores de su revista, Hans Einz Ewers.
Se afirma que Einz tenía tal capacidad de convicción que sus alumnos: Hess, Goebbels, Heydrich y Hitler, no eran capaces de tomar una decisión política sin antes habérsela consultado.

Parece ser que, Hanussen, nada más conocerlo, le predijo que se iba a hacer con el poder en Alemania. Así que Hitler se empeñó en que le diera unas clases, pues, por entonces, el futuro líder nazi no tenía tanta experiencia en dirigirse a las masas. Así que Hess y Hitler pasaron a ser alumnos de Hanussen.
Hanussen lo instruyó en autosugestión, interpretación y puesta en escena delante del público. Incluso, junto con el fotógrafo Heinrich Hoffamn, le enseñaron a posar delante de las cámaras.
Parece ser que una de las cosas que le enseñó es que debía dirigirse a la gente, preferentemente, por la noche, pues es cuando la mente ofrece menos resistencia para adoptar nuevas ideas. Supongo que será por el cansancio acumulado durante el día.
Puso especial interés en enseñarle a gesticular, la diferente modulación en el tono de las frases y a controlar las pausas en el discurso.
Otra forma de controlar las mentes era organizar una especie de procesiones nocturnas con mucho color, antorchas y música. ¿A qué os suena de algo?
Parece ser que Hanussen estuvo muy influido por las teorías del paleontólogo y astrólogo Edgar Dacque, defensor de la idea de que el hombre ha de recordar sus vidas pasadas. Era una forma de
buscar las explicaciones de las cosas desde un aspecto mágico más que racional.
Bajo la protección de Hitler, ya que era judío, Hanussen, se afilió en 1931 al partido nazi,  y se dedicó a interpretar la carta astral del político. Parece ser que este adivino no gustaba demasiado a Goebbels y a Heydrich y le empezaron a investigar a fondo.
En 1933, le pronosticó que llegaría al poder en unos 30 días. Más tarde, le dijo que su labor desaparecería durante la primavera de 1945, entre humo y llamas.
A través de sus pronósticos, le fue diciendo en cada momento los pasos que habría de dar y en quién podría confiar.
También pronosticó la ascensión de Hitler al poder, el incendio del Parlamento alemán y la destrucción del nazismo.
Algo extraño ocurrió cuando el 26 de febrero de 1933, predijo el incendio del Parlamento, tres días antes de que ocurriera ese acontecimiento e, incluso, indicó que sería la señal para una rebelión
popular.
Seguro que esto no les gustó nada a los nazis, que, muy posiblemente, fueron los culpables de ese incendio, porque les estaba poniendo en evidencia, ya que aún no tenían tanto poder, como consiguieron posteriormente. Así que, en aquella reunión,  los nazis no sabrían para dónde mirar, para intentar disimular.
Lo cierto es que, según varios autores, la predicción del incendio, se produjo en su mansión, cuando entró en éxtasis en medio de la cúpula nazi y la alta sociedad de Alemania.
Precisamente, unos días después del incendio, fue investigado por la Policía alemana, no encontrándole ninguna relación con este hecho.
Otra teoría dice que cometió el error de prestar una fuerte cantidad de dinero a unos jerarcas nazis y luego les exigió que se la devolvieran. Uno de ellos fue el conde Helldorf.
Incluso, otros afirman que sabía demasiado acerca del suicidio de la sobrina de Hitler, Geli Raubal. La mujer más querida para Hitler.
También, se dice que denunció ante Hitler, la conducta homosexual y escandalosa del conde Wolf Heinrich von Helldorf, que era el jefe de la Policía en Berlín y que también extorsionaba a los ricos.
Es posible que lo hiciera, Hanussen, no por eso, sino, porque el conde cometió demasiados abusos contra los judíos.
Me da qué pensar que los nazis, después de aquella sesión, donde adivinó el incendio, lo consideraron una persona muy peligrosa, pues podría entrar en trance y responder a cualquier pregunta, sin poder controlar sus respuestas en ese momento. Ya que, tras sus éxtasis, nunca se
acordaba de nada.
Lo cierto es que nuestro personaje perdió la confianza de su gran valedor, Hitler, y desapareció del mapa. Algunos dicen que Helldorf encargó el asesinato a su ayudante, Karl Ernst, el cual se presentó con su coche en la puerta del Scala, junto con tres matones de la SA.
Apareció el 5 de abril del mismo año.  Su cadáver ensangrentado fue encontrado por unos obreros, cuando iban a cavar una zanja a pocos kilómetros al este de Berlín.
Concretamente, fue hallado por un granjero llamado Mathias Hummel, el cual, al comenzar a cavar una zanja, descubrió un zapato y, posteriormente, el cuerpo de nuestro personaje. Así que llamó a la Policía.
Seguramente, el cuerpo pudo ser descubierto, porque, según parece, una semana antes, había llovido mucho por toda esa zona.
Aunque apareció bastante deformado, pudo ser identificado por su ayudante, Izmet Dzino. Parece ser que, aunque el forense informó que el cuerpo estaba cosido a balazos, la Policía puso en su informe el suicidio, como causa de la muerte.
Parece ser que Hitler siempre sospechó de Helldorf, le interrogaron, pero no pudo probarse nada en su contra.
No obstante, en junio de 1934, durante la Purga de las SA, volvieron a interrogarle, pero sólo dio los nombres de otros viejos camaradas de las SA, los cuales fueron asesinados por las milicias de las SS.
En 1944, tras el golpe fallido de von Stauffenberg, se le acusó de pasividad ante esos hechos. Se le llevó ante el tribunal popular de Freiser y, lógicamente, le condenó a la horca.