jueves, 28 de agosto de 2025

EL GENOCIDIO CONTRA LOS HERERO Y LOS NAMAQUA

 

Hoy traigo al blog uno de esos acontecimientos, que son desconocidos por la mayoría de la gente. Yo mismo confieso que no lo conocía hasta hace poco.

Para empezar, vamos a situarnos en el mapa. Estas tribus africanas vivían en lo que hoy conocemos como Namibia.

Históricamente, en Europa ya se conocían las costas de este territorio gracias a los navegantes portugueses, que iban rumbo a Asia.

Posteriormente, como los británicos se asentaron en lo que hoy es Sudáfrica, hicieron algunas expediciones hacia ese territorio, atraídos por la leyenda de que allí había muchos yacimientos de oro. Lo hicieron bajo el disfraz de sociedades misioneras.

Sin embargo, como no tuvieron mucho éxito y vieron que el terreno no era muy productivo, se marcharon para dejar paso a otra sociedad misionera procedente de Alemania.

En 1868, estos supuestos misioneros pidieron la protección del Kaiser de Alemania para defenderlos de los ataques de las tribus vecinas. Sin embargo, no les hicieron mucho caso, porque en Berlín se hallaban en medio de la guerra franco-prusiana, que dio lugar al derrocamiento de Napoleón III.

Tras esa guerra, las autoridades alemanas quisieron hacerse a toda prisa con algunas colonias. No olvidemos que Italia y Alemania se unificaron en la segunda mitad del siglo XIX y llegaron tarde al reparto de colonias en África.

Así que, en 1883, Heinrich Vogelsang, un representante del empresario de tabaco Franz Adolf Lüderitz compró toda una bahía a la tribu de los nama o namaqua. El problema es que estos habían medido esa zona en millas británicas, mientras que Vogelsang lo había hecho en millas alemanas, que era una medida mucho mayor. La milla británica equivalía a 1,6 km, mientras que la milla alemana era de 7,4 km. Así que los namas se consideraron engañados.

Esa decisión fue ampliamente respaldada por el canciller Bismarck, el cual envió un barco de guerra para proteger esa colonia, seguido por dos más. Por ello, en agosto de 1884, ya se izó la bandera imperial alemana en esa colonia.

No obstante, los namas también les vendieron la zona costera, porque nunca fueron un pueblo de marinos y pescadores.

En 1886, Alemania firmó convenios con Portugal y el Reino Unido para delimitar las fronteras de esta colonia con las de estos países en aquella zona.

En 1890 se empezó a construir la capital a la que llamaron Windhoek. Nombre que sigue conservando en la actualidad.

Curiosamente, el Gobierno alemán nombró como comisionado para firmar acuerdos con las tribus de la zona a Heinrich Göring, padre del conocido líder nazi.

Es de destacar que, en aquella época, el gobierno alemán todavía reconocía que aquel territorio no era del Estado sino propiedad de una institución privada, denominada Sociedad Colonial alemana, fundada por varios banqueros alemanes.

Por ello, cuando surgieron las noticias de haber hallado yacimientos de oro en zonas habitadas por varias tribus, los colonos pidieron la protección imperial, pero el Gobierno rehusó ayudarles.

Así que tuvieron que organizar una especie de ejército privado, bajo la dirección del padre de Göring.

No obstante, debido a las frecuentes hostilidades de las tribus vecinas, el Gobierno alemán envió a unos 200 soldados al mando del teniente François, el cual relevó a Göring y montó una administración de tipo militar.

En 1893, el Gobierno alemán envió al comandante Leutwein, con un número mayor de efectivos, para relevar a François. El recién llegado se enfrentó a la tribu de los Witbooi y tras arduos combates, consiguió vencerles y obligarles a firmar un tratado de paz.

Sin embargo, la Sociedad Colonial alemana siguió presionando a las tribus vecinas y los colonos fueron ocupando sus tierras. Esto dio lugar al levantamiento de los hereros, que tuvo lugar en enero de 1904.

Los hereros, liderados por Samuel Maharero, empezaron atacando granjas, estaciones ferroviarias y comercios, que estaban situados en las zonas otorgadas a su tribu, pero donde sufrían constantes ataques y violaciones de los colonos.

El Gobierno alemán envió unos 500 infantes de marina para reforzar a las tropas, que ya combatían en esa colonia. Sin embargo, se vieron desbordadas por el empuje de las tribus sublevadas contra los colonos.

Parece ser que esta vez se lo tomaron más en serio en Berlín y enviaron a un tipo muy duro. Se trataba del general Lothar von Trotha, al que le asignaron un número mayor de efectivos. En total, unos 15.000 soldados.

Este general ya se había ganado el calificativo de duro por haber reprimido con mucha dureza algunas rebeliones en las colonias alemanas de África oriental.

En octubre de 1904 se sumaron a la lucha los namas, también llamados namaquas, liderados por Jakob Morenga, apodado “el Napoleón negro”. Por lo visto, este líder, hijo de un herero y una nama, consiguió que las dos tribus, que siempre habían luchado entre ellas, esta vez lucharan juntas contra los alemanes.

Parece ser que era un gran experto en la guerra de guerrillas y causó muchas bajas a los alemanes. Por esa razón, el Kaiser ofreció una recompensa de 20.000 marcos por su cabeza.

Morenga consiguió huir con sus tropas hacia la colonia británica de Sudáfrica. Allí fueron detenidos y lo tuvieron encarcelado hasta 1907. Después, lo pusieron en libertad e intentó volver a la lucha. Sin embargo, las autoridades alemanas y las británicas ya se habían puesto de acuerdo para eliminarle y, en septiembre de 1907, le tendieron una emboscada, en la cual lo mataron, junto a los que le acompañaban. Incluidos, mujeres y niños.

Sin embargo, los hereros eran más partidarios de la lucha en campo abierto y ese fue su error.

En agosto de 1904, tuvo lugar la batalla de Waterberg, entre las tropas alemanas y los hereros.

Aunque estos últimos eran unos 6.000, mientras que los alemanes eran unos 2.000, pronto se vio la superioridad germánica, porque disponían de cañones y ametralladoras, mientras que los hereros sólo luchaban con fusiles y machetes.

El general alemán rodeó a los hereros, permitiéndoles una única vía de escape, que les llevaría nada menos que al desierto de Omaheke. Una parte del terrible desierto del   Kalahari.

Así que, como estaba previsto, los hereros huyeron en esa dirección y fueron perseguidos por las tropas alemanas.

Una vez dentro del desierto, fueron muriendo, poco a poco, de cansancio, hambre y sed. Para colmo, los alemanes envenenaron los escasos pozos de agua que había en esa zona. Muy pocos consiguieron llegar a la actual Botsuana.

Se calcula que de los 80.000 hereros que había en esa época, unos 60.000 murieron en el desierto y de los 19.000 namaquas, murieron unos 10.000.

Los pocos que se quedaron en la colonia alemana fueron recluidos en campos de concentración, donde estuvieron encadenados y luego utilizados como mano de obra esclava.

El general von Trotha mandó un mensaje muy claro: “Yo, general de los soldados alemanes, envío esta carta a los hereros. La nación herero debe abandonar el país. Si se niegan, los forzaré a cañonazos. Cualquier herero, con o sin armas, será ejecutado”.

Otra de sus frases fue: “Era y es mi política. El uso de la fuerza, el terrorismo e, incluso, la brutalidad”.

Los expertos lo han calificado como el primer genocidio del siglo XX, mientras que el Gobierno alemán no reconoció oficialmente este genocidio hasta 2015.

Tras esta batalla, los colonos alemanes se repartieron todo el territorio de la actual Namibia, antes llamada África del Sudoeste, y construyeron ciudades parecidas a las de Alemania.

Sin embargo, cuando, al cabo de muchos años, dejaron regresar a los hereros, sólo les permitieron vivir en chabolas construidas en los alrededores de las ciudades.

Entre 1908 y 1914 hubo un período de paz. Durante esos años, el Gobierno alemán concedió una especie de autonomía a ese territorio, creándose un consejo estatal para asesorar al gobernador. Incluso, enviaron allí a muchos huérfanos alemanes para vivir con las familias de los colonos.

La economía de la zona prosperó tras el hallazgo de varios yacimientos de diamantes de los cuales se apropió la Sociedad Colonial alemana.

Ese período de paz acabó con la llegada de la Primera Guerra Mundial. En septiembre de 1914 se produjo una invasión de las tropas británicas de Sudáfrica, que eran muy superiores, tanto en efectivos como en armamento, a las de los alemanes.

Después de varios combates, las tropas alemanas se fueron retirando hacia el norte. En mayo de 1915, el gobernador alemán ofreció un armisticio al general sudafricano Botha, que no fue aceptado por éste.

Sin embargo, en julio del mismo año, el gobernador alemán Seitz firmó la rendición incondicional. Tras este acto, las tropas alemanas fueron recluidas en un campo de concentración y, a partir de entonces, las tropas sudafricanas administraron esa colonia.

En 1919, aproximadamente, la mitad de la población de origen alemán regresó a Alemania.

Con la firma del famoso Tratado de Versalles, la colonia de África del Sudoeste pasó a ser un mandato de la Sociedad de Naciones y estaría administrada por Sudáfrica. Este territorio no obtuvo su independencia de Sudáfrica hasta 1990.

Aunque tiene una superficie de 824.292 km2, la mayor parte de él está compuesta por desierto. Por ello, es uno de los países menos poblados de África, con sólo 2.642.000 habitantes.

Durante la administración sudafricana también impusieron el infame apartheid y los nativos fueron empujados a vivir en las zonas más pobres. Incluso, no se les permitió ir a la escuela.

Por ello, los nativos crearon un movimiento de oposición llamado SWAPO, el cual se dedicaba a la guerra de guerrillas.

En 1978, el Ejército sudafricano respondió bombardeando un poblado y ametrallando a los que sobrevivieron. Luego lanzaron tropas paracaidistas, que asesinaron a unas 19.000 personas.

Sudáfrica utilizó también el territorio de Namibia para luchar contra otros países, como Angola. Sin embargo, después de ser derrotados por las tropas cubanas y congoleñas, fueron presionados por la ONU para otorgar la independencia a Namibia.

Desde entonces, Namibia se ha convertido en una democracia al estilo de los países occidentales. No obstante, su economía sigue dependiendo, en muchos casos, de la de Sudáfrica. Lo más destacable es su producción de diamantes y uranio.

Sin embargo, hoy en día, los descendientes de los colonos alemanes acaparan el 70% de las tierras. Incluso, uno de ellos posee una finca con una superficie de 1.036 km2.

Todavía no se han cerrado las cicatrices de este conflicto. Los descendientes de los hereros han demandado al Gobierno alemán ante los tribunales USA, pero todavía no han conseguido más que buenas palabras.

Evidentemente, hay varias antiguas potencias coloniales que no están interesadas en que esa demanda prospere, porque podría dar lugar a varios miles de demandas de territorios, que fueron colonizados por éstas. Por ejemplo, en Tanzania, que también fue otra colonia alemana, están preparando otra demanda contra el Gobierno alemán, por las atrocidades cometidas por sus colonos y militares.

Curiosamente, todavía quedan vestigios de la colonización alemana. Como que el 32% de los habitantes hablen en alemán o el 44% sean protestantes luteranos.

 

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miércoles, 27 de agosto de 2025

LA EPOPEYA DE LOS DRAGONES DE CUERA

 

Seguramente, muchos de vosotros no habréis oído nunca hablar de los dragones de cuera. Sin embargo, cumplieron una función muy importante en el desarrollo de los territorios ultramarinos de España.

Ya, desde el siglo XVI, cuando se empezaron a fundar asentamientos españoles en la zona de Chihuahua, al norte del actual México, se vio la necesidad de crear una serie de fuertes en los lugares intermedios del camino hasta la capital. A esos fuertes los llamaron presidios, aunque no vayamos a pensar que eran cárceles, ni tampoco había presos.

Esos presidios fueron avanzando hacia el norte, situados a lo largo de la costa de California y llegaron nada menos que hasta las costas canadienses e, incluso, llegó a haber uno de estos en Alaska.

Los presidios eran una especie de fuertes rodeados por una muralla de piedra o adobe con forma cuadrada de unos 120 m de lado. Con el objeto de defenderse de los ataques de las tribus hostiles de indios.

Al principio, los soldados españoles solían llevar la correspondiente coraza, pero pronto se vio muy poco práctica, debido a su peso y al calor reinante en esa zona semidesértica. Así que a alguien se le ocurrió una idea mejor, consistente en vestir un chaleco de cuero (de ahí viene su nombre) de 7 capas, el cual pesaba alrededor de 10 kgs. Aunque parezca mentira, este chaleco les defendía de las flechas lanzadas por los indios.

El nombre de dragones procede de que así se llamaban a los soldados que podían combatir tanto a pie como a caballo.

Estos dragones, al igual que la nueva sociedad que se estaba gestando en ese territorio, no eran sólo españoles, sino que también había muchos criollos, mestizos, indios y hasta antiguos esclavos negros.

Los candidatos para ingresar en esa unidad debían tener, como mínimo, 16 años y medir más de 1,50m., aparte de ser católicos y tener una buena fama. El compromiso era por 10 años de servicio con la posibilidad de poder renovarlo.

A cambio de ello, recibiría un sueldo, el equipamiento y unas tierras de labor para poder trabajarlas cuando se retirase.

Su función consistía en patrullar por la frontera y poner orden ante los asaltos de los indios y las disputas contra otros países, que también estaban asentados en la zona, como el Reino Unido o Francia.

Cada dragón recibía 6 caballos, un potro y una mula para carga. Puede parecer que eran muchos, pero también es verdad que tenían que vigilar una frontera muy extensa y así iban dejando descansar a sus monturas. Hay que tener en cuenta que había una distancia de más de 100 km entre cada presidio.

Solían utilizar los llamados caballos hispanoárabes. Unos animales de poca alzada, pero muy resistentes. O sea, los más apropiados para esos territorios.

Parece ser que algunos caballos que escapaban de los presidios, junto a otros, que los soltaban por no poder ya dar más servicio, fueron los que constituyeron esas manadas de caballos salvajes, que se suelen ver en las películas. No olvidemos que en América no hubo caballos hasta que los llevaron los españoles.

Curiosamente, los indios, que nunca habían usado los caballos, porque no los había, aprendieron muy pronto a montar mejor que nadie.

El armamento de los dragones estaba compuesto por una larga lanza para embestir a caballo. Un escudo, copiado de las famosas adargas de los moros. Sin embargo, en lugar de construirlos con piel de antílope, como hacían estos, utilizaban la piel de los toros.

Se trataba de un escudo muy resistente y apreciado, porque era menos pesado que los escudos, que solían usar las tropas cristianas en la Edad Media.

Además, también llevaban una espada de hoja corta y ancha y con punta. Supongo que sería para combatir a pie, porque no parece muy práctica para hacerlo a caballo.

Incluso, también solían llevar pistolas y carabinas. Estas últimas son unas escopetas más cortas de lo habitual, que eran muy prácticas para utilizarlas montado a caballo.

Una de sus habituales misiones fue patrullar por el Camino real de tierra adentro, el cual tenía una longitud superior a los 2.500 km y conectaba las ciudades de México y Santa Fe.

En él se encontraban algunas explotaciones mineras, que aportaron mucha riqueza al Imperio español.

No sólo era eso, sino también una gran ruta comercial, por donde circulaban muchas mercancías, como las transportadas por el famoso Galeón de Manila. Pero también era una zona donde habitaban varias tribus de indios hostiles. Por tanto, era un lugar por donde pasaban muchas caravanas y había que protegerlas.

Las familias de los dragones vivían en los presidios. Allí era donde cobraban en metálico y en especie.

Desgraciadamente, como les solía ocurrir a la mayoría de los soldados españoles de aquella época, no solían cobrar a tiempo y eso hacía que tuvieran que dedicarse también a cultivar la tierra o a cazar.

Allí era también donde los hijos de los dragones aprendían a leer y a escribir y esa labor era realizada por los frailes de los conventos, situados junto a algunos de esos presidios.

Los niños también aprendían a cultivar los huertos o a criar animales de granja. Algo esencial para poder sobrevivir en esas zonas. También las monjas enseñaban a las niñas a coser y bordar.

A finales del siglo XVII se produjo una gran sequía, la cual provocó hambre y dio lugar a la revuelta de varias tribus indias, que culpaban de esta situación a los españoles.

Estas tribus se pusieron de acuerdo para atacar, a partir de 1680, todos los presidios españoles y eso dio lugar a que tuvieran que retirarse hacia el sur. Evidentemente, con eso no consiguieron solucionar su hambre.

En 1692, el virrey de Nueva España dio la orden de recuperar esa zona del actual estado de Nuevo México.

Allí comprobaron que, aunque los indios pueblo habían intentado gestionar la agricultura y la ganadería, no lo habían conseguido por culpa de los frecuentes ataques de apaches y comanches. Así que recibieron con gratitud el regreso de los dragones de cuera.

Por ello, el virrey firmó un tratado con los indios pueblo, por el que España reconocía los derechos sobre sus tierras. Algo que nunca hicieron otras potencias colonizadoras.

En 1718 se fundó el presidio de San Antonio de Béjar y junto a él se edificó una misión, que, en el siglo XIX fue conocida como El Álamo. Allí tuvo lugar aquel famoso combate entre mexicanos y texanos.

En ese lugar, convivieron en paz y armonía sus fundadores, que procedían de Canarias, junto a indios, mestizos, criollos, etc.

Tras haber sufrido algunas derrotas ante los indios, se hicieron algunas reformas, suprimiendo algunos presidios para concentrar los dragones en algunos más estratégicos.

También firmaron tratados con algunas tribus, como los apaches para que ayudaran en la defensa de esos territorios contra otras tribus, venidas del norte de América.

Eso dio lugar a la creación de una muy eficaz línea defensiva.

A finales del XVIII, tras múltiples asaltos de los comanches, se impusieron una serie de reformas.

A partir de entonces, los dragones llevarían unas cueras con menos capas, para disminuir su peso y un armamento menos pesado. No obstante, fueron dotados con pequeños cañones, pero también con exploradores indios.

La idea era ganar en velocidad para perseguir y castigar a los indios, que solían atacar poblados y desaparecer muy rápidamente. Parece que eso fue muy efectivo.

También se legisló que llevaran todos un uniforme azul, con el cuello rojo. Pantalón y capa también azul. Una bandolera, donde llevarían bordado el nombre de su presidio. Corbata y sombrero negros y también unos botines. Utilizaban banderas blancas con la cruz de Borgoña pintada en rojo, que era la antigua bandera de España.

A la vista de esto, ya podemos suponer de dónde copiaron la forma de vestirse los nuevos colonos USA.

Al mismo tiempo, se creó la figura del soldado armero, el cual era responsable del buen funcionamiento de las armas y cobraba un poco más que los demás.

En la segunda mitad del siglo XVIII apareció otra potencia colonial por la zona. Se trataba de los rusos, los cuales habían comenzado su expansión desde Alaska por toda la costa de Canadá. Así que las autoridades españolas tomaron la decisión de colonizar la costa del Pacífico para impedir que la colonizaran antes los rusos.

Así empezó la expedición a California al mando de Gaspar de Portolá y fray Junípero Serra, un clérigo que fue muy querido en aquellas tierras. También les suministraron provisiones por vía marítima.

Las autoridades españolas estaban en lo cierto, porque, en 1812, aprovechando que España estaba en guerra contra Napoleón y que también habían comenzado las guerras de independencia de Hispanoamérica, los rusos fundaron la colonia de Fort Ross o Fuerte Ruso, al norte del actual Estado de California. Allí estuvieron hasta su retirada en 1842.

De esa forma, los españoles consiguieron demostrar que era posible llegar desde México hasta California, atravesando cordilleras, ríos caudalosos y desiertos. Incluso, tuvieron que sufrir uno de los habituales terremotos que se dan en California.

También construyeron algunos presidios nuevos en el actual Estado de Arizona. Concretamente, el de Tucson tuvo que sufrir varios ataques de apaches, aunque los dragones lograron vencerlos.


No obstante, también consiguieron atraer a los indios a las ferias comerciales, que se desarrollaban en algunos presidios, donde podían intercambiar algunos objetos por otros.

En el último tercio del siglo XVIII se crearon dos comandancias para los dragones. Una estaba en la zona occidental y llegaba hasta el actual Nuevo México y la otra era para la zona oriental en la actual Texas y norte de México. Así fue hasta 1792, cuando se fusionaron.

A finales del XVIII muchas tribus apaches empezaron a colaborar con los españoles, residiendo junto a los presidios. Allí les dieron alimentos y herramientas para trabajar el campo a cambio de no luchar contra los españoles.

De esa forma, los dragones empezaron a cambiar su trabajo de combatir a los indios por el de proteger a los que habían empezado a residir en los presidios y mediar en discusiones.

En 1821, con la llegada de la independencia de México, los dragones pasaron a ser unos simples vigilantes de la frontera. Ya no volvieron a usar sus viejas cueras, sino unos uniformes azules, pero sí utilizaron unas armas más modernas.

Curiosamente, una unidad de los dragones de cuera fue la que capturó al cura Hidalgo. Un líder independentista mexicano, el cual fue responsable de varias masacres, como la de la alhóndiga de Garabitas. Tras su captura, fue condenado a muerte por traición y fusilado.

 

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martes, 5 de agosto de 2025

EL TERRIBLE CASO DE BARRERA Y CASTRO GIRONA

 

Hoy traigo al blog un lamentable suceso, ocurrido hace más de 100 años, donde, si leéis este artículo hasta el final, comprobaréis que la Justicia no ha sido nunca igual para todos.

Esta historia tiene dos personajes principales: el teniente coronel Carlos Castro Girona y el capitán Alfonso Barrera Campos.

Es posible que a muchos les suenen los apellidos del primero, pero seguro que lo habrán confundido con su hermano Alberto, que nació dos años antes y llegó a ser teniente general. Algunos dicen que Carlos, si hubiera sobrevivido, también podría haber llegado a ese empleo, porque era el militar más admirado de Larache, capital del Protectorado de Marruecos.

Carlos nació en 1877 en una pequeña localidad de Filipinas, llamada Puerto Princesa, donde su padre estaba destinado como alférez. Al ser una base naval, no me ha quedado claro si era militar de Infantería o de Infantería de Marina.

Volviendo a Carlos, ingresó en la Academia de Infantería y en 1910, siendo ya capitán, fue el número 1 de su promoción de Estado Mayor.

Entre 1913 y 1916 ascendió, por méritos de guerra, a teniente coronel. En 1921 fue propuesto para su ascenso a coronel.

En 1902 se había casado en Ceuta, pero no tuvo hijos.

Fue condecorado en diversas ocasiones. Incluso, con la prestigiosa Legión de Honor francesa. También fue 3 veces herido en combate.

Su dominio del francés y el árabe le hizo mantener buenas relaciones con gente de estas procedencias. Por ello, conocía perfectamente lo que estaba ocurriendo en el antiguo protectorado español en Marruecos.

Eso dio lugar a que todos los altos mandos militares lo buscaran para que fuera su consejero y hombre de confianza. Incluso, en cierta ocasión, lo enviaron a mantener una entrevista con El-Raisuni, uno de los moros notables de aquella zona.

Estuvo, como jefe del Estado Mayor de la Comandancia de Larache, a las órdenes del general Marina, que luego fue ministro de la Guerra. También del futuro general


de división Miguel Cabanellas. Secretario del general Gómez Jordana, de Dámaso Berenguer y, por último, del general Emilio Barrera Luyando, padre del otro personaje de esta historia.

Parece ser que el general Barrera le tenía en muy alta estima. Trabajaban juntos hasta muy tarde e, incluso, comía muchas veces en casa del general, acompañado de la mujer y la nuera de éste, ya que, en 1920, el capitán Barrera estuvo bastante tiempo dedicado, con el regimiento de cazadores de Las Navas, a reprimir una de las muchas sublevaciones, que se producían en ese territorio.

Así que, cuando Carlos fue llamado a Madrid para ser ascendido a coronel, tras un informe muy favorable del general Barrera, éste se despidió de él dándole un fuerte abrazo y deseándole mucha suerte.

El siguiente protagonista de esta historia es Alfonso Barrera Campos. Había nacido en 1895 y era hijo del general Barrera.

Como el anterior, ingresó en la Academia de Infantería, ascendiendo a capitán en 1918, aunque siempre por antigüedad.

Luchó en África a las órdenes del general Primo de Rivera y luego del general Berenguer y fue herido gravemente en 1919, aunque, tras unos meses, se recuperó y volvió al servicio activo.

En 1915, se casó con Clara Cabanellas Torres, hija del famoso general Miguel Cabanellas. Parece ser que la familia de Alfonso se negaba a que se realizara ese matrimonio. Sin embargo, Alfonso y Clara se casaron, sin que el novio hubiera pedido el correspondiente permiso, al que le obligaba el Ejército. Aunque luego fue perdonado por ello. De ese matrimonio nació una niña, también llamada Clara.

Hay quien dice que el nombramiento del general Barrera, como comandante general de Larache, podría ser debido a ser íntimo amigo del rey Alfonso XIII.

Tras el regreso de Alfonso Barrera a Larache, parece ser que algunos de sus compañeros le informaron de que habían visto en algunas ocasiones a su esposa Clara del brazo del teniente coronel Castro Girona. Supongo que ahí empezaría a preocuparse.

Posteriormente, parece ser que el capitán Barrera se percató de que algunas noches alguien silbaba cerca de su casa. Así que, en una ocasión, salió corriendo y pilló a un soldado, que llevaba una carta de Castro Girona para su esposa, Clara.

Por lo visto, interrogó a éste y otros varios soldados de la misma unidad y le dijeron que ya habían ido otras veces a llevarle algún mensaje.

Así que, tras informar el capitán de lo ocurrido a su familia, decidió separarse de su mujer y llevarla con sus padres, que entonces residían en Alcalá de Henares.

Por su parte, el general Barrera llamó al teniente coronel Castro Girona, exigiéndole que le explicara este asunto. Parece que no aceptó sus explicaciones y lo cesó de su cargo en Larache.

Castro Girona pidió entrevistarse con ese matrimonio. Así que todos quedaron para hablar y la entrevista tuvo lugar en Tánger.

La entrevista fue muy escandalosa y, al final, Clara afirmó que Castro Girona le había informado de que su marido le estaba siendo infiel y sólo quiso darle celos. Esa historia no convenció a nadie y dejaron a Clara con sus padres.

Parece ser que ambos oficiales regresaron a Larache. Mientras tanto, el general Barrera había hecho una investigación y llegó a la conclusión de que existía una relación amorosa entre Clara y Castro Girona. Así que le exigió a éste que se fuera a Madrid, alegando estar enfermo.

Por el contrario, Alfonso Barrera regresó a su unidad en Larache. Habló con algunos amigos y compañeros sobre lo ocurrido y les dijo que la única solución que veía era retar a duelo al teniente coronel. Por ello, el comandante Eduardo Muñoz y el capitán

Mariano Coello se pusieron a su disposición para acompañarle como padrinos.

Castro Girona tomó un tren y llegó a las 07.30 a la madrileña Estación de Atocha el día 21/06/1921. Se había citado en la capital con Alfonso Barrera para discutir este asunto.

Por otro lado, el capitán Barrera, acompañado por sus padrinos, llegó a la misma estación a las 09.30 de la mañana.

Ambos personajes, debidamente uniformados, se encontraron en la Estación y se encaminaron hasta el Parque del Retiro. Se sentaron en un banco, junto a la famosa estatua del Ángel caído.

La discusión empezó cuando el capitán Barrera le acusó de ser el que había provocado su deshonra. Sin embargo, parece ser que el teniente coronel le respondió, con cierto desdén, que eso no era cierto.

Sin embargo, uno de los padrinos le mostró un informe en el que se afirmaba que los hechos de los que le acusaban eran ciertos. No obstante, Castro siguió afirmando que eso era falso.

Parece ser que eso fue lo que encolerizó al capitán Barrera, el cual sacó su pistola y disparó nada menos que 5 veces contra el teniente coronel Castro Girona.

Éste recibió un par de balazos de frente, pero, al ir desarmado, intentó echar a correr, pero fue alcanzado por un tercer disparo, desangrándose en el suelo y muriendo.

El capitán ni siquiera intentó huir. Por el contrario, tomó un taxi, en compañía del comandante Eduardo Muñoz, que les llevaría hasta la prisión militar, que entonces estaba junto a la iglesia de San Francisco el grande.

Como suele ocurrir, siempre suele haber algún testigo de estos hechos. En este caso, fueron un jardinero y un guarda del Retiro, los cuales avisaron en el cercano Hospital del Niño Jesús y, desde allí, se trasladó un médico, el cual sólo pudo certificar que el teniente coronel ya estaba muerto.

Posteriormente, se trasladaron al Retiro los jueces de guardia, tanto el civil como el militar. Como era un asunto entre militares, el juez civil se inhibió, dejando el sumario en manos del militar. Éste, tras una primera inspección, ordenó el traslado del cadáver hasta el actual Hospital Militar Gómez Ulla.

Este asunto empezó a preocupar al ministro de la Guerra, Luis Marichalar, vizconde de Eza, al ver que las famosas juntas militares tomaban cartas en este asunto, debido a la rivalidad existente entre los diversos cuerpos y armas del Ejército. Algo que no podía admitirse en medio de la Guerra de África.

También las familias de estos protagonistas tomaron cartas en este asunto.
El entonces coronel Alberto Castro Girona exigía justicia para su hermano. Sin embargo, el general Miguel Cabanellas intentaba tapar, como fuera, el escándalo sobre lo ocurrido con su hija. Mientras que el general Barrera, como haría cualquier padre, empezó a mover sus hilos para proteger la vida de su hijo.

Mientras tanto, el juez militar interrogó tanto al acusado como a sus padrinos y a los testigos del suceso.

Más tarde, fue, personalmente, a informar de los hechos al capitán general de Madrid, el general Miguel Primo de Rivera, futuro dictador y padre de José Antonio.

Éste se entrevistó con el ministro de la Guerra, el cual hizo unas declaraciones ante la prensa, en las que dijo que este trágico suceso no tenía nada que ver con la disciplina militar, sino que había sido una riña entre particulares. Incluso, este ministro se puso en contacto con los familiares de los protagonistas para informarles de lo sucedido y asegurarles que se haría justicia.

Al día siguiente, tuvo lugar el entierro del teniente coronel Castro Girona. Sin embargo, los superiores de su hermano Alberto le recomendaron que no fuera, dado el estado emocional en el que se encontraba. Supongo que sería para que no se montara alguna bronca delante de todo el mundo, porque allí convergieron oficiales de Infantería y de Estado Mayor.

Por lo visto, ambos hermanos habían vivido siempre muy unidos, ya que su padre murió pronto y ellos estudiaron internos en un colegio para huérfanos de militares.

A finales de octubre comenzó el consejo de guerra. Lo presidía el general Ricardo Burguete. Los demás miembros de ese tribunal también eran generales.

Curiosamente, el fiscal no pidió la pena de muerte, sino la cadena perpetua. Mientras que su defensor, como es natural, pidió la libre absolución para su defendido.

El fallo del tribunal se publicó esa misma noche. Tuvieron en cuenta que el capitán había matado al teniente coronel por haber cometido adulterio.

Sin embargo, supongo que las muchas y buenas amistades del general Barrera hicieron su efecto y, por tanto, condenaron al capitán a 4 años de destierro a más de 50 km de Madrid y de Larache. Suspensión de empleo y sueldo durante esos años y el pago de 10.000 Ptas., que entonces era una cantidad importante, a los herederos del fallecido.

También le fue favorable que se declarase que hubo adulterio, lo cual le permitió que se pudiera separar y luego anular su matrimonio.

Ahora ya estamos acostumbrados a que un escándalo tape a otro. Con este ocurrió lo mismo, porque en agosto de ese mismo año se produjo el infame desastre de Annual, donde murieron varios miles de soldados españoles y eso hizo que dejara de publicarse en la prensa de la época.

Este hecho fue de tal magnitud que ninguno de los familiares militares de los protagonistas de esta historia pudo asistir al consejo de guerra, ya que se hallaban inmersos en la guerra.

Posteriormente, el capitán Barrera, que había quedado en libertad, volvió a casarse. Esta vez, su pareja fue Consuelo Bachs Casterán. Con ellos vivió su hija, Clara Barrera Cabanellas.

Casualmente, como el general Barrera fue nombrado capitán general

de Cataluña, su hijo Alfonso fue admitido, en julio de 1924, como oficial de los mossos de escuadra.

Fue una época muy violenta, donde se dieron muchos casos de pistolerismo. Sin embargo, parece ser que el general tomó cartas en este asunto y consiguió que se redujeran estos hechos.

Sin embargo, en agosto de 1925 tuvo lugar un crimen en esa ciudad, que saltó a las portadas de todos los periódicos de Barcelona.

Se trataba de la muerte de una joven de 16 años, cuya profesión era la de modista, pero que también se dedicaba a la prostitución. Su nombre era Dolors Bernabeu, pero era conocida como Lolita.

A primera vista, parecía un suicidio, producido al tirarse desde un balcón a la calle. Sin embargo, muy pronto, los forenses se dieron cuenta de que tenía un tiro en la espalda y esa había sido la causa real de su muerte.

Así que todos los periódicos se llenaron de artículos, donde se opinaba sobre este hecho. Todo ello, hasta que, en mayo de 1926, apareció una nota en los principales de diarios de Madrid y Barcelona, donde se afirmaba que el juez había declarado que era un suicidio y no había más que discutir. No hará falta decir que el juez ordinario había recibido fuertes presiones de todo tipo.

Sin embargo, a partir de ahí, empezaron a verse en las paredes de las calles de Barcelona unos carteles en los que decían que el último amante de esta chica fue el ya mencionado capitán Alfonso Barrera. Evidentemente, nunca se supo quién mató a esta chica.

Supongo que el general Barrera tuvo que volver a mover sus hilos y contactaría con su amigo el general Primo de Rivera y con el juez militar de Barcelona, coronel Fernández Valdés, los cuales taparon, muy eficazmente, este asunto. Tal y cómo explica Josep Sala i Cullell en su obra sobre este suceso. Una lástima que sólo la hayan publicado en catalán.

Posteriormente, sabemos que, en 1931, Alfonso Barrera pidió la baja en el Ejército, acogiéndose a la famosa Ley Azaña.

Sin embargo, en 1932, participó, junto a su padre en la llamada Sanjurjada. Su padre, que era uno de los cabecillas, consiguió huir a Francia, mientras que el hijo y otros muchos oficiales fueron desterrados al antiguo Sáhara español.

Más tarde, la guerra civil le pilló a Alfonso en Madrid. No obstante, consiguió escapar y pasar a la zona nacional. En septiembre de 1936 fue nombrado comandante habilitado y estuvo luchado en el frente del norte.

Posteriormente, en agosto de 1938, fue herido de gravedad, cuando se hallaba en el frente de Extremadura, al mando de uno de los batallones del Regimiento Castilla nº3.

No conozco la gravedad de sus heridas, pero sí he visto que fue declarado mutilado de guerra. Muriendo en agosto de 1941a consecuencia de ellas.

En cuanto a su padre, fue detenido por los milicianos en Barcelona y trasladado a Guadalajara. Sin embargo, logró escapar y entrar en la Embajada de Francia, gracias a que tenía la Legión de Honor. De allí pasó a la zona nacional, nombrándole presidente del Tribunal Supremo de Justicia Militar, hasta enero de 1939, cuando le llegó la edad del retiro.

El general Miguel Cabanellas, que fue el general más antiguo de los implicados en el golpe de Estado de 1936, falleció de muerte natural en mayo de 1938. Parece ser que ya llevaba bastante tiempo enfermo.

Por lo que respecta al teniente general Castro Girona, le ofrecieron ser el jefe del Estado Mayor Central republicano y luego dirigir una sublevación en Marruecos para abrirles otro nuevo frente a los nacionales, pero no aceptó. Sin embargo, consiguió entrar en la Embajada de Francia y desde allí fue a la zona nacional, donde le dieron un puesto burocrático. Murió en 1969.

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