Esta vez voy a hablar de un político un poco extraño. En una época, como esta, donde los políticos están tan pegados a sus respectivas poltronas, que no hay manera de echarlos, ni con aguarrás, creo que sería interesante conocer la historia de uno que se fue él solito al exilio, sin que lo echara nadie.
Nuestro personaje de hoy,
Estanislao Figueras i Moragas, nació en
Barcelona un día del mes de noviembre de 1819.
Estudió Derecho, licenciándose en
1840. En esa misma fecha se inició en la política, a la vez que abrió un bufete
de abogados en Tarragona, que luego trasladaría a Madrid.
Se hizo muy famoso por su dominio
de la oratoria. Empezó siendo miembro del Partido Progresista, pasando luego a
ser uno de los fundadores del Partido Demócrata.
Tuvo un papel importante en la
conspiración que dio lugar a la revolución de 1848, siendo elegido en 1851
diputado a Cortes por Tarragona, pero ya dentro del sector republicano. De hecho,
en 1854, formó parte de la Junta Revolucionaria de Barcelona.
Repitió su acta de diputado a Cortes
en los años 1855, 1862 y 1865. Teniendo las primeras citadas el carácter de
Cortes constituyentes. O sea, unas Cortes, cuyo único objetivo es redactar y
aprobar una nueva Constitución.
En 1867 no tuvo más remedio que
marcharse al exilio, para evitar ser capturado por
los secuaces del Gobierno de
Narváez.
Al año siguiente, volvió a España
para tomar parte en la famosa revolución de 1868, conocida como la
Gloriosa, a cuya cabeza estaban los generales
Prim y Serrano y el almirante Topete.
Formó parte de la redacción del
periódico republicano federal “La Igualdad”. Todavía los republicanos formaban
una minoría.
Es curioso, porque la mayoría de
los miembros del Gobierno, surgido tras la revolución del 68, se consideraban
monárquicos, pero querían simplemente cambiar una dinastía por otra, que fue lo
que intentó Prim, al conseguir que las Cortes eligieran a Amadeo de Saboya.
Nuestro personaje, con su gran
oratoria, consiguió que en unas Cortes tan monárquicas como esas, se debatiera si
convendría poner en España otra monarquía o una república. Lógicamente, la gran
mayoría monárquica, se decidió por lo primero y aprobó el nombramiento del nuevo
rey venido de Italia. Sin embargo, él permaneció en su escaño. Toda una lección
de democracia.
Con la abdicación del rey Amadeo
I, el 11/02/1873, no quedó otra que proclamar la I República Española.
Figueras fue elegido por esas
mismas Cortes como nuevo presidente del Poder Ejecutivo, lo que ahora se llama
Presidente del Gobierno. En muchos manuales de Historia se cita mal su cargo,
pues se le llama a él y a sus sucesores, como presidentes de la I República.
Esto es incorrecto, pues se comprometieron a que no hubiera ningún presidente
de la República hasta que se promulgase la Constitución de la misma, algo que
nunca llegó a suceder.
La I República heredó los mismos
problemas que tuvo el rey Amadeo I, o sea, la guerra de Cuba, la guerra contra
los carlistas y la oposición de los fieles a los Borbones.
Aunque, en un principio, parezca
que fueran 3 asuntos distintos, existe entre ellos un nexo muy claro. Por una
de esas casualidades de la vida, el hermano del político Cánovas, jefe del
partido Borbónico, era el presidente del Banco de la Habana. No hay que olvidar
que la principal ayuda a los carlistas les venía de Cuba.
Así que no fue una mera
casualidad que, cuando volvió Alfonso XII, se acabara la guerra carlista y se tranquilizara
bastante la situación en Cuba.
Tampoco se improvisaron las
guerras. Fue una maniobra muy bien meditada. Una de las consignas principales de
los republicanos era “abajo las quintas”. Se referían a los reclutamientos
masivos de los jóvenes para hacer el servicio militar. Si había guerra, no podrían
suspender las quintas.
Otra de las peticiones populares
era el reparto de las fincas. Sobre todo, las que se habían quedado los ricos,
tras las desamortizaciones y que, en muchas ocasiones, habían sido de propiedad
comunal. Tampoco se pudo realizar por falta de dinero, ya que el Estado
afrontaba una grave crisis económica, dentro de la famosa crisis europea de
1870.
El 24/02/1873 se formó el primer gabinete,
bajo la presidencia de Figueras, teniendo 3 ministros republicanos y 5
radicales.
Más adelante, tuvieron que luchar
contra todo tipo de presiones. Unas veces venían de los intentos de
derrocamientos por parte del grupo de Cristino Martos o de los Borbónicos,
capitaneados por Cánovas.
También abundaron las revueltas
en diversas provincias y se constituyeron los famosos cantones. Realmente, los organizaron
algunos grupos que habían apoyado la llegada de la I República, pero que ahora
se rebelaban contra ella, por estar descontentos, al no haberse realizado aún
las reformas anunciadas.
Además, ya en aquella época
estaban surgiendo las organizaciones del proletariado y organizaban con
frecuencia marchas y huelgas para defender sus derechos y sus puestos de
trabajo.
El Gobierno consiguió disolver la
mayoría de las juntas que se habían organizado por todo el país, usurpando el
poder de los ayuntamientos.
Tras el primer intento de golpe
de Estado por parte de Cristino Martos, los republicanos echaron a los ministros
radicales del Gobierno y organizaron un nuevo gabinete, formado en exclusiva
por republicanos. Además, disolvieron la Asamblea nacional, porque allí los radicales
tenían la mayoría absoluta.
Esta vez los catalanistas
aprovecharon para proclamar el estado catalán. Desde Madrid, Pi i Margall, les
frenó, tras el envío de unos cuantos telegramas. Sólo depusieron su actitud cuando
se presentó el propio Figueras en Barcelona.
Las elecciones a las Cortes constituyentes
tuvieron lugar entre los días 10 y 13 de mayo de 1873. Como los republicanos
habían sido anteriormente muy beligerantes con los radicales, la mayoría de los
partidos ordenó la abstención a sus afiliados. Llegando a ser ésta nada menos
que del 60%.
Las Constituyentes aprobaron ya
el 8 de junio la nueva república democrática y federal. No obstante, no llegaron a ponerse de acuerdo prácticamente en
ningún asunto. Los debates eran constantes y no se llegaba a ninguna decisión.
Figueras, llegó a decir en un Consejo
de ministros: “Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡Estoy hasta los
cojones de todos nosotros!”
Intentó, sin éxito, dimitir y que
nombraran en su lugar a su ministro de Gobernación, Pi i Margall.
Tras enterarse de que dos
generales republicanos del ala intransigente, Contreras y Pierrad, estaban
organizando un golpe de Estado, le entró un pánico terrible.
El 10 de junio les dijo a sus colaboradores
que se iba a dar un paseo por el cercano parque del Retiro. Sin embargo, había
dejado una nota sobre la mesa de su despacho, en la que dimitía de su puesto,
como presidente del Ejecutivo.
Realmente, se fue a la Estación de Atocha, donde cogió el
primer tren que salía hacia el norte y no descansó hasta llegar a París, donde
se exilió voluntariamente.
Ante ese vacío de poder, no quedó
más remedio que buscar un nuevo presidente. Así que, en su lugar, fue nombrado
Pi i Margall para ese puesto, por ser el dirigente más prestigioso de ese
partido.
Figueras regresó al año siguiente,
pero ya la I República estaba herida de muerte. Intentó, pero no consiguió,
unir a las distintas tendencias republicanas.
El 30/12/1874, con la llegada de
la Restauración, tras la proclamación del general Martínez Campos, su figura
cayó en declive.
No obstante, se unió al exiliado
Ruiz Zorrilla para fundar el partido federal orgánico, pero nunca tuvieron
mucho éxito a nivel popular.
Sin embargo, siguió dedicándose a
su actividad, dentro de la abogacía, donde consiguió unos éxitos muy importantes,
que le había negado la política. Fue considerado como uno de los mejores
abogados del país.
Continuó con esta actividad,
hasta su muerte, en 1882. Lógicamente, fue enterrado en una ceremonia civil y, posteriormente,
sus restos fueron trasladados al nuevo cementerio civil de Madrid.
Aunque se opuso a la secesión de
Cataluña, su retrato figura en la Galería de Catalanes Ilustres del Ayuntamiento
de Barcelona.
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