Este segundo
personaje tiene cierta relación con el anterior, pero tuvo menos suerte. En este
caso nos referimos a Manuel Carrasco i Formiguera.
Nació en Barcelona,
en 1890 y desde muy joven se dedicó a la política, militando en las juventudes
de la Lliga Regionalista, llegando a ser elegido en 1920, concejal por este
partido en el Ayuntamiento de Barcelona.
En 1922
participó en la fundación de la Acció Catalana y en la de un diario
catalanista, donde se publicaron unas caricaturas del dictador Primo de Rivera,
lo cual provocó que fuera encarcelado.
En 1930 fue
uno de los firmantes del famoso Pacto de San Sebastián, representando a su
partido y a Cataluña
En 1931 fue
nombrado consejero de Sanidad en el primer gobierno de la Generalitat, presidido
por Maciá y, meses después, elegido diputado para las Cortes Constituyentes.
En el debate
sobre la Constitución defendió el Estatuto de Nuria, para la autonomía de
Cataluña. También intentó que los católicos se reconciliaran con la República y
que en el texto no se dijera “El Estado no tiene religión oficial”. A la vez,
intentó que los republicanos fueran menos intransigentes con los católicos.
A causa de
ciertas discusiones, fue expulsado de Acció Catalana e ingresó en 1932 en UDC,
llegando, al año siguiente, a formar parte de su comité de gobierno.
Una vez
iniciada la Guerra Civil, se mantuvo fiel a sus ideales republicanos, pero sin
dejar de lado sus creencias religiosas. Con ello, consiguió salvar las vidas de
muchos perseguidos por el régimen. Esto hizo que fuera señalado como enemigo
por ciertos sectores anarquistas.
Para salvar su
vida, le enviaron al País Vasco, para colaborar con su Gobierno. Estuvo allí hasta
1937, fecha en que cayó Guipúzcoa, volviendo a Barcelona.
En su ciudad
fue de nuevo perseguido, por lo que tomó la decisión de volver a Vizcaya, que
aún seguía en manos republicanas, como representante de la Generalitat catalana.
La última
parte de su viaje fue una travesía por mar desde Bayona (Francia) hasta Bilbao.
Tuvo mala suerte, pues el mercante donde viajaba fue interceptado por un barco
de la Armada nacional y fue detenido.
Llevado al
penal de Burgos, fue juzgado en agosto del 37, acusado de “adhesión a la
rebelión” y condenado a muerte.
Tras conocer este
hecho, multitud de autoridades religiosas, encabezadas por el Papa, hicieron
múltiples gestiones para conmutar esta sentencia. También se unieron a estas
gestiones los gobiernos de varios países.
Algunos
autores dicen que Franco no hizo caso al Papa por haber condenado anteriormente
los bombardeos franquistas sobre Barcelona.
No obstante,
la ejecución se demoró ocho meses, teniendo lugar en abril de 1938.
En septiembre
de 2005, el Congreso de los Diputados, a propuesta de CIU, acordó anular el
consejo de guerra a que fue sometido nuestro personaje.