viernes, 24 de febrero de 2012

EL BOTÍN INGLÉS DEL PRADO


En marzo de 1623 llegó a España Carlos Estuardo (el futuro Carlos I), entonces príncipe de Gales. Le acompañaba el marqués de Buckingham, pues ese título aún no correspondía a un ducado.

Se cuenta que amaba las bellas artes y se interesaba por algunas de ellas, como la pintura, la música. Incluso, visitaba los estudios de algunos pintores para verlos trabajar y aprender de su arte.

Una de las primeras cosas que hizo en nuestro país fue visitar todas las colecciones privadas de pintura que pudo, atraído, sobre todo, por las célebres colecciones de nuestros reyes.

En principio, la visita del príncipe se debía a su deseo de casarse con la infanta María, hermana de Felipe IV. Parece ser que todo se debió a una idea de nuestro embajador en Londres, el conde de Gondomar, que tenía fama de liante, y así retomar las antiguas buenas relaciones entre los dos países. Lástima que el asunto fracasara por impedimentos religiosos.

Aprovechó también su visita para comprar algunos cuadros en la subasta de los bienes del recientemente asesinado Conde de Villamediana y, además, consiguió que el arzobispo de Burgos le regalara nada menos que todo un Tiziano.

También realizó adquisiciones de algún coleccionista importante y directamente de pintores españoles menos conocidos.

Incluso conoció a Velázquez y posó para él, pero ese cuadro, que le entregó sin haberlo acabado se ha perdido.

Se cuenta que tenía tanta afición por Tiziano que no dejó de darle la lata a Felipe IV hasta que le regaló la famosa Venus del Prado, que hoy día está expuesta en el Louvre.

A los 6 meses regresó a su país, llevándose un buen cargamento de pinturas, unas compradas y otras entregadas como regalo.

No obstante, continuó su interés por nuestro arte y le encargó al embajador inglés la compra de algunas obras. Cuando no pudo conseguir los originales, desplazó varios pintores ingleses a Madrid para que realizaran copias de los mismos.

Ya de regreso en su país, consiguió hacerse por un buen precio con la colección completa del duque de Mantua, una de las más completas de ese momento.

Cuando llegó al trono ya tenía una de las mayores colecciones de la época, lo cual, según decía, serviría para dar a conocer a los artistas ingleses las técnicas y las tendencias artísticas que se estaban usando en el resto de Europa.


Entre 1628 y 1630 alojó en su Corte al insigne Rubens, el cual, en su labor como diplomático, fue uno de los artífices del tratado entre Inglaterra y España, firmado en 1629. También asesoró a este monarca en la compra de algunos cuadros.

El mayor éxito de este soberano fue hacer que el pintor Van Dyck se quedara varios años en su Corte y aceptara ser su pintor de cámara. Tras esta decisión, el rey tuvo problemas con los pintores locales, pues le acusaban de fomentar un estilo extranjerizante.

No obstante, con el tiempo se vio que su decisión había sido afortunada, pues el pintor de Amberes creó escuela y frutos de ella fueron Reynolds, Gainsborough, Lawrence, etc. Se puede decir, por tanto, que Carlos I contribuyó mucho al desarrollo de la pintura en Inglaterra.

Durante su cautiverio insistió a Cromwell para que no dañaran sus obras de arte. De hecho, al comienzo de la guerra las tropas del Parlamento destruyeron algunas obras.

Creo que todos conocemos el triste final de este rey. Tras su guerra contra el parlamento, fue juzgado, condenado y ejecutado en público en 1649.

También se sabe que el Parlamento decretó que todas las obras donde figurara la Virgen debían ser destruidas y algunos testigos vieron cómo algunas obras fueron lanzadas al Támesis.

En 1644, el parlamentario radical sir Robert Hacley exigió que se destruyeran las obras de arte que hubiera en los palacios. Menos mal que no tuvo mucha fortuna y ese mismo año, el Parlamento confiscó todas las obras de arte, prohibiendo su destrucción.

El 14 de julio de 1649 se reguló el procedimiento de venta en subasta de estas obras. Se decía que el importe obtenido se destinaría al pago de los acreedores de la casa real. A muchos no se les pagó, porque no pudieron demostrar que no habían ayudado al rey a ganar la guerra. Lo cierto es que buena parte de los ingresos obtenidos se destinaron a organizar la Armada inglesa.

En algunos documentos aún conservados en el Museo Británico se indica que el embajador español fue el primero que gastó grandes sumas para quedarse con varias obras. Unas las compraron directamente y otras a través de intermediarios.

Todavía se puede consultar una norma de 1653, emitida por el Consejo de Estado de la Commonwealth, donde autorizan al embajador español a exportar, libres de impuestos, 24 cajones repletos de obras de arte.

Seguramente, se hicieron más ventas de este tipo “bajo cuerda”, pues se tienen noticias de otros cargamentos llegados a Madrid. Lo cierto es que se tenía que hacer discretamente, pues España, aunque tenía buenas relaciones con Cromwell, también apoyaba a la Casa Estuardo y le hacía donaciones económicas.

Tras la restauración de esta dinastía, para no enturbiar las relaciones con los ingleses, estas obras se depositaron en el monasterio de El Escorial, lejos de la vista de los embajadores y visitantes extranjeros. De hecho, se expulsó de Madrid a los antiguos embajadores del rey, para que no vieran llegar estos cargamentos a la capital. No obstante, conocemos la llegada de estas mercancías gracias a los comunicados de otros embajadores a sus cancillerías.

También, desde París, el cardenal Mazarino se apuntó a estas subastas y encargó a su embajador la compra de varias de estas obras. De hecho, se sabe que hubo rivalidad entre los embajadores de España y Francia por la compra de ciertas obras.

En 1654 acabaron estas subastas, pues Cromwell se asentó en el palacio de Whitehall y necesitó decorarlo. No obstante, ya se habían deshecho de unas 1.300 pinturas.

En 1660, tras la llegada al poder de Carlos II se creó un comité para averiguar el paradero de estas obras e intentar su recuperación. Sin embargo, pocas volvieron a Inglaterra.

Se dice que uno de los asesores del rey en esta operación fue el mismísimo Velázquez, pues se sabe que estuvo en Londres en esa época y que el rey le requirió para que volviera enseguida a España. También se tiene noticia de que se le encomendó llevar un gran lote de cuadros a El Escorial.

Hoy en día es difícil saber cuántos de esos cuadros permanecen en España, pues muchos de ellos se encuentran en el extranjero y otros están desaparecidos.

La sociedad Walpole Society ha publicado un catálogo de los cuadros de la colección de Carlos I de Inglaterra poco antes de la guerra civil. No obstante, no está completo, pues no figuran ahí los cuadros depositados en los palacios y residencias secundarias del rey.

También existen algunos catálogos que reivindican otra serie de obras como pertenecientes a esa colección real.

Algunos autores hablan de que es muy probable que algunas de esas pinturas, que traía el valido D. Luis Méndez de Haro para ofrecer a Felipe IV, se desviaran hacia otras manos, aunque, a veces, luego eran regaladas al monarca, buscando a cambio algún favor.

En fin, que para una vez que les ganamos en algo a los ingleses, me parece necesario mencionarlo.

TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES

2 comentarios:

  1. Pobre Carlos I. No le fue de mucha utilidad la relación entre el arte y el poder. Corrían unos vientos muy gélidos, por el extremismo religioso, en aquella época.

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  2. Bueno, yo tampoco quisiera dar una imagen de este rey que esté lejos de la realidad.

    El problema es que no tenemos muchos datos para dar una opinión ecuánime. Me da la impresión de que, en esa época, se intentó por todos los medios atraerse a los ciudadanos, distorsionándose la realidad de los hechos.

    No sé si habéis visto una película que se llama "Cromwell", protagonizada por sir Alec Guiness, en el papel de este monarca. Lo que da a entender es que siempre fue una marioneta en manos de su esposa, que procedía de la realeza francesa, la cual estaba acostumbrada a tratar a la gente de una forma absolutista y no reconocerle a la gente ningún derecho. El rey siempre estuvo navegando entre estas dos posiciones y, cuando tomó partido por las ideas de su mujer y sus asesores más conservadores, le costó la guerra civil y la cabeza.

    Saludos.

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