sábado, 31 de agosto de 2019

EL CASO DE JOSÉ ROBLES


Antes de nada, he de confesar que había oído algo acerca de este personaje, pero nunca me había metido a fondo a investigar su vida.
Lo cierto es que, hace pocos días, estuve consultando un número antiguo de una conocida revista de historia. Me llamó la atención que, en su portada se viera una foto, donde se podían observar a los dirigentes del Estado Mayor republicano, durante la Guerra Civil española.
Sin embargo, hubo un detalle que no se me pasó por alto, los carteles con sus nombres no correspondían con las imágenes de los personajes descritos. El único correcto era el del, por entonces, coronel Vicente Rojo. Por el contrario, no se correspondían con la realidad, los que la revista identificaba como el coronel Barceló y el general soviético Vladimir Górev.
Así que estuve investigando quién era el personaje que aparecía erróneamente identificado como el coronel Barceló y me encontré con que era el personaje al que dedico este artículo.
Su nombre exacto era José Robles Pazos y había nacido en 1897, en Santiago de Compostela. Parece ser que su familia era modesta, pues su padre era archivero.
Unos años más tarde, su familia se trasladó a Madrid. Allí estudió la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad Central, hoy Complutense.
Aunque, nuestro personaje, no disponía de mucho dinero, desde joven, siempre le gustó viajar. Así que aprovechaba los fines de semana para visitar los alrededores de Madrid. Algo que hemos hecho todos.
Con sólo 20 años, en uno de esos viajes, coincidió con otro joven USA, que era un año mayor que él. Se pusieron a hablar de todo un poco.
Los que tenemos cierta edad y hemos conocido aquellos viajes en tren, que se hacían eternos, seguro que hemos conocido a gente curiosa con los que hemos charlado de todo lo divino y lo humano.
Pues eso fue lo que les ocurrió a estos dos jóvenes y ese fue el comienzo de una larga amistad, que duró muchos años.
Parece ser que, por entonces, ninguno de los dos hablaba fluidamente el idioma del otro, pero, con los años, se entendieron perfectamente. Tenían unos gustos muy parecidos y hasta, políticamente, ambos eran de izquierdas.
Por lo visto, en ese primer viaje, el destino de ambos era la ciudad de Toledo.
Así que recorrieron juntos esa maravillosa ciudad. Creo que he olvidado mencionar que ese chico de USA era alguien que, posteriormente, sería el famoso escritor John Dos Passos.
Éste se hallaba residiendo en Madrid para asistir a unos cursos sobre Lengua y Literatura española, que impartía el famoso filólogo y luego miembro de la Real Academia de la Lengua, Tomás Navarro Tomás.
Parece ser que Dos Passos estaba pendiente de que le dieran una plaza para vivir en la famosa Residencia de Estudiantes, en Madrid. De momento, residía en una pensión de la Puerta del Sol.
Por lo visto, tras su primer encuentro, Dos Passos, vio a Robles como a una persona con buenas dotes como conversador y que disfrutaba poniendo un punto de ironía en todo lo que comentaba. En pocas palabras, se trataba de un tipo simpático y agradable.
Más o menos, así lo describió, muchos años más tarde, en su libro de memorias, “Los años inolvidables".
Por lo visto, durante el mismo año en que se conocieron, llegaron a hacer varias excursiones más a diferentes puntos de nuestro país. Por eso mismo, Dos Passos, llegó a quedar fascinado por la gente, los paisajes y los monumentos que llegaron a conocer. Desgraciadamente, tuvo que regresar a toda prisa a su país, tras conocer la noticia de la muerte de su padre.
Robles, se licenció en 1918 y empezó a dar clases en el conocido Instituto-Escuela, que acababa de ser inaugurado y había sido fundado para dar a conocer las ideas de la reputada Institución Libre de la Enseñanza.
Al año siguiente, se casó con su novia, Márgara Villegas, también relacionada con esa Institución y hermana de una actriz de teatro muy conocida en esa época.
Posteriormente, la pareja tuvo un hijo, nacido en Madrid y llamado Francisco, al que le solían llamar Coco.
Parece ser que no disponía de un buen sueldo. Así que se le ocurrió solicitar una plaza nada menos que en la famosa Universidad Johns Hopkins, radicada en Baltimore, Maryland, USA y, para su sorpresa, se la dieron. Desconozco si Dos Passos influiría para que se la dieran.
En un principio, su trabajo consistía en ser profesor auxiliar de Lengua Española. Dos años después, ya pasó a ser profesor titular de esa asignatura.
Por supuesto, Dos Passos y Robles, se reencontraron ya con mucha frecuencia, en USA, donde retomaron su antigua amistad, que nunca habían perdido. Aunque Dos Passos no residía en esa ciudad, sino en Nueva York.
En 1924, nació en esa ciudad, su otra hija, Margarita, la única de la familia que tendría ciudadanía USA. El padrino de la niña fue otro amigo de Robles, un francés que también era muy amigo suyo y cuyo nombre era Maurice Coindreau, el cual también daba clases en la célebre Universidad de Princeton.
Ambos amigos fueron muy importantes en la vida de Dos Passos, pues, aparte de su amistad, fueron, respectivamente, los traductores de sus obras al español y al francés. En el caso de Robles, la traducción la realizó a medias con su mujer.
Parece ser que, Robles, siempre fue muy aficionado a los idiomas y, por aquella época, le dio por aprender ruso. Un detalle a tener en cuenta de cara a los posteriores hechos.
Tampoco perdió el tiempo, pues, aparte de sus clases, se dedicó a la labor investigadora. Concretamente, sobre varias conocidas obras de la Literatura española. Lo cual, le dio cierto renombre en los círculos académicos, aunque ahora haya sido poco menos que olvidado.
Amén de eso, también escribió reseñas en la Gaceta Literaria, donde dio a conocer en España obras de autores USA, como Dos Passos o Hemingway.
También hay que decir que estos dos autores siempre habían sido muy amigos, pues coincidieron en la I Guerra Mundial, cuando ambos se dedicaron a conducir ambulancias en el frente italiano, ya que no podían combatir, pues su país todavía no había entrado en ese conflicto.
Incluso, Hemingway, fue el que le presentó a una antigua compañera de Secundaria, llamada Kathy Smith, con la que Dos Passos se casaría unos años después.
Parece que a Robles le fue bastante bien en USA y en su Universidad estaban muy contentos con él. Así que, todos los veranos, la familia, viajaba hasta Nueva York, donde se encontraban con Dos Passos, y desde allí tomaban un barco con destino a España, donde pasaban sus vacaciones.
Aquí, Robles, disfrutaba yendo por la mañana a la biblioteca del Ateneo de Madrid o asistiendo a las corridas de toros, a las que era muy aficionado. Para luego dejarse caer por alguna de las muchas tertulias que abundaban en la capital. De esa manera, hizo amistad con algunos grandes autores, como Valle-Inclán, León Felipe o Ramón J. Sender.
En junio de 1936, Robles y su familia, vinieron a Madrid, tal y como solían hacer casi todos los años. Aquí le pilló el comienzo de la Guerra Civil, pero no quiso volver a USA, a pesar de las recomendaciones de sus amigos. Al contrario, solicitó un permiso a su Universidad para permanecer en España y se lo dieron.
Aunque ahora pueda parecer lo contrario, el Gobierno de la II República Española, no andaba sobrado de amigos entre los gobiernos de otros países.
Así que, tras iniciar las relaciones diplomáticas con la antigua URSS, ese país le ofreció ayuda, consistente en suministro de armamento y de “consejeros militares”.
Al principio, todo fue muy caótico, pues los militares soviéticos no sabían hablar español y en España casi nadie sabía hablar ruso. Es cierto que enviaron algunos intérpretes, pero no daban abasto para tantos consejeros militares rusos.
Así que Robles se ofreció para ser intérprete, porque hablaba un poco de ruso. Lo asignaron para trabajar con el general Vladimir Górev, apodado Sancho, al que ya mencioné al comienzo de este artículo. Robles no tuvo demasiados problemas con este militar, porque el soviético también sabía hablar  inglés.
Este general aparte de mandar tropas, también fue el jefe del contingente del GRU en España. Se trataba del servicio militar de inteligencia, que solía competir, muy a menudo, con el NKVD (después KGB), que era el servicio de información de la URSS.
Como no podía ser de otra manera, los gerifaltes soviéticos, fueron alojados en el lujoso Hotel Palace, de Madrid, donde también tenían su cuartel general. Aparte de otro despacho en el Ministerio de la Guerra, hoy Cuartel General del Ejército, frente a la fuente de Cibeles. Está visto que a los líderes comunistas les gusta el lujo.
Allí, tanto Robles como Górev, pudieron comprobar directamente los problemas de falta de confianza que siempre tuvo el Gobierno republicano hacia sus militares. Aparte de la falta de disciplina que reinaba en las unidades de milicianos.
Aunque parezca mentira, también se llegó a desconfiar del propio Robles, un hombre bien conocido por su ideología republicana e izquierdista.
No obstante, existía un detalle en su contra. Hasta ahora no he mencionado que tenía un hermano mayor que él, llamado Ramón, por entonces, capitán de Infantería y veterano en la Guerra de África.
Lo cierto es que nunca se habían llevado muy bien. Así que, por lo visto, los hijos de nuestro personaje ni siquiera conocían a los hijos de su hermano.
Parece ser que Ramón, que era profesor de la Academia de Toledo, quiso salir de Madrid para unirse a los defensores que estaban siendo asediados en ese edificio. Desgraciadamente, no pudo llegar a su destino, pues fue detenido por unos milicianos al pasar por Getafe y llevado a una checa de la capital.
A raíz de ello, la mujer y los hijos de Ramón se presentaron en el domicilio madrileño de José para pedir que intercediera por su hermano y eso hizo. Gracias a su actuación, Ramón, fue puesto inmediatamente en libertad, tras haber prometido que se incorporaría al Ejército republicano. Cosa que, evidentemente, no hizo.
De hecho, más tarde, consiguió pasar a la zona del bando nacional. Combatió durante toda la guerra y, con los años, llegó a ser teniente general.
La guerra se les estaba yendo de las manos al Gobierno republicano. Lógicamente, el bando nacional, aprovechó esa debilidad de su contrincante para avanzar a la mayor velocidad posible hacia Madrid.
No olvidemos que, por entonces, España era un país muy centralizado y se suponía que, una vez conquistada la capital, caería el resto del territorio republicano. Como así ocurrió, pero más tarde de lo previsto.
En noviembre de 1936, las fuerzas nacionales, rodearon Madrid y empezaron a asediarla. No obstante, fracasaron, porque los republicanos encontraron los planes de batalla junto al cadáver de un tanquista del bando nacional. Eso permitió al Estado Mayor republicano reforzar los puntos por donde pensaban atacar los nacionales y contener el ataque de estos.
Las tropas del bando nacional consiguieron rodear Madrid, pero no consiguieron cerrar el cerco por la carretera de Valencia. Precisamente, por ahí se fueron, ese mismo mes, los miembros del Gobierno republicano hacia esa ciudad, junto con miles de personas, que huían de la guerra.
A su llegada a Valencia, la familia Robles, como todos los que huían de Madrid, lo tuvieron complicado para encontrar donde alojarse en esa ciudad, pues ya estaba abarrotada de gente. Supongo que, gracias a sus influencias, consiguieron que les alojaran en la casa de una familia valenciana.
Allí, Robles, siguió haciendo su vida habitual. Por las mañanas, trabajaba como intérprete en la Embajada soviética y por las tardes, acudía a alguna de las tertulias, que también se habían trasladado desde Madrid.
Sin embargo, una noche de diciembre de 1936, tras haber cenado, Robles, se disponía a leer un relato de Allan Poe.
De pronto, llamaron a la puerta varios hombres vestidos de paisano, que, sin darle ninguna explicación, le ordenaron que les acompañase.
A la mañana siguiente, su mujer, fue preguntando por todas partes, porque no sabía dónde se hallaba. Luego, se enteró de que había sido encarcelado, acusado de haber traicionado a la República.
No sé si la familia valenciana que los acogía en su casa, también recibiría instrucciones de alguna parte, lo cierto es que también les echaron de la casa.
No obstante, su mujer se enteró de que había sido encerrado en la llamada “Cárcel de extranjeros”, situada junto al río Turia, en Valencia. Incluso, consiguió visitarle dos veces, en las que José le dijo que, seguramente, todo había sido un error y pronto sería puesto en libertad.
Lógicamente, su mujer, movió todos los “resortes” para intentar conseguir la liberación de su marido. Sin embargo, en aquella época de represión y desconfianza, no encontró más que adhesiones a su casa, pero totalmente ineficaces.
En esos momentos, es cuando se comprueba hasta qué punto sirve la amistad. Así que, como ya he dicho, mientras muchos le apoyaron, otros ni se molestaron en hacerlo. Entre ellos, según dicen, el propio Rafael Alberti, que le conocía bien y, según parece, no movió ni un dedo por él.
Ya sabemos que España es un país fácilmente dominable, por cualquiera que se lo proponga, porque cada uno suele ir a lo suyo y no quiere saber nada de los demás.
Además, en aquella época, se dio la orden de no criticar al Gobierno, pues se decía que: “Difundir las miserias del bando republicano era dar munición al enemigo”. Sin embargo, el propio embajador español en Moscú hizo muchas llamadas al Ministro de Estado para que se movilizara a fin de que liberaran a Robles.
Para vergüenza de muchos intelectuales españoles, por lo visto, los que más hicieron por salvarle la vida, fueron sus amigos de USA. Incluso, recurrieron al poderoso Departamento de Estado, el cual se sacudió el problema, alegando que Robles no era ciudadano USA
y que nada podían hacer para liberarlo. No obstante, sus amigos USA le enviaron un cheque bancario a la hija de José, que era de su misma nacionalidad, ya que su familia lo estaba pasando muy mal en Valencia. Incluso, movieron los hilos para que, en caso de que hubiera muerto, se les abonase, cuanto antes, el seguro de vida que le habían hecho en su Universidad.
De hecho, su hijo, Francisco, se puso a trabajar en la Oficina de Prensa del Gobierno republicano, pues la familia necesitaba dinero desesperadamente.
La familia de Robles no volvió a verlo nunca más. Pasaron los meses y se debatían en una total incertidumbre sobre el estado de José. No se sabía nada. Incluso, habían oído rumores de que lo habían trasladado a Madrid.
Sin embargo, a finales de febrero de 1937, el jefe de Francisco, le contó de manera oficiosa, que su padre ya había sido fusilado, pero no pudo darle más detalles y así se lo contó él a su madre.
Curiosamente, hoy en día, este personaje no es reivindicado ni por los del bando nacional, ni por los que defienden al bando republicano. Según parece, ni siquiera se les ha pasado por la cabeza incluirlo en la Ley de Memoria Histórica, porque debe de ser molesto para ellos.
Su cadáver nunca fue encontrado. Tampoco sé si lo han buscado o no. Ciertamente, su amigo John Dos Passos, que acababa de llegar a España procedente de Francia, intentó averiguar todo lo posible, pero no le quisieron contar nada. Todo ello, a pesar de que hizo miles de gestiones para saber qué había pasado con él.

Incluso, hubo una fuerte discusión entre Dos Passos y Hemingway, sobre nuestro personaje, donde el último justificó su asesinato como “necesario para la causa”, provocó que estos dos grandes escritores se enemistaran para siempre. Mientras Dos Passos siempre fue un pacifista, Hemingway era un aventurero, que parecía disfrutar con la guerra.
En cuanto a la causa de su asesinato, porque hay que calificarlo así, ya que no se tienen noticias de que hubiera sido sometido a ningún juicio o consejo de guerra, pues tampoco hay nada claro.
Unos dicen que lo hicieron porque era un “espía franquista”. Otros, porque le oyeron criticar al Gobierno republicano en un bar de Valencia.
Otra buena razón, sugerida por el escritor Stephen Koch, es que Robles, en una ocasión, asistió en calidad de secretario, del general soviético, Yan Berzin, durante una conversación con Orlov, el jefe del NKVD, donde este último le pedía a Berzin que le prestara parte de sus tropas para utilizarlas en la persecución de los trotskistas en España. Parece ser que Berzin se negó a ello y es posible que esa fuera la causa de su fusilamiento, cuando volvió a la URSS.
Se me había ocurrido pensar que quizás lo hicieron por ser muy amigo de Dos Passos, que era un admirador de Trotsky y, como ya demostré en otro de mis anteriores artículos, la misión principal de los agentes soviéticos en España era eliminar a todos los trotskistas, que pudieran poner en entredicho el poder de Stalin. De hecho, este autor, fue denunciado, en 1934, como contrarrevolucionario, por sus colegas en el Congreso de Escritores Soviéticos.
Curiosamente, parece ser que el ganador fue Hemingway. Supo nadar y guardar la ropa. Cayó bien a Stalin, aunque nunca dijo ser comunista. También escribió el guión de la película “Tierra española”, que era todo un compendio de propaganda comunista, rodada por Joris Ivens. Un holandés, director de cine, que, por lo visto, también pertenecía a ese partido.
Sin embargo, Dos Passos, cayó en declive. Su ideología fue cada vez más de centro. No obstante, en USA, lo siguieron viendo como a un comunista y sus obras apenas se leían. Incluso, hoy en día, poca gente ha leído cualquiera de sus obras.
Parece ser que varios escritores extranjeros quedaron muy afectados por los acontecimientos que vivieron en España. Se dice que el famoso George Orwell, le escribió a un amigo: “Lo que vi en España me hizo pensar que el futuro es bastante sombrío”. Afortunadamente, Orwell, pudo escapar de España, con la ayuda de su mujer, porque ya lo estaban buscando los comunistas para matarlo a causa de haber combatido en las filas del POUM.
La verdad es que la mayoría de los intelectuales extranjeros que acudieron a ver qué estaba ocurriendo en España, no eran simples profesores o escritores. En muchos casos, se trataba de miembros de los correspondiente PC de sus países. Incluso, en muchos casos, se trató de agentes de Stalin.
Hasta enviaron al famoso Kim Philby, agente doble del MI5 y del KGB, para intentar asesinar a Franco, pero fracasó en su intento.
Incluso, algunos que sólo figuraban como periodistas no eran otra cosa que agentes soviéticos, como Koltsov. También hubo agentes de otros países al servicio de la URSS, como Otto Katz, mano derecha del líder comunista alemán Willi Münzenberg.
Realmente, esos agentes no solían espiar a los franquistas, sino a los propios comunistas y a los del POUM. Les habían dado la orden de eliminar a la llamada “Oposición de Izquierda”, que no era otra cosa que los comunistas admiradores de Trotsky, ya que le estaba haciendo sombra y eso no podía permitirlo Stalin.
El propio Vladimir Ovseenko, cónsul de la URSS en Barcelona, le había dejado muy claras las cosas a Companys. Le dijo que la ayuda de su país estaría condicionada a la inmediata expulsión de los trotskistas de la Generalitat…y así se hizo.
Por supuesto, supongo que, a estas alturas, todo el mundo sabrá que, tras la guerra civil, muchos de estos sujetos regresaron a la URSS y allí fueron fusilados, inmediatamente, por orden de Stalin. En el caso de Koltsov, también fusilaron a su mujer. No sé si esta gente criticaría al líder soviético, pero una de las frases que se utilizaban en esa época era: “Quien crítica a Stalin, está a favor de Hitler”.
Uno de los pocos que se libró del paredón fue Orlov, el jefe del NKVD en España (luego KGB), que huyó a USA. Hace tiempo le dediqué otro de mis artículos.
Por eso mismo, asesinaron a cientos de partidarios del POUM, incluido su jefe, Andreu Nin. Es más, incluso el escritor español Arturo Barea y su mujer tuvieron que huir a Francia, porque alguien sospechó, infundadamente, de ellos.
Llegados a este punto, seguro que mis lectores se preguntarán por qué asesinaron a Robles. La verdad es que nadie lo sabe.
En su obra “Enterrar a los muertos”, del gran escritor Ignacio Martínez de Pisón, éste opina que lo hicieron los agentes del NKVD para desacreditar al general Gorev. 
No hay que olvidar que este general se quedó defendiendo Madrid y no podía proteger a Robles, que se hallaba, con Orlov, en Valencia.
Sin embargo, yo creo que lo hicieron, porque Robles conocía muchos secretos que los rusos no querían que se supieran. Como sus intenciones de matar a todos los trotskistas que pillaran en España. 
Curiosamente, no sólo detuvieron a Robles, sino a la mayoría de los intérpretes españoles de ruso. Está claro que ellos eran los únicos que podían enterarse de lo que tramaban los soviéticos en España.
En cuanto a los que perpetraron este crimen, tampoco se sabe. Parece ser que, por aquella época, los soviéticos trajeron a Iosif Grigulevich, para realizar ese tipo de “trabajos”. Incluso, solían utilizar a un antiguo funcionario de Correos, llamado Loreto Apellaniz, famoso por su crueldad y jefe de varias chekas.
Por lo visto, este personaje era tan odiado en Valencia, que tras el golpe del coronel Casado, fue arrestado y los propios republicanos lo encerraron en una cárcel, junto con los miembros
 de su grupo. Precisamente, para facilitar el trabajo a los nacionales, los cuales, tras el correspondiente Consejo de Guerra, lo fusilaron 4 días después de su entrada en Valencia.
Coco, el hijo de Robles, dejó la Oficina de Prensa y se alistó voluntariamente en el Ejército republicano. Tuvo la mala fortuna de ser cogido prisionero, junto con otros compañeros. Durante su interrogatorio, hizo unas declaraciones que los nacionales estimaron como “peligrosas”. Así que fue juzgado y condenado a muerte.
Para terminar y que no os vayáis con un mal sabor de boca, os contaré el final de esta historia. A Coco le fue conmutada su pena, posiblemente, gracias a la influencia del marqués de Lozoya, buen amigo de su padre. Posteriormente, consiguió huir de España y reunirse con su familia.
Margara, la esposa de José Robles, y su hija, lograron salir de España, antes del final de la guerra. Vivieron un tiempo en Francia y luego se fueron a México, donde todos residieron durante muchos años.

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jueves, 1 de agosto de 2019

EL CASO DE MARY CARLETON


Como ya prometí, en mi anterior artículo, voy a seguir con el ciclo de las personas que vivieron su vida como impostoras. Incluso, algunas hicieron algo más que eso, como veremos más adelante.
Vayamos al principio de esta historia. Mary Carleton, que ese era el nombre de nuestro personaje de hoy, aunque su nombre de soltera era Mary Moders, nació en 1642, en la conocida ciudad de Canterbury, donde se encuentra la catedral y el arzobispo primado de la Iglesia Anglicana a nivel mundial.
Parece ser que nació en el seno de una familia muy modesta, pues su padre era un violinista profesional. De su madre sólo sabemos que solía cantar en el coro de la catedral de su ciudad.
Por lo visto, nuestro personaje, siempre fue una mujer muy ambiciosa. Muy joven, se casó con un zapatero, llamado Thomas Stedman, con el que llegó a tener dos hijos, pero que, desgraciadamente, murieron en la infancia. Algo muy habitual en esa época. Así que, con sólo 20 años, como no le veía mucho futuro a su matrimonio, se fue de casa, pues se veía a sí misma como una persona que debería de estar en la cima de la sociedad.
Algunos autores afirman que esta mujer era muy aficionada a la lectura y, concretamente, a los llamados “libros de caballerías”, como los que leía Don Quijote de la Mancha. Precisamente, la obra favorita de ambos era “Amadís de Gaula”, sobre la que aún se discute su autoría.
Dicen que se sabía de memoria esta obra y hasta se identificaba plenamente con el personaje de la princesa Oriana, que aparece en la misma.
Según sus contemporáneos, se trataba de una mujer muy atractiva. Así que no tuvo ningún problema en seducir a muchos hombres. Entre ellos a un cirujano en Dover, con el que se casó, sin haberse divorciado, previamente, de su primer marido.
Parece ser que, en 1658, alguien la denunció por bigamia y la llevaron ante los tribunales. Sin embargo, fue capaz de convencer al juez de que no existían pruebas para esa acusación y salió absuelta. Por lo visto, consiguió que su primer marido no compareciera ante el tribunal para testificar contra ella.
Más tarde, dejó también a ese segundo marido y se dedicó a estafar a todo el que se le puso a tiro, que ya veréis que fueron muchos.
Esta vez, encargó a un cómplice que le enviara cartas, donde le decían que su hermano, heredero de la enorme fortuna de su padre, había muerto y ahora la única heredera sería ella.
Mary se alojaba en una pensión, cuya dueña era muy entrometida. Ésta consiguió leer alguna de esas cartas e, inmediatamente, pensó que sería un buen partido para su sobrino.
Esta vez, Mary, pareció aceptar esa proposición. Sin embargo, mediante engaños, consiguió apropiarse de todo el dinero del sobrino y huir de allí.
Lo cierto es que, aunque se la apodaba “la viuda gris”, nunca tuvo la paciencia  de esperar a que murieran
sus esposos. Lo único que hizo fue seducirlos, casarse con ellos, quitarles su dinero y huir. Así estuvo durante unos 10 años. Por ello, ni siquiera se conoce cuántas veces se casó, ya que se cree que muchos hombres no quisieron denunciarla por miedo al ridículo.
Sin embargo, tras haberse casado con su tercer marido, que se llamaba John Carleton, éste recibió algunas cartas anónimas, donde la calificaban como “ese monstruo de dos patas” o “la alemana de Canterbury”.
Por lo visto, su marido la denunció y fue arrestada en una calle de Londres, cuando, un detective, que llevaba una orden para detener a otra persona, se cruzó con ella por la acera y la reconoció.
Fue llevada de nuevo ante la Justicia, por el mismo cargo de bigamia. Increíblemente, volvió a salir absuelta.
No se contentó con eso, sino que ella denunció a su marido por haberla engañado, pues le había dicho que era un hombre rico y eso no era cierto. Así que, incluso, ganó ese pleito.
Antes de su tercer matrimonio, Mary, había estado una temporada en Colonia (Alemania), donde se movió entre la alta sociedad de esa ciudad. Debió de ser una mujer muy inteligente. Incluso, se decía que hablaba varios idiomas con gran fluidez.
Allí conoció a un caballero ya mayor, que se enamoró de ella. Tan rápida fue la cosa que quedaron en casarse a los 3 días.
Sin embargo, por un exceso de confianza, él cometió la torpeza de encargarle a ella que se ocupara de todos los preparativos para la boda. Incluso, le dio una gran cantidad de dinero para cubrir todos los gastos. Ya os podréis suponer que ella, en cuanto pudo, escapó con ese importante botín.
Esta vez, contó con la complicidad de su casera para engañar al caballero. Ella llegó a pactar el reparto de ese botín con la casera. Sin embargo, también la engañó y se lo llevó todo.
Entre sus habituales cómplices estaba una doncella, que le decía dónde tenían guardado el dinero sus maridos y varios amigos que le escribían cartas falsas sobre su familia en Alemania.
Precisamente, con esa doncella, llegó a engañar a un tejedor de seda y a un sastre, a los que hizo unos buenos encargos, que recibió, pero no pagó.
Incluso, en otra ocasión, fue a una tienda de las más elegantes de Londres e hizo un buen pedido. Poco más tarde, se lo llevaron a su casa, pero dijo no poder ver lo que habían traído, pues se sentía indispuesta. Horas más tarde, cuando volvió la dueña de la tienda para ver si estaba conforme y para cobrar, se encontró con que nuestra protagonista había “volado” con todos esos artículos. Hasta se llevó los muebles más valiosos de esa casa, que había alquilado pocos días antes.
Curiosamente, a su vuelta a Inglaterra, entró en una taberna y se puso a llorar. Los clientes de la misma se interesaron por ella. Así que les dijo que era una
princesa alemana, que había huido de su país para no casarse con el hombre que había elegido su padre para ella y que ahora no tenía nada de dinero. De esa manera tan sencilla, consiguió que todos los clientes de la taberna le dieran bastante dinero.
En otra ocasión, se le ocurrió llamar a un joven abogado, al que le dijo que deseaba separarse de su marido, que era muy celoso.
Según parece, al poco rato, entró, corriendo, su doncella para advertirle de que su marido acababa de llegar, estaba abajo y venía con muy mal humor.
Mary le pidió al joven abogado que se escondiera en un armario de ese dormitorio. Al poco rato, entró su “marido” acompañado de un amigo.
Dando muchas voces, dio a entender que sabía que su mujer se había reunido allí con otro hombre y que no pararía hasta encontrarlo.
Buscó por todas partes, hasta que abrió la puerta del armario. Se encontró con el pobre abogado, que tenía un aspecto lívido, porque el otro le amenazaba con el sable en la mano.
Así que lo sacó y amenazó con matarlo. Mary y el amigo le sujetaron la mano, para que no lo hiciera y le dijeron que sería mejor para todos que olvidara esa afrenta, mediante el pago de una cierta cantidad. Estipularon esa indemnización en 500 libras, que era una cifra muy importante en esa época.
Ciertamente lo era, porque el abogado reconoció que no podría pagarla, pero se ofreció a pagar 100. Lo cual fue aceptado por todos. Así que, después de haber satisfecho esa cantidad, le dejaron que saliera corriendo de allí.
No sé si a estas alturas, más de uno, estará pensando que la historia que estoy narrando se parece bastante a la de la famosa obra “Moll Flanders”, del célebre escritor inglés Daniel Defoe. El mismo que escribió “Robinson Crusoe”. Sin embargo, Mary vivió en el siglo XVII, mientras que esa novela fue publicada en el XVIII. Es posible que Defoe se inspirara en la vida de nuestro personaje.
Hasta llegó a protagonizar una obra de teatro, que parecía escrita para ella. Se titulaba “La princesa alemana”. Lo cierto es que tuvo bastante éxito y hasta se permitió desplumar a algunos de sus admiradores, que cometieron la torpeza de acercarse a su camerino.

En otra ocasión, tuvo menos suerte y la pillaron robando una cubertería de plata en una mansión de Covent Garden y la encerraron en la infame prisión de New Gate. Esta vez la condenaron por robo y la sentenciaron a ser deportada, de por vida, a la isla de Jamaica.
Dado que eso de estarse quieta en alguna parte iba en contra de sus principios, sólo permaneció en esa isla por espacio de dos años.
A su regreso, siguió diciendo que era una princesa alemana y volvió a casarse. Esta vez, el infortunado era un rico farmacéutico, residente en Westminster. Le llevó poco tiempo desplumarlo para luego huir de allí, como siempre.
Más adelante, se alojó, con su criada, en una casa donde vivían una relojera y su casera. Invitó a ambas al teatro, afirmando que le habían regalado unas entradas. 
Mientras tanto, la criada, se dedicó a robar todo lo que pudo, huyendo con el botín para repartirlo con Mary.
Curiosamente, en diciembre de 1672, pillaron a esta mujer de la forma más tonta. En cierta ocasión, robaron una fuerte cantidad en un mesón y el mesonero denunció este hecho ante lo que aquí llamaríamos los alguaciles.
Uno de ellos, apellidado Lowman, estuvo investigando el robo y se topó con Mary de frente. Parece ser que ella se indignó cuando empezó a interrogarla, pero él se dio cuenta enseguida que se trataba de nuestro personaje. Ya muy conocida por la Policía de la época.
En enero de 1673, la llevaron ante el famoso tribunal de Old Bailey y allí le preguntaron por qué había vuelto de su deportación en Jamaica. Ella se limitó a responder con evasivas para intentar ganar tiempo.
Unos días después, alegó que estaba embarazada. Como ya sabía que su condena podría ser a muerte, el embarazo impediría que fuera ahorcada. Sin embargo, el juez, llamó a unas matronas para que la reconocieran. Tras haberlo hecho, las expertas, informaron al juez de que eso era falso.
Así que fue condenada a muerte. No obstante, hasta que le llegó la hora de su ejecución recibió varias visitas, como la de un sacerdote, al que le confesó que era católica y que estaba muy arrepentida de todo lo que había hecho en su vida.
El 22 de enero de ese año, fue la fecha fijada para su ejecución. Se despidió de todos y entregó un par de libros a un amigo suyo.
Antes de ser ahorcada, parece ser que, más o menos, dijo que había sido una mujer muy vanidosa y que la habían condenado, pero que no la habían comprendido y que le rezaba a Dios, para que la perdonara, igual que rezaba por sus enemigos.
Poco después, fue ahorcada, con sólo 38 años. Su cuerpo fue colocado en un ataúd y enterrado en los alrededores de una iglesia cercana.





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