En esta ocasión le toca el turno
a una mujer de origen japonés y nacida en USA. Se llamaba Iva Toguri, aunque en
algunos lugares aparece con el nombre de Iva Ikoku.
Nació
en Los Ángeles en 1916, hija de unos inmigrantes japoneses, aunque ella nunca
tuvo esa nacionalidad.
Era
muy aficionada a tocar el piano e, incluso, llegó a graduarse en la
Universidad.
En
el verano de 1941, su familia tuvo noticias de que una tía suya, residente en
Japón, se encontraba gravemente enferma. Así que ella se desplazó a esas islas
para cuidarla.
Llegó
a Japón el 25/07/1941, unos meses antes de que estallara la guerra contra los
USA.
Mientras
ella estuvo residiendo en casa de unos tíos, su familia, como muchos miles de
japoneses residentes en USA, fue obligada por ese Gobierno a vivir recluida en
un campo de concentración. A causa de ello, la madre de nuestro personaje murió
en el viaje hacia uno de esos campos.
Al
mismo tiempo, el Gobierno japonés encarceló a muchos extranjeros residentes
allí, pero no a ella por su ascendencia japonesa, aunque hablara muy mal
japonés.
No
obstante, sufrió continuas vejaciones por parte de sus vecinos y varios
interrogatorios por parte de la policía y los servicios de información. Además,
la noticia del encarcelamiento de su familia en USA le hizo padecer una fuerte
depresión.
Tras
su salida del hospital conoció al mayor Charles Cousens, un prisionero de
guerra australiano que había sido obligado a trabajar para los japoneses en
Radio Tokio, pues tenía experiencia en emisoras USA.
Le
recomendó que trabajara con él y empezó mecanografiando guiones con otras
muchas chicas jóvenes que trabajan en ese programa.
Más
adelante, le propusieron hacer un programa musical, donde, de vez en cuando, emitían
mensajes dando a entender la segura victoria japonesa en la guerra, aunque
nunca hizo propaganda contra USA.
También
enviaban mensajes de los prisioneros de guerra USA a sus familias. Algunos de
estos mensajes procedían de interrogatorios practicados por los agentes de la
inteligencia japonesa.
Realmente,
su apodo japonés era Ana la huérfana, pero sus oyentes americanos la llamaron
la Rosa de Tokio. Muchos recordaban al escucharla, a la esposa o a la madre que
habían dejado en su país. Era una forma de reducir la moral del combatiente.
También
otras muchas locutoras, norteamericanas de origen japonés, se presentaron como
la Rosa de Tokio, pero todas siguieron la misma línea inicial de ese programa.
Ella
nunca quiso renunciar a su ciudadanía USA, lo cual hizo que al terminar la
guerra fuera perseguida.
Por
ello, fue detenida y trasladada a USA, donde la acusaron de varios delitos. No
pudo demostrarse claramente ninguno de ellos y el fiscal retiró los cargos.
La
opinión pública se puso de su parte e, incluso, algunos prisioneros, como
Cousens, declararon a su favor.
Como
el juicio estaba claramente amañado, el juez obligó a proseguir con el mismo
hasta dar lugar a un veredicto. El jurado sólo pudo acusarla de hablar delante
de un micrófono sobre barcos americanos hundidos durante la guerra. Eso hizo que la sentenciaran a 10 años de
cárcel, más una multa de 10.000$. Para cobrar la multa el Gobierno USA confiscó las tierras de su padre.
El
mismo juez reconocería años más tarde que no actuó con imparcialidad, pues
había sufrido la guerra combatiendo contra Japón y odiaba a los japoneses.
En
1956 fue liberada y deportada a Japón, donde pudo reunirse con su esposo, un
portugués que conoció cuando trabajaba en la emisora de radio. Luego pudo
volver a USA y se fue sola a vivir a Chicago, porque a su marido no le permitieron entrar en los USA.
A
mediados de los años 70, un grupo de periodistas investigó este caso y demostró
que se habían cometido múltiples regularidades e, incluso, los acusadores
habían sido obligados a establecer una serie de acusaciones sin base legal
alguna.
En 1977, el
mismo presidente Gerald Ford le otorgó el perdón oficial y manifestó
públicamente que había sido acusada falsamente y condenada. También le devolvió
la ciudadanía USA que le había sido arrebatada.
Murió en 2006
en USA a los 90 años de edad.
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