domingo, 28 de febrero de 2016

CONSTANTINO I, EL PRIMER EMPERADOR ROMANO QUE APOYÓ AL CRISTIANISMO



Seguro que todos hemos oído hablar de las persecuciones romanas contra los cristianos, que, ciertamente, las hubo, pero que, según los especialistas en esta materia, no fueron tan espeluznantes como aparecen en el cine.
Por otra parte, cuando éramos pequeños, solían enseñarnos que los romanos eran malísimos y que estaban en contra de los cristianos. Lo cierto es que no se molestaron en enseñarnos que todos los cristianos también fueron romanos, porque desde el 212 d. de C. se generalizó la ciudadanía romana para todos los habitantes del Imperio.
Hoy voy a hablar de un emperador romano del que no se suele hablar mucho, pero que le hizo un gran favor a la Iglesia al legalizarla y quitarle a la religión romana el papel de religión del Estado y de sus ciudadanos.
Constantino, llamado por la Historia el Grande, nació en el 272 d. de C. en una zona que hoy pertenece a Serbia. No olvidemos que el Imperio Romano era como una multinacional y cada emperador podía nacer en cualquier parte de ambas orillas del Mediterráneo.
Fue un hijo nacido fuera del matrimonio, aunque eso no está muy claro.  Unos autores dicen que su madre, Helena, fue la primera esposa de su padre, mientras que otros dicen que sólo fue su concubina. De todas formas, yo creo que eso a nosotros nos da igual.
Su padre fue un hombre de origen griego,  el césar Constancio Cloro, apodado así por su piel muy clara. Una especie de emperador de reserva, cuando el Imperio Romano se dividió entre el de Oriente y el de Occidente y estaba bajo el mando de cuatro líderes, que se iban turnando. Luego, ascendió a Augusto, que es como se llamaba entonces al emperador principal.
Para comenzar su formación militar, sus padres enviaron a nuestro personaje a unirse a las fuerzas del otro césar, Galerio, para guerrear en Armenia contra los temidos partos.
En el 305, los dos césares, Galerio y Constancio Cloro, ascendieron a augustos. Sin embargo, como Constantino se hallaba con el primero, éste lo retuvo para obligar a su colega a
hacer su voluntad.
Más adelante, su padre intentó recuperar a Constantino, convenciendo a Galerio de que lo necesitaba para hacer la guerra en Britania y, por fin, lo consiguió.
Juntos combatieron, principalmente, contra los pictos, procedentes de Escocia, que habían invadido el terreno ocupado por los romanos en Britania. También habían combatido anteriormente, contra los germanos y los francos, en el continente europeo.
En el 306 murió su padre en York. Constantino no estaba muy contento, porque el Augusto anterior, Diocleciano, había nombrado a los candidatos de Galerio, como nuevos césares y no a él, que era hijo de Constancio, como, en un principio, habían pactado.
No obstante, su padre, recomendó a sus tropas que nombraran allí mismo a su hijo, Constantino, como nuevo emperador y así se hizo. El problema es que a raíz de la división en el Imperio Romano, llegó a haber tres candidatos a augustos. Majencio, Licinio y Constantino I.
La verdad es que todo esto es un poco confuso, porque, durante el período de los llamados tetrarcas, abundan los candidatos para ser césares y augustos. Hasta que nuestro personaje se quedó con el poder absoluto, como ya veremos.
No obstante, Constantino, escribió al Augusto Galerio, reconociendo que el candidato de éste, Severo, tenía más derecho a ser augusto que él. No obstante, también le dijo que dejaría el cargo, si le reconocían el de césar. Aunque fuera a regañadientes, a Galerio no le quedó más remedio que cederle este cargo.
Constantino, continuó guerreando en Britania, hasta que el anterior Augusto, Maximiano, lo visitó allí y le ofreció la mano de su hija, Fausta, con la que ya había tenido  cierto compromiso, aunque ahora estaba casado con Minervina, la cual repudió. Al mismo tiempo, quizás para meterle presión a Galerio, lo reconoció como el legítimo augusto del Imperio de Occidente.
Mientras tanto, Majencio, uno de los hijos de Maximiano, dio un golpe de Estado y se apoderó de Italia y de la provincia de África, sin poder detenerlo ni Severo, ni Galerio.
En el 308, tuvo lugar en una localidad de la actual Austria, una conferencia a la que asistieron Diocleciano, Galerio y Maximiano.
En ella nombraron a Licinio, como Augusto de Occidente, porque Severo ya había sido asesinado por Majencio.
Sin embargo, también decidieron degradar a Constantino a la condición de hijo de Augusto, cosa que no admitió éste.
No obstante, cuando el suegro de Constantino, Maximiano, intentó recuperar su poder como Augusto, conquistando la actual Marsella, fue detenido por nuestro personaje, el cual le dio la oportunidad de suicidarse. Hay que recordar que a Maximiano le había obligado Diocleciano a abdicar, al mismo tiempo que lo hacía él.
En el 311, murió Galerio y Licinio intentó que se le uniera nuestro personaje para luchar contra los otros candidatos, como Majencio.
En el 312, Constantino, venció en varias ocasiones a las tropas de Majencio, obligándolas a retirarse hasta una zona cercana a Roma.
Posteriormente, consiguió una gran victoria sobre su rival en la famosa batalla del puente Milvio. Parece ser que el propio Majencio, se ahogó al intentar cruzar el Tíber, para huir de su contrincante.
Así, Constantino, fue recibido por el Senado romano como el nuevo Augusto de todo el Imperio de Occidente. Incluso, se erigió el famoso Arco de Constantino, para conmemorar esa victoria.
En el 313, Constantino se reunió en Milán con Licinio, que era el Augusto de Oriente y estrecharon lazos casando éste último con Constancia, hermanastra de nuestro personaje.
Según la tradición, fue en ese preciso lugar donde ambos redactaron y promulgaron el famoso Edicto de Milán, donde se reconocía la libertad de culto en todo el Imperio Romano y se daba libertad a los cristianos para practicar su religión.
Además, se les permitió recuperar los bienes que les habían sido confiscados por el Estado, aunque ahora estuvieran en poder de otros particulares, los cuales no tendrían derecho a ninguna indemnización. Con esta medida, comenzó la expansión del Cristianismo.
No hay que olvidar que se calcula que ya habría unos 5 millones de fieles cristianos de un total de 50.000.000 de habitantes del Imperio.
Poco a poco, las relaciones entre ambos fueron empeorando a pesar de que, para evitar ciertos roces,  pusieron a la misma persona como gobernador de las provincias limítrofes entre ambos imperios.
Tres años después, se les ve guerreando y a Constantino obteniendo la victoria de Cíbale, cerca de la actual Belgrado.
No obstante, ambos intentaron arreglar sus diferencias, reconociendo a los dos hijos varones de Constantino y al de Licinio, como nuevos césares, o sea, los sucesores en sus respectivos cargos.
A pesar de todo, en el 323, Constantino rompió la tregua e invadió los territorios de Licinio, con el pretexto de perseguir a los godos, que habían invadido, previamente, su zona de influencia.
No obstante, como Licinio no se fiaba de él, puso a sus tropas en pie de guerra, pero fue derrotado en el 324 en Adrianópolis.
De esa forma, Constantino, se quedó con todas las posesiones europeas de Licinio. No obstante, le persiguió, primero hasta Bizancio, de donde se le escapó por muy poco.
Más tarde, Constantino, logró vencerle en Crisopolis, ya en la actual Turquía y, Licinio,  abdicó en Nicomedia, siguiendo el consejo de su esposa, hermana de Constantino.
Efectivamente, de momento, éste le respetó su vida. Sin embargo, al año siguiente, ordenó su ejecución, acusándole de encabezar una conspiración contra él.
Constantino I, se quedó como único emperador, algo que no pasaba desde hacía muchos años en el Imperio Romano. Para asentar aún más su autoridad, nombró césares a sus cuatro hijos varones y reyes de ciertas provincias orientales del Imperio a sus sobrinos. Todo eso dio una gran estabilidad al Imperio Romano. Algo que necesitaba desde hacía mucho tiempo.
A pesar de haber sido bastante sanguinario, también tuvo fama de ser un buen gobernante. Siguió ampliando los planes reformistas iniciados por Diocleciano.
Fundó en Bizancio la futura Constantinopla. Ciudad que consagró en el 330 d. de C. a la vez con ritos cristianos y paganos. Incluso, más adelante, trasladó a esa ciudad la capital del Imperio.
Ya en esa ciudad, los únicos cultos que estuvieron permitidos fueron, exclusivamente, los cristianos. No obstante, se llevó un montón de objetos artísticos griegos, procedentes de varios templos, para decorar las vías de su nueva ciudad.
Entre sus medidas militares, disolvió la famosa guardia pretoriana,
por haber atentado contra varios emperadores.
Reformó el ejército y las tropas de las fronteras y aumentó sus pagas. Al mismo tiempo, admitió, entre sus tropas, a una gran cantidad de voluntarios germanos, e, incluso, a algunos les dio altos cargos.
Al comienzo de su reinado, se encontró con una economía en crisis y un Estado en bancarrota. Por ello, se decidió a subir los impuestos.
De esa manera se encontró con unos campesinos y artesanos que no podían pagarlos. Así que, como un adelanto al período medieval, tanto él como, anteriormente, Diocleciano, promulgaron una serie de leyes por las que los siervos de la tierra no podrían abandonar el territorio sin el permiso de su señor.
Del mismo modo, se prohibió a los artesanos que abandonaran sus talleres, pues se estaba viendo que muchos de ellos lo hacían para incorporarse en el Ejército a fin de aumentar sus ingresos.
También, quizás influido por la Iglesia, promulgó una serie de medidas en materia social. Como las que protegían a los niños, las mujeres y los esclavos.
No obstante, nunca se cortó un pelo para castigar a los acusados de traición.
De hecho, en el 326, mandó ejecutar a su propia esposa, Fausta, y a uno de sus hijos con otra pareja, acusados ambos de ese delito.
Incluso, promulgó una ley por la que se podría condenar a muerte a todo el recaudador de impuestos que, por su cuenta, recaudara más de lo autorizado.
También debemos a él la primera prohibición de trabajar en domingo. Día dedicado al Sol, como aún aparece  denominado en inglés o en alemán.
El tema de su conversión al Cristianismo es algo que siempre se ha discutido mucho. De hecho, sólo se convirtió en su lecho de muerte.
Sin embargo, siempre trató mejor a la religión cristiana que a las demás. De hecho, decía haber vencido en la Batalla del Puente Milvio, porque, entre sus enseñas, enarboló una cruz cristiana.
Además, dijo que la noche anterior había tenido un sueño, donde Dios le había asegurado que vencería si portaba un emblema con su cruz. Así que también mandó pintar ese símbolo, llamado lábaro,  en los escudos de sus hombres.
También debió de ser un buen conductor de masas, porque en su última campaña contra Licinio, les dijo a sus soldados que entre ellos se hallaba un grupo de ángeles bajados del Cielo, disfrazados de legionarios romanos y que harían posible su victoria.
Esa es una estratagema que se ha utilizado siempre. No hay que olvidar que en las hebillas de los soldados alemanes, durante la I y la II Guerra Mundial, figuraba una frase que decía “Dios está con nosotros”.
Es posible que defendiera tanto al Cristianismo, porque era un hombre muy supersticioso y siempre dijo que el Dios cristiano era el que mejor le había tratado.  
Algunos autores dicen que siempre fue un hombre atormentado por haber ordenado la ejecución de su propio hijo, Crispo, y luego se enteró que todo se debió a una trama dirigida por su primera esposa. Parece ser que los sacerdotes paganos se negaron a perdonarle, mientras que los cristianos lo acogieron y le dieron su absolución, como a cualquier pecador arrepentido de sus actos.
También dicen algunos autores que su madre podría haberle influido, al ser ya cristiana. De esa forma, siempre apoyó al culto cristiano, fundando muchos de sus templos.
Precisamente, ordenó la construcción de la Basílica Constantiniana, donde hoy en día se ubica la catedral de San Pedro, en el Vaticano.
Incluso, como en la colina Vaticana ya existía un cementerio romano y no se podía trasladar, ordenó que su basílica se construyera encima del mismo. Algo que se puede comprobar y visitar hoy en día.
Precisamente, creo recordar que en la famosa película “Ángeles y Demonios”
hay alguna escena, correspondiente a una persecución, donde se ve ese cementerio o una reproducción del mismo.
En la llamada Tierra Santa llegó a fundar también muchos templos. El más importante fue la enorme Basílica del Santo Sepulcro, la cual resistió hasta que uno de esos califas radicales, que invadieron la zona con sus tropas, en 1009, ordenó su completa destrucción. Hoy en día, sólo queda una parte de ella.
Es posible que, por ello, fuera reconocido como santo por las Iglesias ortodoxas y luterana, no así por las otras cristianas. Incluso, es considerado como otro Apóstol, por alguna de las iglesias ortodoxas. A pesar de ello, retuvo durante toda su vida el título de Pontifex Maximus, o sea, que era el jefe de la iglesia romana tradicional.
Sin embargo, su madre, santa Helena, fue reconocida como santa por las iglesias católica, luterana y ortodoxa. Ella es famosa por su búsqueda de la Vera Cruz y el sepulcro de los Reyes magos. Precisamente, es la patrona de la Arqueología.
Otra de sus obras fue intentar mantener unido el Imperio a través de su alianza con la Iglesia y conseguir que ésta permaneciera unida. No obstante, también permitió durante su reinado la edificación de algunos templos paganos.
Así, en el 325, presidió el Concilio de Nicea, donde se condenó, por vez primera,  la herejía arriana, que se estaba expandiendo, sobre todo, por las zonas al norte del Imperio. En ese concilio fue donde se reguló, entre otras cosas, el comienzo de la Semana Santa.

El emperador tenía muy claro que una de sus principales labores consistía en apaciguar los sentimientos religiosos. Allí también se establecieron las relaciones entre la Iglesia y el Estado.
Tras sus enfrentamientos con sus rivales, su reinado se podría calificar como pacífico, salvo por sus luchas contra los godos, que intentaban penetrar en el Imperio, cruzando el río Danubio. Así y todo, se atrajo a otras tribus bárbaras, como los sármatas, para que le ayudaran en la lucha contra los invasores.
A mediados del 337, cuando se hallaba en Nicomedia preparando una campaña contra Persia, para defender a las provincias de Oriente, contrajo una enfermedad fatal que le llevó a la muerte. Poco antes de expirar, pidió que se le bautizara como cristiano.
Tras su muerte, se produjo una gran matanza entre los miembros varones de su familia. Es posible que se realizara ordenada por su hijo y sucesor, Constancio II. El cual fue, a su vez, sucedido por el famoso Juliano el Apóstata, pero esa ya es otra historia.
Aunque este artículo me ha quedado un poco largo, espero no haberos aburrido mucho con él.

viernes, 26 de febrero de 2016

EL DESTINO DE JAN MASARYK



Como debo confesar que tengo bastante afición por la Historia de la Europa central y oriental, hace tiempo escribí, en este mismo blog, un artículo sobre el fundador del antiguo Estado de Checoslovaquia, Tomás Garrigue Masaryk.
Sin embargo, dejé para otra ocasión hacer otro sobre la historia de su hijo, Jan, el cual merece un artículo propio.
Nuestro personaje de hoy, Jan Masaryk, nació en Praga, en 1886, por entonces, dentro del Imperio Austro-Húngaro.
Como ya he dicho, su padre fue el célebre, Tomás Garrigue Masaryk, y su madre la ciudadana USA, Charlotte  Garrigue. De hecho, USA, tuvo mucho que ver en la independencia de Checoslovaquia. Sobre eso ya hablaré más adelante.
Jan, realizó sus estudios en Viena y Praga, terminándolos en 1904. Tres años después, fue a  USA, concretamente, a Chicago, donde trabajó y estudió hasta 1913, año en que volvió a su tierra.
Con la llegada de la I Guerra Mundial, se alistó  y luchó como oficial en el Ejército del Imperio Austro-Húngaro.
Tras el conflicto bélico y la independencia de Checoslovaquia, de la cual, su padre, sería su primer presidente, trabajó como encargado de las importantes relaciones con USA, entre 1919 y 1922.
Como he dicho antes, USA, fue un aliado muy importante para Checoslovaquia. Gracias a él y a los checos y eslovacos que vivían allí, que influyeron en las decisiones americanas, este país centro-europeo pudo alcanzar mucho antes su ansiada independencia.
No olvidemos que uno de los famosos Catorce Puntos de Wilson, para alcanzar la paz en Europa, concretamente, el número 10, contenía un apoyo expreso a los nacionalistas de los países, que formaban el Imperio Austro-Húngaro, con el objetivo de que consiguieran su independencia.
Entre 1922 y 1925, trabajó en Praga, en la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, puesto en el que estuvo hasta que ese mismo año fuera nombrado embajador de su país en el Reino Unido. Otro de sus grandes aliados.
En 1935, como la salud de su padre, el presidente Tomás Garrigue Masaryk, ya no era muy buena, a causa de su avanzada edad, fue reemplazado en ese puesto por Eduard Benes, el hombre que se enfrentó a Hitler.
En la vecina Alemania, la llegada de los nazis al poder, trajo como consecuencia un aumento de la tensión en toda la Europa central.
Hitler puso sus ojos en Checoslovaquia. Argumentando que quería unir a todos los alemanes que vivían fuera de sus fronteras en una Gran Alemania, en 1938, consiguió convencer a las grandes potencias europeas, Francia y el Reino Unido, para que le cediesen la zona de los Sudetes, situada dentro de Checoslovaquia y poblada por muchos ciudadanos de origen alemán.
Eso fue una de las cosas que se firmaron en el famoso Acuerdo de Munich, con la intención, por parte de los representantes de las potencias aliadas, de preservar la paz en Europa.
Tras la toma del resto de Checoslovaquia, por las tropas nazis, el presidente Benes se exilió en el Reino Unido y Jan también permaneció en Londres, aunque renunció a su cargo de embajador.
El antiguo diplomático, aprovechó su estancia londinense para dirigirse muchas veces a su país desde los micrófonos de la BBC.
También pasó a ser el ministro de Relaciones Exteriores del gobierno checoslovaco en el exilio, presidido por Benes.
En la posguerra, volvió a su país, tras haber permanecido casi 20 años fuera de él. Siguió teniendo el mismo puesto, aunque ahora el gobierno del Frente Nacional,  estaba formado por miembros de todos los partidos, incluidos los comunistas.
A pesar de que estos países estaban, según los pactos firmados entre los aliados, dentro del orbe de la URSS, USA intentó atraérselos.
Concretamente, cuando se presentó el famoso Plan Marshall, el gobierno USA, invitó a los países europeos a entrar en él, incluidos todos los “protegidos” por la URSS. Desgraciadamente, España no fue invitada a entrar en ese plan.
Aunque algunos de ellos, como Checoslovaquia, enseguida se mostraron interesados en ese proyecto, recibieron inmediatamente una llamada desde Moscú, para que “se apearan de ese tren”.
Los soviéticos siguieron en Checoslovaquia el mismo modelo de “sovietización” que utilizaron en otros sitios. Esto es, primero crearon un partido que no se llamara estrictamente comunista, para que no “saltara la liebre”.
Luego, se ofrecieron a participar en el Gobierno a cambio de ciertos ministerios muy estratégicos, como los de Defensa, Interior, Hacienda o Educación. En la actualidad, ¿no os suena todo esto de algo?
Tras bloquear la marcha del país, el resto de los ministros dimitieron, para intentar forzar nuevas elecciones y provocar la salida de los comunistas del poder.
En cambio, en 1948, los mismos comunistas dieron un golpe de Estado, apropiándose de todo el Gobierno de un plumazo.
Esto lo consiguió, tras un vacío de poder y la movilización de grupos de agitadores, por todo el territorio nacional, más las múltiples huelgas.
No se sabe por qué, Jan, se quedó allí, cuando muchos de sus compañeros habían retomado ya el camino del exilio, con la llegada de los comunistas. Tal vez fuera debido al mal estado de salud de su padre, el cual murió apenas dos semanas después del golpe.
El caso es que Jan, a petición del presidente de la república, Benes, se quedó en su puesto. Algo que no gustó nada al nuevo presidente del Gobierno, el comunista, Klement Gottwald.
Evidentemente, a los comunistas les podría hacer sombra la figura de Jan, que se había hecho muy popular, durante la II GM, entre sus paisanos, gracias a sus charlas en la BBC.
Jan era una persona muy liberal y muy demócrata, que había conocido ampliamente la forma de vivir en Occidente, gracias a su madre y a sus muchos años de residencia en USA y en el Reino Unido y aspiraba a que en su país se disfrutara de la misma libertad.
Con lo cual, era muy posible que pudiera encabezar un movimiento de oposición al nuevo gobierno comunista de su país. Algo que, evidentemente, no era del agrado de Moscú.
No hay que olvidar que, en la despedida de las tropas aliadas que liberaron a su país del nazismo, les dijo lo siguiente: “Somos un pequeño país con una gran tradición de libertad. Dios bendiga a América y a vosotros, sus hijos, que habéis luchado tan bien para salvar al mundo”.
Jan, tuvo una visión clara sobre la nueva situación, tras acompañar a Gottwald, en una visita a Moscú. Allí, pudo ser testigo de las órdenes que le dio Stalin al presidente de su Gobierno. Algo que le disgustó profundamente, como apuntó en su agenda.
Parece ser que la idea de Jan fue no enfrentarse directamente a Moscú, sino intentar convencerle de que sería interesante preservar la independencia de su país, como una especie de puente diplomático, ya que tenía excelentes relaciones con los aliados. Sin embargo, fracasó en su intento.
Según la gente que lo conoció, en sus últimos días, apareció ante ellos como muy presionado y con ciertos síntomas depresivos.
Algunos dicen que, posiblemente, estaría preparando su huida,
con vistas a formar un gobierno democrático en el exilio, como ya ocurrió durante la guerra.
Lo cierto es que el 10 de marzo de 1948, encontraron su cadáver, aun vestido con su pijama, en los jardines de su Ministerio, donde vivía. Concretamente, bajo la ventana del baño.
Las investigaciones, ya dentro de un régimen abiertamente comunista, dieron como resultado muerte por suicidio. Incluso, algunos de sus familiares, quizás movidos por el miedo al Gobierno, reconocieron que podía haber sido esa la causa de su muerte.
Un chiste que circuló esos días por Praga, decía que el ministro era un hombre tan meticuloso, que, antes de saltar por la ventana, la cerró por dentro.
En 1968, se realizó otra segunda investigación. Esta vez, las autoridades, abrieron un poco la mano y afirmaron que podría haber sido un accidente o, incluso, un asesinato.
Sin embargo, ya en 2004, la Policía checa demostró que había sido arrojado por la ventana y que fue un asesinato en toda regla. Sin poder indicar quiénes fueron los culpables.
En 2006, un periodista ruso, contó que su madre, que había trabajado como espía para la antigua URSS, le había comentado que en el asesinato intervino otro agente soviético, llamado Byelkin.
No hay que olvidar que la familia de Masaryk era muy amante de la cultura y de la libertad. Su padre, Tomás, fue catedrático de Filosofía y su hermana, Alice, una importante socióloga, cuando esta ciencia aún estaba en pañales.
Incluso, el mismo Jan, aparte de hablar varios idiomas, tocaba bastante bien el piano e, incluso, grabó algunos discos solo o acompañando a algunos cantantes.
En resumen, fue un hombre muy importante para su país y una gran pérdida para una Europa recién salida de una guerra mundial y que sólo aspiraba a vivir en paz y en libertad.

sábado, 20 de febrero de 2016

EL MISTERIO DE CHRISTOPHER MARLOWE



Hoy voy a hablar de un autor y espía inglés del que no conocemos gran cosa. Es muy posible que esto fuera motivado, en ese momento,  por la voluntad del Gobierno inglés, ya que él estaba metido en muchos asuntos, que, por lo visto, no interesaba que se conocieran.
Christopher Marlowe nació en Canterbury en febrero de 1564. Dos meses antes que Shakespeare. Era uno de los hijos de un modesto zapatero, así que tuvo muchos problemas para obtener una buena formación académica.
No obstante, gracias a una beca para llegar a ser  clérigo, acabó en 1584 el bachillerato en Artes, lo que ahora se llama grado universitario,  y, en 1587, logró un título de posgrado,
ambos en la prestigiosa Universidad de Cambridge.
El centro donde estudió, el Corpus Christi College, hoy en día, se enorgullece de haberlo tenido como alumno. De hecho, su nombre figura en una placa, situada en un lugar preferente, dedicada a los mejores estudiantes que han pasado por ese centro.
Es posible que, al comienzo de su etapa de estudiante en Cambridge, fuera fichado por el servicio de espionaje, que había organizado el político Francis Walsingham. Un verdadero maestro en esas actividades y, además, un antiguo alumno de esa famosa Universidad.
Es muy curioso que, al final de su carrera,  el claustro de profesores, se negara a otorgarle el título a Marlowe.
Para ello, aducía que había faltado a muchas clases y, además, sospechaban que sus continuos viajes a Reims tenían como objetivo convertirle en sacerdote católico. Algo muy grave en la Inglaterra de la reina Isabel I.
Contra todo pronóstico, el claustro, cambió radicalmente de opinión, tras recibir una carta del Consejo privado de la reina, donde se afirmaba que Marlowe no había podido asistir a clase a causa de unos importantes servicios que estaba realizando para la Corona. En la misma misiva, ordenaban al claustro que le dieran el título a Marlowe.
Lógicamente, eso fue lo que hicieron, porque, por aquel entonces, abundaban en Inglaterra las ejecuciones  por motivos muchos más insignificantes que éste.
Tras licenciarse en Cambridge, se cree que siguió trabajando para los servicios de Inteligencia de Inglaterra.
No obstante, parece ser que, al poco tiempo, empezó a escribir obras de teatro, estrenando la mayoría de ellas en la compañía patrocinada por el conde de Nottingham.
En esa época también se reunió con un grupo de intelectuales, formando un movimiento llamado la “Escuela de la noche”. Algo parecido a una logia masónica.
Es posible que allí conociera a gente muy importante en su vida, como el corsario Walter Raleigh, muy próximo a la reina, de hecho, fundó una colonia en los USA, llamada Virginia,  en honor a ella. A estos dos hombres les unió siempre una gran amistad. Del mismo modo, le sirvió para conocer a algunos nobles, como el conde de Northumberland, algo muy importante en esa época.

También es posible que allí conociera a William Shakespeare, sobre esa relación hablaré en otro artículo.
Parece ser que en ese grupo manifestaban un gran interés por los escritos de Giordano Bruno, que llegó a ser quemado por hereje. Incluso, muchos de ellos, en la intimidad, se consideraban ateos.
Evidentemente, eso era algo que no podía difundirse públicamente. Aun así, la mayoría de los miembros de esta sociedad, poco a poco, fueron arrestados bajo los cargos de incesto, pederastia y sodomía. Estas acusaciones, en esa época,  eran muy comunes para quitarse de enmedio a los católicos.
Aquella época fue muy dura para los católicos de Inglaterra. Una vez muerta la hermanastra de Isabel, la reina María, que había estado casada con su sobrino, Felipe II de España, los protestantes se hicieron con el poder y el catolicismo fue declarado ilegal en todo el país.
Entre su hermana, la católica María de Inglaterra (llamada Bloody Mary), que se dedicó a ejecutar a los protestantes, y la protestante Isabel, que se dedicó a hacer justo lo contrario, aunque parezca mentira, ejecutaron a mucha más gente que la Inquisición española en toda su historia. Evidentemente, eso en el actual Reino Unido, se lo tienen muy callado.
No hay que olvidar que Enrique VIII sólo aspiraba a controlar políticamente  la Iglesia de Inglaterra. Sin embargo, con la llegada al trono de su hija, Isabel I, todo cambió. Se acentuó el carácter protestante de la Iglesia de Inglaterra y su control político, por parte de la Corona. Así que todos los católicos del reino se tuvieron que esconder o exiliarse. La mayoría de ellos, lo hizo en Francia y, más concretamente, a Reims.
Volviendo a nuestro personaje. Al año de salir con su título de Cambridge, ya estrenó un drama en dos actos, llamado “Tamerlán el grande”.
En sólo 6 años, escribió nada menos que 6 obras de teatro, un poema narrativo largo y varias traducciones del latín.
Otro de sus éxitos teatrales fue su adaptación al escenario del mito de Fausto. La primera vez que un autor ha llevado ese mito al teatro.
Por otra parte, parece ser que tenía un temperamento un tanto belicoso.
En 1589 pasó durante un tiempo breve por la cárcel, pues fue acusado de haber participado en una riña callejera, en la cual un hombre fue asesinado. Seguramente, fue acusado de este delito por estar en compañía de su amigo, Thomas Watson, que tuvo que permanecer más tiempo en la cárcel por ese mismo motivo.
Siguiendo la misma línea, tres años después, tuvo que comparecer ante un juez, acusado de haber atacado a varios policías. Sin embargo, fue puesto en libertad inmediatamente.
En 1593, fue acusado de unos delitos muchos más importantes en esa época, como eran el de ateísmo, acuñación de moneda falsa y homosexualidad.
Seguramente, fue acusado de esos delitos por su compañero de piso y también poeta, Thomas Kyd, al cual sometieron a un duro interrogatorio bajo tortura.
Es posible que, por ese motivo, su jefe, Francis Walshingham, durante un corto período de tiempo, lo hubiera escondido en una de sus fincas, alejadas de Londres.
Es posible que su jefe dedicara su vida a luchar contra el catolicismo, para no tener que repetirse en el suelo inglés las espantosas guerras de religión, como las habidas en Francia.
No hay que olvidar que éste fue testigo de la famosa matanza del día de San Bartolomé, cuando fue embajador de Inglaterra en Francia.
Por otra parte, la reina Isabel, le debía todo a su servicio secreto, pues en aquella época, tenía muchos enemigos, como los católicos, la reina María de Escocia o el rey Felipe II de España y todos pretendían de un modo u otro expulsarla del trono.
Es posible que las faltas a clase de Marlowe estuvieran motivadas por sus frecuentes visitas a Francia a fin de espiar a los exiliados católicos ingleses.
Entre ellos, se hallaba Anthony Babington, el cual había participado en un complot para matar a la reina Isabel y poner en su lugar a la reina María de Escocia, que se hallaba entonces en Inglaterra. Todo ello, con el apoyo de Felipe II.
Hay que aclarar que la reina María de Escocia fue víctima de un complot en su país y la obligaron a abdicar a favor de su hijo, Jaime VI, que luego también llegaría a ser rey de Inglaterra.
Tras la abdicación, huyó al vecino reino de Inglaterra, para ponerse bajo la protección de su prima Isabel. Ésta la vio como una peligrosa rival al trono y ordenó su arresto.
Parece ser que Babington conoció a María por tener el título de escudero del conde de Shrewsbury, a quien se le había encargado tener encarcelada a la reina escocesa.
Tras nada menos que 18 años de encierro, Babington, le envió a ella una serie de cartas, donde la animaba a resistir, pues pronto estaría en el trono de Inglaterra y le dio ciertos detalles sobre la conspiración.
Parece ser que el ideólogo de esa conspiración fue el jesuita inglés, John Ballard, que montó ese complot junto a otros como el poeta Chidiock Tichborne. No obstante,
el servicio secreto inglés, logró infiltrar a alguno de sus agentes dentro de ese movimiento.
Así, poco después, la mayoría de los cabecillas del complot, fueron detenidos, juzgados y ejecutados de la forma más cruenta posible.
Dado que el mismo servicio había logrado interceptar las cartas de los implicados, las dejaron seguir hasta sus destinatarios, después de haberlas leído, claro.
Incluso, en una de ellas, los agentes, falsificando la letra de María, escribieron una postdata, donde se indicaba que la reina le pedía al remitente de la misma, los nombres del resto de los conspiradores, para ver si eran de fiar.
De ese modo, fueron capturando a algunos de los implicados, los cuales, bajo los efectos de la tortura, dieron los nombres de los demás.
Además, tras este intento, la reina Isabel, encontró una excusa para quitarse del medio a su molesta prima María.
Así que la mandó ante los tribunales, bajo la acusación de haber aprobado un plan contra la Corona de Inglaterra. Como se esperaba, fue declarada culpable y ejecutada en febrero de 1587, a los 45 años,  en el castillo de Fotheringhay.  
Hoy en día, sus restos están sepultados bajo un magnífico monumento funerario, situado dentro de la abadía de Westminster y a muy pocos metros del sepulcro de su prima, Isabel I.
Volviendo a nuestro personaje de hoy, a pesar de estar protegido por un importante secretario de la reina, si lograban capturarle, es posible que, mediante la tortura,  se llegaran a conocer una serie de secretos que el Gobierno inglés no estaba interesado en que salieran a la luz.
Parece ser que el motivo del apresamiento del joven Thomas Kyd fue que
en la primavera de 1593, alguien colgó una serie de carteles por todo Londres, llamando a la rebelión contra la reina.
Las investigaciones condujeron hasta Kyd, encontrando en su vivienda una serie de documentos, donde se negaba la divinidad de Jesucristo. Esto comportaba un delito de blasfemia. Precisamente, por algo parecido, el año anterior, se había enviado a la hoguera a otro condiscípulo de ellos en sus años en Cambridge.
Siendo interrogado bajo tortura, confesó que pertenecían a Marlowe. Esto puso en un serio compromiso al Gobierno, pues nuestro personaje era un servidor del Estado.
Unos días después, Marlowe, fue requerido para declarar ante un tribunal y acudió a esa cita. No se le encerró, pero salió bajo fianza y con el compromiso de estar disponible
en cuanto se le llamara de nuevo.
Doce días más tarde, el 30/05/1593, cuatro hombres se reunieron para pasar el día bebiendo y hablando en la posada de la viuda Eleanor Bull, en Deptford, a unos 5 kilómetros al SE de Londres.
El grupo estaba formado por Ingram Frizer, un hombre dedicado a sus numerosas intrigas; Nicholas Skeres, socio de Frizer; Robert Poley, de quien se sospechaba que fuera agente doble y Marlowe.
Según los otros dos, tras haber cenado, Marlowe y Frizer, tuvieron una violenta pelea acerca del pago de la cuenta.
Marlowe le quitó la daga a Frizer y con ella le hizo varios cortes en la cabeza. Luego, Frizer, consiguió arrebatársela y darle una puñalada en el ojo derecho, la cual llegó al cerebro, causándole la muerte de manera instantánea.
La patrona llamó a los guardias y, a la mañana siguiente, acudió el juez. Éste prendió a Frizer, pero al mes siguiente lo puso en libertad, declarando que había sido en defensa propia.
En cuanto a Marlowe, fue enterrado dos días después en esa misma localidad. Algo realmente extraño en un país donde se tarda mucho más en enterrar a los fallecidos.
En 1925 se halló en un archivo el informe del juez sobre este asunto y ante él, los investigadores del siglo XX, se hicieron muchas preguntas.
Algunos de ellos se preguntaron por qué no se había investigado más este asunto. Es posible que fuera, porque el Gobierno hubiera enviado a estos tipos para eliminar a Marlowe. No hay que olvidar que Poley solía ser el encargado de realizar los trabajos sucios para su jefe.
También es posible que hubiera sido, porque Poley era un agente doble y Marlowe lo sabía. Así que ante un fuerte interrogatorio, igual hubiera dicho su nombre y el de otros católicos implicados secretamente en complots contra la reina. Gentes con mucho poder, que ocupaban las más altas jerarquías del Estado.
Curiosamente, el final de la vida literaria de Marlowe coincide con el comienzo de la de Shakespeare. Eso lo trataré en otro de mis artículos.
Espero no haber resultado pesado y me gustaría que me dijerais si os ha gustado este artículo.