Al leer este título, supongo
que más de uno se habrá quedado asombrado, pues Japón pilla muy lejos de la Península
Ibérica.
Evidentemente, esa es la visión
de España que tiene un español del siglo XXI, pero no la que tenían los españoles
de los siglos anteriores, cuando España tenía dominios en todas las partes del
globo terráqueo.
Por ello, si dejo caer que, por
entonces, las Filipinas eran unas islas españolas, pues a lo mejor cambia
nuestra forma de pensar y nos vamos acercando a Japón. La verdad es que nunca
he entendido para qué queríamos esas islas, porque me parece que no eran tan
rentables como para mantener allí unas guarniciones tan alejadas del suelo
patrio y sin posibilidad de comunicaciones, ni de poder enviarles refuerzos en
un tiempo prudencial.
En 1573, durante el reinado de
Felipe II, los japoneses comenzaron a realizar intercambios comerciales con los
nativos de la isla de Luzón. Incluso, alguno de ellos se permitió exigirles
fidelidad, como los antiguos señores feudales. También por esa época,
merodeaban por allí los famosos piratas chinos.
En 1582, el gobernador general
de Filipinas, Gonzalo de Ronquillo, ya
escribió a Felipe II, advirtiéndole de este peligro, pues ya tenían bien
catalogados a los japoneses, como luchadores feroces y bien pertrechados de armamento
por parte de los portugueses, nuestros rivales tradicionales, junto con los británicos
y los holandeses.
Como uno de los deberes de
nuestras tropas era proteger los intereses de la Corona y de sus súbditos, el
marino Juan Pablo Carrión, que ya tenía 69 años, al mando de su nave, pilló a uno de esos buques
japoneses extorsionando a los filipinos y le “obsequió” con una andanada, que
casi lo hunde y los piratas no tuvieron más remedio que huir.
Enterado el cabecilla pirata,
Tay Fusa, se encolerizó tanto que envió 10 de sus navíos para vengar la
afrenta.
Parece ser que el capitán
Carrión estaba al tanto de sus manejos y logró reunir a tiempo 7 navíos, aunque
no eran gran cosa.
Al pasar por el cabo Bogueador,
los españoles se encontraron con un espectáculo dantesco. Un navío japonés
acababa de arrasar un pueblo pesquero, matando a todos los filipinos que
encontraron a su paso.
Los españoles no se lo
pensaron, acercaron la nave capitana, a pesar de ser inferiores en número y les
lanzaron una andanada, con la que destrozaron el casco de la nave japonesa. Luego,
como si tal cosa, procedieron a abordar la otra nave, con una tripulación muy
superior a la suya.
En aquella ocasión, se
enfrentaron dos escuelas bélicas diferentes. Por una parte, los famosos samuráis
japoneses, con sus curiosas corazas y sus katanas. Aparte de eso, también
tenían mosquetes y arcabuces que les habían vendido gustosamente nuestros
vecinos portugueses.
En el otro bando, estaban los infantes
de marina españoles, la infantería de Marina más antigua del mundo, que
reprodujeron en su nave las tácticas de batalla de los famosos e invencibles
Tercios, o sea, con una formación de piqueros y arcabuceros. Hay que aclarar
que estas unidades pertenecían a los Tercios de la Mar Océana.
Cuando el combate se estaba
decantando hacia el lado japonés, debido a su mayor número de efectivos, llegó
el navío español “San Yusepe” y disparó una andanada de artillería contra los
defensores japoneses, la cual les provocó muchas bajas. Ante eso, la mayoría de
los piratas no tuvieron otra que huir lanzándose al agua, lo cual es una
temeridad en un mar infestado de tiburones como es ese.
Posteriormente, la flota española
remontó el río Grande de Cagayán, encontrándose con una flota pirata compuesta
por 18 champanes. Estos barcos ya no eran unos enemigos tan peligrosos para unas naves militares. Así que se los quitaron pronto del medio a base de disparos con arcabuces y culebrinas, una
especie de artillería ligera de la época.
Los piratas japoneses huyeron
hacia la costa, perseguidos por los marinos españoles. Al final, los nipones se
avinieron a parlamentar y los españoles les exigieron que se fueran de la isla
de Luzón y no volvieran por allí nunca más.
Los nipones tuvieron la
desfachatez de exigir una indemnización por las pérdidas sufridas a lo que los
españoles, supongo que, tras hartarse reír, se negaron rotundamente a ello.
No quedó la cosa ahí, pues los
japoneses decidieron atacarles y los españoles se atrincheraron. Como nuestros
compatriotas eran muchos menos lo tuvieron bastante difícil, porque, además, se
les estaba acabando la pólvora.
No obstante, consiguieron resistir,
en parte por su mejor armamento y por sus armaduras de mejor calidad. En cambio,
los japoneses pudieron huir más rápidamente, gracias a que sus armaduras eran
menos pesadas.
Los españoles se hicieron con
un importante botín de armas abandonadas por el enemigo. Esta vez, se demostró
que nuestras espadas toledanas eran infinitamente superiores a las
katanas
japonesas. Se puede decir que nuestra industria nacional se impuso sobre la
japonesa.
Posteriormente, como los
japoneses son especialistas en copiarlo todo, pues perfeccionaron sus
armaduras, colocándoles petos metálicos, para resistir los tajos de las espadas
de sus enemigos.
Una vez pacificada la región,
Carrión fundó la ciudad de Nueva Segovia, aunque siempre quedó en la zona una
pequeña actividad de piratería, pero ya se puede decir que era insignificante.
Algunos autores discuten que los
piratas fueran samuráis, porque utilizaban armas de fuego, algo permitido en el código por el que se regían
estos caballeros.
También es verdad que los samuráis
eran una especie de hidalgos, que no podían hacer otro servicio que el de las
armas, ya que su condición no les permitía trabajar en otra cosa. Así que
podían haberse metido, perfectamente, a piratas o corsarios. Más o menos, lo
mismo que hacían los hidalgos españoles,
aunque no me suena que ninguno se metiera a pirata.
Interesante artículo, Aliado. Mientras lo leía he estado recordando esa película "histórica" que hizo Tom Cruise titulada "El último samurai", más que nada por aquello de que fue en Japón.
ResponderEliminarVolviendo al tema, este tema de nuestra historia que has tratado es muy poco conocido, quizás porque hay pocos especialistas sobre el tema. Y ¿quién se para a pensar en piratas en Japón cuando siempre los hemos visto en el Caribe?
Dices algo acerca de guarniciones lejanas que no son rentables y a las que no se puede enviar refuerzos con rapidez. Yo creo que igual no se trataba de rentabilidad, sino de prestigio, para que el sol pudiera seguir sin ponerse en el Imperio. En cuanto a lo de enviar refuerzos con o sin rapidez, yo creo que habría que comparar lo que se entendía en la época por rapidez y lo que se entiende ahora. Ahora coges un avión comercial y te plantas ahí en 17 horas, así que uno de combate...; visto desde esta perspectiva, lo que tardarían en la época está claro que nos parece una barbaridad, y seguro que lo era, pero igual les compensaba por lo que te dije antes, el prestigio.
Bueno, los piratas han estado por todas partes. Podíamos empezar por hablar de los vikingos, a los que el cine siempre ha tratado muy bien, a pesar de lo sanguinarios que fueron.
ResponderEliminarPor cierto, se ha demostrado que los vikingos nunca usaron cascos con cuernos, sin embargo, algunas tribus de los antiguos Pueblos del Mar, que también fueron piratas, sí que los usaron.
Precisamente, la conquista de las Baleares vino dada por una petición de los comerciantes catalanes y los del sur de Francia al rey de Aragón, porque solían sufrir los asaltos de los piratas musulmanes radicados en esas islas.
Luego, tuvimos también piratas en lo que hoy es Túnez y Argelia y Carlos V tuvo que mandar allí sus tropas. Hasta se llevó para allá al mismo Hernán Cortés, aunque ya era un poco mayor. No tuvo mucha suerte a causa del mal tiempo.
Esos piratas del Caribe que salen en las películas, ya son de una época tardía. En un principio, fueron patrocinados por los británicos, hasta que dejaron de interesarles y se los quitaron del medio en muy poco tiempo.
Lo de la película que comentas es lo de siempre. Los USA son tan catetos y tiene tan poco miedo al ridículo, que siempre han pretendido ir a cada sitio para enseñarle a la gente cómo tienen que hacer las cosas.
Tengo entendido que, de vez cuando, siguen apareciendo piratas por esos mares de Oriente. Sobre todo, en las épocas de mala cosecha.
Pues a mí me parece que en Filipinas no pintábamos absolutamente nada. Según parece, los únicos que le sacaban rentabilidad a esas colonias eran los frailes que estaban allí. Ni siquiera se molestaron en que la gente aprendiera a hablar correctamente en español.
A lo mejor fueron de interés, cuando, en la época de Felipe II, se pensó en invadir China y colonizarla, pero luego se abandonó esa idea.
Me da la impresión de que el Estado Mayor español daba ya por perdidas esas colonias y, por eso, tenía allí a sus peores unidades y a algunos mandos que habían sido sancionados. Parece ser que se tardaban unos 6 meses en llegar allí, desde la península.
Eso del entristecimiento nacional, que tanto aparece en los escritores de la Generación del 98, se está estudiando recientemente y no tiene nada que ver con lo que pensaba la gente por la calle. En un país, como éste, donde más de la mitad de la gente era analfabeta, supongo que no sabrían ni dónde estaban esas islas.
Fíjate que, en el caso de las islas Marianas, Carolinas y Palaos, ni se molestaron en poblarlas y luego se quejaron cuando los alemanes intentaron colonizarlas. Al final, se las vendieron a los alemanes. Puedes ver aquí una moneda española reacuñada por los alemanes.
http://es.wikipedia.org/wiki/Islas_Marianas
Muchas gracias y saludos.
Me parece un poco fuerte lo de la moneda, pero no creo que hubiera mucha opción a quejarse.
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