Hoy voy a dedicar este artículo a
la vida de un prestigioso militar que sufrió muchísimo durante la Guerra Civil.
De momento, no os cuento más para no estropearos la lectura.
Luis Castelló Pantoja, que así
era cómo se llamaba, nació en 1881 en un pueblo llamado Guadalcanal,
perteneciente a la provincia de Sevilla.
Parece ser que su padre,
Leonardo, en su juventud, emigró a Filipinas, donde consiguió tener puestos de responsabilidad
en la Administración Pública.
No sé si tendría algo que ver en
ello su paisano, el famoso escritor D. Adelardo López de Ayala, que, en esos
momentos, era el Ministro de Ultramar.
Es posible que algunos se
pregunten por qué López de Ayala tiene dedicados una plaza y un teatro en
Badajoz, si nació en un pueblo de Sevilla. La respuesta es que Guadalcanal
siempre perteneció a Badajoz hasta 1833, cuando el ministro Javier de Burgos consiguió que
se aprobara la organización actual de las provincias españolas.
Seguro que también os sonará el
nombre de este pueblo por una terrorífica batalla que se dio durante la II
Guerra Mundial, en una isla del mismo nombre, situada en el Océano Pacífico. No
es una casualidad, sino que fue descubierta, en el siglo XVI, por un marino
originario de este mismo pueblo.
Lo cierto es que Leonardo regresó
a su pueblo, con una posición económica muy solvente, y allí se casó con una
joven de la localidad. El matrimonio tendría dos hijos: Luis y Elena. Aparte de
ello, Leonardo aportó a la familia otro hijo, llamado José, fruto de una
anterior relación con una joven filipina.
Parece ser que el padre tenía el
capricho de que sus hijos fueran militares. Con José no lo consiguió, pues ni
siquiera quiso estudiar. En cambio, Luis, llegó a ingresar en la antigua
Academia de Infantería, situada en Toledo, al igual que otros dos primos suyos.
Como ya he dicho, nuestro
personaje, ingresó en 1899 en la Academia de Infantería de Toledo. Lo cierto es
que ya tenía 18 años y me parece que, posiblemente, ya era un poco mayor para
ello, porque, en esa época, lo normal, era ingresar con sólo 15 años.
También es posible que ello fuera
debido a que, en 1898, se perdieron las últimas colonias de Ultramar (Cuba,
Filipinas, Marinas, Guam, Puerto Rico, etc) y ya no hicieran falta tantos oficiales
en el Ejército.
De hecho, creo que se cerró
durante un tiempo la Escuela Naval militar a causa de la falta de naves
operativas. Por esa misma razón, el propio Franco, no pudo ser marino, como ya
lo eran su padre y su hermano mayor.
En aquella época, para ser
oficial, sólo se necesitaba pasar tres cursos. No obstante, tanto la disciplina
como la dureza eran extremas. Como ejemplo, todos los días tenían que
levantarse a las 5 de la mañana y también tenían clases los domingos por la
mañana. Creo recordar que los frailes no madrugan tanto.
En 1902, por fin sale graduado de
la Academia y es destinado a un regimiento con sede en Sevilla. Parece ser que
allí participó en varias maniobras y, desgraciadamente, su unidad también fue
enviada en 1903, para combatir una de las muchas sublevaciones de los mineros
de Río Tinto. Ya sabemos que en esa época era muy normal enviar tropas para
reforzar la labor de las fuerzas policiales. Eso ocurría también en otros
países, no sólo en España.
Afortunadamente, esa vez la represión
no fue tan cruenta como la que se produjo en 1888, conocida popularmente como
“El año de los tiros”, donde se cree que hubo cientos de muertos. De hecho,
nunca se ha sabido con certeza la cantidad de víctimas, porque las autoridades
prohibieron informar sobre ese hecho.
Posteriormente, es destinado a
una unidad radicada en Tarifa (Cádiz). Allí le pilla el inicio de la Guerra de África
y su unidad es una de las primeras destacadas en ese territorio.
Allí demostró, sin duda, su valor
ante el enemigo a causa de frecuentes combates contra los rifeños. Esto le
llevó a ser condecorado en diversas ocasiones.
En 1911, es ascendido a capitán y
trasladado a un regimiento con base en Alcalá de Henares (Madrid).
Dos años después, parece ser que
hubo mucho descontento en Marruecos por las cláusulas del tratado de paz,
firmado entre España y los jefes de las cábilas o tribus rifeñas. Así que se
sublevaron de nuevo. Por ese motivo, la unidad de Castelló, es trasladada a
tierras africanas. Nuevamente, en varias ocasiones, se enfrenta a los sublevados
y es condecorado por ello.
En 1915, consigue ser ascendido a
comandante por méritos de guerra. Algo muy común entre los militares destinados
en África.
Posteriormente, vuelve a ser destinado al mismo regimiento en que
comenzó su carrera militar, el cual seguía teniendo su base en Sevilla.
Allí conoce a una joven francesa,
que posee una tienda de modas en esa ciudad, con la que, más adelante, se
casaría. Concretamente, en 1921, cuando obtuvo el permiso del Ejército.
En 1917, se produce el fenómeno
de las Juntas Militares, originado por el descontento entre los militares destinados
en la Península y en África a causa de las grandes diferencias de sueldo entre
esos dos colectivos.
Precisamente, Castelló, es
elegido para representar a los militares de su zona ante la Junta de
Infantería, reunida en Barcelona, presidida por el coronel Benito Márquez
Martínez. Con ello, intentan presionar al Gobierno para que acceda a sus
peticiones.
No obstante, ese cargo no
debería de ser ningún regalo, pues, al año siguiente, el coronel Márquez, fue
sometido a un tribunal de honor y expulsado del Ejército. Desconozco si eso
tuvo que ver con su actuación en las Juntas.
Posteriormente, Castelló, es
destinado a Madrid, ya con el grado de teniente coronel, y allí pasa a ser
vocal de la nueva Junta, representando a la I Región Militar. Incluso, llega a
entrevistarse, más de una vez, con el rey para hacerle llegar las peticiones de
los militares. Parece ser que siempre tuvo una buena relación con Alfonso XIII.
En 1924, vuelven a producirse
sucesos violentos en Marruecos y su unidad es enviada hacia allí. Tiene que enfrentarse
varias veces al enemigo y nuestro personaje es ascendido a coronel. Allí se
quedará destinado nuestro personaje, que llegará a ser comandante militar de
Ceuta.
Un año después de la proclamación
de la II República, Castelló es ascendido a general de brigada, destinado a
Madrid y, posteriormente, nombrado subsecretario del Ministerio de la Guerra.
Os recuerdo que el ministro de la
Guerra era también el presidente del Gobierno, o sea, D. Manuel Azaña.
Algunos autores llegan a afirmar
que este nombramiento estaría fundado en que, presuntamente, Castelló, era
miembro de la Masonería, igual que la mayoría de los diputados y los miembros
del Gobierno.
Castelló, permaneció en ese
puesto durante los siguientes tres años, hasta que fue cesado tras la llegada
al Gobierno del líder de la CEDA, José M. Gil-Robles.
Precisamente, su estancia en ese
puesto coincidió con varios sucesos de gran importancia histórica. Tales como
la sublevación del general Sanjurjo, en 1932, o la llamada Revolución de Asturias,
en 1934.
A finales de 1935, es destinado a
Badajoz, en calidad de gobernador militar y jefe de la brigada, que tenía su
base en esa ciudad.
Con motivo del fallido golpe del
18 de julio, que dio lugar a la Guerra Civil, fue nombrado por el general
Miaja, ministro de la Guerra, jefe de la División Orgánica de Madrid. Curiosamente,
dejó a su familia en su casa de Badajoz. Un error que le costó muy caro.
Supongo que lo haría porque le parecería un lugar más tranquilo que Madrid.
Para su sorpresa, cuando llega a
Madrid, en plena Guerra Civil, es nombrado nuevo ministro de la Guerra.
Casualmente, nombró como asesor político al diputado socialista por Badajoz,
Juan Simeón Vidarte, que, además, era pariente suyo.
Realmente, duró poco tiempo en
ese puesto, pues vio que su poder era sólo nominal, ya que el efectivo lo detentaban
un grupo de militares y jefes de milicias, que también trabajaban en ese Ministerio.
En algunas ocasiones, fue a
visitar el frente, donde se dio cuenta de que allí imperaba una completa
anarquía. Los milicianos no solían hacer caso a los oficiales y a más de uno lo
fusilaron, acusándolo de estar en connivencia con el enemigo.
Fue todo un error, el haber
dejado a su mujer y sus hijas en Badajoz, pues las tropas nacionales avanzaban
hacia esa ciudad y no tenía ninguna noticia de ellas.
No obstante, llegó a enterarse de
que su hermano José había sido asesinado en Guadalcanal, al igual que su primo
Luis, uno de sus hijos y hasta su yerno. Todos ellos fueron asesinados por unos
milicianos en su propia casa.
Supongo que esto fue lo que le
provocó una honda depresión, la cual le hizo dimitir de su cargo. No me extraña
que le ocurriera eso, porque la situación que se vivía en esos momentos en
España era algo completamente incomprensible.
Como botón de muestra, cuando el embajador de Chile y decano del Cuerpo Diplomático, se dirigió a los jefes milicianos que asediaban el Alcázar de Toledo, mostrándoles un salvoconducto firmado por Largo Caballero, le contestaron:“Puede ser el señor Largo Caballero todo lo Presidente
del Consejo y Ministro de la Guerra que usted quiera; pero aquí somos nosotros
la única autoridad. Seguimos lo que nos dice Madrid cuando no se opone a lo que
deseamos nosotros.”
Posteriormente, Castelló, fue nombrado de
nuevo jefe de la Primera División Orgánica, también con sede en Madrid.
A pesar de la cruenta toma y
posterior represión en Badajoz, la mujer y las hijas, de 13 y 9 años, son
recogidas por el teniente coronel Yagüe y el comandante Castejón, los cuales
habían conquistado esa ciudad y eran muy amigos de Castelló desde sus tiempos
en África.
Las llevaron a un lugar seguro de
Sevilla y luego las retuvieron en un hotel, bajo vigilancia policial.
Posteriormente, la Policía las ingresó en la Prisión Provincial de Sevilla,
donde estuvieron unos 3 meses.
Parece ser que Queipo se interesó por ellas y
las sacó de la cárcel, llevándolas de nuevo a un hotel, donde residieron
durante varios meses. Todo ello, sin conocimiento de Castelló.
Así que, no es de extrañar, que
su estado mental empeorara dando lugar a su ingreso en un Psiquiátrico. De
allí, tras realizar algunas gestiones, es enviado a la Embajada de Francia en Madrid
y, a mediados de 1937, evacuado a ese país. Mientras tanto, el Gobierno
republicano, le dio de baja en el Ejército.
Dado que esa noticia llega pronto
a Sevilla, Queipo de Llano, libera a su mujer y sus hijas y las conduce bien escoltadas
por uno de sus ayudantes hasta Francia.
Allí se reúne toda la familia.
Desgraciadamente, a su mujer le detectaron un cáncer, que le provocará la
muerte a finales de 1939.
Tras la ocupación alemana de
Francia, Castelló es detenido por la Gestapo. Posteriormente, es trasladado a
España en abril de 1942, siendo encarcelado en una prisión militar.
Un año después, comparece ante un
Consejo de Guerra, el cual le condena a la pena de muerte. Sin embargo, la
misma le es conmutada por Franco. Tres años después, sería indultado y puesto
en libertad.
Mientras tanto, Castejón, se
había hecho cargo del traslado y la estancia de sus hijas en una pensión de
Madrid, durante el tiempo en que Castelló estuvo en prisión.
Más tarde, se reencontró con
ellas y se dedicaron a intentar recuperar sus bienes, que habían sido
incautados por el Gobierno franquista.
No sé si se recuperó bien de esa
depresión. Lo cierto es que, afortunadamente, vivió hasta los 81 años,
falleciendo en Madrid en 1962.
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