Hoy voy a hablar de un hombre que
siempre me ha parecido un tipo sumamente íntegro y que no dudó en actuar de
acuerdo con lo que su conciencia le dictó en cada momento.
Johann Georg Elser, que ese era
su nombre, nació en 1903 en un pequeño pueblo del actual Estado federado alemán
de Baden-Würtemberg, situado al suroeste de Alemania y cuya capital es
Stuttgart.
Se trataba de un hijo ilegítimo
de María Müller, el cual fue reconocido, tras su matrimonio con Ludwig Elser.
Parece ser que, en un principio, se
trataba de una familia de clase media. El padre era propietario de una empresa
maderera en Königsbronn y el matrimonio llegó a tener 5 hijos más.
Sin embargo, todo se fue
derrumbando a causa del alcoholismo del padre. Así que Georg tuvo que empezar a
trabajar muy pronto como tornero en una fundición de acero. No obstante, no
estuvo mucho tiempo en ese trabajo debido a sus problemas de salud.
Así que, en 1919, fue a hacer
unos cursos de carpintería, donde muy pronto se vio que destacaba del resto de
los alumnos. Gracias a ello, enseguida encontró trabajo en varios talleres de
carpintería.
En 1928 se mudó a la ciudad de
Constanza, fronteriza con Suiza, donde conoció y simpatizó con muchos
militantes del KPD (Partido Comunista de Alemania). Sin embargo, a pesar de
tener varios amigos en las filas de ese partido, nunca llegó a afiliarse a él.
Residió durante varios años en
esa ciudad, aunque tuvo que trabajar en varios sitios, porque le pilló el
momento de la infame Crisis del 29, que dejó muy tocada a Alemania, la cual
acababa de salir en muy mal estado de la I Guerra Mundial.
Además, esa crisis atizó
especialmente en Alemania, ya que, anteriormente, había recibido cuantiosas
inversiones de USA, las cuales fueron repatriadas nada más producirse el Crash
de la Bolsa de Nueva York.
Volviendo a Elser, parece ser que
allí fue donde empezó a tener contacto con la relojería, pues fabricó muchas
cajas para relojes.
Desconozco si ya tendría afición
por la música o fue allí donde aprendió a tocar varios instrumentos, como la
cítara, el acordeón o el contrabajo. Tocando en algunas bandas locales.
Parece ser que siempre fue un
hombre muy solitario, aunque no antisocial. Se le conocen muchos amigos e,
incluso, llegó a salir con varias chicas. Llegó a tener un hijo, con una de
ellas, pero no se casaron.
Después de varios años en Constanza,
recibió una carta de su madre, donde le explicaba su mala situación económica,
debida a las continuas borracheras de su padre. Así que volvió al hogar
familiar, en Königsbronn, para intentar levantar el negocio, que ya tenía
varias órdenes de embargo.
Aparte de su trabajo habitual
como carpintero, entró a trabajar en una fábrica de municiones, situada en un
pueblo cercano.
Parece ser que allí fue donde fue
robando, poco a poco, saquitos de pólvora, para que no se dieran cuenta de
ello.
Al mismo tiempo, se enamoró de
una mujer casada. Se trataba de Elsa Harlen, la cual tenía un marido, que solía
maltratarla.
Georg consiguió que le alquilaran
el sótano de la casa de Elsa y su marido. Por lo visto, la cosa fue a más y
Elsa tuvo un hijo, fruto de su relación con Georg.
De hecho, en cierta ocasión en
que vió que su marido la maltrataba, defendió a Elsa y su marido tuvo que
abandonar la casa.
Posteriormente, parece ser que
Georg llegó a la conclusión de que Hitler y su régimen nazi eran malos para
Alemania, porque les iba a meter en otra gran guerra, que destruiría su país.
Así que llegó a la conclusión de que la única forma de derribarlo era eliminar
a los dirigentes de ese régimen.
Por ello, a mediados de 1939,
tras haber robado varias cargas de dinamita y unos cuantos detonadores en una
cantera cercana a su pueblo, se mudó a Munich.
Aunque Elsa ya se había
divorciado de su marido, no se la llevó para que no la inculparan por el
atentado que pensaba realizar.
Parece ser que llego a esa
conclusión viendo que cada vez caían más los salarios, aumentaban los precios y
se destruía la familia tradicional, pues los niños eran obligados a afiliarse a
las Juventudes Hitlerianas, donde les aleccionaban para apoyar al régimen.
Aparte de que se estaban perdiendo todas las libertades.
Elser trabajaba a contrarreloj,
pues tenía muy claro que Hitler quería meter a Alemania en una guerra. Así que
tenía claro que debería matar cuanto antes a éste, junto a Goering y Goebbels,
que eran los principales pilares en donde se sostenía ese régimen.
El lugar elegido fue un gran
salón de una cervecería, que tenía un aforo superior a las 1.800 localidades y
donde, anualmente, se celebraba, cada 8 de noviembre, la víspera del fallido
intento de golpe de Estado, realizado en 1923, que supuso la condena a prisión
para Hitler y sus colegas.
Elser entró a trabajar en ese
local como carpintero. No cobraba mucho, pero ese trabajo le permitió acceder
allí, sin levantar sospechas y, al final de la jornada laboral, encerrarse en
un armario, hasta que se fueran todos, para luego ir colocando, minuciosamente,
los explosivos para el atentado.
Llegó a fabricar un temporizador
artesanal para su bomba, la cual colocó en un pilar de madera, situado tras la
tarima, donde se colocaba el conferenciante.
Parece ser que se dio cuenta de
que los inodoros descargaban agua, de forma automática, cada 30 minutos. Así
que aprovechó esos momentos para trabajar sin que se oyera el ruido de sus
herramientas.
De ese modo, estuvo trabajando,
durante 30 noches, en la preparación del atentado. El día 7 de noviembre,
víspera de la conferencia de Hitler, lo revisó todo y lo dejó preparado para
que explotara durante la alocución anual del Führer.
Parece ser que Hitler llegó en un
avión, pero no pudo volver de la misma manera debido a la niebla imperante en
esa zona. Así que abrevió su discurso para poder tomar un tren que le llevaría
de vuelta. Por ello, salió del local 13 minutos antes de lo programado.
Por el contrario, la bomba
funcionó perfectamente y explotó a las 21.20, que era la hora que había marcado
Elser en el reloj que acompañaba al explosivo.
Sin embargo, como aún quedaban unos 150 asistentes en el local, mató a 8 de ellos e hirió a unos 63. Algunos
de ellos de cierta gravedad.
Lo cierto es que Elser ya se
hallaba lejos de Munich. Llegó a Constanza e intentó escapar hacia Suiza. Desafortunadamente,
fue detenido, por la Policía alemana, cuando intentaba cruzar la frontera.
En su poder, se hallaron diversos
objetos como detonadores, planos del local del atentado y, lo que más llamó la
atención de sus captores, es que, en el interior de la solapa de su chaqueta,
portaba un emblema de un grupo de acción del KPD, prohibido en Alemania. Parece
ser que luego reconoció que eso lo había hecho, por si era detenido, para
demostrar que lo había hecho él solo y no le culparan a nadie más.
Tras su detención, fue conducido
hasta Munich. Curiosamente, no fue ejecutado sobre la marcha, como solía hacer,
habitualmente, la Gestapo.
Por lo visto, cuando Hitler se
enteró de este hecho, ordenó que se le sacara toda la información posible, pues
daba por sentado que eso no podría ser obra de un hombre solo, sino de una
organización a la que había que eliminar. Precisamente, por eso, Elser,
sobrevivió hasta el final de la guerra.
Supongo que intentaría que Elser
dijera algo acerca de los comunistas para que le sirviera como excusa para
eliminarlos. Tal y como hizo con aquel al que acusaron de haber incendiado el
Reichstag o parlamento alemán.
Curiosamente, como, por entonces,
los soviéticos eran aliados de los alemanes, el propio Stalin, envió un mensaje
a Hitler, donde se congratulaba que no le hubiera ocurrido nada con ese
atentado.
Bueno, tampoco es de extrañar,
pues, tras la firma del infame Pacto Ribbentrop-Molotov, Stalin, entregó a
Hitler a muchos comunistas alemanes, que se habían refugiado en la URSS,
huyendo del nazismo.
Incluso, la oposición en
Alemania, hizo correr el rumor de que ese atentado había sido creado por los
propios nazis para reforzar el extenso poder, que ya disfrutaba Hitler. Algo
que hizo reflexionar mucho y dividió a la opinión pública.
Hay que decir que, siguiendo la
costumbre de los nazis, que también tenían los soviéticos, los agentes
detuvieron y encarcelaron a todos sus parientes. Incluso, a su amante, Elsa.
Durante todos esos años, nuestro
personaje, estuvo recluido en diversos campos de concentración. Empezando por
el de Sachsenhausen y acabando en Dachau. En este último, estuvo encerrado en
un barracón para personalidades. Así que no estuvo sometido a las mismas
penalidades como hicieron con otros, por ejemplo, los comunistas, los
republicanos españoles o los judíos.
No obstante, la comisión creada y
formada por varios jefes de la Policía, que se encargaron de interrogarle,
siguiendo las instrucciones directas de Hitler, utilizaron todos los medios
posibles para hacerle hablar. Incluso, el suministro de drogas, que le hicieran
contestar en sueños.
Digo que me resulta curioso que
tuvieran esos miramientos con Elser, porque, precisamente, unos años después,
uno de los miembros de esa comisión policial fue acusado de pertenecer a la
trama encabezada por el coronel von Stauffenberg, el cual realizó un atentado
fallido contra Hitler. Así que, tras un simulacro de juicio, ese policía, como
otros muchos acusados, fue colgado de una cuerda de piano.
Alguno se preguntará por qué
utilizaban para ahorcar a esta gente cuerdas de piano y no las habituales
sogas. La razón es que las sogas llegan a romper las vértebras y el condenado
muere enseguida, mientras que las cuerdas de piano no provocan esa ruptura y,
por tanto, la agonía es mucho más larga. Incluso, las filmaron con una cámara
de cine y enviaron esas películas a Hitler.
Lo cierto es que nunca
consiguieron que cambiara su versión de que había cometido él solo este
atentado. De hecho, le conminaron a volver a diseñar su bomba y llevaron a un
ingeniero para comprobarlo. Elser no dudó y dibujó de nuevo los planos para
construir su bomba, la cual, funcionó correctamente, como comprobaron más
tarde.
Parece ser que Elser obtuvo la categoría
de prisionero especial del Führer. Por ello, le dieron una celda individual con
mesa, cama y hasta su propia cítara. Además, le pusieron el apodo de Eller, que
era el que utilizó la burocracia alemana para referirse a él.
Ya en abril de 1945, cuando
quedaba poco menos de un mes para el fin de la guerra, el jefe de ese campo,
recibió unas instrucciones relativas a cómo debería deshacerse de ese preso.
Por algún motivo que se me
escapa, no querían llamar demasiado la atención, pues le dijeron que tenía que
eliminarlo, buscándose una excusa, como que pereció durante un bombardeo aéreo.
Así que la noche del 09/04/1945,
unos agentes de la infame SS fueron a buscarle y lo asesinaron fuera de su
barracón, de un tiro en la nuca. Posteriormente, su cadáver fue incinerado en
los hornos de ese campo.
Este suceso ocurrió sólo tres
semanas antes de que los soviéticos liberasen ese lugar y un mes antes de la
rendición de Alemania.
En Alemania, como en todas
partes, suele haber habladurías. En el caso de Elser, como nunca se supo dónde
lo habían encerrado, ni tampoco que había sido asesinado, pues algunos pensaron
que todo había sido una trampa urdida por el régimen. Incluso, se llegó a decir
que Elser había sido un agente de la SS, que utilizaron como señuelo y que
nunca existió tal intento de atentado.
El colmo fue cuando llegaron a
insultar públicamente a su madre, diciendo que su hijo había sido un
colaborador para aumentar la fama y los poderes de Hitler. Es más, algunos
pensaron que se trataba de un traidor a sueldo del servicio de espionaje del
Reino Unido.
Desgraciadamente, hasta los años
60, no se supo la verdad, cuando se investigaron los archivos policiales nazis
y se comprobó que Elser había actuado solo. De todas formas, hasta los años 90,
nuestro personaje, no ha sido reconocido como héroe por el gobierno alemán.
Desde 2001, se han ido
entregando, cada dos años, un trofeo que lleva su nombre para premiar el coraje
civil. Incluso, en 2003, se emitió un sello con su efigie y también se erigieron algunos monumentos en su honor en distintas ciudades de Alemania.
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