jueves, 31 de marzo de 2022

LA LLAMADA “FINLANDIZACIÓN” DE FINLANDIA

 

Como veo que la gente sigue teniendo interés por esos pocos países que aún siguen siendo neutrales en el continente europeo, hoy me dedicaré a escribir sobre Finlandia.

No voy a remontarme mucho en la Historia. Sólo diré que, durante varios siglos, Finlandia estuvo unida al reino de Suecia, aunque siempre fue ambicionada por su vecina Rusia.

Su territorio fue denominado Gran Ducado de Finlandia y, cuando estuvo bajo el dominio sueco, el título de gran duque siempre lo ostentó el rey de Suecia.

Como todos sabemos, el gran enemigo de Napoleón era el Reino Unido. Así que éste decretó un bloqueo naval y económico contra ese país.

Parece ser que Suecia no estaba por la labor de obedecer al emperador francés, ya que buena parte de su comercio siempre lo había realizado con los británicos y no quería perderlos como clientes.

Sin embargo, Napoleón, firmó un acuerdo con el Imperio Ruso para que obligaran a Suecia a respetar ese bloqueo contra los británicos.

Así que los rusos tuvieron la excusa perfecta para invadir el territorio sueco. Obviamente, para llegar a Suecia, tenían que atravesar Finlandia.

Curiosamente, unos años después, Napoleón invadió Portugal y Rusia, también por no querer respetar el bloqueo que decretó contra el Reino Unido.

La guerra empezó en 1808 y pronto se vio que el Ejército sueco no era un gran rival para el ruso. Así que, un año después, firmaron un tratado de paz por el que Rusia se quedó con Finlandia.

El zar ruso Alejandro I reunió en 1809 al Parlamento finlandés en la llamada Dieta de Porvoo, donde se comprometió a respetar sus costumbres, su religión y a darles una autonomía, para seguir siendo el Gran Ducado de Finlandia, pero dentro del Imperio Ruso. Correspondiendo el cargo de gran duque al zar que hubiera en cada momento.  La reunión se celebró en la catedral de esa ciudad.

Aunque los finlandeses conservaron la Constitución que habían disfrutado, cuando habían pertenecido a Suecia, no hará falta decir que, al vivir dentro de un Estado con una monarquía absoluta, las libertades que podían disfrutar dependieron del talante de cada uno de los zares que los gobernaron.

No obstante, desde la segunda mitad el siglo XIX se llevó a cabo la llamada “rusificación” de Finlandia, la cual consistía en homologar a los finlandeses con el resto de los pobladores de Rusia.

Evidentemente, se impuso el estudio del ruso en los colegios y también fue la lengua oficial de la Administración Pública. Algo que no gustó nada a los finlandeses.

En 1898, el zar designó como gobernador de Finlandia a uno de sus generales más fanáticos, Nikolai Bóbrikov, el cual aumentó la presión sobre los finlandeses, con el objetivo de arrinconar su cultura y sus libertades.

Evidente, lo único que consiguió con esa política represiva fue hacer resurgir el nacionalismo finlandés. A ello contribuyeron, como en otros países, el estudio de su Historia y la publicación de algunas sagas, como el Kalevala, que, en aquel momento, llegó a ser tan popular como el Cantar del Mío Cid, la Canción del Roldán, el Beowulf o el Cantar de los Nibelungos.

Como ese general siguió utilizando su política hostil y violenta hacia el pueblo finlandés, se crearon algunas organizaciones opositoras en la clandestinidad.

En una de ellas militaba un joven finlandés, llamado Eugen Schauman. Curiosamente, era hijo de un militar de alta graduación que, aunque era finlandés, pertenecía al Ejército ruso.

En 1904, algunas de esas organizaciones tenían previsto atentar contra los intereses de Rusia en Finlandia, sin embargo, Schauman, les convenció de que era mejor atentar, directamente, contra el gobernador Bóbrikov.

Así que se puso manos a la obra. Schauman esperó la llegada del gobernador al Palacio del Senado. Al verle, Eugen, le disparó 3 veces y luego se disparó él dos veces en el pecho. Conclusión: murieron los dos.

Lógicamente, durante el resto de la dominación rusa o la posterior llegada de la URSS, no se pudo homenajear a este héroe de la resistencia finlandesa. Tras la caída de la URSS, se erigió un monumento sobre su tumba y se instaló una placa en el Senado para recordar este hecho.

Así que Finlandia continuó bajo el dominio zarista, hasta que llegó la Revolución Rusa y aprovechó para proclamar su independencia.

De todas formas, no todo fue un camino de rosas, pues, inmediatamente, estalló la guerra civil en Finlandia.

En el denominado Ejército blanco lucharon los conservadores, socialdemócratas, liberales, algunas unidades alemanas y voluntarios llegados de otros países cercanos.

Mientras que en el llamado Ejército Rojo estuvieron los comunistas, los socialistas más radicales y algunas tropas llegadas desde la Rusia bolchevique.

Ciertamente, no fue una guerra civil tan larga como la española, porque sólo duró entre los meses de enero y mayo de 1918. Sin embargo, también fue muy cruenta, como suelen ser las guerras civiles, porque los combatientes se odian más que en las guerras entre países. Eso dio lugar a miles de ejecuciones en ambos bandos.

Al final de la guerra civil, se pensó fundar una monarquía, cuyo soberano sería un primo del káiser, pero no se llevó a cabo a causa de la derrota alemana en la I Guerra Mundial y el fin del Imperio alemán. Por ello, los finlandeses, optaron por fundar una república independiente.

Curiosamente, en octubre de 1939, un mes después de haber comenzado la II Guerra Mundial, la URSS, presionó a Finlandia para que le cediera parte de su territorio, alegando que su frontera estaba demasiado cerca de San Petersburgo. Seguro que eso os suena de algo.

Evidentemente, los finlandeses se negaron a ello y los soviéticos invadieron el país. Para su sorpresa, los finlandeses se defendieron como leones y consiguieron hacer retroceder a los soviéticos. Estos tuvieron muchas bajas a causa del fuego enemigo y de las frías temperaturas, que llegaron a los -43ºC ¡Esto produce tiritona sólo de pensarlo!

El Ejército soviético se replegó, igual que está haciendo ahora, para volver a atacar en febrero. Esta vez, las tropas soviéticas tuvieron más suerte y lograron vencer la resistencia finlandesa.

Eso de replegarse ya lo hicieron dos veces, los rusos, en la actual guerra de Siria. Así que nunca hay que fiarse de ellos.

Precisamente, me acaba de llegar la noticia de que, a pesar de que Putin había dicho que iba a hacer una especie de alto el fuego en Ucrania, ha firmado un decreto por el que pretende alistar a unos 134.500 jóvenes para llevarlos a esa guerra.

Después de este inciso, en marzo de 1940 se firmó un tratado de paz, por el que Finlandia le cedía el 11% de su territorio, que también era de donde obtenía el 30% de su PIB.

Lo que sí se vio claro era que el Ejército soviético había hecho el ridículo, igual que ahora lo está haciendo en Ucrania, y que los finlandeses podrían haber ganado la guerra. Igual que los polacos y los ucranianos les vencieron en 1921, como ya dije en otro artículo. Hitler tomó buena nota de ello.

En junio de 1941, cuando Alemania invadió la URSS, Finlandia aprovechó para retomar los territorios, que había tenido que ceder a la URSS. Consiguió sus objetivos, pero no quiso ir más allá.

Posteriormente, en junio de 1944, cuando se produjo el gran contraataque de las tropas soviéticas contra las tropas alemanas y sus aliados, los finlandeses tuvieron que retroceder.

Así que, en septiembre de 1944, se firmó un nuevo tratado de paz, por el que la URSS le exigía que dejase de ser aliada de Alemania y que expulsara a todos los alemanes de su país.

Mas tarde, en 1947, se firmó un nuevo tratado por el que Finlandia tuvo que volver a ceder esos territorios y otros más. Aparte de tener que pagar una fuerte cantidad como indemnización de guerra a la URSS.

En 1948, Finlandia fue obligada a firmar un tratado de asistencia y cooperación con la URSS. En ese texto, se le prohibía ingresar en cualquier alianza militar, ni tampoco podía solicitar los fondos del Plan Marshall. También, los finlandeses, se obligaron a detener un ataque de cualquier país a la URSS a través del territorio de Finlandia.

Al menos, el Gobierno de Finlandia consiguió que su país siguiera siendo independiente. No obstante, siempre se cuidó de que no se hicieran críticas a la URSS a cambio de continuar siendo un país democrático y capitalista. Siempre temieron que podrían ser anexionados por la URSS.

No hay que olvidar que Finlandia tiene una frontera de unos 700 km con la actual Rusia y, en aquella época, sólo tenía unos 4 millones de habitantes, frente a los 170 millones de la URSS.

Por ello, muchos organismos de Finlandia se autocensuraron para no enfadar a los soviéticos. Incluso, la Junta de Clasificación de películas llegó a prohibir algunas tan famosas como “Uno, dos, tres”, de Billy Wilder o “El candidato de Manchuria”, de John Frankenheimer.

Hasta 1955 la URSS no permitió que Finlandia se uniera al Consejo Nórdico (formado por todos los países nórdicos). También ese fue el año en el que ingresó en la ONU. Al igual que España.

Desde 1961, ya había tenido fuertes relaciones comerciales con la EFTA, pero sólo fue en 1986, cuando le dejaron ser miembro de esa Organización.

En 1975, fue el país anfitrión de la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa. De allí salieron los importantes Acuerdos de Helsinki, que dieron lugar a la creación de la OSCE.

En pocos años, Finlandia pasó de ser un país netamente agrícola y ganadero a convertirse en una de las economías más avanzadas del mundo. Creando su propio Estado de bienestar.

Lógicamente, en 1992, tras la caída de la URSS, Finlandia aprovechó para denunciar ese tratado con el fin de anularlo. Cosa que logró.

Incluso, en 1995, se produjo el ingreso de Finlandia, junto con Austria y Suecia en la Unión Europea.

Aunque también hay que decir que sólo un 57% de los finlandeses votaron a favor, en el referéndum para su ingreso en la UE.

Curiosamente, Gorbachov, invitó a los países de la Europa Oriental, que habían tenido regímenes comunistas, a firmar tratados como los que firmó Finlandia con la antigua URSS. Evidentemente, se negaron a ello.

Actualmente, como Finlandia es miembro de la UE, también ha impuesto sanciones a Rusia, con motivo de la invasión y guerra en Ucrania. En la imagen, vemos a su primera ministra en una reciente visita a España.

Por ello, Rusia la ha añadido a la lista de naciones hostiles. Así que ya veremos qué ocurre con sus importaciones de gas procedente de Rusia.

Como ya hemos visto, Rusia, ha amenazado, tanto a Finlandia como a Suecia, por si se les ocurriera ingresar en la OTAN. Lógicamente, hay una gran preocupación entre los finlandeses y, según las encuestas, ha aumentado el número de partidarios de ingresar en la OTAN.

Algo que preocuparía mucho a Rusia y mucho más a Putin, porque su ciudad natal, San Petersburgo, está muy cerca de la frontera con Finlandia.

 

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lunes, 21 de marzo de 2022

LA NEUTRALIDAD DE AUSTRIA

 

Ahora que se habla tanto de la posible neutralidad de Ucrania, yo creo que sería factible que firmara un tratado de ese tipo, al igual que lo firmaron, en su momento, Austria y Finlandia con la antigua URSS.

No obstante, tampoco me fiaría mucho de los rusos, porque, en 1994, Ucrania firmó con Rusia, USA, Francia y el Reino Unido, el Memorándum de Budapest, sin embargo, los rusos no lo han cumplido.

Por medio de ese documento, Ucrania renunciaba a ser la tercera potencia nuclear del mundo, entregando a Rusia todo el material nuclear que había en su territorio, heredado de la extinta URSS.

No era poca cosa, ya que devolvieron nada menos que 5.000 bombas atómicas, 220 lanzaderas de misiles, 176 misiles balísticos intercontinentales y 44 bombarderos estratégicos.

Las potencias firmantes ofrecieron garantías para defender Ucrania. Cosa que, por lo que hemos visto, tampoco han respetado ni USA, ni el Reino Unido, ni Francia.

Volviendo al tema de Austria, hay que decir que, como todo el mundo sabe, en 1938, Hitler se la anexionó y la incorporó como un territorio propio del Tercer Reich.

Evidentemente, Alemania metió a los austriacos en la II Guerra Mundial. Alistaron a sus jóvenes en las filas de su Ejército. También persiguieron y asesinaron a los judíos que habitaban en el territorio austriaco.

Así que, al final de la guerra, las tropas USA habían tomado la zona oeste del país, incluyendo Linz y Salzburgo. Mientras que los soviéticos habían hecho lo mismo en el este, controlando Graz y Viena.

Sin embargo, ya en la conferencia de ministros de Asuntos Exteriores de los países aliados, celebrada en Moscú en 1943, se acordó que sería necesario que Austria recuperara su soberanía e independencia frente a Alemania. Fijando sus fronteras en las mismas que existían, antes de haber sido anexionada por Alemania.

Parece ser que la URSS pretendía fundar en Austria otra de aquellas repúblicas que luego fundó en la Europa oriental.

Así que, a pesar de haber permitido que un socialdemócrata formara un Gobierno, donde permitió la entrada de muchos comunistas, las presiones de los otros Aliados hicieron que los rusos tuvieran que reducir sus pretensiones y admitir que Austria fuera dividida en cuatro zonas de ocupación. Igual que le ocurrió a Alemania.

En noviembre de 1945 se celebraron las primeras elecciones de la posguerra, en las que no se admitió a ningún candidato con un pasado nazi.

La victoria fue para el conservador Partido Popular, que obtuvo la mitad de los votos, seguido por el Partido Socialdemócrata y después el Partido Comunista. Este último sólo obtuvo 4 escaños de los 170 que tenía el Parlamento austriaco.

No obstante, el socialdemócrata Karl Renner, que antes había sido el presidente de ese Gobierno provisional, fue elegido presidente de la República, mientras que esos 3 partidos se aliaron para formar un Gobierno, presidido por el conservador Leopold Figl. Un hombre muy hábil, como veremos más adelante.

Otra decisión importante fue volver a poner en marcha su Constitución de 1920, lo cual sirvió para que los Aliados facilitasen la labor de ese Gobierno.

Todo esto sirvió para reconstruir, más fácilmente, el país y también para alejar al Partido Comunista, ya que no pudo imponer una democracia popular, por falta de apoyo de los Aliados.

Por otro lado, el Estado no podía funcionar bien, porque, por una parte, los soviéticos, confiscaron los bienes de las empresas alemanas en Austria, que antes habían confiscado los alemanes a los austriacos.

Por otro, el Estado austriaco se tenía que hacer cargo de los gastos ocasionados por las fuerzas de ocupación, aunque, ya en 1947, USA aceptó pagar su parte y en 1953, lo hicieron las otras 3 potencias.

Así que, de momento, el Gobierno austriaco, tuvo que nacionalizar las principales empresas del país para mejorar su financiación.

También hay que decir que Austria fue beneficiaria de los fondos del famoso Plan Marshall, que siempre le fueron negados a España.

La diferencia entre Austria y España es que los diplomáticos austriacos consiguieron convencer a los Aliados de que fueron un país invadido por los alemanes. Mientras que a España la consideraron aliada de Alemania.

Dado que los soviéticos solían quedarse con una buena parte de lo que producían las zonas que tenían ocupadas, esto dio lugar a que muchas industrias austriacas se instalaran en otras zonas del país, no ocupadas por estos. Lo cual dio lugar a una mejor distribución de la riqueza nacional.

Así consiguió Austria que, en 1952, ya hubieran terminado la reconstrucción económica de su país e, incluso, había comenzado a crear el llamado Estado del bienestar.

A partir de la muerte de Stalin, ocurrida en 1953, las nuevas autoridades soviéticas empezaron a replantearse el futuro de Austria. En principio, su idea era que, tanto Austria como Alemania, pasaran a ser unos Estados neutrales. Sin embargo, eso ya no era posible, porque, en 1949, se fundó la República Federal Alemana, la cual, ese mismo año, ingresó en la OTAN y en 1955, la República Democrática Alemana, ingresó en el Pacto de Varsovia.

Parece ser que también influyó la llegada del general Eisenhower a la presidencia USA. El cual tuvo una postura más aperturista hacia Austria.

También, el Gobierno de Austria, observó un cambio muy significativo, cuando el ministro soviético de Exteriores, Molotov, en un discurso pronunciado ante el Soviet Supremo, afirmó que el problema austriaco iba a ser tratado de forma diferente al de Alemania.

Por tanto, como verían que esto se les estaba escapando de las manos, el Gobierno soviético, propuso al austriaco evacuar sus tropas a cambio de que Austria se comprometiera a permanecer siempre neutral.

Sin embargo, Foster Dulles, secretario de Estado USA dijo que “La imposición a Austria de la neutralización está en contradicción con la concesión al país del estatuto de un Estado soberano, independiente y libre”.

Curiosamente, el concepto de neutralidad no figura en el propio tratado, porque los diplomáticos austriacos acordaron con los Aliados que eso lo decidiría, posteriormente, su propio Parlamento.

Así fue cómo llegaron a un acuerdo. El denominado Tratado del Estado fue firmado por las 4 potencias aliadas y el Gobierno austriaco el 15 de mayo de 1955, en el Salón de Mármol del Palacio Belvedere, en Viena.

Como ya he dicho que Figl era un político muy hábil, el último momento, consiguió que no apareciera en ese documento la complicidad de Austria con Alemania en la II Guerra Mundial.

En él se decía que las fronteras de Austria serían las que ya tenía antes del comienzo de la guerra. Se le prohibía una nueva unión con Alemania y también la restauración

de la monarquía.

Acto seguido, Austria, fue admitida como nuevo miembro de la ONU y del Consejo de Europa.

El tratado fue ratificado el 8 de junio de ese mismo año por el Parlamento austriaco. Posteriormente, el 26 de octubre de ese mismo año, esa cámara, aprobó la llamada Ley de Neutralidad. Esa norma fue, posteriormente, añadida a su Constitución.

Dado que era muy discutible que pudiera ingresar en la UE, Austria ingresó en 1960 en la EFTA o Asociación Europea de Libre Comercio, donde ya estaban las Islas Británicas, los países nórdicos, Portugal y Suiza.

De esa manera, Austria fue uno de los países con un mayor crecimiento económico en la posguerra y fue tal su auge que ya en los años 60, se dedicaron a atraer inmigrantes para trabajar en el país. Sobre todo, italianos, turcos y de la antigua Yugoslavia.

Normalmente, los austriacos siempre han sido muy conservadores. Tanto es así que, al ver que las tropas soviéticas entraban en 1956 en Hungría, a partir de esa fecha, el Partido Comunista de Austria no volvió a conseguir ningún escaño en el Parlamento.

Damos un gran salto en el tiempo y llegamos a 1972, cuando varios países de la EFTA (Reino Unido, Dinamarca e Irlanda) solicitaron su ingreso en la UE. Entonces llamada CEE. El primero lo hizo por propia iniciativa, mientras que los otros dos les copiaron la idea para no perder a sus mejores clientes, que estaban en el mercado británico.

Austria también pidió el ingreso en la CEE, pero le pusieron múltiples obstáculos a causa de su neutralidad.

Parece ser que Austria vio claramente que necesitaba 

ingresar en la actual UE, porque dos terceras parte de sus exportaciones las realizaba a varios de los países miembros de ese Organismo internacional.

Así que, como en 1993 ya había caído la antigua URSS, el Gobierno de Austria argumentó que su tratado de neutralidad ya no estaba vigente. Por ello, ese mismo año, volvieron a solicitar su ingreso en la UE.

Como era un país muy interesante para la UE y reunía todos los requisitos para poder entrar, esta vez, casi nadie le puso impedimentos. Su ingreso fue aceptado al año siguiente y el país ingresó en la UE en 1995.

No obstante, aunque Austria, al igual que Finlandia o Suecia, no hayan ingresado en la OTAN, suelen participar en maniobras de esta Organización.

En el caso de Austria, todavía está allí vigente el servicio militar y, en muchas ocasiones, han aportado algunas de sus unidades para misiones de paz de la ONU.

 

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sábado, 12 de marzo de 2022

LA GUERRA DE CRIMEA Y LOS MOTINES DEL PAN

 

Tenemos tendencia a pensar que lo que ocurre a varios miles de kilómetros de donde vivimos no nos va a afectar en absoluto. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que todos habitamos el mismo planeta y eso es algo que nos lo suele demostrar, muy a menudo, la propia naturaleza.

Hoy me voy a remontar a 1853. Rusia, que siempre ha sido un país muy imperialista, vio la ocasión de apoderarse de algunos territorios del decadente Imperio Otomano. Al que algunos denominaban “el hombre enfermo de Europa”.

De hecho, ya les habían arrebatado, a finales del XVIII, algunos territorios al norte del Mar Negro, como la famosa y estratégica península de Crimea.

Así que lo primero que hicieron fue expulsar a los tártaros musulmanes, que habitaban en esa zona y repoblarla con colonos cristianos, venidos de Alemania, Polonia y Serbia. Incluso, atrajeron colonos ortodoxos, procedentes del Imperio Otomano.

Dado que en la corte zarista siempre aspiraron a ser la tercera Roma, la primera excusa que encontraron fue que tenían que proteger a las minorías ortodoxas, que vivían en los territorios administrados por Turquía. Seguro que eso de la protección de las minorías os suena ahora de algo.

Posteriormente, animaron a los ortodoxos, que habitaban en los Santos Lugares a rebelarse tanto contra los turcos, como contra los católicos. Con la intención de ser los únicos que custodiaran esos territorios.

El gran historiador francés Jules Michelet calificó a Rusia como “un gigante frío y famélico, cuya boca se abre hacia el rico Occidente. Rusia es el cólera y el Imperio de la mentira”.

Como Grecia había obtenido su independencia del Imperio Otomano en 1832 y siempre se han llevado muy mal con los turcos, aparte de que, como también son ortodoxos, pues se aliaron con los rusos.

El otro bando lo formaron el Reino Unido, Francia, el Imperio Otomano y el Reino de Cerdeña. Éste último no sé qué pintaba ahí, pero ahí estuvo.

Ciertamente, no es que esos países fueran muy fervorosos cristianos. Lo que no querían era que Rusia ampliase su poder en Europa y Oriente Próximo a costa de los turcos.

Incluso, los británicos, miraban de reojo la expansión del Imperio Ruso, porque se les veía la intención de querer arrebatarles la India. Por eso mismo, fundaron Afganistán, como un Estado tapón entre ambos Imperios.

Así que la mayoría de los combates, que comenzaron en 1853, tuvieron lugar en el mismo sitio, donde hoy se está produciendo la guerra de Ucrania. O sea, en Crimea.

Al final, los rusos tuvieron que desistir por la gran cantidad de bajas que tuvieron. Aunque se dice que muchas de esas bajas no se debieron a las balas enemigas, sino al frío, el hambre y las enfermedades.

Incluso, entre el Ejército británico, que se suponía que era el más moderno, alrededor del 80% de los muertos se debían a la deficiente asistencia sanitaria.

Así que, en 1854, el secretario británico de Guerra, que conocía a Florence Nightingale y sus buenos resultados en el campo de la enfermería, le propuso desplazarse a ese frente.

Efectivamente, allí fue, acompañada de 38 enfermeras para hacerse cargo de los cuidados sanitarios.

Se encontraron con un auténtico drama. Los médicos no daban abasto para curar a tantos heridos y a los mandos militares no parecía que le importase mucho esto. No hay que olvidar que, tradicionalmente, los oficiales británicos eran todos nobles, mientras que los soldados no lo eran. Por ello, Florence, informó al Gobierno británico, el cual les suministró más medios.

Así que Florence y sus enfermeras tuvieron mucha faena para intentar bajar esa mortandad, que se debía, más que a las heridas del frente, a tifus, fiebre tifoidea, cólera y disentería. Al fin, lo lograron, en 1855, a base de una muy estricta limpieza y una adecuada ventilación de los hospitales de campaña.

Se considera que ésta fue una guerra moderna, porque en ellas se emplearon nuevos medios, como los barcos de vapor, ferrocarriles, el telégrafo y la fotografía (tanto a nivel del suelo, como desde globos cautivos).

Incluso, parece ser que el Gobierno británico le encargó a un fotógrafo, llamado Roger Fenton, hacer múltiples fotografías, mostrando, exclusivamente, la cara más amable de ese conflicto. Como podéis comprobar, lo de la desinformación no es algo propio de nuestra época. Ahí dicen que fue cuando nació el fotoperiodismo de guerra.

Realmente, con ello quisieron contrarrestar la mala opinión que estaban teniendo los británicos sobre esa guerra, pues ya había provocado unas 20.000 muertes de un total de 98.000 soldados enviados a ese conflicto.

No obstante, se calcula que en el bando ruso combatieron alrededor de 1.200.000 soldados y murieron unos 450.000. De ellos, sólo unos 100.000 en combate y el resto a causa de diversas enfermedades.

Sin embargo, como en aquella época todavía existía la prensa independiente, el corresponsal del afamado periódico británico The Times, William Howard Russell, se dedicó a contar, con toda crudeza, la realidad de lo que allí ocurría y eso alarmó a muchos británicos.

Los franceses también enviaron a otro fotógrafo, aunque, realmente, era arquitecto, y también era un ferviente seguidor de Napoleón III, que era el que reinaba en ese momento. Su nombre era Léon Eugène Méhédin.

Llegados a este punto, más de uno se preguntará ¿qué tendrá que ver todo este rollo con lo que ocurría, por entonces, en España? Pues mucho y ahora lo voy a narrar.

Los británicos solían importar el cereal de Rusia, pero, como estaban en guerra con ese país, pues dejaron de hacerlo. Así que dirigieron su mirada hacia España, 

que, incluso, les pillaba más cerca y, por tanto, los fletes les saldrían más baratos.

Lógicamente, si estos británicos les pagaban a los cerealistas un importe mucho más elevado por su grano, pues estaba muy claro a quién se lo iban a vender. El problema es que el Gobierno, encabezado por el general Espartero, quiso ser tan liberal, que no se le ocurrió controlar esas exportaciones. De esa manera, quedó totalmente desabastecido el mercado nacional. Más o menos, lo mismo que ocurrió en 1917.

Por ello, entre que se multiplicó, en España, el precio de los cereales y el aumento de impuestos, que ya había proyectado el Gobierno, pues estallaron los motines en muchos lugares de España.

Eso de que suban los precios y el Gobierno se niegue a bajar los impuestos que los gravan es lo mismo que está ocurriendo ahora en España con el gas y la electricidad.

Curiosamente, en 1856, fue cuando acabó la guerra de Crimea. Así que cayeron los precios de los cereales, pero no los precios a los consumidores españoles, porque la cosecha fue muy mala, a causa de las inundaciones, y el pan era casi lo único que comía la gente más modesta.

Así que el 22 de junio de 1856 empezaron los motines en Valladolid y los amotinados comenzaron atacando las fábricas de harinas, ya que culpaban a sus propietarios del aumento de los precios. También asaltaron algunos almacenes y viviendas de ciertos empresarios de ese ramo.

Parece ser que el capitán general de esa región presionó al gobernador civil de Valladolid para que declarara el estado de guerra. Algo que se podía hacer en aquella época, sin necesidad de que lo hiciera el Gobierno central.

Por lo visto, existía una gran rivalidad entre ambos. El gobernador civil, Domingo Saavedra, pretendía acabar con el motín con métodos pacíficos, mientras que el militar lo quería hacer por la fuerza.

No obstante, los amotinados consiguieron que los motines se multiplicaran en otras provincias y también incendiaron varias fábricas de harina. Por lo visto, el gobernador civil, intentó pararlos, pero fue herido y arrojado al Canal de Castilla, donde estaban la mayoría de las harineras.

Parece ser que a estos amotinados se unieron varios miembros de la Milicia Nacional. Algo que no gustó nada al ministro de la guerra, que era el general Leopoldo O’Donnell. A éste no se le ocurrió otra cosa que movilizar al Ejército y ordenarle que reprimiera esos motines a tiro limpio.

Incluso, se produjeron motines en Burgos. Allí hubo una serie de personas que se enfrentaron a los arrieros, que llevaban sus carros llenos de grano, camino de Santander, el puerto de Castilla, para embarcarlo hacia el Reino Unido. Así que se dedicaron a repartirlo entre todas las personas que acudieron al lugar e incendiaron el sobrante. Posteriormente, los motines se reprodujeron en las provincias de Palencia y Zamora

El Gobierno progresista ordenó a Escosura que se desplazara a la zona amotinada para enterarse del motivo de esas protestas.

Curiosamente, Patricio de la Escosura, que era el ministro de Gobernación y un autor teatral muy famoso en aquella época, redactó un informe donde daba la razón a los amotinados, indicando que lo hacían por hambre, y criticando la actuación del Ejército. De hecho, el hambre también había dado lugar a una epidemia de cólera.

Así que esa actitud le enemistó con el general O’Donnell. Por el contrario, el general Espartero, que era el presidente del Consejo de Ministros, intentó reconciliarles, pero no hubo forma. Así que pretendió dar una salida un poco radical a la cuestión. Les propuso continuar los dos o dimitir los dos.

Esta solución parece que no le gustó nada a la reina y prefirió cesar a Escosura, conservando a O’Donnell. Curiosamente, eso tampoco le hizo ninguna gracia a Espartero, así que dimitió de su cargo.

Por tanto, el Gobierno cayó. El nuevo presidente era el general O’Donnell y el nuevo ministro de Gobernación era Ríos Rosas.

Supongo que O´Donnell no querría tener cerca a alguien que le pudiera hacer sombra y le recordara sus actos represivos contra los amotinados. Así que creó un cargo nuevo, nada menos que en Filipinas, y allí envió a Escosura.

Lógicamente, si hubiera habido colonias en Marte, pues allí lo habría enviado. Con tal de no verle la cara.

Me parece muy normal que el ministro Escosura se quejara de la represión llevada a cabo por el Ejército, porque fue brutal.

El responsable de esta dura represión fue el capitán general de Castilla la Vieja, teniente general Joaquín Armero y Fernández de Peñaranda. Un tipo bastante cruel, que justificó esa represión, alegando que se trataba de unos conatos de rebelión organizados por los carlistas. Lo cual era falso, aunque entre los amotinados figuraran algunos conocidos carlistas. El Gobierno le condecoró, por estos actos, con la Gran Cruz del Mérito Militar.

También pretendieron culpar de la organización de estos motines a los jesuitas. Lo cual, también se demostró que era falso.

Por lo visto, hubo cientos de detenidos, que fueron llevados ante consejos de guerra. Llegaron a condenar y fusilar a 21 personas, 2 de ellas eran mujeres. Otros 61 murieron en las cárceles, aunque se cree que fueron más, pues las autoridades no permitieron que se inscribieran en los registros civiles.

Parece ser que estos hechos y su posterior represión fueron publicados en diversos periódicos extranjeros, dando lugar a una condena internacional hacia el Gobierno de España.

Por lo visto, hasta el clero se dirigió por carta a la reina para solicitarle que parasen esas ejecuciones, sin embargo, no les hizo ningún caso.

Parece ser que una reacción ante las ejecuciones fueron los incendios de fincas de los grandes cerealistas. Provocaron tantos incendios que las autoridades no daban abasto para apagarlos.

Ciertamente, los alcaldes de muchas poblaciones pusieron a la venta pan a mitad de precio para calmar los ánimos e intentar que los motines no llegaran hasta sus municipios. En algunos de ellos, los alcaldes llegaron a disolver la Milicia.

Posteriormente, se dieron algunos pequeños motines en diversas localidades del sur de España. Incluso, resurgió el fenómeno del bandolerismo en los caminos que comunicaban las ciudades.

Como es normal, estos motines se fueron apagando en cuanto bajó el precio de los cereales y, por tanto, el del pan.

Unos años después, la reina visitó esas localidades castellanas, donde se habían producido esos motines, siendo recibida con muestras de cariño. Salvo, como es lógico, por los carlistas.

 

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martes, 8 de marzo de 2022

EL PAPA SAN LEÓN I EL MAGNO Y ATILA

 

Hoy voy a narrar la vida de un personaje al que la Humanidad y, sobre todo, los europeos, le debemos mucho, pero que parece que nunca se le ha reconocido.

El personaje principal de esta historia es el Papa León I. No está muy claro el año de su nacimiento. Unos dicen que fue en el 390 d. de C. y otros en el 400. Sin embargo, todos afirman que fue en la región italiana de la Toscana, aunque no indican, concretamente, la localidad donde nació, pero sí que pertenecía a una familia noble.

Supongo que eso le daría una buena formación, porque parece ser que su vida sacerdotal la dedicó a la diplomacia vaticana. Incluso, prestó algunos servicios diplomáticos para el propio emperador romano.

En el 440 d. de C., a la muerte del Papa Sixto III, el pueblo romano lo eligió como nuevo Papa. Entonces no se utilizaba el actual sistema de los cónclaves cardenalicios.

Durante su papado, tuvo varios problemas de índole religioso. Actuando con mano dura contra las herejías que estaban surgiendo en ese momento.

Por otro lado, organizó la lucha contra las frecuentes hambrunas y enfermedades que había en esa época.

No sé si sería por ello que fue durante su Papado, cuando se denominó Papa, exclusivamente, al obispo de Roma. Antes de ello, se le podía llamar así a cualquier obispo. También fue entonces cuando se empezó a llamar a los Papas patriarcas de Occidente. Un título que dejaron de usar en 2006.

También buscó la alianza con el emperador para afianzar su poder frente a algunos obispos, que se negaban a respetar la autoridad del Papa. “El cuidado de la Iglesia Universal debe converger hacia el único asiento de Pedro y nada en ninguna parte debe separarse de su Cabeza”. Ahí se ve que su obsesión fue siempre mantener unida a la Iglesia cristiana en torno a Roma.

Ahora voy a hacer un alto en la biografía de este Papa y me voy a ir a otro de los personajes de esta historia.

Voy a hablar de un caudillo del pueblo huno, llamado Atila. Los expertos no se ponen de acuerdo sobre su año de nacimiento. Hay opiniones para todos los gustos, desde el 390 hasta el 406 d. de C. Su familia era noble y se sabe que un tío suyo fue rey de los hunos.

Ese pueblo se venía desplazando por lo que hoy es Rusia hacia Occidente. Se cree que cruzaron el Volga sobre el 370 d. de C. y fueron atacando a todos los pueblos que se iban encontrando a su paso, como a los alanos y a los godos.

En el 376 lograron cruzar el Danubio y atemorizar a los pueblos que habitaban en esa zona. Incluso, combatieron al emperador romano Valente y lo mataron en 378 d. de C., en la batalla de Adrianópolis.

Esto provocó la huida de varios pueblos, como los vándalos, suevos, alanos, etc, que cruzaron el río Rin y penetraron en la Galia en el 406. Algo parecido a lo que está ocurriendo ahora en Ucrania.

Los hunos pasaron a ser mercenarios de los romanos y éstos los utilizaron en sus frecuentes guerras civiles entre los aspirantes al trono imperial.

En el 435, hunos y romanos firmaron un tratado por el que los primeros abandonaban el territorio del Imperio Romano a cambio de una fuerte cantidad de oro.

Ciertamente, se fueron a combatir al Imperio Persa, pero fueron derrotados y no se les ocurrió otra cosa que volver para seguir chantajeando a los débiles romanos.

Así que en el 440 empezaron a arrasar las ciudades romanas situadas en el Danubio. Al mismo tiempo, los vándalos conquistaron la provincia romana de África y los sasánidas persas hicieron lo mismo con Armenia. O sea, que a los romanos se les multiplicaban los problemas y no tenían tropas suficientes para atender a todos los frentes.

Hasta el 445 estuvieron desolando la zona de los Balcanes. Luego llegaron a Constantinopla, en la que, a pesar de que no pudieron conquistarla, el emperador romano se avino a pagar una fuerte suma en oro para que se fueran de allí. Fue entonces cuando Atila se proclamó único rey de los hunos.

En el 450, Atila se desplazó con sus tropas hacia la Galia para atacar a los visigodos, cuya capital estaba en la actual Toulouse, por haberse aliado con los romanos.

Ahora entra en escena el tercer y último personaje de esta narración. Se trata de Honoria, hija de Gala Placidia y hermana del emperador Valentiniano III.

Parece ser que su hermano la quería casar con un senador romano, pero esa idea no le hizo ninguna gracia, porque era mucho mayor que ella. Así que se le ocurrió algo que parece más propio de una adolescente caprichosa que de una mujer de 30 años.

Por lo visto, escribió una carta a Atila, donde le decía que quería casarse con él y le adjuntaba su anillo de compromiso. No sabemos si lo hizo en serio, pero sí que Atila se lo tomó muy en serio.

Cuando su hermano, el emperador, se enteró de lo que había hecho parece ser que quiso que la mataran, pero no lo hizo, porque escuchó los ruegos de su madre, a la que ya dediqué otro de mis artículos. Por ello, sólo la envió al exilio.

Posteriormente, el emperador, escribió a Atila, para anular esa propuesta de matrimonio, por considerarla ilegítima. Sin embargo, Atila le contestó que la consideraba legítima y que quería casarse con Honoria y, además, exigía, como dote, la mitad del Imperio Romano.

En el 451, Atila se desplazó con sus tropas hacia Bélgica, donde fueron arrasando diferentes poblaciones. Mientras tanto, se fue organizando una coalición para enfrentarse a los hunos, compuesta por francos, borgoñones, celtas, godos, etc.

Ambos ejércitos se encontraron en un lugar llamado Campos Cataláunicos, donde, actualmente, se halla la ciudad francesa de Châlons-en Champagne.

El resultado de la misma es que las tropas aliadas consiguieron que las de Atila se retiraran con muchas bajas, mientras que el rey godo Teodorico murió en la misma.

En el 452, Atila volvió a la Península Itálica para intentar casarse con Honoria. Obviamente, asolaron todas las ciudades que encontraron a su paso. Incluso, fue entonces cuando se construyó Venecia. Un lugar donde se refugiaron miles de personas huyendo de ellos. Como ya dije en otro de mis artículos.

Atila llegó con sus tropas hasta el río Po y allí se detuvieron a fin de tomar fuerzas para seguir con su campaña.

En principio, Valentiniano III, envió a 3 de sus altos dignatarios para parlamentar con Atila, pero parece que no tuvieron mucho éxito.

Sin embargo, después fue hacia allí nuestro primer personaje, el Papa León I. Ambos se reunieron en una pequeña localidad cercana a Mantua.

Nadie sabe lo que hablaron. Hay muchas teorías al respecto, pero lo único cierto es que Atila ordenó la retirada de sus tropas y no pararon hasta cruzar el Danubio.

En el 453, cuando Atila se acababa de casar y estaba pensando conquistar Constantinopla, murió súbitamente.

Ciertamente, en el 455, Roma tuvo que soportar el asedio y saqueo, por parte de las tropas vándalas de Genserico. Lo que sí consiguió este Papa es que sólo saquearan, pero no incendiaran la ciudad. Así que consiguió que se salvasen casi todos los habitantes de la misma.

Desgraciadamente, León I murió en el 461 y su cadáver fue sepultado en el pórtico de la antigua iglesia de San Pedro.

En el 688, sus restos fueron exhumados por orden del Papa Sergio I y enterrados en el crucero, dentro de la basílica.

En 1715, volvieron a exhumar sus restos para enterrarlos bajo un altar de la misma basílica, que conmemora su hazaña frente a Atila.

En 1754 fue proclamado doctor de la Iglesia y canonizado por el Papa Benedicto XIV y su festividad se celebra el 10 de noviembre. Junto con San Gregorio Magno son los dos únicos Papas que fueron nombrados doctores de la Iglesia.

En resumen, en ciertos momentos graves, creo que lo que tienen que hacer las personalidades mundiales es salir de sus despachos y pisar la calle.

Estoy seguro de que, si el actual Papa, junto con sus cardenales, o el secretario general de la ONU, junto con muchos de los embajadores que existen ante esa Organización, se presentaran ahora en Kiev e hicieran lo mismo, la guerra se acabaría en ese mismo momento.

Como se suele decir, para solventar los problemas graves “hay que coger el toro por los cuernos”.

No creo que el infame Putin se atreviera a ordenar que bombardearan esa ciudad con esas personalidades dentro. Hasta la misma Iglesia Ortodoxa de Rusia se opondría a ello.

En fin, espero que os haya gustado y que Ucrania consiga vencer y expulsar de su territorio a los invasores rusos. También me gustaría que aumentara el número de mis seguidores. Os lo agradecería mucho.

 

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