Esta vez traigo al blog a un
personaje muy controvertido, el cual, a pesar de que murió hace casi 70 años,
todavía tiene partidarios y detractores.
Edvard Benes nació en 1884 en una
pequeña localidad de Bohemia, en el seno de una modesta familia campesina. Creo
que no hará falta indicar que esa región pertenecía, por entonces, al antiguo
Imperio Austro-Húngaro.
Realizó sus estudios de
Secundaria en el Gymnasium de Praga, donde se le consideró un estudiante muy
brillante.
Posteriormente, mediante una
beca, estudió Filosofía en la Universidad Carolina de Praga y luego completó
sus estudios en París y Dijon, donde también estudió y se doctoró en Derecho.
Desde 1908 estuvo dando clases en
la Academia Comercial de Praga, para pasar, en 1912, a hacerlo en la
Universidad Carolina. También se dice que fue uno de los miembros fundadores
del movimiento de los “boys scouts” en su país.
Al comenzar la I Guerra Mundial fue
uno de los organizadores de un movimiento de resistencia a los Habsburgo, a fin
de conseguir la independencia de su patria. Fue enviado a varios países, como
Francia, USA o el Reino Unido, para intentar conseguir su apoyo y construir un
país independiente en la posguerra.
Es muy curiosa la relación entre
Checoslovaquia y USA. No sé si habrá en ese país muchos inmigrantes de estos dos
países europeos, pero, lo cierto, es que siempre veo que han sido bastante bien
acogidos. De hecho, consiguieron que el presidente Wilson fuera el que más
apoyó a la independencia de Checoslovaquia.
Incluso, me estaba acordando
ahora de que el célebre compositor checo, Antonin Dvorak, estrenó su obra más
famosa, “la Sinfonía del Nuevo Mundo”, precisamente en Nueva York y en 1892.
Concretamente, ese año había llegado a
esa ciudad atraído por un fabuloso contrato, firmado con una mecenas USA,
llamada Jeannette Thurber, la cual le pagó un salario 25 veces mayor que el que cobraba en Praga.
Volviendo a nuestro personaje de
hoy, entre 1916 y 1918 fue nombrado Secretario del Consejo Nacional de
Checoslovaquia en París y, luego,
ministro de Relaciones Exteriores en el nuevo Gobierno provisional de la
nueva Checoslovaquia.
Desde siempre, estuvo muy unido a
Masaryk, padre, y juntos organizaron el reclutamiento de efectivos para
configurar la Legión Checa, una unidad militar que luchó a favor de los aliados
en la I Guerra Mundial. Al mando de esta gran unidad estuvo el general
Stefanik, el otro puntal donde se basaba el movimiento para la independencia de
Checoslovaquia.
Es preciso aclarar que ambos se conocieron cuando
Benes fue alumno de Masaryk en la Universidad Carolina de Praga.
Durante muchos años, fue ministro
de Relaciones Exteriores de Checoslovaquia. Nada menos que entre 1918 y 1935.
También llegó a ser presidente del Gobierno entre 1921-22.
Como lo que mejor se le daba era
la política exterior, fue delegado checoslovaco en las conversaciones para el Tratado
de Versalles, con el que finalizó la I Guerra Mundial.
También fue miembro, durante
varios años, concretamente, desde 1923, de la Sociedad de Naciones, donde llegó
a ocupar la presidencia, durante un
breve período, en 1935.
En este mismo período, fue uno de
los organizadores de la llamada “Pequeña Entente”, una especie de alianza
diplomática y militar, apoyada por Francia, y formada por Checoslovaquia,
Hungría, Rumanía y Yugoslavia. Se inauguró en 1920 y era una especie de posible
“segundo frente” contra Alemania y contra Hungría.
Seguramente, se formó como un
contrapeso al poderío de varias potencias emergentes de esa zona, como fueron
Italia, Alemania, Polonia y la URSS. Siempre estuvo muy unida a la Sociedad de
Naciones.
No hay que olvidar que nuestro personaje
siempre fue un elemento muy relevante en
las reuniones internacionales. Por eso, asistió a las conferencias de Génova,
en 1922; Locarno, en 1925, La Haya, en 1930 y Lausana en 1932.
Durante toda su carrera política
militó dentro de las filas del Partido Socialista de Checoslovaquia. Posteriormente,
denominado Partido Nacional Socialista de Checoslovaquia, aunque no tuviera
nada que ver con los nazis alemanes.
En 1935, tras la dimisión de
Masaryk, como presidente de Checoslovaquia, fue relevado en ese cargo por
Benes. Ahí es cuando empezaron sus problemas más graves.
El mundo se hallaba literalmente
muy convulso. Se pueden citar como ejemplos la guerra en España, en China, en
África, etc.
Desde 1933 gobernaba en Alemania
un tal Hitler y, a pesar de que empezó su trabajo sin irritar mucho a las demás potencias, ahora ya
estaba en disposición de empezar a tocar las narices a todo el mundo.
Para empezar, consiguió que le dejaran
organizar la votación de un plebiscito para saber si los ciudadanos del Sarre
querían volver a pertenecer a Alemania.
No sólo se salió con la suya, sino que ganó la postura favorable a Hitler y esa
región regresó a Alemania en 1935.
Por lo que se refiere a Austria,
otra de sus zonas más codiciadas, el Gobierno alemán llevaba, desde 1933, con
ganas de quedársela, pero no lograba encontrar una excusa creíble para hacerlo
y sin que se le echaran encima los demás países.
Incluso, su posterior aliado en
la II Guerra Mundial, Italia, le había prohibido hacerlo y le amenazó con
enviar sus tropas a Austria para
impedirlo.
Increíblemente, a Hitler no le
quedó otra que morderse la lengua, como le pasó, por entonces, con otros países vecinos, como Polonia, porque
aún no tenía la capacidad militar suficiente para enfrentarse a ellos. No
olvidemos que Polonia tenía, por entonces, uno de los ejércitos más numerosos de Europa.
En 1934, siguiendo con su
conocida política de ampliar el espacio vital para los germánicos, no se sabe
si sólo apoyó o también organizó un golpe de Estado en Austria, que, aunque
fracasó estrepitosamente, tuvo como consecuencia principal la muerte del
canciller Dolfuss.
El año 1938 fue trascendental
para toda esta zona de Europa. Por una parte, como Hitler se vio con la
capacidad militar suficiente como para atemorizar a sus vecinos, probó a
hacerlo con Austria.
Esta vez se reunió en febrero con
el canciller austriaco, Kurt Schuschnigg, y le dijo que, si no se unía Austria
a Alemania iba a provocar una guerra civil allí, semejante a la que había por
entonces en España. Conviene recordar que Alemania estaba financiando, desde
hacía unos años, cientos de atentados
terroristas de los nazis en territorio austriaco.
Como el primer ministro vio que
no podía gobernar en esas condiciones, y tampoco le dejaron organizar la
votación de un plebiscito donde se decidiría sobre la independencia de
Austria, dimitió y dejó solo al presidente
de la República, Miklas. A éste no le quedó más remedio que poner a un primer
ministro nazi y así se consumó inmediatamente la anexión alemana.
Esta vez, la mirada de Hitler se
puso sobre la región de los Sudetes, situada dentro de Checoslovaquia, pero
fronteriza con Alemania. En ella vivían, desde la Edad Media, más de un millón de personas de origen
alemán, que habían conservado sus costumbres y su idioma.
Dado que estos ciudadanos de Checoslovaquia
tenían ese origen germánico, Alemania, les ayudó a formar un partido
nacionalista. Luego empezaron a realizar peticiones imposibles a Praga y, como,
lógicamente, no se las aceptaron, pues Hitler “los envolvió bajo su manto”. Más
o menos, lo que ya había hecho en Austria.
Las grandes potencias empezaron a
mosquearse y esta vez se reunieron allí los delegados de Francia, la URSS y el
Reino Unido. Los dos primeros apoyaron al Gobierno checoslovaco, pero sin
demostrar mucho interés en el asunto. Los británicos se mostraron más
conciliadores entre ambas partes.
Siguiendo con la política de apaciguamiento,
los británicos firmaron en septiembre la cesión de varios de esos territorios a
Alemania. Hitler aprovechó para exigir también otros territorios en Polonia y
en Hungría.
Francia no podía definirse públicamente
a favor de ese acuerdo, pues había firmado, previamente, otro acuerdo de defensa con Checoslovaquia. También
lo tenía la URSS, pero sólo si, primeramente, intervenía Francia.
No obstante, el 30/09/1938, se
reunieron las cuatro partes involucradas (Francia, Reino Unido, Alemania e
Italia) y firmaron los Acuerdos de Munich. Por supuesto, no invitaron a ningún
delegado checoslovaco. Por eso, llamaron a estos acuerdos “acerca de nosotros,
sin
nosotros y contra nosotros”.
Unos días después se produjo esa
famosa imagen, correspondiente al premier británico, Chamberlain, saliendo del
avión con un papel en la mano. Como a los que acaban de estafar con el timo de
la estampita. Ya se lo dijo Churchill un poco más tarde.
En un principio, el Gobierno
checoslovaco, dio la orden de movilización general. No vayamos a pensar que el
ejército alemán era infinitamente superior al checoslovaco. Desde Praga se
había ido organizando en esos últimos años un ejército bien entrenado, que
podía movilizar tranquilamente casi 1.300.000 hombres, bien equipados y con un buen
armamento. No olvidemos que Checoslovaquia es un país donde ha habido siempre
muchas fábricas de armas. Incluso, mucho mejores que las alemanas.
Además, los checos habían
fortificado a conciencia la zona de los Sudetes y tenían allí sus mejores
unidades militares y muchas de sus grandes fábricas.
En este caso, lo normal es que
los alemanes, al final, hubieran
vencido, sin embargo, a costa de muchas bajas. Como les ocurrió luego en Polonia,
aunque nunca quisieran reconocerlo.
Los checoslovacos sólo podrían
haber vencido en el caso de que hubieran recibido a tiempo la ayuda de los
aliados, pero nuestro personaje que, como ya habéis visto, tenía mucha
experiencia en la política exterior, se dio cuenta enseguida de que no iban a
mover un dedo para ayudarles.
Creo que el problema de los aliados
era que guardaban muy malos recuerdos de la I Guerra Mundial y no tenían ningún
interés en meterse en otro conflicto por el estilo y eso Hitler lo suponía. Por
eso, habitualmente, solía jugar de farol y le salió bien hasta la invasión de
Polonia. A la que tampoco ayudaron los aliados.
Volviendo al caso checoslovaco,
Benes, como buen patriota, se opuso por completo a ceder ningún territorio de
su país a otro. Los aliados le hicieron saber que, si no les cedía esos territorios
a los alemanes, no querrían saber nada sobre el futuro de Checoslovaquia.
Incluso, los alemanes se
permitieron presionar a los aliados para que consiguieran la dimisión de Benes,
la cual se hizo efectiva el 05/10/1938. En su lugar, nombraron a otra persona más
fácil de convencer que nuestro personaje. Se trataba de Emil Hacha. Otro
político que tuvo una existencia muy azarosa desde que le nombraron para ese
puesto y que tuvo un final muy trágico.
Además, Hitler, tras haber invadido
de forma pacífica los Sudetes, forzó la situación promoviendo una insurrección de tipo fascista en Eslovaquia, e invadiendo
todo el país, con el argumento de apoyar a los eslovacos.
A finales de octubre de ese mismo
año, Benes, se trasladó con su familia al Reino Unido, donde, ya en 1940, fue reconocido como “presidente del Gobierno
checoslovaco en el exilio”. Allí estuvo viviendo, junto a sus colaboradores más
cercanos.
Permaneció como presidente,
alegando que su dimisión había sido debida a un acto de coacción y no por voluntad
propia, lo cual dejaba sin efecto ese acto.
Uno de sus mayores fracasos fue
la llamada Operación Antropoide, la cual consistió en enviar unos comandos a su
país para asesinar al líder nazi, que gobernaba el territorio en ese momento,
Reinhard Heydrich.
En 1942, los comandos enviados
lograron su objetivo, pero a costa de sus propias vidas y la de miles de checos
que fueron asesinados por los nazis, a causa de la represión por este hecho.
Desde su lugar de exilio siguió organizando
el futuro de su país. Por ello, en 1943, firmó una alianza con la URSS, seguramente,
porque ya veía que le convendría llevarse bien con los rusos en la posguerra, pero le sirvió de poco.
Tras la sangrienta Insurrección
de Praga, en mayo de 1945, Benes volvió a su país y fue confirmado como
presidente por la Asamblea Nacional, hasta la elección de un nuevo presidente. En
junio de 1946 fue elegido como nuevo presidente.
Todavía se discuten mucho los
llamados Decretos Benes, promulgados por Benes durante el exilio y puestos en
práctica al final de la II Guerra
Mundial, por los que millones de antiguos ciudadanos de Checoslovaquia,
de origen alemán y húngaro, perdieron su nacionalidad y todos sus bienes.
Este tema es hoy en día muy
controvertido, llegando algunos especialistas a considerarlo como una limpieza
étnica, aunque ese concepto no existía en ese momento.
Lo que sucedió es que estas
normas obligaron a una deportación masiva de estos ciudadanos, hacia Alemania y
Hungría, sufriendo por el camino malos tratos y vejaciones de todo tipo. Incluso,
provocó la muerte de muchos de ellos a manos de los checoslovacos.
Todavía hoy en día no se han
aclarado estos temas, a pesar de que, tras la Caída del Muro, a muchos de ellos
se les devolvió su nacionalidad, sin embargo,
muchos descendientes de esos expulsados
no han vuelto a recuperar sus bienes. Incluso, han tenido que acudir a la misma
ONU, para que les apoyara en sus reivindicaciones.
A partir de 1947 se empezaron a
ver los planes de Stalin para este país. Para empezar, consiguió meter a uno de
los suyos, Klement Gottwald, como nuevo primer ministro.
La estrategia de los comunistas
en todos los países del futuro Bloque Socialista, siempre fue meter a unos cuantos
ministros de los suyos en el Gobierno. No hacía falta que fueran muchos, pero
sí que controlaran los puestos estratégicos, como Defensa, Interior, Hacienda,
etc.
La mayoría de sus ministros no comunistas
dimitieron en protesta por la actuación de la policía, muy favorable para los comunistas.
Esta situación la aprovechó Gottwald para exigir a Benes que aceptara un nuevo
Gobierno, donde ya la mayoría era comunista.
A Benes no le quedó otra que
ceder, pues los comunistas habían acumulado mucho poder y el Ejército Rojo aún
estaba asentado en su país.
Las siguientes elecciones fueron todo
un escándalo, para un país que siempre fue decididamente demócrata. A los votantes
sólo se les permitió votar al Frente Nacional. Un partido donde la mayoría eran
comunistas. Ya se sabe que los comunistas no deseaban “levantar la liebre”,
denominando a las cosas por su nombre. Igual que siempre se llamaron en todos
los países de ese Bloque “partidos socialdemócratas”
y cosas por el estilo.
El siguiente paso fue que la nueva
Asamblea Nacional, dominada ya por los comunistas, creara una nueva
constitución muy al gusto de Moscú. Como Benes se negó a promulgarla, tuvo que
dimitir el 07/06/1948 y Gottwald le sucedió en su cargo.
Todos estos sucesos mermaron
gravemente su salud y esto trajo como consecuencia que falleciera por causas naturales
en su casa el 03/09/1948.
Esta vez reconozco que me ha
quedado un poco largo este artículo, pero lo he creído necesario para poder
explicar claramente la época en la que se desarrollaron estos hechos. Espero que
os haya gustado.
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