viernes, 16 de abril de 2021

LA EXTRAÑA VIDA DE TIMOTHY DEXTER

 

Voy a retomar la publicación de mis artículos. No he podido hacerlo en marzo, pero sí voy a intentar continuar con la misma media de los meses anteriores.

Incluso, voy a cambiar de tercio, escribiendo sobre la vida de un extraño personaje, que vivió en el siglo XVIII en USA. No obstante, aún no he terminado con el ciclo sobre la guerra civil de ese país, por lo que pienso escribir un par de artículos más sobre ese tema.

Timothy Dexter, que así se llamaba nuestro personaje de hoy, fue un hombre que nació en 1747, en una pequeña localidad de lo que hoy es el Estado de Massachusetts.

Parece ser que nació en el seno de una familia muy modesta de origen irlandés. Así que le ocurrió lo habitual a los niños de aquella época, que tuvo que dejar muy pronto el colegio para ponerse a trabajar.

Así que ya lo tenemos con 8 años trabajando como peón en el campo. A los 16 años consiguió entrar a trabajar en un taller de confección de prendas de cuero.

No sé si consiguió que alguien le financiara o tendría algunos ahorros, lo cierto es que, con 21 años, montó su propio taller, dedicado a la confección de guantes y pantalones de cuero.

Más tarde, se mudó a la importante ciudad portuaria de Charlestown, situada en el mismo Estado. Allí conoció a una joven viuda, aunque varios años mayor que él, que había heredado una buena fortuna de su difunto marido y que también le había dejado 4 hijos y una mansión. Así que, muy pronto, se casaron y eso le proporcionó cierta estabilidad económica. De ese matrimonio nacieron dos hijos.

Incluso, se mudaron a la importante ciudad de Boston, donde la pareja logró contactar con personajes muy importantes de aquella colonia británica.

Una vez iniciada la guerra de la independencia de USA, el gobierno revolucionario, emitió unos billetes a los que llamó “dólares continentales”. Parece ser que nunca fueron muy bien aceptados por el público en general, pues la gente desconfiaba de su valor real. Incluso, se sabe que los británicos contrataron a algunos artistas para falsificar esos billetes a fin de que hubiera demasiados en el mercado, haciendo que bajara su cotización.

Así que algunos próceres del movimiento revolucionario se decidieron a comprarlos y utilizarlos para dar ejemplo.

Por el contrario, los cuáqueros, que son unas personas, cuya religión les impide participar en guerras, también se negaron a comprar continentales, pues alegaban que eran un instrumento para financiar ese conflicto bélico.

Contra toda lógica, Dexter, se lo jugó todo a una carta. Decidió comprar todos los continentales que pudo, utilizando tanto sus ahorros como la fortuna de su esposa. Así que lo más normal es que se hubieran arruinado.

Sin embargo, un poco más adelante, el nuevo Gobierno revolucionario decretó que cambiaría esos continentales por bonos del Tesoro, pero pagando sólo el 1% de su valor nominal, aunque no valían nada. Sin embargo, en el Estado de Massachusetts, los pagaron a la par. Así que Dexter no lo dudó y fue, rápidamente, a canjear sus continentales por los bonos.

Lógicamente, de esa forma, aumentó su fortuna. No obstante, como, aun así, seguía sin ser recibido por la buena sociedad de Boston, se mudaron a la pequeña localidad de Newburyport.


Allí compró una mansión y dos barcos para el comercio marítimo.

Como lo que le gustaba era hacerse notar, encargó construir una serie de estatuas, construidas en madera, dedicadas a los padres fundadores de esa nación, en el jardín de su casa y a la vista del público. Por supuesto, en el centro había una con su efigie.

Seguía sin ser admitido en los salones de la buena sociedad. Así que tomó la decisión de enviar a unos empleados suyos a Francia para que compraran los muebles más elegantes para decorar su mansión. Incluso, compró una carroza digna de un emperador, a la que decoró con un escudo de armas, que había llamado su atención al consultar un libro de Heráldica.

Parece ser que, en cierta ocasión, intentó atraer a los nobles exiliados, que habían huido de los revolucionarios franceses.

Compró una gran cantidad de provisiones para agasajarlos, pero no acudió ninguno. No obstante, como ese acontecimiento dio lugar a una larga guerra en Europa, ello provocó que subiera el precio de los alimentos y, al venderlos, aumentó su fortuna. Ya sé que suena a chiste, pero fue lo que ocurrió.

También le dio por comprar toneladas de libros para tener una buena biblioteca, como las que había visto en las casas de la gente importante, aunque nunca fue muy aficionado a la lectura.

Parece ser que seguía sin ser muy popular en esa ciudad. Es más, algunos abusaron de su ingenuidad para recomendarle unos cuantos negocios ruinosos.

En cierta ocasión, le aconsejaron que comprara miles de braseros de aquellos que se colocaban para calentar las camas y los exportara a las islas del Caribe, donde todos sabemos que siempre suele hacer mucho calor.

Sin embargo, uno de sus hombres de confianza vio en ellos la posibilidad de utilizarlos como coladores de melaza, en las miles de plantaciones de azúcar, que había en esas islas. Así que eso hizo que aumentase la demanda y el precio de los antiguos calentadores de camas.

También hubo otro que le aconsejó exportar guantes de lana a las islas del Caribe. Como eran de muy buena calidad, los comerciantes chinos, se los compraron a buen precio para exportarlos a Siberia. Una tierra donde les darían un mejor uso.

Otro de sus conciudadanos le aconsejó exportar carbón a Newcastle, que era el sitio donde había más minas de carbón de toda Gran Bretaña.

Lo más normal es que hubiera hecho el ridículo. Sin embargo, como estamos ante un tipo muy suertudo, ocurrió justo lo contrario.

Sus barcos arribaron a esa ciudad, justo cuando se había producido una huelga de mineros. Así que aumentó el precio del carbón y también la fortuna de Dexter.

Este tipo me recuerda aquellos muñecos a los que llamaban "tentetieso", que, aunque los empujaras contra el suelo, siempre conseguían mantenerse en pie.

Otros de sus curiosos negocios fue exportar Biblias a las islas del Océano Índico, donde fueron muy bien recibidas por los misioneros, que acababan de asentarse en esos archipiélagos.

En cierta ocasión, se le ocurrió acaparar toneladas de huesos de ballena y nadie sabía para qué los iba a querer. Esa ocurrencia le sirvió para enriquecerse al venderlos con el fin de construir aquellos molestos corsés que se pusieron tan de moda en aquella época.

Hasta exportó gatos al Caribe, donde fueron muy bien recibidos, porque consiguieron acabar con la plaga de ratas, que habían venido dentro de los barcos atracados en sus puertos.

Lo curioso de este hombre es que se enriquecía sin tener ni idea de cómo lo estaba consiguiendo. Seguro que muchos de sus vecinos se estarían tirando de los pelos al conocer esas noticias.

A pesar de que no iba a engañar a nadie, pero para darse una mayor importancia, les dijo a sus empleados que empezaran a llamarle Lord Timothy. Por lo que se ve, a estos les hizo gracia y le siguieron la corriente.

Como tenía un sentido del humor más que discutible, a principios del siglo XIX, no se le ocurrió otra cosa que fingir su propia muerte, en connivencia con familiares y amigos.

Con ello, quería ver la reacción de algunas personas de su ciudad. Incluso, encargó un suntuoso ataúd y contrató a un actor para que oficiara como sacerdote.

Lo cierto es que tuvo bastante éxito, porque en su entierro se llegaron a congregar unas 3.000 personas. Supongo que muchas de ellas no irían por devoción, sino para comprobar si de verdad había muerto.

Sin embargo, parece ser que le descubrieron muy pronto, pues alguien le vio paseando por la cocina de su casa. Así que pidió disculpas a los presentes y les agasajó con un buen almuerzo.

Por lo visto, alguien le dijo que los grandes hombres habían escrito su propia biografía para ser recordados por las generaciones futuras.

Ni corto, ni perezoso, él se puso a escribir la suya, pero de una forma totalmente ilegible, pues no había puesto ni puntos, ni comas. Igual pretendía asfixiar a sus lectores. Le puso por título “Un pepinillo para los conocedores”.

Como era de esperar, pronto le llegaron las críticas, por no haber puesto ningún signo de puntuación. Así que, para dar gusto al respetable público, encargó una segunda edición en un tomo, donde, en su mayor parte, no había otra cosa que signos de puntuación para que cada uno los colocara donde quisiera.

En un principio, lo imprimió como una autoedición, encargando que sus empleados lo repartieran gratuitamente por las calles.

Sin embargo, tuvo tanto éxito, que dio lugar a 8 reediciones. Esta vez, ya no se repartieron gratuitamente. Es posible que su éxito se debiera no a su estilo literario, sino a que puso a parir a todo el mundo. Incluidos políticos, clérigos y hasta a su propia mujer con la que no se llevaba nada bien. De hecho, llegó a afirmar que estaba muerta y que la que veían paseando por su casa era un simple fantasma.

Desgraciadamente, en 1806, le llegó la muerte en su ciudad de Newburyport. Aunque se había hecho construir un mausoleo para él y su familia, situado en la parte posterior de su casa, las autoridades decretaron que el cadáver debía reposar en el cementerio local y así se hizo.

Curiosamente, en la actualidad, una cosa que llama mucho la atención es que una localidad como Newburyport, que tiene unos 17.000 habitantes, tenga su biblioteca en un edificio tan grande. Se trata de una de las mansiones donde residieron Dexter y su familia.

Desde luego, hay que reconocer que consiguió lo que quería, que era pasar a la posteridad. La prueba evidente es que estamos recordando su curiosa historia.