Volviendo al mismo tema, hoy
traigo al blog otra indeseable afectada por este mal, que supone un paso entre
el egoísmo y la paranoia y que puede afectar a la misma salud de la gente que
lo padece.
Esta
vez vamos a ver la historia de Hetty Green, apodada la “Bruja de Wall Street”,
o sea, que ya sería una elementa de mucho cuidado en un sitio donde se
congregan todo tipo de especies de “buitres”.
Nació
en 1834 en una pequeña localidad de Massachusetts, en el seno de una familia cuáquera,
y dicen que fue en su momento la mujer más rica y más avara de todo el mundo,
lo cual ya es importante, dada la gran competencia en el sector de la avaricia.
Su nombre de soltera fue Henrietta Howland Robinson.
Dicen
que aprendió desde muy niña ayudando a su padre en sus negocios, los cuales
heredó a los 30 años. De hecho, abrió su primera cuenta corriente con 8 años y
leía a su abuelo las cotizaciones en Bolsa y discutía con él las variaciones de
cada título empresarial.
Parece
ser que su padre fue un empresario despiadado, el cual hizo su fortuna a base
de un negocio de caza de ballenas, en el cual Hetty era su contable.
En
su lecho de muerte, su padre llegó a decirle que había sido envenenado por unos
conspiradores y que ahora vendrían a por ella.
Parece
ser que también heredó de una tía rica, pero menos de lo que ella pensaba, por
ello, tuvo durante unos años una batalla legal con los otros beneficiarios de
la misma, que fueron los cuidadores de su tía.
De mayor se dedicó
a los sectores inmobiliarios, ferrocarriles y al de los préstamos. Fue una gran
inversora en Wall Street, con inversiones de bajo riesgo y protegidas de
impuestos, lindando con la línea de la evasión de los mismos.
Cada vez que
cundía el pánico en la Bolsa, ella se dedicaba a comprar con grandes descuentos
y luego se dedicaba a dar préstamos con intereses escalofriantes, incluso a los
banqueros desesperados.
Parece
ser que amasó su fortuna a base de negociar con unos bonos procedentes de la
Guerra Civil USA.
Casó
a los 33 años con un miembro de otra familia muy acaudalada, como no podía ser
de otra forma.
Según
parece, Ned Green, su marido, era otro
especulador de éxito, pero con un carácter más agresivo en las inversiones que
su esposa.
La
estrategia de Ned era comprar y esperar hasta ver cuánto podía subir un valor. Sin
embargo, su esposa le daba un precio de salida estimado a todo lo que adquiría
y, cuando llegaba a él, lo vendía.
Parece
ser que la estrategia de ella fue más acertada y, a pesar de que tenían
separación de bienes, tuvo que rescatar a su marido en diversas ocasiones.
Se
mudaron varias veces y en Londres, donde vivían en un hotel, nacieron sus dos hijos.
Posteriormente,
alrededor de 1870, regresaron a USA y vivieron en Vermont, la ciudad de su
marido.
En
1885 su marido se arruinó y decidieron separarse. Posteriormente, en 1902, a
causa de la enfermedad cardíaca de su marido, volvieron a vivir juntos. Unos meses
después, él moriría.
A
partir de entonces, Hetty crio personalmente a sus dos hijos, vivió en hoteles
baratos, no compraba ropa, lavaba la que tenía sólo en la zona que rozaba con
el suelo, para ahorrar jabón. En fin, todas esas chorradas que se les ocurren a
esta gente, que no están muy bien de la cabeza.
Se
cuenta que una vez se pasó la noche en vela buscando un sello de dos míseros
centavos que había perdido por la casa.
En
otra ocasión, se dice que se negó a pagarle a un farmacéutico 10 centavos por
el frasco que contenía una medicina que necesitaba. Así que fue a casa a por
otro frasco para que le metieran el fármaco en su recipiente.
Parece
ser que apareció en el libro Guiness como la mujer más tacaña de su época. No me
extraña, aunque, por lo que se ve, en ese período la competencia fue feroz por
alcanzar ese puesto.
No
gustaba de apuntar nada y tenía en su cabeza todas las cotizaciones de los
títulos que poseía, según decía, para que esos papeles no acabaran en manos de
abogados.
Se
mudaba continuamente de una a otra de sus casas para no tener que pagar muchos impuestos.
Ni
siquiera tenía una oficina propia, sino que se la pusieron en las traseras de
una de sus oficinas los del Chemical Bank, cuando pasó sus cuentas a ese Banco.
Dicen
que tuvo una demanda de los ferrocarriles y se dedicó a comprar todas las
acciones posibles, así que los ferroviarios, asustados, tuvieron que retirar su
demanda.
Parece
ser que tuvo un litigio muy sonado con Huntington, el mayor constructor de
líneas férreas, el cual iba a tender unas vías a través de Texas y se encontró
con que ella y su hijo habían comprado allí los terrenos por donde iba a ir la
vía y algunas pequeñas compañías ferroviarias, para hacerle la competencia, lo
cual enfureció mucho a este magnate.
En
1907 tuvo otro de sus éxitos, pues detectó antes que nadie que el mercado
estaba sobrevalorado. Así que vendió todo lo que pudo y, al llegar la crisis,
pudo comprar muchos valores a precios de risa. Incluso le prestó al
Ayuntamiento de Nueva York. También se hizo con muchos terrenos a causa de sus
préstamos.
A
veces, estas tonterías pueden ser peligrosas para las personas que viven con
ellos. Tal es el caso de una vez que su hijo sufrió una herida en la rodilla, a
causa de una caída de su trineo, y ella lo llevó a un hospital de caridad. Lo malo
es que el médico que la atendió la reconoció y le exigió que pagara la
consulta. Como ella se negó a hacerlo, se lo llevó al hotel y lo atendió
personalmente. Más tarde, la pierna se infectó y hubo de ser amputada.
Con 81 años ella sufrió una apoplejía y su
hijo hubo de contratar unas enfermeras para que la atendieran, pero las vistió
con otras ropas, para que no se diera cuenta de que eran sanitarias profesionales.
Sufrió
de una hernia, pero se negó a pagar 150 $ por la operación. No sabemos cómo no
llegó a morirse de eso.
El
resto de su vida lo tuvo que pasar en una silla de ruedas, hasta que murió, en
1916, de una apoplejía a causa de una
discusión con una criada. Algunos dicen que fue por regatear el precio de la
leche. Fue sepultada junto a su esposo.
Su
hijo fue el polo opuesto, así que cuando heredó parte de la fortuna materna, se
dedicó a gastársela en todo tipo de caprichos, como fiestas, joyería, yates…
Sin
embargo, su hija Sylvia, al morir, legó su patrimonio a organizaciones de
beneficencia, escuelas, hospitales, etc.
Muchas gracias, nunca había oído hablar de ella. Ya soy un poco más sabia gracias a ti
ResponderEliminarConfieso que yo tampoco la conocía hasta que lei hace unos días un artículo sobre ella. La verdad es que parece increíble que haya gente así, pero es cierto y ahí está. También se dice que algunas cosas no eran del todo ciertas, pues la difamaron algunos de sus competidores por ser la única mujer de su tiempo dedicada a los negocios.
ResponderEliminarSaludos.
Pues yo sí creo que es posible todo. He conocido a mucha gente así; es más, conocí a una pareja tan tacaña que cuando iban de viaje, por no gastar, él se iba a pasear a los alrededores, y ella se quedaba en el hotel.
ResponderEliminarMe hubiera gustado ver el encuentro entre Huntington, el gran magnate de los FFCC y esta mujer. Un tipo que estaba acostumnbrado a mandar sobre todo el mundo y que, seguramente, hasta le presionaría al presidente de turno y tuvo que rendirse delante de esta mujer. Además, teniendo en cuenta que en esa época a las mujeres no les hacían tanto caso como ahora. Saludos.
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