martes, 18 de junio de 2013

LA ODISEA DEL TRASATLÁNTICO SAINT LOUIS



Es totalmente cierto que los judíos han sido un pueblo perseguido durante la mayor parte de la Historia Universal. Eso lo sabe todo el mundo.
            También es cierto que los nazis alemanes cometieron con ellos los más atroces crímenes, desde antes de la II Guerra Mundial.
            Pero, como ya es sabido que a mí me gusta contar las historias desde todos los puntos de vista, hoy voy a narrar la peripecia de un barco alemán llamado Saint Louis.
            Este barco cubría habitualmente la ruta entre Hamburgo, Halifax (Escocia), Nueva Escocia (Canadá) y Nueva York. Incluso, hacía escalas en algunos puertos de las Antillas.
            El 13 de mayo de 1939 este buque zarpó desde Hamburgo hacia Cuba. Su pasaje lo componían 937 personas de las que 930 eran judíos, que buscaban un refugio, huyendo de los nazis.
            La idea de la mayoría de ellos era quedarse durante un tiempo en Cuba, para, posteriormente, ir pasando a los EEUU, beneficiándose del sistema de cuotas por países, que estaba vigente en ese momento.
            Incluso, según parece, habían presionado al capitán para que el barco fuera más deprisa, pues se había conocido que le precedían otros dos barcos, también cargados de refugiados y con el mismo destino.
            Al llegar a Cuba tuvieron problemas, pues su Gobierno no les permitió desembarcar ni como turistas, ni como refugiados.
            Tras arduas negociaciones, llevadas por Lawrence Berenson, por la parte judía, el Gobierno aceptó que desembarcaran si pagaban 500$ USA por cabeza. El problema es que la mayoría de la gente no disponía de esa elevada cantidad. Todo esto jaleo hizo que los pasajeros se pusieran nerviosos y provocaran un motín y numerosos intentos de suicidio. Sólo unos pocos pudieron desembarcar en la isla.
            Parece ser que sólo desembarcaron 28 pasajeros, siendo 6 de ellos no judíos y 22 con documentos de entrada en regla.
            Como el Gobierno cubano no había diferenciado claramente entre turistas y refugiados, pues sólo a los segundos se les pedía esa cantidad, algunos como el propio Director de Emigración, se dedicaban a vender permisos de entrada. Dado el gran volumen de refugiados de ese momento, se dice que Manuel Benítez, el citado Director, llegó a embolsarse con esta práctica 1.000.000$ USA. Por eso le obligaron a dimitir.
            El problema es que los judíos ya habían comprado las visas en Alemania, sin embargo, durante el trayecto del barco, el Gobierno cubano las había anulado, en un intento de luchar contra ese comercio ilegal. Por eso se les negó la entrada en Cuba a pesar de tener visas.
            Algunos autores mantienen que la verdadera razón se debió a presiones del Gobierno de EEUU para no tener tan cerca de su territorio esa gran cantidad de futuros inmigrantes.
            También se dice que los medios ultraderechistas cubanos presionaron a su Gobierno para que no admitiera a más refugiados en su país. Por lo que se ve, el país se estaba llenando de refugiados judíos y la población no les tenía ningún aprecio, pues solían ser gente muy preparada y se quedaban con los mejores trabajos. Además, no olvidemos que Cuba estaba soportando una fuerte crisis.
            Así, los rumores de la llegada de este barco a Cuba, provocaron una gran manifestación de carácter xenófobo por las calles de La Habana.
            Aparte de eso, no olvidemos que en la isla habitaban muchos seguidores del fascismo y el mismo Franco tenía allí muchos seguidores. Incluso tenían una Falange exterior, que vino a luchar a nuestra Guerra Civil.
            En busca de una salida a la situación, el barco enfiló hacia Florida, para intentar que el Gobierno de EEUU dejara al menos entrar a unos cuantos. No obstante, según parece, las presiones al presidente Roossevelt pudieron más, pues las elecciones estaban cercanas, y no les otorgaron ningún permiso.
            La Inmigración en EEUU estaba regulada por una Ley de 1924. En 1939, la cuota de inmigrantes germano-austriacos estaba limitada a sólo 27.370 individuos. Por tanto, había una lista de espera de varios años para entrar en USA, salvo que el presidente hubiera querido emitir un decreto con carácter excepcional, cosa que no hizo.
            A causa de la Gran Depresión, la inmensa mayoría de los USA estaba en contra de admitir más inmigrantes, pues ya existía una gran cantidad de parados dentro de sus fronteras. Así allí también se dio algo de antisemitismo y mucho aislacionismo.
            Por eso mismo, el proyecto de la Ley Wagner-Rogers, que pretendía admitir unos 20.000 niños judíos al margen de las cuotas fue rechazado y el mismo presidente Roossevelt no quiso pronunciarse al respecto.
            Ya el 5 de junio de ese año se hizo un nuevo intento con el Gobierno de Canadá, pero también rehusaron admitirlos
            La situación cada vez se ponía peor, porque nadie los quería admitir y las reservas de alimentos estaban empezando a escasear. Con esta situación, lo más lógico es que se esperara un motín inminente.
            Por ello, el capitán Gustav Schroeder, tomó la decisión de volver a Europa. Entre tanto, el comité judío americano negoció con Bélgica, Reino Unido, Francia y Holanda, los cuales aceptaron repartirse a los pasajeros. Así, al llegar al puerto de Amberes, el 6 de junio, éstos fueron repartidos entre los países citados.
            Desgraciadamente, al poco tiempo se inició la II Guerra Mundial y, con ella, el famoso Holocausto.
            Según parece, de los 930 pasajeros judíos que iban en ese barco, sólo 240 pudieron sobrevivir al Holocausto.
            Como ejemplos, podemos poner dos de estas familias. Los Seligmann eran una familia compuesta por el matrimonio y una sola hija y procedían de una localidad cercana a Hannover. Tras desembarcar en Amberes, se quedaron a vivir en Bruselas hasta que le tocara el turno para emigrar a USA. No tenían permiso de trabajo, así que dependieron en todo momento de las ayudas que les enviaban otros miembros de su familia.
            Tras la invasión de Bélgica, los nazis atraparon al padre y lo enviaron a un campo, Les Milles, en el sur de Francia. Su mujer y su hija fueron en su búsqueda y no tardaron en ser capturadas por los gendarmes franceses y enviadas al famoso y despiadado campo de Gurs.
            A través de la Cruz Roja consiguieron saber dónde estaba cada uno, pero no pudieron reunirse.
            Las mujeres fueron enviadas a un campo cercano a Marsella, donde los franceses les permitieron solicitar visados de entrada en USA.
            En noviembre de 1941 la familia pudo por fin reunirse, dejando Francia, atravesando España y Portugal y llegando al puerto de Lisboa. Desde allí tomaron un barco hacia Nueva York, adonde llegaron el 3 de diciembre de 1941. Tenían otra hija que había conseguido llegar desde Holanda y les esperaba allí, asentándose todos en Washington DC.
            Sin embargo, en el caso de la familia Hermans, sus miembros no tuvieron tanta suerte.
            Julius era un comerciante textil, que ya había pasado antes de la guerra por Dachau. En cuanto fue liberado consiguió un pasaje en el Saint Louis, pero no pudo hacer reservas también para su mujer y su hija.
            Cuando regresaron a Amberes se dirigió a Francia a fin de intentar que se reuniera allí toda la familia.
            Empezó mal, porque la gendarmería francesa lo consideró extranjero enemigo y lo mandaron a un campo. En 1940 pudo salir en libertad, pero fue encarcelado de nuevo, tras la invasión alemana.
            Lo tuvieron dando vueltas por varios campos, entre ellos, el citado Gurs, así que no pudo conseguir el visado en el consulado de USA en Marsella, como había hecho la otra familia anterior.
            En 1942, los franceses lo enviaron a un campo de tránsito y enseguida, los alemanes, lo llevaron al conocido campo de Auschwitz, en Polonia, donde murió.
            A finales de 1941, los nazis enviaron a su mujer y a su hija a un ghetto en Riga. Desde entonces, no se ha sabido más de ellas.
            Una vez más, se está comprobando que los aliados colaboraron de forma pasiva con los nazis en su labor de exterminar a la población judía.
            Los pormenores de este viaje están narrados en la novela “El viaje de los malditos”, de Gordon Thomas y Max Morgan-Witts.

TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES
           
           
           

5 comentarios:

  1. Vergonzosa la pasividad del mundo ante hechos como este ... y no aprendimos nada porque las cosas volvieron a suceder como en la ex Yugoslavia o en los Grandes Lagos. De la novela se hizo una versión cinematográfica en 1976.

    ResponderEliminar
  2. El problema de la guerra en la antigua Yugoslavia es que USA, que hizo un informe muy correcto antes de que radicalizara la situación, pasaba por un período en el que su opinión pública pedía al Gobierno un mayor aislacionismo, el cual es tradicional en su política. Por ello, dejaron el asunto en manos de Europa, pensando que podrían solucionarlo, pero, tras varios fracasos, se comprobó que la UE es un carro donde los bueyes tiran hacia los lados y, por eso, no avanza en la misma dirección.

    Menos mal que, en un momento dado, a Clinton le interesó desviar la atención de la opinión pública USA del jaleo que se había montado con cierta becaria y le vino bien meterse en una pequeña guerra para que los diarios pudieran rellenar sus páginas con otras noticias. A partir de ahí, la guerra se acabó enseguida.

    Luego, cuando surgió lo de Kosovo, ya no lo dejaron progresar y la misma OTAN, al mando del antiguo pacifista Solana, se atrevió, por primera vez, a atacar a un antiguo miembro del bloque comunista.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Lo que es triste comprobar es que las vidas humanas también dependen de los intereses políticos. Si Roosevelt no hubiera tenido a la vista unas próximas elecciones, seguramente les hubiera dejado entrar en USA.

    No obstante, en USA siempre hubo gente muy afín al partido nazi. Se comentan como casos de gente más conocida, el empresario Ford o el aviador Lindberg.

    Hoy en día existe un partido nazi en USA y pasean libremente por la calle luciendo sus uniformes. Sin embargo, en Alemania y Austria está prohibido.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Quizás si los hubieran dejado asentarse como colonos en alguna tierra, eso hubiera podido ser una solución. Desconozco si alguien lo pensó.

    Más que los intereses políticos, yo creo que son los intereses económicos los que manipulan las vidas humanas. Los intereses políticos no existen. Como cantaron Liza Minelli y Joel Grey en "Cabaret", "el dinero hace girar el mundo".

    ResponderEliminar
  5. Parece ser que, en un principio, les daba igual vivir en cualquier parte y, de hecho, algunos se fueron a vivir a África, pero luego prevaleció la opinión de los sionistas y ya sólo admitieron la idea de volver a Israel.

    Saludos.

    ResponderEliminar