Hoy traigo al blog a una gran
pintora, que, como caso casi excepcional, fue reconocida en su tiempo. Tal vez
fuera por su amistad con los reyes, pero indudablemente, porque poseía unas
dotes para hacer de cada una de sus pinturas, una auténtica obra de arte, con mayúsculas.
Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Le Brun,
que así era como se llamaba, vino al mundo en París, un día de abril de 1755.
Sus padres fueron Louis Vigée,
pintor especializado en colores al pastel, y Jeanne Maissin, procedente de una
familia campesina.
Por lo que se ve, su infancia fue
feliz hasta que, cuando ya tenía 12 años, su padre muere a causa de un
accidente doméstico.
Para ella, fue una gran palo,
pues fue su primer profesor, y el primero que supo ver las grandes condiciones de
su hija para la pintura, así que estuvieron siempre muy unidos.
Otro pintor, gran amigo de su
padre, Gabriel François Doyen, fue el que la animó para seguir pintando, pues
se la veía muy deprimida.
Más tarde, su madre se volvió a
casar con un joyero bastante rico, pero muy tacaño. Así que las relaciones de nuestro
personaje con él nunca fueron muy buenas.
Posteriormente, siguió
aprendiendo con otro pintor llamado Gabriel Briard, miembro de la Academia
Francesa y hoy prácticamente olvidado.
Más tarde, conoció al gran
maestro paisajista Joseph Vernet, del cual, confiesa, que aprendió mucho. A lo mejor,
por eso, ella le hizo un retrato.
Su amistad con Vernet y con otro pintor,
muy conocido por entonces, llamado
Jean-Baptiste Greuze, especializado en dibujos y pinturas con escenas populares
y también en retratos, le abrió muchas puertas.
De hecho, esto le permitió ver grandes
obras depositadas en colecciones privadas, de las que hizo algunas copias,
como, por ejemplo, las de Rembrandt o Van Dyck.
Su primera obra importante conocida
es un retrato que hizo a su madre, que ahora se llamaba Madame Le Sèvre, por el
apellido de su segundo esposo.
No se molestó en intentar entrar
en la Academia Real de pintura y escultura, porque sus miembros eran demasiado conservadores
y no se planteaban el papel de una pintora en ese centro. Así que lo intentó en
la Academia de Saint-Luc, mucho más modesta, y donde ya había estado su padre,
y allí sí que la dejaron ingresar, en 1774.
No sabemos si fue por perder de vista
a su padrastro, que se quedaba con todos los ingresos de sus obras, o aconsejada
por su madre. Lo cierto es que en 1775, conoció a otro pintor llamado
Jean-Baptiste-Pierre Le Brun, sobrino-nieto del gran pintor Charles Le Brun, y se casaron al año siguiente.
Ese mismo año se le permite
realizar el primer retrato para un personaje de la corte, el conde de Provenza,
hermano de Luis XVI.
Su marido convierte su casa en
una tienda de antigüedades, donde venden cuadros de los famosos pintores de la
época. Desde hacía varios años, se dedicaba a ser marchante de obras de arte,
más que a pintar sus propias obras. De hecho, se le considera como uno de los expertos
en arte, que se dedicaron a elegir las obras para exponer en el Louvre.
En 1778, la duquesa de Chartres presenta
sus obras a la reina María Antonieta y a partir de ahí, pasa a ser la pintora
habitual de la reina y de la corte.
En 1780 dio a luz a su única
hija, pues, aunque quedó embarazada de nuevo unos años después, el bebé nació
ya muerto.
En 1783, intentó de nuevo el
ingreso en la Academia Real de Pintura y Escultura. Casi todos los miembros se
opusieron a su entrada a causa de su sexo y de la profesión de su marido, a la que
veían despectivamente.
No obstante, como gozó de la protección
de los reyes, el monarca ordenó, a petición de la reina, que se la dejará
ingresar y, muy a su pesar, los miembros de la academia le obedecieron.
Como no pueden echarla de allí,
pues se dedicaron a calumniarla, como cuando le achacaron que tenía un romance
con el ministro de Finanzas, Calonne, el cual había pagado muy generosamente un
retrato suyo, o con algunos otros pintores.
En 1788, pinta la que ella
reconoce como su mejor obra. Se trata de un retrato del pintor Hubert Robert,
que, actualmente, se halla expuesto en Louvre. Se puede ver ya en él otro tipo
de pintura. Los colores ya no son tan claros. No retrata al personaje de frente,
sino mirando hacia un lateral y con su cuerpo dando una sensación de
movimiento. Es posible que estuviera influida por los acontecimientos que se estaban
desarrollando en su país en ese momento.
Hasta 1789, casi todas las obras
de nuestro personaje eran retratos y pinturas de tipo popular, llamadas de
género, donde se ve a la gente muy contenta en sus quehaceres diarios. Gracias a
estas obras, que les eran encargadas por sus clientes ricos, aumentaron
considerablemente sus ingresos. Lástima que su marido, que estaba muy enviciado
con el juego, se gastara con una gran facilidad todas estas ganancias. Todo ello,
hace creer a las masas que se trataba de una persona muy rica, así que era un
claro objetivo para los posteriores revolucionarios.
Como había sido siempre una persona
muy cercana a los reyes, con la llegada de la Revolución Francesa, es buscada
por los revolucionarios.
Ella se hallaba, por entonces,
pintando a la condesa du Barry, en su mansión a las afueras de Paris. Cuando empiezan
a oírse los cañonazos, saben que la revolución ha llegado y que es la hora de
marcharse.
Regresa enseguida a su casa, para
tomar a su hija y un puñado de monedas y se van juntas al exilio. Su marido se
negó a ir con ellas.
Huyeron de París hacia Lyon, para
seguir hasta Saboya. Consiguieron llegar a Roma a finales de ese mismo año.
En 1790, tuvo un gran éxito con
la exposición de uno de sus autorretratos en la Galería de los Uffizi, de Florencia.
Desea volver a Francia, pero los revolucionarios
se lo impiden, pues su nombre aparece en una lista de ciudadanos que han
perdido sus derechos civiles.
Desde 1792, vive entre Florencia,
Roma y Nápoles y sigue triunfando con sus obras. Allí se encuentra, en algunas
ocasiones, con otros exiliados franceses.
Mientras tanto, su esposo, que se
ha quedado en Francia, ha tenido que vender todas sus posesiones, pues han
asaltado su casa y los precios del mercado del arte se han derrumbado. Tuvo que
pedir el divorcio para que los revolucionarios no le quitaran su patrimonio,
alegando que no era de su mujer. Incluso, pasa algunos meses en prisión.
Además, como tiene cierta amistad
con el gran pintor y revolucionario Jacques Louis David, le pide que borre a su
mujer de esa lista, pero no consigue nada.
Con la llegada de las tropas francesas
a Italia, Elisabeth y su hija, huyen primero a Viena y, posteriormente, a Rusia,
por invitación del embajador ruso en esa corte.
Allí pasa momentos muy felices,
gracias al apoyo de viejos amigos, como Doyen, o la misma familia imperial.
Mientras se dedica a pintar
multitud de obras en Rusia, se entera por los periódicos que muchos de sus
amigos han sido guillotinados. A causa de la etapa llamada del Terror.
No obstante, en Rusia, llega a
tener mucho éxito y tiene una gran cantidad de encargos de los nobles de ese
país.
En 1799, una multitud de
artistas, literatos y científicos franceses pide que se le borre de la lista y,
al fin, consigue volver.
A pesar de ello, en ese momento,
sufre dos importantes varapalos. Por una parte, la muerte de su madre. Por otra,
la boda de su hija, acordada por su marido, sin la aprobación de ella. Eso lo
sintió mucho, porque siempre habían vivido muy unidas. Lo cierto es que,
prácticamente, nunca más se volvieron a hablar las dos.
En 1802, vuelve a París y allí se
reencuentra con su marido, pero, tras haber perdido tantos amigos con la
Revolución, todo aquello le parece ajeno. Tiene la percepción de que ya no es
su mundo.
Así que sólo se queda unos meses
en Francia y con la excusa de un nuevo contrato, se va unos años a Londres.
Allí se reencuentra con viejos
amigos, como lady Hamilton, la amante del almirante Nelson, y se reúne con los miembros
de la corte del futuro Luis XVIII.
Al cabo de 3 años, vuelve a
Francia, pero se va enseguida a Nápoles para pintar un retrato de Caroline
Murat, hermana de Napoleón. No sabemos si la retratada quedaría a gusto con el
cuadro, en cambio, conocemos que la pintora quedó muy harta de ella, porque no
la hacía ningún caso, cuando estaba posando como modelo.
En 1809, volvió a París, pero pronto se
fue a vivir a la tranquila villa de Louveciennes, en una casa de campo cercana
al antiguo palacio de Madame du Barry, donde ella se hallaba cuando comenzó la
Revolución.
En 1814, con el regreso de Luis
XVIII, sus cuadros son restaurados y vuelven a exponerse en el Louvre,
Fontainebleau y Versalles.
En 1819, mueren su hija y su único
hermano. Quizás, por ello, se dedica ahora a pintar paisajes oscuros con
puestas de sol.
En 1829, escribe una
autobiografía, la cual publica en 1835, llamada “Memorias de una retratista”.
También fue nombrada miembro de 10 academias de otros tantos países.
En los últimos años de su vida,
sufre un derrame cerebral y la pérdida de la vista. Muere en París en 1842 y
está enterrada en el cementerio de Louveciennes.
Fue una autora muy prolífica, aunque
la mayoría de sus obras, unas 660 sobre un total de 900 cuadros, son retratos
encargados por gente rica.
Concretamente, a la reina María
Antonieta la pintó en 35 ocasiones. Incluso, ella misma aparece en unos 50 autorretratos
a lo largo de toda su vida. El primero de ellos data de 1780 y se ve que quedó
influida por la pintura de Rubens, pues lo pintó tras un viaje a Holanda.
Ganó mucho dinero con la venta de
sus cuadros, pero perdió gran parte de esa fortuna con la llegada de la
Revolución.
Son más conocidas sus obras realizadas
hasta 1789, que las posteriores a ese año, que poseen unos tonos más oscuros y
no parecen tan alegres.
El tiempo no la ha hecho
justicia. En 1845, sólo aparecía en una Biografía universal de celebridades
francesas, como esposa de Jean Baptiste Le Brun.
Sin embargo, en la edición de
1970 de la Gran Enciclopedia Larousse, ni siquiera aparece por ninguna parte. Incluso,
algunas feministas, como Simone de Beauvoir, se han permitido criticar sus
obras.
También las feministas americanas
la han criticado por su oposición a las ideas de los revolucionarios y por la
forma que tenía de tratar la maternidad en sus obras.
Es posible que fuera, porque hizo
muchos retratos de su hija Julie. Incluso, en algunos de ellos, aparece la
propia pintora abrazando a su hija. Lo veo normal, porque siempre vivieron muy
unidas, hasta que la hija se casó sin avisarle.
Esperemos que la exposición que
se va a inaugurar ahora en el Grand Palais de París, sirva para reivindicar su memoria
y su arte.
Hoy he descubierto a esta gran pintora. Tus comentarios son muy interesantes. Muchas gracias.
ResponderEliminarSoy yo el que te agradece tu amable comentario.
EliminarDe nuevo, muchas gracias y saludos.
No sé si conocerás a otra casi desconocida gran pintora llamada Sofonisba Anguissola a la que dediqué, hace tiempo, otro de mis artículos.
EliminarSaludos.
Muy bonito
EliminarOil painting is the process of painting with pigments with a medium of drying oil as the binder. Commonly used drying oils include linseed oil, poppy seed oil, walnut oil, and safflower oil. ... The oil may be boiled with a resin, such as pine resin or frankincense, to create a varnish prized for its body and gloss.
ResponderEliminarmuchas gracias y saludos.
ResponderEliminarNIce Story
ResponderEliminarThe rise in the geriatric population having stomach problems and increasing prevalence of gastrointestinal disorders and gastroesophageal reflux disease owing to unhealthy diet patterns and increasing sedentary work culture are the major factors driving the global proton pump inhibitor proton pump inhibitors market to industry progress over the projected period. GERD affects people of all ages, but those who have asthma are more likely to get it.
ResponderEliminarAlso Read : automotive electronic control unit market, food service equipment market, location analytics market