domingo, 16 de febrero de 2025

LOS PIRATAS DE HORNACHOS

 

Todos sabemos que los moriscos fueron expulsados de los dominios hispánicos en 1609, por una orden de Felipe III.

Hoy voy a contar la epopeya de un grupo de ellos, que salieron de un pueblo de Badajoz, llamado Hornachos, el cual todavía existe con ese nombre, y que fueron a parar a África.

Esta historia merece ser contada debidamente. Así que me voy a remontar al final de la Reconquista.

Como es sabido, tras la reconquista de Granada, muchos moros se fueron de España, sin embargo, la mayoría se quedaron. Eran los llamados mudéjares y, en principio, les dejaron seguir con su religión y sus costumbres.

Por el contrario, en 1502, todavía durante el final del reinado de Isabel la Católica, se publicó un decreto por el que se les daba a elegir entre ser desterrados o bautizados. Lógicamente, como la mayoría de ellos no tenía a dónde ir, optaron por ser bautizados, aunque siguieron practicando su religión en secreto.

A partir de entonces, estuvieron bajo la vigilancia de los inquisidores, porque ya eran cristianos, pero eran llamados moriscos.

Parece ser que no todos estuvieron conformes con ser bautizados y los que vivían en localidades costeras de Granada, Murcia o Valencia, aprovecharon los frecuentes ataques de los piratas berberiscos para huir en sus barcos hacia el norte de África.

No olvidemos que muchos de ellos funcionaron como una Quinta Columna y se dedicaban a informar a los piratas berberiscos sobre dónde y cuándo debían atacar las costas españolas.

Por algún motivo que desconozco, en Extremadura había varios pueblos con una clara mayoría de moriscos. Estos eran Hornachos, Cañamero y Almoharín. Así que a las autoridades de Castilla no se les ocurrió otra cosa que enviar varias familias cristianas para que se asentaran en esos pueblos y hacer más fácil la integración de los moriscos en la sociedad cristiana. Sencillamente, fue un completo fracaso.

Parece ser que, en 1526, se produjo una pequeña sublevación de los moriscos de Hornachos, los cuales se atrincheraron en el castillo de esa localidad, hasta que pactaron su salida.

Las autoridades castellanas volvieron a enviar familias cristianas, pero sólo eran un 10% del total de habitantes de Hornachos. Así que los moriscos siguieron a su aire, practicando su religión y sus costumbres, sin demasiadas molestias. Hay que decir que, incluso, todos los cargos municipales estaban ocupados por moriscos.

Incluso, construyeron la iglesia parroquial, pero se vio que los moriscos no solían ir a misa. En cambio, solían celebrar el Ramadán.

Todo cambió el 09/12/1609, fecha en la que se publicó un decreto de Felipe III, donde ordenaba la expulsión de todos los moriscos de sus reinos.

Esta vez no tuvieron miramientos. Se expulsó a todos, aunque demostraran su fe cristiana. Expulsaron nada menos que a 300.000 moriscos de todos los reinos españoles.

No obstante, unos días más tarde, se publicó otro decreto en el que se permitía que se quedasen los niños menores de 4 años con sus padres. Los menores de 6 años, hijos de cristiano viejo y morisca. No obstante, si el padre fuera morisco y la madre cristiana vieja, se podría quedar ella, pero no él.

La orden de expulsión de los moriscos de Hornachos estaba fechada el 16/01/1610. Así que la mayoría de ellos se deshizo como pudo de sus tierras y eso les sirvió para poder pagarse el viaje hacia el norte de África.

Unos 3.000 de ellos embarcaron en Sevilla rumbo a Ceuta y de allí a Tetuán. Curiosamente, no fueron muy bien recibidos, aunque esa fuera una ciudad musulmana.

Ciertamente, no todos, pero la mayoría sabía hablar árabe, aunque solían hablar en castellano. Sin embargo, no vestían con chilabas, sino con pantalones. Sus mujeres no llevaban la cara tapada. Incluso, los hombres solían beber vino, lo cual escandalizó a los habitantes de esa zona.

Curiosamente, llegaron a producir la llamada literatura aljamiada. Ésta consistía en escribir documentos en español, pero con la caligrafía árabe.

Se dio una situación muy extraña. Los echaron de España por considerarlos musulmanes, mientras que en África los consideraban cristianos españoles.

Parece ser que algunos de ellos se quejaron de haber sufrido una injusticia, porque dijeron ser cristianos y eso les supuso ser asesinados por los moros de África.

Por lo visto, no fueron bien acogidos en ningún sitio. Así que el sultán les cedió una especie de aldea, llamada Salé, que estaba casi arruinada, la cual poseía un castillo, que había sido construido por los almohades y se hallaba situada a la izquierda de la desembocadura del río Bu Regreg. A la derecha de la misma, se halla la actual Rabat, capital de Marruecos.

Llegados a este punto, supongo que más de uno se estará preguntando cómo fue posible que unos moriscos de una localidad de tierra adentro y que nunca habían visto el mar, se convirtieran en unos afamados piratas.

Parece ser que, en aquella época, merodeaban por esas costas del Atlántico una serie de barcos piratas, tripulados por unos holandeses, que se habían convertido al Islam. Como España se había apoderado de los principales puertos de esa zona, no les quedó más remedio que atracar en el puerto de Salé.

Así que algunos de esos moriscos se fueron enrolando en los barcos piratas y así aprendieron el oficio.

Les fue tan bien que en 1626 se declararon independientes del caíd de la zona y proclamaron la república de Salé, gobernada por un consejo compuesto por 16 personas, elegidas entre todos los moriscos de esa ciudad. Así dejaron de pagar sus impuestos al sultán, que les había cedido esa ciudad.

Los piratas de Hornachos empezaron a ser muy temidos, porque solían atacar las naves españolas y portuguesas, que bordeaban las costas de África y de Canarias.

Incluso, llegaron a ser corsarios. O sea, a atacar las naves enemigas de otros países. Concretamente, practicaron el corso a favor de Francia y de los turcos. Hay que decir que llegaron a poseer nada menos que 40 barcos. Unos habían sido capturados, mientras que otros fueron construidos en sus propios astilleros.

Por otro lado, aumentaron sus ganancias atacando puertos europeos, como los de Irlanda, aunque algunos dicen que llegaron hasta Islandia, donde capturaban prisioneros para venderlos en África como esclavos.

También hacían negocio con el cobro de los rescates. Por lo visto, llegaron a tener miles de prisioneros esperando su rescate. Los cuales solían ser acordados por monjes mercedarios.

Incluso, en 1625, un representante del Gobierno inglés fue a visitarles para proponerles realizar un ataque conjunto al puerto de Cádiz. Los moriscos estuvieron de acuerdo, pero éste no se llevó a cabo por incomparecencia de los ingleses.

Parece ser que uno de esos holandeses fue Jan Janszoon, que, tras convertirse al Islam, pasó a ser llamado Murat Reis el joven. Éste casó con una morisca procedente de Cartagena, con la que tuvo un hijo, llamado Anthony Janszoon van Salee.

Por lo visto, Janszoon se casó o tuvo relaciones con esta morisca, antes de que los expulsaran de España, pues Anthony nació en Cartagena en 1607.

Lo cierto es que esta familia amasó una gran fortuna mediante la piratería. Así que Anthony se trasladó a Ámsterdam, donde, en 1629, se casó con una mujer alemana, llamada Grietse Reyniers.

Unos meses después, ambos se embarcaron hacia las colonias holandesas en América, llegando a Nueva Ámsterdam, lo que ahora se llama Nueva York, pasando a ser colonos de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. Allí adquirió una granja en lo que hoy es Manhattan. Parece ser que tuvo algunos problemas con los vecinos y ello le obligó a mudarse a Long Island, aunque luego regresó a Manhattan.

Gracias a la fortuna acumulada por su familia, llegó a ser uno de los mayores terratenientes de esa colonia holandesa y sus 4 hijas emparentaron con familias con algunos apellidos importantes, que, hoy en día, nos siguen siendo muy familiares.

Volviendo a los piratas de Hornachos, hay que decir que se comportaron como una élite muy selecta y rica dentro de Salé y no permitieron que otros participaran en el gobierno de esa pequeña república. Eso dio lugar a algunas revueltas, por parte de los andalusíes, que vivían en esa misma localidad.

Esa tensión social fue aprovechada por algunos de sus enemigos. Por ejemplo, en 1636, la Armada inglesa bombardeó la ciudad y 4 años más tarde, los bereberes la invadieron, aunque les dejaron seguir practicando la piratería.

No obstante, su final llegó en 1668, cuando el sultán de Marruecos invadió la ciudad y la incorporó a su reino.

Incluso, el famoso terremoto de Lisboa, ocurrido en 1755, al que dediqué otro de mis artículos, provocó un cambio en la desembocadura de ese río y modificó la costa.

Curiosamente, se sabe que, en 1631, los piratas de Hornachos escribieron algunas cartas al duque de Medina Sidonia, capitán general de la Armada, para que abogase a su favor ante Felipe IV.

Querían regresar a su pueblo y retornar con algunos familiares que dejaron en él. Incluso, le decían que le entregarían toda su fortuna y sus naves, si les dejaban regresar. Sin embargo, el rey no se fió de ellos y nunca volvieron.

Tras la caída de Salé, muchos se trasladaron a otras ciudades como Fez, Marrakech, etc. Incluso, algunos conservaron sus apellidos y otros los modificaron como Sebatta, en lugar de Zapata, o Bargach, en lugar de Vargas.

Hoy en día, existen muchos marroquíes con esos apellidos, descendientes de aquellos moriscos españoles.

 

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lunes, 10 de febrero de 2025

EL SECRETO ESCONDIDO EN TRENT PARK

 

Hoy voy a narrar una historia en la que se demuestra que se obtienen mejores resultados haciendo las cosas por las buenas que por las malas.

Como es sabido, ambos bandos hicieron muchos prisioneros durante la II Guerra Mundial. Lo normal era encerrarlos en algún sitio para interrogarlos.

En algunos sitios, como London Cage, encerraron a muchos miembros de las temibles SS, acusados de crímenes de guerra.

En este caso, aunque el edificio estaba situado en los jardines del Palacio de Kensington, una zona muy céntrica de Londres, sus interrogadores se emplearon con mucha dureza, por lo que luego tuvieron que comparecer ante la Justicia, por haber utilizado la tortura. Sobre todo, su máximo responsable, un oficial de la Policía, llamado Alexander Scotland.

Por el contrario, el MI6, servicio de espionaje británico, utilizó una curiosa estratagema para hacer cantar a sus prisioneros alemanes, ya que lo normal es que no dijeran nada, amparándose en sus derechos como prisioneros de guerra.

Al norte de Londres existe uno de esos imponentes palacetes, en medio de la verde campiña inglesa, llamado Trent Park, que fue construido en el siglo XVIII, por orden de Jorge III y está rodeado por una gran zona verde.

En 1923, un millonario, llamado Philip Sassoon, compró este palacete y encargó que se rehabilitara de acuerdo con los gustos y las comodidades del siglo XX. Sassoon estaba emparentado con la conocida familia Rothschild.

Parece ser que, durante los trabajos de cimentación, para la construcción de algunos edificios anexos, aparecieron varios restos romanos.

Se sabe que gente tan conocida como Churchill, Lawrence de Arabia o el propio Charles Chaplin visitaron este edificio para asistir a las muchas fiestas que se celebraron allí.

Por ello, dado que era un lugar tan lujoso, al llegar la guerra, coincidiendo con la repentina muerte de Sassoon, fue incautado por el Gobierno británico para poner en práctica una brillante idea.

Se trataba de sacar partido a un lugar de reclusión para generales alemanes. Se nombró, para estar al frente de ese centro, al coronel Thomas Joseph Kendrick, un veterano del MI6.

El coronel Kendrick había nacido en 1881, en Sudáfrica, y estuvo mucho tiempo al mando de la estación del MI6 (servicio de espionaje británico) en la Embajada del Reino Unido en Viena.

Allí, aparentemente, se dedicaba al control de pasaportes. Sin embargo, tras la anexión de Austria por parte de Alemania, la Embajada se llenó de judíos pidiendo visados para huir de allí. Así que, gracias a él, varios miles de judíos consiguieron visados para huir al Reino Unido o al territorio británico de Palestina.

Poco después, fue delatado por un agente doble. Por ello, fue detenido por la Gestapo y, como aún no había comenzado la Segunda Guerra Mundial, fue deportado a su país.

Así que, como los alemanes ya lo habían fichado, el MI6 lo nombró responsable de Trent Park. Supongo que habrían tenido en cuenta que hablaba muy bien alemán y que conocía muy bien a los alemanes, porque había vivido muchos años en ese país.

Por tanto, conforme los generales alemanes prisioneros iban llegando a Trent Park, eran recibidos, muy amablemente, por el coronel Kendrick. Tal y cómo se les puede ver tan sonrientes, en esta foto, procedente del Bundesarchiv de Alemania.

Éste les iba diciendo que era un aristócrata británico, lo cual era falso, y que también era pariente del rey Eduardo VIII, el cual había abdicado y se sabía que era muy amigo de los nazis.

Lo que no sabían estos generales era que, tanto la mansión como los jardines, estaban llenos de micrófonos y sus conversaciones eran escuchadas y grabadas por unos operarios que, en su mayor parte, se trataba de judíos alemanes.

Así que, para que se fueran confiando, les trataban como reyes, alegando que los británicos y los alemanes no tenían por qué ser enemigos. De hecho, la familia real británica es originaria de Alemania.

Gracias a este ambiente tan cordial, poco a poco, los servicios
de Inteligencia británicos se fueron enterando de dónde estaban las bases de las cuales partían los bombarderos alemanes para atacar Gran Bretaña.

También hablaban sobre las debilidades de sus aeronaves y lo que opinaban sobre las aeronaves y los pilotos de la RAF.

Quizás lo mejor de todo fue averiguar cómo era el ambiente dentro del Ejército alemán y saber hasta qué punto apoyaban a los nazis.

No obstante, también fue muy interesante saber cuáles eran las playas británicas elegidas por Hitler para intentar un desembarco en Gran Bretaña. Hasta hablaron sobre los códigos secretos utilizados en sus mensajes por la Armada alemana.

Incluso, grabaron conversaciones en los que los generales alemanes debatieron sobre lo que sabía la Inteligencia alemana acerca de la Inteligencia aliada y los movimientos de resistencia en los países, que habían invadido.

También, gracias a esto, se enteraron de dónde estaban las bases de lanzamiento de las temibles bombas volantes V-1 y V-2. Eso facilitó que las pudieran bombardear.

Estaban tan confiados que el propio Kendrick llegó a ser tratado como a uno más entre aquellos generales alemanes. Incluso, ordenó a los guardianes británicos, que se cuadraran, cuando pasaran esos generales junto a ellos.

No sólo les dieron los mejores manjares, sino que también les dieron una pequeña paga con la que podían comprar algunas cosas en una pequeña tienda, que estaba dentro de ese recinto.

Incluso, disponían de un taller de sastrería para remendar sus uniformes o hacerles trajes nuevos.

También tenían a una persona a la que le encargaban que, una vez por semana, fuera a Londres para comprarles lo que le habían encargado.

Parece ser que Churchill montó en cólera, cuando se enteró que Kendrick había organizado una excursión para algunos de sus “huéspedes”, en la que les llevó a Londres para visitar los almacenes Harrod’s y a comer en el Hotel Ritz.

Supongo que, si los londinenses hubieran sabido cómo estaban tratando a estos enemigos, también se hubieran cabreado mucho, porque las estaban pasando moradas, entre los bombardeos y las cartillas de racionamiento.

Más tarde, destinaron a Trent Park a un tipo con modales aristocráticos, que se hacía llamar lord Aberfeldy, el cual decía ser un primo del rey Jorge VI. Les dijo que el monarca le había encargado que se les tratara como amigos y ellos se lo creyeron.

Realmente, este personaje era un agente británico, llamado Ian Monroe. Parece ser que se ganó enseguida la confianza de estos militares y solía pasear con ellos, aprovechando para discutir cosas de la guerra. No hará falta decir que solía pararse cerca de uno de esos micrófonos, para que la conversación fuera grabada en las llamadas Salas M.

Curiosamente, llegaron a imprimir periódicos falsos, que se los daban a esos generales para ver qué opinaban sobre esas noticias de la guerra.

Se sabe que las copias de esas conversaciones dieron lugar a unos informes de más de 100.000 páginas y también fueron grabadas en discos.

Entre aquellos 59 ilustres prisioneros podemos destacar al general von Arnim, jefe de algunas unidades del Afrika Korps, el general Crüwell, derrotado en la batalla del Alamein (al que podemos ver en esta foto, procedente del Bundesarchiv de Alemania), von Tippelskirch, jefe del 7º Ejército en Francia, capturado tras el desembarco de Normandía, etc.

Hay que decir que éste no fue el único centro de detención con estas mismas características. Hubo un par de ellos más. Sus nombres eran Latimer House y Wilton Park. La diferencia estaba en que en estos sólo había oficiales alemanes e italianos, pero no generales.

Hay algunos expertos que afirman que las informaciones obtenidas en estos tres centros fueron tan valiosas como las conseguidas en Bletchley Park, el lugar donde se descifraron los códigos utilizados por las máquinas Enigma.

Incluso, les grabaron reconociendo que habían asesinado a miles y miles de judíos en la antigua URSS y en los campos de exterminio. Dato que fue muy útil para los fiscales de los juicios de Nuremberg. Esa acusación siempre la habían negado los militares alemanes, pero ahí demostraron haber sido cómplices de esas masacres.

Supongo que esto tuvo que ser muy desagradable para los que escuchaban estas conversaciones, que solían ser judíos huidos de Alemania y que no sabían del destino que habían tenido sus parientes, que se habían quedado allí.

Tras la guerra, Trent Park siguió utilizándose como una academia para formar a los nuevos agentes de la Inteligencia británica.

Curiosamente, todo este tema siguió permaneciendo, durante varias décadas, en el más estricto secreto. Como muchas otras cosas, que, hoy en día, siguen siendo secretos.

Sin embargo, hubo un historiador alemán que se topó con ello, cuando estaba investigando sobre otro tema, en unos archivos de la guerra. Se trataba de Sönke Neitzel, que descubrió esta documentación en el año 2001 y empezó a investigar este tema. A raíz de este descubrimiento, ha publicado varios trabajos académicos en revistas dedicadas a la Historia.

Actualmente, están edificando muchas viviendas por esa zona. Sin embargo, afortunadamente, han respetado el edificio y lo han convertido en un museo.

 

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viernes, 7 de febrero de 2025

EL JOURNAL DES DÉBATS, UN PERIÓDICO A TRAVÉS DE LOS SIGLOS

 

Hoy voy a narrar la curiosa historia de un gran periódico francés, que hoy es, prácticamente, desconocido por el público en general.

Ciertamente, tuvo un origen muy curioso. Jean François Gaultier de Biauzat fue un abogado, nacido en 1739, que ejercía su profesión en Clermont-Ferrand.

Por lo visto, siempre estuvo en contra de los privilegios de
los que se beneficiaban algunos terratenientes, procedentes de la época feudal y así lo denunció en algunas de sus obras.

No sé si sería por eso, lo cierto es que, cuando Luis XVI convocó a los Estados Generales, o sea, lo que conocemos por el parlamento, fue nombrado diputado por el Tercer Estado.

No olvidemos que el Primer Estado lo formaban los clérigos y el Segundo, los miles de aristócratas que había en Francia. En el Tercer Estado estaban todos los demás.

Precisamente, una de las razones por las que se produjo la Revolución Francesa fue porque la burguesía, que era la que mantenía aquel régimen a base de impuestos, no quería estar en el Tercer Estado, sino en un puesto preferente, porque se consideraba más importante que los demás.

Volviendo a nuestro primer personaje, hay que decir que fue testigo de todos aquellos hechos. Incluso, fue uno de los que participaron en el famoso juramento del Jeu de Paume, por el que la mayoría de los diputados del Tercer Estado se reunieron en ese edificio y juraron no salir de allí hasta haber redactado una constitución. Lo cual alarmó mucho al rey.

Lo único que pretendió el monarca, al reunir a los Estados Generales, era que le aprobaran la creación de nuevos impuestos, pues las arcas del Estado se hallaban casi vacías.

Como hacía muchos años que el rey no convocaba los Estados Generales, se encontró con la sorpresa de que todos los diputados del Tercer Estado habían redactado una larga lista de quejas y reivindicaciones y se negaron a aprobar ninguna medida hasta que el Gobierno se comprometiera a solucionar los problemas que había en todas las provincias.

Fue lo mismo que ocurrió, un siglo antes, cuando el rey inglés Carlos I convocó la Cámara de los comunes para que aprobasen una serie de nuevos impuestos.


Volviendo a nuestro personaje, parece ser que sus amigos de Clermont-Ferrand se mostraron muy interesados por saber lo que estaba ocurriendo en París. Le escribían muy a menudo y él les iba contando lo ocurrido.

No sé si también le pedirían noticias desde otros lugares, lo cierto es que de ahí le vino la idea de fundar el Journal des débats. Un periódico de aparición semanal, donde contaba todo lo que ocurría en las reuniones de los Estados Generales. Su primer número fue publicado el 30/08/1789.

Parece ser que nuestro personaje era partidario de una monarquía parlamentaria. Por ello, cuando regresó a su ciudad, fue detenido y encarcelado en 1792.

Dos años después, fue liberado y nombrado juez del Tribunal de Casación. Precisamente, fue uno de los magistrados que juzgaron y condenaron a Gracchus Babeuf, al que dediqué otro de mis artículos.

La llegada de Napoleón Bonaparte le obligó a abandonar ese tribunal, aunque fue nombrado magistrado de otro tribunal menor, en el que siguió trabajando hasta su muerte.

Durante la época napoleónica, vendió este periódico a otro político y periodista, llamado Louis-François Bertin.

Éste le dio un nuevo aire a ese periódico, consiguiendo que colaborasen con él algunos autores tan conocidos como Chateaubriand o Charles Nodier. Ambos son considerados como pioneros del romanticismo francés.

Sin embargo, también se le atribuye la creación del llamado folletín. Una especie de suplemento, donde se podían encontrar publicados rumores de todo tipo, modas y hasta críticas literarias y teatrales.

Por lo visto, fue acusado de ser un monárquico y eso le llevó a ser encerrado en el Temple, aunque le dejaron libre al año siguiente, circunstancia que aprovechó para exiliarse, hasta la llegada de Napoleón I.

No obstante, el emperador le obligó a cambiar el nombre del periódico por el de Journal de l’Empire y confiscarle sus ganancias.

En 1814, con la llegada de Luis XVIII, Bertin recuperó su periódico, pero, con el regreso de Napoleón, tuvo que exiliarse en Holanda.

Tras la batalla de Waterloo, pudo regresar a Francia y su periódico pasó a ser una especie de órgano de la oposición liberal y constitucional. Posteriormente, apoyó al rey Luis Felipe I de Orleans. Así consiguió ser el periódico más leído en aquella época.

Durante esos años, también fue dirigido por el famoso autor François-René de Chateaubriand.

A la muerte de Louis-François, ocurrida en 1841, tomó la dirección del periódico su hijo mayor, Armand, nacido en 1801, el cual ya llevaba varios años escribiendo en el periódico.

Aunque siguió apoyando al rey Luis Felipe I, ello no fue óbice para criticar la labor de algunos de sus ministros, asumiendo una ideología liberal moderada. Eso le hizo ganarse amistades entre gentes de todas las tendencias políticas.

De hecho, consiguió sacar adelante el periódico, tras la revolución liberal de 1848, que hizo caer la monarquía de Luis Felipe I y dio lugar a la proclamación de la II República Francesa.

Desgraciadamente, murió en 1854. Por ello, a partir de entonces, se ocupó de la dirección del periódico su hermano, el pintor Edouard Bertin.

La lista de los colaboradores aumentó y, entre los más famosos, seguramente reconoceremos los nombres de Víctor Hugo, Héctor Berlioz, Alejandro Dumas (padre), León Foucault (famoso por su péndulo), Eugenio Sue (autor de Los misterios de París), etc.

Precisamente, Los misterios de París fue una famosa novela publicada por entregas en este periódico, entre los años 1842 y 1843. Éxito que fue seguido por el de la novela El judío errante.

Supongo que esto los animó a seguir publicando otras obras por este mismo procedimiento.

Así que la siguiente fue la archifamosa novela El conde de Montecristo, publicada, en este mismo periódico, en 18 entregas entre los años 1845 y 1846.

Se decía que muchos lectores devolvían los ejemplares, que acababan de comprar, si comprobaban que, por un error, no contenían las entregas de esa novela.

En 1871, a la muerte de Edouard, se hizo cargo de la dirección de este periódico el joyero Jules Bapst, casado con Marie-Luise, hija de Armand Bertin. Para su labor en el periódico, contó con la colaboración del economista León Say, casado con otra hija de Armand, el cual también llegó a ser presidente del Senado.

Supieron llevar muy bien este periódico durante una época muy convulsa, protagonizada por la derrota de Napoleón III en Sedán, su huida al exilio, la proclamación de la Comuna de París y la posterior represión sobre ésta.

Sin embargo, se ve que al joyero Bapst le gustaba más dedicarse a la joyería que al periodismo. Por ello, en 1883, decidió nombrar a su yerno, el político Georges Patinot, nuevo director del periódico.

Por lo visto, continuó con la línea editorial, que había iniciado su predecesor, situada en una posición política republicana de centro-izquierda.

En cambio, le dio más importancia a las noticias de actualidad y menos al mundo de la Literatura. Incluso, creó dos ediciones: una de mañana y otra de tarde. Esta última, impresa en un papel de color rosado. Desde sus páginas apoyó a un nuevo partido, denominado Unión liberal, de tendencia republicana liberal.

Al mismo tiempo, fue partidario de la colonización de África y financió varias expediciones hacia ese continente. Incluso, fue miembro del consejo de administración de la Compañía del Canal de Suez.


A su muerte, ocurrida en 1895, le sucedió Étienne Bandy, conde de Nalèche. Se trataba de un diplomático francés, que se había casado con la heredera del periódico.

Por lo visto, la suegra de Bandy pertenecía a la familia Collas, que fueron los mayores accionistas del periódico. Parece ser que esta familia tenía muchas inversiones en Turquía. Así que no es casual que el periódico tomara partido por ese país.

En 1889 se cumplió el centenario del periódico. Así que le encargaron al pintor francés Jean Béraud que pintara un cuadro, donde apareciera la redacción con los periodistas y colaboradores del diario. Esa obra está expuesta en el Museo de Orsay, en París.

Pero no todo fueron alegrías, también hubo enfrentamientos. Por ejemplo, Fernand de Brinon, primo de Bandy, dirigió la sección política. Así que, durante un tiempo, tras la I Guerra Mundial, pudo escribir a favor de un acercamiento entre Francia y Alemania, porque era contrario a seguir exigiendo el pago de las reparaciones de guerra.

Sin embargo, por esa época, François de Wendel un poderoso industrial del acero, se convirtió en el máximo accionista del periódico. Como era de Lorena y odiaba a los alemanes, no cejó en su empeño hasta conseguir que expulsaran a Brinon del periódico.

Hay que decir que Brinon se fue convirtiendo en un admirador de los nazis y llegó a hacer carrera, tras la invasión y ocupación de Francia. Esto dio lugar a que, en la posguerra, fuera juzgado, condenado y fusilado.

Curiosamente, se había casado con una mujer judía a la que consiguió que le dieran el título de aria honoraria. Gracias a esa especie de salvoconducto, los alemanes nunca la molestaron a pesar de tener origen judío.

Respecto al periódico, tuvieron muchos problemas en los años 30. No sé si no quisieron o no supieron adaptarse a su época. Ni siquiera quisieron instalar teletipos en su redacción.

En un momento tan dramático, en el que la gente reclamaba noticias de primera mano, ellos se dedicaron a contratar columnistas, pero daban pocas noticias. Eso dio lugar a que las tiradas fueran cada día más pequeñas e, incluso, dejaron de publicar los domingos.

Para intentar reducir las pérdidas, en 1936, el periódico se redujo a 4 hojas. Lo que hizo que se vendiera todavía menos.


Étienne siempre fue una persona muy famosa en París. Fue presidente de varias asociaciones y hasta del Sindicato de la Prensa de París.

Sin embargo, eso de seguir ejerciendo, durante la ocupación alemana, como director del Journal des débats y presidente del Sindicato de la Prensa de París, cuando llegó la posguerra, le valió ser acusado de colaboracionismo con los nazis.

El 26/08/1944 entró en vigor en Francia una ordenanza que creaba el delito de indignidad nacional y debía ser aplicado a todos aquellos que hubieran colaborado con los nazis. Unas 55.000 personas fueron condenadas por este delito.

La pena consistía en la llamada degradación nacional y suponía la pérdida de derechos electorales activos y pasivos, la expulsión del funcionariado y de las fuerzas armadas, la expulsión de los directivos de las empresas, así como del periodismo o de la enseñanza.

Incluso, los tribunales podían ordenar que el condenado marchara al exilio y podían confiscar todos sus bienes.

Así que eso supuso que este periódico tuviera que cerrar en 1944 y ya no volvió a publicarse nunca más. Un triste final para un medio de comunicación tan importante en la Historia de Francia. Étienne murió ya muy anciano en 1947.

 

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