Muchas veces, aunque tengamos
plena conciencia de que alguien lo está pasando mal, por desidia o, quizás,
por falta de solidaridad, solemos decir que ya lo arreglará otro y así nos va,
porque vivimos cada uno de espaldas a los demás.
Sin embargo, siempre ha habido
gente que no le ha importado enfrentarse a esa realidad, aunque tuviera que
poner en peligro su vida, como es el caso de nuestro personaje de hoy.
Con esto, quiero decir que, si
todos pusiéramos algo de nuestra parte, aunque sólo fuera un granito de arena,
las cosas podrían cambiar y hacer de éste un mundo mejor para todos. Es lo que
suelen hacer, por ejemplo, la gente que se ocupa de los comedores para
indigentes.
Evidentemente, nadie nos lo va
a reconocer, porque España es el país donde viven más envidiosos por metro
cuadrado, pero, si no nos importa que nadie nos lo quiera reconocer, pues mejor
todavía.
Gino Bartali nació en 1914, en
un pueblecito cercano a Florencia. Su familia era muy humilde y se dedicaba a
las labores campesinas.
Parece ser que a él, eso del
campo no le iba nada, pero tenía que buscarse un trabajo para ayudar en casa.
Su padre le consiguió un puesto de mecánico en un taller de reparación de
bicicletas.
Un día, su dueño, como estaba
muy contento por el trabajo de Gino, le regaló una y le animó para que la
utilizara a menudo. Así empezó su afición por el ciclismo.
Empezó entrenando por las
carreteras de la zona y se fue poniendo en forma. Al principio, en su familia
no estaban muy contentos con esta afición, pues necesitaba que hiciera un
trabajo para ayudar en la casa. Muy pronto, cambiaron de opinión, cuando empezó
a ganar premios y dinero en las primeras carreras en que participó.
En la primera carrera en que
corrió no tuvo mucha suerte, pues chocó con un espectador, que se le atravesó, y se golpeó con el asfalto, quedando inconsciente.
No obstante, perseveró con esta afición.
Tampoco tuvo mucho éxito en la
primera clásica Milán-San Remo en que participó. Parece ser que iba escapado y
con grandes posibilidades de ganar. Sin embargo, a la organización no le estaba
haciendo ninguna gracia que la ganara un perfecto desconocido como él.
Así que, al más puro estilo
italiano, se le cruzó un periodista, cuya misión era entorpecerle, para que los
demás le alcanzaran y así no pudiera ganar.
No obstante, aunque parecía que
se le había venido todo abajo, aún no estaba todo perdido. Entre los espectadores
se hallaba un ciclista jubilado, Ebergardo Pavesi, al cual le habían encargado organizar
un equipo para ganar el Giro de Italia. El equipo Legnano. Ya sabemos que los
regímenes dictatoriales suelen utilizar el deporte para hacerse propaganda.
En su primera participación en
el Giro no consiguió la victoria, no obstante, ganó el título de Campeón de Italia en ruta.
Sin embargo, al año siguiente,
en 1936, sí que ganó el Giro de Italia, además de ganar 3 etapas en esa
carrera. Aparte de que también consiguió la victoria en los de Lombardía y Milán.
Como ya gobernaba en Italia Mussolini,
al final de la gran carrera, le recomendaron que dedicara ese título al Duce.
Sin embargo, él se negó y dedicó su triunfo a su familia y, como era muy
religioso, a la Virgen María.
Este detalle no les pasó desapercibido
a los fascistas, los cuales le hicieron saber que sus ideas no les gustaban.
Una semana más tarde, se
produjo una gran tragedia familiar. Su hermano, Giulio, al que se hallaba muy
unido, murió participando en una carrera ciclista para aficionados, que se
celebraba en su región, la Toscana.
A Gino, esto le afectó muchísimo,
se sintió muy abatido y abandonó por
completo la bicicleta. Así estuvo durante un tiempo, hasta que varios amigos y
compañeros le convencieron para que volviera.
En 1937, volvió de nuevo a
correr el Giro y lo ganó otra vez. Incluso, venció en 4 etapas del mismo.
Aparte de ello, ese mismo año ganó el campeonato de Italia en
ruta, el Giro del Piamonte, 1 etapa en el Tour de Francia y el Giro del Lazio.
No pudo ganar el Tour de Francia, porque, cuando iba liderando la prueba,
sufrió una grave caída que le impidió seguir en la bicicleta. Creo que no se
puede pedir más.
En 1938, volvieron sus éxitos.
Ganó el Tour de Francia, además de 2 etapas y el premio de la montaña. Fue esta
vez 2º en el Campeonato de Italia de ciclismo en ruta. También ganó el Giro de
la provincia de Milán.
Al año siguiente, cuando estaba
en su mejor forma física, desgraciadamente, comenzó la II Guerra Mundial y ya
sólo pudo participar en carreras dentro de Italia. A esas alturas, era toda una
leyenda en su país.
A partir de aquí su vida, como
la de muchos millones de personas, dio todo un vuelco, por culpa del conflicto bélico.
Aunque el mundo estaba en
guerra, él continuó con sus entrenamientos, como si la cosa no fuera con él. Lo curioso es que no fue movilizado.
Sin embargo, la realidad era
muy distinta. Alguien desconocido contactó con el ciclista para que colaborara
con la organización judía Delasem, la cual estaba liderada por el industrial
judío Giorgio Nissim, y con la que colaboraban varios miembros del clero
católico.
Esta organización se dedicaba a
intentar salvar a los miles de judíos italianos y de otras nacionalidades, que
habían ido a parar a Italia, para que no fueran entregados a los nazis y
acabaran en sus famosos campos de exterminio.
La idea fue muy buena. Gino
Bartali era un deportista muy conocido en su país, casi se puede decir que era
el ídolo de la juventud y un símbolo para los fascistas, aunque él no lo fuera.
Por ello, podía moverse por
donde quisiera sin ser molestado. Incluso, durante sus entrenamientos diarios
era saludado por mucha gente, que se encontraba a su paso.
Lo que las autoridades nunca
supieron es que Gino hizo, durante 2 años, labores clandestinas de correo entre
varias zonas de Italia.
Su trabajo consistía en llevar
documentos falsificados de un lugar a otro, para entregarlos a otros miembros
de esa organización y así salvar a la mayor cantidad posible de judíos.
Normalmente, solía dirigirse a algunos monasterios, donde los frailes tenían
escondidos a algunos judíos que huían de la persecución nazi.
El escondrijo de los documentos
era casi perfecto, pues le desarmaban la
En aquella época, se
prohibieron todo tipo de competiciones deportivas, sin embargo, con él hicieron
una excepción al ser todo un héroe nacional.
Además, no se escondió en ningún
momento, entrenaba con su equitación habitual, con colores llamativos, y su
nombre escrito en letras grandes, para que lo pudieran leer a distancia.
Se calcula que, de ese modo, a
base de hacerse unos 200 km. diarios, llevando ese peligroso cargamento, logró
salvar la vida de unos 800 judíos. La mayoría de ellos, niños.
Así estuvo hasta 1944 y parece
que no perdió el tiempo, pues a pesar de haber cumplido los 32 años, en 1946,
ganó de nuevo el Giro de Italia, aparte de ser el líder en la montaña. También
ganó ese año el Campeonato de Zúrich y quedó en 2ª posición en el Campeonato de
Italia de Ciclismo en ruta.
Incluso, en 1947, ganó la Milán-San
Remo, quedó 2º en el Giro de Italia, más la victoria en 2 etapas y el triunfo
en la montaña. Además de la Vuelta a Suiza.
Es más, en 1948, con nada menos
que 34 años, volvió a ganar el Tour de Francia, además de 7 etapas del mismo y
la montaña.
En 1949, su marca no bajó
mucho, a pesar de su edad, pues quedó en el 2º puesto tanto en el Giro como en
el Tour de Francia.
Estos triunfos también tuvieron
un gran mérito, pues por entonces ya despuntaba otro gran corredor italiano,
que se hizo muy famoso, Fausto Coppi.
Entre los dos se estableció una
fuerte competencia, donde siempre reinó la deportividad. Bartali era un
corredor muy duro y especialista en montaña. Coppi era mucho más veloz y estaba
especializado en las carreras contra reloj.
Bartali representaba a la
Italia campesina y pobre, mientras que Coppi, aunque también era de origen
humilde, había nacido en una rica ciudad del Piamonte.
Ambos habían ganado muchos
triunfos antes de la II Guerra Mundial. Al ser Coppi unos años más joven que
Gino, le alistaron y estuvo combatiendo en África, donde los británicos le
hicieron prisionero, teniéndole encerrado hasta el final de la guerra.
Coppi consiguió ganar 5 veces
el Giro, entre los años 1940 y 1953. Ganó dos veces el Tour de Francia, en 1949
y 1952. Resaltando que, en los años que ganó el Tour también había ganado el
Giro de Italia.
Incluso, ganó su primer Tour de
una forma muy curiosa, pues cayó en la primera etapa y perdió casi media hora
con el líder de la general. Luego, fue achicando las distancias, hasta la
victoria.
En 1942, estableció el récord
de la hora y en 1953 fue Campeón del mundo de ciclismo en ruta.
No hay que olvidar que Coppi,
siendo gregario de Bartali, ganó su primer Giro de Italia con sólo 20 años. Lo
que no está nada mal para un corredor
que no tenía un físico que destacara mucho.
Desgraciadamente, como este deportista
siempre fue muy aficionado a la caza, fue invitado a una en África.
Concretamente, en Burkina Faso. Allí cayó enfermo a causa de la malaria y, como
la enfermedad no fue detectada a tiempo, murió a los pocos días, con sólo 40
años.
La rivalidad entre los dos
corredores les dio gran popularidad en Italia, apareciendo, por todas partes,
seguidores de uno o de otro. Algo parecido a lo que ocurría antes con los
toreros en España.
También se mostró esa rivalidad
a un nivel religioso, pues Coppi se confesó agnóstico, mientras que Bartali,
siempre fue muy católico.
Siempre fueron buenos amigos, aunque
en cierto momento atravesaron períodos de enemistad.
Es muy famosa la anécdota, cuando
ambos estaban subiendo el Col du Galibier, una etapa del Tour de Francia de
1952, Coppi, que ya militaba en otro equipo, se dio cuenta de que a Gino se le
había acabado el agua, y le cedió su botella. Ahí se acabó esa enemistad para
siempre.
Algunos afirman que esa
enemistad podría deberse a que Fausto, que
era agnóstico, se había separado de su mujer y vivía con la esposa de un
médico, el cual les acusó de adulterio.
Por ello, ella fue enviada a la
cárcel y a él le retiraron el pasaporte y no pudo correr en el extranjero. La
actuación de ambos fue condenada hasta por el propio Papa Pío XII, el mismo que
no había censurado la actuación de los nazis, ni los fascistas durante la II GM.
Finalmente, la pareja pudo
casarse en México, aunque su matrimonio nunca fue reconocido por el Estado
Italiano, y tuvieron un hijo.
Unos años después, nuestro personaje de hoy, Gino Bartali,
volvió a tener un papel destacado en la historia de Italia.
En 1948, cuando estaba
corriendo el Tour de Francia, se produjo un hecho muy grave. Un estudiante disparó
contra Palmiro Togliatti, secretario general del PCI, dejándolo herido. Este
hecho, encendió todas las alarmas, porque, tras la II GM, el PCI, había subido
como la espuma y el país se encontraba en un estado lamentable, que podía
acabar en una guerra civil.
La razón era que tanto USA como
el Vaticano crearon un fuerte partido democristiano para impedir el acceso del
PCI al poder por todas las maneras posibles.
En aquella época, en plena Guerra
Fría, Washington, vetaba la entrada de los comunistas en cualquiera de los
gobiernos de los países occidentales.
Como ya dije, Bartali, recibió,
tras el final de una de las etapas del Tour, una llamada muy urgente. Al otro
lado de la línea se hallaba Alcide de Gaspieri, presidente del Gobierno de
Italia.
Le explicó la grave situación
en que se hallaba su país, tras ese trágico atentado, y le pidió,
desesperadamente, que intentara ganar el Tour, con el fin de unir a su país y
que bajara la tensión existente.
La petición era realmente difícil.
Por una parte, Bartali, ya no era el de unos años antes, pues había cumplido
los 34 años. Por otra, se hallaba en la clasificación general a 20 minutos del
líder de la carrera, pero le prometió que lo intentaría.
Al día siguiente, se “comió” literalmente
los Alpes y se colocó el maillot amarillo, llevándolo hasta la etapa final.
La prensa italiana colaboró
para rebajar la tensión, publicando grandes titulares con el éxito de este
corredor y gracias a él su país siguió viviendo en paz. El mismo Giulio Andreotti
elogió su labor a favor de la paz en Italia.
Sin embargo, el Tour de 1950,
fue muy desagradable para los italianos, pues, cuando circulaban por el Col
d’Aspin, un grupo de aficionados
franceses les insultaron y golpearon. Por esa causa, Bartali, junto con todo su
equipo se retiraron en bloque, diciendo el ciclista a los periodistas que se
había retirado porque “no quiero morir aquí”.
Ciertamente, Bartali, fue una
persona muy especial. Su físico era mucho más atlético que el de Coppi y,
además, solía fumar y tomarse una copa de vino de vez en cuando. Algo increíble
hoy en día.
Tras retirarse, continuó ligado
al mundo del ciclismo. Unas veces como director de equipo, otras como
comentarista en la RAI o como asesor de algunas empresas relacionadas con ese
deporte. Lástima que muchas veces se le recordara como el ciclista de
Mussolini, aunque a él no parecía importarle, a pesar de que nunca tuvo nada
que ver con los fascistas.
Se retiró a su tierra y allí
siguió viviendo con su mujer y sus dos hijos. Hasta que en el año 2000 falleció
a los 85 años.
Sin embargo, en 2003, cuando
los hijos de Giorgio Nissim, el líder de Delasem, estuvieron buscando entre los
viejos papeles de su padre, se encontraron un diario, donde había narrado con
todo detalle el funcionamiento de su organización y el cometido de los que la
formaban.
Ahí fue cuando el mundo
descubrió el verdadero papel de Bartali en la II Guerra Mundial. Sus hijos afirmaban
que su padre nunca había querido hablar de esa época. Siempre decía: “en la vida,
esas cosas se hacen y basta”.
Jamás presumió por ello y casi
nadie sabía lo que había hecho durante la guerra. Uno de sus frases favoritas
era: “El bien se hace, no se dice. Ciertas medallas se cuelgan en el alma, no
en el maillot”
Respetando su voluntad, tras su
muerte se dio a conocer su gran labor a favor de la Humanidad. Una lástima que
no se le pudiera realizar ningún homenaje en vida, quizás, porque él tampoco lo
hubiera aceptado.
La UCI le ha colocado, muy merecidamente,
en el nº 6 de su lista de los 100 mejores ciclistas de todos los tiempos.
En 2013, el Estado de Israel,
al conocer su contribución en la salvación de vidas judías durante la II Guerra
Mundial, le nombró, a título póstumo “Justo entre las naciones”.