sábado, 20 de octubre de 2018

LAS IMPOSTORAS DE SANTA JUANA DE ARCO



En mi anterior artículo, narré la vida y las aventuras bélicas de una santa muy peculiar. Se trataba de una joven llegada de la región de Lorena, que por entonces no era francesa. 
Trataba de ver al futuro rey Carlos VII de Francia para convencerle de que le dejara parte de sus tropas con el fin de vencer a los ingleses y sus aliados, los borgoñones.
Así fue, Juana, logró vencer en todas sus batallas y consiguió que el rey fuera coronado en la catedral de Reims, tal y como lo habían sido sus antecesores en el trono de Francia.
Posteriormente, el rey prestó oídos a los miembros de su corte, que envidiaban los éxitos de Juana. Así que la dejó sin sus tropas, cuando ésta se disponía a asediar París.
Por ello, fue capturada por sus enemigos borgoñones, que la vendieron a los ingleses. Estos la encerraron y le encargaron al obispo Cauchon que la procesara por varios cargos, entre ellos, el de brujería.
Precisamente, ese cargo nunca lo pudieron probar. En cambio, la sentenciaron por otros y la condenaron a muerte en la hoguera.
Su ejecución tuvo lugar el 30 de mayo de 1431 en la plaza del mercado viejo de Ruán, delante de unas 10.000 personas, que presenciaron ese acto.
Hay que aclarar que a Juana le gustaba que la llamaran Juana la Doncella. Lo de Juana de Arco vino después, cuando el Papa Calixto III, que era de origen español, ordenó que se revisara su juicio, castigando, posteriormente, a los culpables de esa iniquidad.
Dado que los anteriores Papas se habían negado a revisar la condena de Juana, no sé si Calixto III accedería a ello con el fin de intentar atraerse a su causa al rey Carlos VII de Francia. En esa época, el Pontífice, estaba intentando crear una especie de Santa Liga para combatir el avance de los turcos hacia Europa.
Sin embargo, sólo 5 años después de su ejecución, apareció por la ciudad de Metz una mujer, que, en principio, decía llamarse Claude. No obstante, todos notaron que era muy notable su parecido físico con la santa.
Así que dijo que se trataba de la verdadera Juana de Arco y que, en su lugar, habían quemado a una mujer acusada de bruja. También que un militar la había ayudado a escapar y que había estado durante esos años luchando en Italia junto a las tropas del Papa.
¿No os recuerda un poco a la historia que contaba Anastasia, la que decía ser una de las hijas del zar Nicolás II de Rusia?
Hay que reconocer que, a pesar de que fue quemada ante miles de personas, parece ser que fue llevada a la hoguera con un velo negro. Lo cual es un obstáculo para saber si se trataba de la verdadera o de otra persona.
Incluso, los hermanos de ésta, Jean y Pierre, fueron a esa ciudad a verla y la reconocieron como a su propia hermana. Parece ser que había mucho dinero de por medio.
Posteriormente, le “llovieron” los regalos procedentes de diversos nobles de la zona, que habían combatido con ella en la guerra.
Curiosamente, muchos de los habitantes de Metz, que habían conocido a la santa, no dudaron que se encontraban ante ella y le ofrecieron un espléndido banquete.
Incluso, hablaba mediante parábolas y movía los brazos tal y como lo hacía la otra. Es más, tenía las cicatrices en los mismos sitios donde había recibido la santa sus heridas de guerra.
Muy pronto, se conoció esa noticia en Orleans. Han sido muchos los que la han divulgado, entre ellos, los hermanos de la santa. Sin embargo, no regresará a esa ciudad hasta 1439.
El 2 de septiembre de 1436, la falsa Juana se atreve a enviar una carta al propio Carlos VII de Francia. Se la lleva un antiguo compañero de armas de la santa. Por lo visto, el monarca, casi se desmaya al leerla.
Hasta el mismo Gilles de Rais, que la acompañó en sus batallas y llegó a ser mariscal de Francia, la reconoció como la verdadera Juana.
El 15 de julio de 1440, Claude, es recibida por Carlos VII y su corte. Habían pasado muchos años, pero lo cierto es que esta mujer se parecía mucho a la auténtica Juana. Incluso, tenía una edad muy parecida. Así que el rey tuvo serias dudas sobre la identidad de la persona que acudía a su corte.
No obstante, el monarca, habló con ella y, cuando sólo se hallaba presente el secretario del monarca, le hizo una pregunta clave. 
Parece ser que le preguntó cuál era el secreto que compartían Juana de Arco y él. Ante eso, ella no supo qué contestar. Se puso muy nerviosa y empezó a llorar.
El rey se mostró benévolo y la perdonó a condición de que se presentara ante un tribunal de Justicia para decir la verdad y eso fue lo que hizo.
Incluso, creo que la dejó usar los honores, que había otorgado a la verdadera Juana. A lo mejor, lo hizo el monarca para lavar su mala conciencia por no haber hecho ningún intento por rescatar a Juana.
Después de todo eso, Claude, la falsa Juana, que, en 1436, se había casado en Luxemburgo con un noble de la Lorena, llamado Robert des Armoises, el cual le llevaba unos 20 años, regresó con su marido. Posteriormente, se mudaron a Metz, donde nacieron sus dos hijos.
Parece ser que este noble era pariente de aquel gobernador militar, que fue convencido por la verdadera Juana para que la enviara a ver al rey a la corte.
Cada verano, la pareja residía en su castillo de Jaulny, donde todavía se pueden ver las caras de ambos, en forma de retratos de perfil, junto al escudo otorgado por el rey a la verdadera Juana.
Más tarde, construyeron una iglesia cerca de su castillo, donde expresaron su deseo de ser enterrados.
Al morir, los cuerpos de Claude y de su marido fueron enterrados en la iglesia fundada por ellos y cercana a su castillo.
Hasta los primeros años del siglo XX se podía leer un epitafio sobre su tumba. Sin embargo, parece ser que, antes de la canonización de Juana, éste fue borrado por orden de la Iglesia católica. Incluso, sus restos fueron profanados y escondidos en un lugar secreto.
Curiosamente, en su momento, se dijo de esta mujer que había sido fruto de las relaciones adúlteras entre Isabel de Baviera, reina de Francia, con su cuñado, Luis de
Orleans.
Posteriormente, había sido entregada a unos campesinos, que la criaron en Domremy. Así que, teóricamente, se podría considerar hermanastra de Carlos VII. Quizás, por eso, el rey le cambió el apellido a la verdadera Juana de Arco, llamándola Jeanne de Lys.
Como ya dije en mi anterior artículo. Juana de Arco fue un personaje, que, prácticamente, había sido olvidado por los franceses. Sin embargo, volvió a ser recordada, tras la derrota francesa en la guerra franco-prusiana, que, entre otras cosas, les hizo volver a perder Alsacia y Lorena.
En aquellos momentos, Francia, se hallaba metida en una especie de guerra civil entre católicos y anticlericales. Como la cosa tenía que resolverse cuanto antes, la Iglesia y el estado de Francia, se unieron para buscar algo que tuvieran en común
No sé si esto sería idea del obispo de Orleans, Félix Dupanloup. Lo cierto es que fue el que solicitó al Papa su beatificación y, posterior, canonización. Lograda por 5 milagros que se le atribuyen gracias a su intercesión.
Por otra parte, ya antes de ser canonizada, en 1920, el Estado francés, la nombró patrona nacional de Francia y puso su nombre a multitud de calles de todo el país.
Incluso, se escriben miles de libros, películas, series, etc. Todo sobre ella. Desde luego, me parece que es una de las santas más populares del mundo. Por lo menos, como mujer, porque me da la impresión de que mucha gente no sabe que es una santa.
Curiosamente, se trata de una santa, que fue ejecutada por orden de la propia Iglesia católica.
Casualmente, la Guerra de los Cien Años, donde combatió Santa Juana de Arco, acabó en 1453. El mismo año en que los turcos se apoderaron de Constantinopla.
En 2007, la Dra. Úrsula Wittwer-Backofen hizo lo que podría ser una reconstrucción de la cara de Santa Juana de Arco. Para ello, se basó en el retrato de perfil de Claude, que se puede ver en su castillo y en una figura de la santa, que está en el Museo de Orleans. La verdad es que yo no le encuentro un gran parecido con la figura retratada en el Castillo de Jaulny.
Sin embargo, existe una imagen de la santa, procedente de una miniat
ura, donde se puede verla junto al rey, recibiendo las llaves de la ciudad de Troyes.
Esta imagen coincide con las facciones y la vestimenta de esta otra, donde se la ve dirigiendo a las tropas francesas en el asalto a una ciudad.

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viernes, 19 de octubre de 2018

EL ENIGMA DE MOLIÈRE


Estoy seguro que, a estas alturas, todo el mundo habrá oído hablar de este gran escritor, conocido como uno de los más grandes a nivel internacional.
Sin embargo, para los que no lo recuerden o les suene poco, les voy a comentar un breve repaso a su biografía.

Realmente, lo de Molière era un apodo. Su verdadero nombre era Jean-Baptiste Poquelin.
Nació en París, en 1622, hijo de un tapicero, que prestaba sus servicios en la corte. Su padre se llamaba Jean Poquelin y su madre, Marie de Cresse, la cual murió cuando él sólo tenía 10 años.
Hizo sus estudios y luego sustituyó a su padre en su puesto en la corte. Así que era una persona conocida por la familia real.
En un principio, se asoció con una compañía de teatro, pero no le fue muy bien y las deudas le llevaron a ser encarcelado por una breve temporada.
A partir de 1650 empezó a escribir algunas de sus obras a la vez que actuaba dentro de otra compañía, que, posteriormente, también dirigiría. Esta vez, con más suerte.
Parece ser que, tras haber actuado, en una ocasión, ante la corte, tuvo mucho éxito por su forma de representar las comedias. Así que el monarca Luis XIII lo tomó bajo su
protección y le permitió trabajar y vivir en el Palacio Real.
En 1659, tuvo su primer gran éxito, tras la representación de su obra “Las preciosas ridículas”. Sin embargo, también se buscó muchos enemigos entre los que solían criticar su moralidad y los miembros de otras compañías de teatro, que no habían sido beneficiadas por el rey.
Unos años más tarde, escandalizó mucho más a los moralistas con la representación de “Tartufo”. 
La cosa llegó a tal punto que el propio soberano tuvo que prohibir que se volviera a representar en los siguientes cinco años.
Otras de sus obras más famosas fueron “Don Juan”, “El misántropo”, “El avaro”, etc.
Durante una representación de “El enfermo imaginario”, se sintió mal y se puso a toser sin parar en medio del escenario, expulsando sangre. Hay que decir que ya llevaba varios años padeciendo tuberculosis.
Poco después, fue llevado a su casa, situada en la calle Richelieu, y allí murió al día siguiente. 
Por lo visto, ningún médico, ni sacerdote se prestó para ir a su casa a atenderle.
Parece ser que entre los actores españoles existe la superstición de que trae mala suerte representar una obra con algún actor vestido de amarillo. Argumentan que de esa manera iba vestido Molière cuando murió, en 1673.
Sin embargo, parece ser que sí es cierto que, durante la representación, llevaba una especie de camisón amarillo. No obstante, cuando lo llevaron a su casa, que fue donde murió, le pusieron una especie de camisón de color verde, porque el amarillo estaba manchado de sangre. Con esa ropa verde fue con la que le enterraron.
Precisamente, por eso mismo, los actores franceses consideran que no es adecuado vestir de verde durante una representación.
Sin embargo, para los actores británicos, el color de la mala suerte es el azul, mientras que para los actores italianos es el morado.

Como era de suponer, a la jerarquía de la Iglesia católica de Francia, nunca les hizo mucha gracia la serie de burlas que les dedicaba nuestro personaje en sus obras teatrales. Así que, cuando llegó el momento del entierro, se negaron, rotundamente, a enterrarlo en un cementerio católico. Todo ello, a pesar de las gestiones del propio monarca.
Lo único que consiguieron fue que le hicieran un funeral nocturno y que fuera enterrado en el famoso cementerio del Père Lachaise, pero en una de las sepulturas destinadas a los bebés que habían muerto antes de haber sido bautizados. O sea, en una tumba no católica.
Todo ello dejó muy escandalizada a su esposa, Armande Béjart. Hay que decir que era la hija de Madeleine Béjart, una mujer de la que siempre estuvo enamorado. Por ello, sus enemigos llegaron a acusarle de haberse casado con su propia hija.
Cuando se casaron, él ya había cumplido los 40 años, mientras que ella sólo tenía 17. Tuvieron 3 hijos, aunque dos de ellos murieron antes de cumplir un año.

En 1680, el rey fusionó todas las compañías que actuaban ante la corte, fundando la Comédie Française. También les cedió un ala del Palacio Real, en París, para que realizarán sus representaciones.
Así que esa compañía es considerada como la compañía de teatro más antigua del mundo, de entre todas las que siguen actuando. De hecho, se la conoce como “la Casa de Molière”. Su viuda, que también era actriz, estuvo en el reparto de la primera obra con que se inauguró este teatro.
A muchos autores les llama la atención que, al principio, su compañía, que era una de las más modestas de Francia, fuera recibida por la corte en pleno y protegida, primero, por el hermano del rey y luego por el propio monarca. No sé si tendría algo que ver que Molière se criara cerca de la corte y seguro que ya conocía al rey, Luis XIV, antes de que fuera coronado.
También les llama la atención que él se metiera de esa manera con los nobles, formando todos ellos parte de la corte real. Incluso, a veces, también se metía con la Iglesia o hasta con la propia familia real.

Su lema fue siempre querer “hacer reír a la gente honrada”. Así que en sus obras era muy habitual que, aparte de los anteriores, se metiera con los falsos sabios, los médicos presumidos e ignorantes y los burgueses que se estaban enriqueciendo, pero que no tenían apenas cultura.
Curiosamente, como Luis XIV no solía fiarse de nadie, hasta cuando nombraba a alguien para ser gobernador de alguna de sus provincias, le obligaba a vivir con él en Versalles, para que no se le ocurriera rebelarse contra la Corona. Tal y como ocurrió con las Frondas, durante la minoría de edad de ese monarca.
Ciertamente, es llamativo, pues, en aquella época, algunos que no habían ido tan allá como Molière, en las críticas a los nobles o a la familia real, habían acabado con sus huesos en la cárcel.
Por eso mismo, hoy en día, algunos autores se han aventurado a afirmar que, quizás, tras la autoría de muchas de esas obras de Molière se hallaba el propio rey Luis XIV, el cual, no podía criticar abiertamente a esa gente, pero sí lo podía hacer tras ese seudónimo.
La verdad es que la cara que aparece en un conocido retrato de Molière, se parece bastante a la de Luis XIV.
Siguiendo esa línea misteriosa, también hay que decir que, al igual que ocurre con Shakespeare, al que ya dediqué otro de mis artículos, tampoco existe ningún retrato fidedigno de Molière. Son todos posteriores y están pintados por gente que nunca conoció a nuestro personaje.
Incluso, todo el mundo afirmó que nunca le habían visto escribir ninguna de sus obras a Molière. Es más, tampoco se conservan manuscritos, ni borradores de sus obras. Sólo podemos ver su firma al pie de un contrato.
Para mayor mosqueo, la propia “Gazzette de France”, una especie de periódico de la época, donde solían aparecer todos los escritores del momento, ni siquiera habla de él.

Para colmo, hasta ha habido gente que ha llegado a pensar que se trataba del desconocido prisionero, conocido como “La máscara de hierro”.
Sin embargo, hay otros autores que tienen una teoría diferente. Ya en 1919, el escritor belga Pierre Louys, especializado en Literatura erótica, afirmó que las obras de Molière habían sido escritas por otro famoso escritor, Pierre Corneille. Alegó que era muy similar la estructura de los versos en las obras de ambos.
Es posible que Louys lo hiciera para ganar popularidad, porque no andaba muy sobrado de ella. Lo cierto es que dio que pensar a mucha gente, por los argumentos que aportaba.
A partir de él, otros muchos especialistas han opinado sobre este caso. Sin que se haya llegado a ninguna conclusión.
Lo cierto es que es muy extraño que Molière no hubiera escrito ninguna obra de calidad hasta haber cumplido los 37 años y a partir de ahí gozó del éxito del público y de la crítica.
Curiosamente, cuando Molière empezó a tener éxito, Corneille, llevaba varios años sin publicar nada y, según parece, estaba casi arruinado.
También dicen otros que es posible que aceptara el encargo de escribir para otra persona, porque siempre había sido un afamado autor de tragedias y no quería que le reconocieran también como autor de comedias, porque se consideraba un género menor.
Lo cierto es que, mientras vivió Molière, parece que mejoró su situación económica. Sin embargo, como murió 11 años después, tuvo que pedir una pensión al rey. Petición que fue aceptada por el monarca.
Como todos sabemos, Corneille, siempre fue un gran dramaturgo, pero es posible que, en los últimos años de su vida, ese género ya estuviera un poco pasado de moda.
En 2003, un investigador de la Universidad de Grenoble, llamado Dominique Labbé, ayudado por su hijo, publicaron una obra, donde afirmaban, rotundamente, que el autor de las comedias de Molière era Corneille.
Parece ser que, para ello, se basaron en estudiarlas mediante alg
oritmos informáticos y estadísticos. De esa manera, vieron que los textos atribuidos a ambos autores estaban escritos con una estructura muy parecida. Eso sólo ocurre con las obras de Molière posteriores al mencionado año de 1659.
Incluso, en varias de las obras de Molière, aparecen una serie de palabras propias del dialecto normando, que era el que se utilizaba en Ruán, casualmente, donde había nacido y seguía viviendo Corneille. También la misma ciudad donde quemaron a Juana de Arco.
En 2004, el escritor francés Denis Boissier, publicó una obra titulada “El caso Molière”, donde aportó una gran cantidad de pruebas, en donde se basaba para afirmar que nuestro personaje no escribió ninguna de las obras que se le atribuyen, escritas a partir de 1658.
También se sabe que Molière nunca utilizó este seudónimo hasta 1658, año en que pasó nada menos que 6 meses en Ruán, donde visitó muy frecuentemente a Corneille.
Lo cierto es que, a partir de la publicación de estas obras, ha habido todo tipo de argumentos a favor y en contra. Con lo cual, tampoco se ha llegado a ninguna conclusión. Como siempre ocurre en estos casos. Precisamente, por eso es un enigma.
Como cabía de esperar, las instituciones de un país tan nacionalista, como Francia y, concretamente, la Universidad de la Sorbona y la Academia Francesa, han calificado como “absurdas” las conclusiones a las que han llegado, en este tema, tanto Labbé como los demás investigadores.
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