miércoles, 18 de junio de 2025

EL ACCIDENTE DEL CABO MACHICHACO EN SANTANDER

 

El 3 de noviembre de 1893 es una fecha que está en la mente de muchos santanderinos, porque se produjo un lamentable suceso, que alteró la vida normal de esa ciudad.

Ese día llegó a su puerto un barco llamado Cabo Machichaco. Se trataba de un vapor mercante, construido sólo 11 años antes en un astillero británico y propiedad de la famosa naviera Ybarra.

Procedía del puerto de Bilbao. Tenía que realizar una escala en Santander para dejar parte de su carga y luego seguir hasta Sevilla.

Aparentemente, llevaba sacos de harinas, bobinas de hierro, vigas de acero y maquinaria de diverso tipo.

Sin embargo, debajo de esos sacos, estaba la carga más importante: 1.712 cajas de dinamita y 12.000 kg. de ácido sulfúrico. El capitán sólo había declarado las 25 cajas de dinamita, que debían descargar en Santander.

Muy probablemente, la dinamita procedía de la fábrica que la Sociedad Española de la Dinamita tenía en Bilbao y es posible que ese ácido tuviera la misma procedencia.

Hay que decir que, en aquellos momentos, España estaba luchando contra una epidemia de cólera. Así que, como en Bilbao había varios casos de cólera, le obligaron a retrasar su entrada en el puerto y supongo que eso no le gustó nada ni a la naviera, ni a su capitán, el vizcaíno Facundo Léniz y Muga.

Aunque supongo que esos explosivos serían para los británicos, que entonces explotaban las famosas minas de Riotinto, en Huelva. Creo que tenían tanta prisa, porque era el primer cargamento de explosivos que se despachaba, después de la cuarentena y supongo que tendría un precio muy alto, porque llevaban muchos días sin explosivos para utilizarlos en las minas.

Quizás esa fue una de las razones por las que se le despachó pronto y le dejaron arribar al muelle más cercano a las dársenas para que pudiera descargar con mayor rapidez la carga, que tenía que dejar en esa ciudad.

Según se cree, alrededor de las 13.30, debió romperse uno de los envases que contenía el ácido sulfúrico y su contenido se fue dispersando por el suelo de madera de una de las bodegas. Lo que provocó que empezara a verse, por todas partes, un humo blanco, que era cada vez más espeso, procedente de una de las bodegas de proa. El ácido sulfúrico produce mucho calor al mezclarse con el agua.

Inmediatamente, la tripulación del barco se puso manos a la obra para apagar el fuego. También llamaron a los bomberos, pero entonces no podían venir tan rápidamente como ahora.

Así que fueron a ayudarles los marineros de otros barcos atracados en el puerto. Uno de los que fue a ofrecerles ayuda fue el santanderino Francisco Jaureguizar y Cagigal, capitán del vapor Alfonso XIII de la naviera Compañía Trasatlántica Española, que acababa de llegar procedente de Cuba.

Parece ser que era muy amigo del capitán Léniz y le preguntó si llevaba dinamita a bordo. Éste le respondió que ya había sido descargada. Lo cual era falso y el otro no se lo creyó, pero le ayudó.

También fueron muchos a curiosear, ya que eso era algo que no se veía todos los días. Incluso, acudieron algunas autoridades civiles y militares, como el alcalde, el gobernador civil o el jefe del regimiento de guarnición en esa plaza.

Eso ahora lo veríamos como algo inaudito, porque las autoridades sólo suelen ir cuando ya está apagado el fuego y, exclusivamente, para hacerse la foto. Así que no sé si fueron para poner un poco de orden o para impedir que se supiera la carga que llevaba ese barco, porque es muy posible que ellos sí lo supieran.

Varias horas más tarde, a pesar de los esfuerzos de los marineros, el fuego se propagó por todo el barco. Las llamas se podían ver desde muy lejos.

Posiblemente, se confiaron, porque, en aquella época, se creía que la dinamita sólo podía explotar con un detonador.

Sin embargo, a las 14.20, se produjo una gran explosión, que pilló desprevenidos a todos los que colaboraban en la extinción del incendio y a los cientos de curiosos, que se hallaban en el muelle, observándolo todo.

La explosión también provocó que las vigas, los clavos y raíles de hierro de 300 kg., que había en el interior del barco, salieran disparados e impactaran contra algunas casas cercanas al barrio portuario. Eso provocó la destrucción de varias manzanas de viviendas y varios incendios.

Todo ello, agravado con que la mayoría de los bomberos habían muerto con la explosión. Por eso mismo, los incendios tardaron una semana en lograr ser extinguidos y gracias a que acudieron bomberos de otros pueblos y provincias vecinas.

Todo el que hallaba en Santander pudo ver una enorme columna de humo negro, que apareció en el puerto, después de haber estallado el barco.

Oficialmente, se informó de que habían muerto 590 personas, aunque la gente siempre dijo que fueron más. Entre ellos, todas las autoridades, que habían ido a contemplar el incendio, los marineros, soldados, curiosos y hasta los dos capitanes mencionados anteriormente. Algo muy duro para una ciudad que entonces tenía unos 50.000 habitantes.

A partir de entonces, la máxima autoridad fue el presidente de la Diputación, Francisco Sáinz Trápaga, que no resultó afectado gracias a que no había ido al puerto.

También se incendiaron cientos de casas cercanas al puerto. Todo eso ocurrió, porque no se respetaron las medidas de seguridad dictadas por las autoridades de ese puerto, que obligaban a descargar las mercancías peligrosas en otras zonas más alejadas de la ciudad.

Por otro lado, hubo miles de heridos y los sanitarios no daban abasto para atender a tanta gente. Así que muchos se ofrecieron para ayudar.

Hay quien dice que la causa del incendio fue debido a que el capitán Jaureguizar y el comandante militar del puerto, el mallorquín Pedro Domenge y Roselló, convencieron al capitán Léniz para que hundiera el barco. Como tenían mucha prisa para abrirle vías de agua, unos obreros intentaron hacer saltar los remaches a base de martillazos. Esos martillazos producirían alguna chispa, que, muy probablemente, dio lugar a esa explosión.

Parece ser que un agente de aduanas, llamado Nicolás Benítez, que también era químico, fue corriendo para advertirles de que no hicieran eso, pero llegó demasiado tarde.

Ese día había varios barcos atracados en ese puerto. Con lo cual, también sufrieron daños, producidos por las vigas, que salieron disparadas del barco incendiado. Por lo visto, aparecieron restos del barco nada menos que a 600 m del lugar de la explosión.

Incluso, algunos trozos del barco impactaron contra un tren, que, en aquel momento, estaba saliendo de la estación, provocando varios heridos entre el personal ferroviario y los viajeros.

No hará falta que diga que nunca se persiguió a los culpables, porque es lo que siempre ha ocurrido en un país como España, donde siempre ha reinado la corrupción por todas partes.

Sin embargo, el escritor Echegaray, escribió en su obra “Naufragios”: “Lo que ocurría sencillamente es que desde aquel mismo instante había quedado patente la infracción de los reglamentos portuarios, cometida por parte del buque, de su consignatario, de la aduana y de las autoridades en general. Todos, absolutamente todos, eran culpables por imprudencia o negligencia (en mayor o menor grado) y además no tenían noción exacta de lo que estaban arriesgando en aquellos momentos”.

Sólo 4 meses después de esta gran tragedia, se dispuso que se vaciara la carga, que había quedado dentro de la bodega de ese barco, cuyos restos seguían en ese puerto. Para hacerlo, iban a utilizar grúas y buzos. Parece ser que la orden procedió del ministro de Hacienda, Germán Gamazo.

A primeros de marzo de 1894, un grupo de obreros se puso a trabajar para desguazar el barco. Parece ser que todavía había 463 cajas de dinamita, que estaba en buen estado, en la parte de popa. Así que es posible que saltara alguna chispa y eso produjo una nueva explosión. No tan grande como la anterior. Pero lo cierto es que provocó la muerte de 15 de los 18 trabajadores, que operaban en el barco.

Por lo visto, esto provocó mucho descontento popular. Surgieron manifestaciones y duros enfrentamientos con la Guardia Civil.

Afortunadamente, a finales del mes de marzo, llegó el cañonero Cóndor de la Armada española, el cual consiguió volar todo lo que quedaba de ese barco. Previamente, como medida de precaución, evacuaron a toda la población de la ciudad a una colina cercana, desde donde pudieron contemplar la explosión que destruyó por completo ese barco.

Por lo visto, el barco iba sobrecargado, porque el que tenía que haber zarpado la semana anterior se averió y este vapor tuvo que llevar su propia carga y la ajena.

Desgraciadamente, no fue ésta la única tragedia sufrida por la ciudad de Santander. La noche del 15/02/1941 tuvo lugar un gran incendio con unas consecuencias muy graves.

No se conoce bien el motivo, aunque se cree que pudiera haber sido debido a una chispa procedente de una chimenea, que prendió en alguna parte y eso, con el añadido de un fuerte viento del sur, que soplaba en aquella zona, hizo que se propagara muy rápidamente.

El incendio afectó nada menos que a 14 Ha, correspondientes a la zona más céntrica y antigua de la ciudad.

Cientos de edificios y miles de viviendas fueron afectados y unas 10.000 personas se quedaron sin casa. Por no hablar de la pérdida de cientos de comercios, hoteles, bares, etc. El fuego llegó hasta la misma catedral.

Afortunadamente, no hubo víctimas mortales, aunque sí muchos heridos. Salvo un bombero madrileño, perteneciente a un grupo, que se había trasladado desde la capital para ayudar en la extinción del incendio y que murió, cuando realizaba su trabajo.

Una de las consecuencias directas de este suceso fue el traslado de esos vecinos a otros nuevos barrios, construidos en el extrarradio. Mientras que, en la zona arrasada por el fuego, se construyeron edificios de oficinas y viviendas para la gente más acomodada.

 

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domingo, 15 de junio de 2025

IRENE POLO, TODA UNA DESCONOCIDA

 

Empiezo por mencionar que algunos me han dicho que sólo hago artículos sobre gente muy rara. La verdad es que suelo escribir sobre gente poco conocida, porque, para escribir sobre los famosos, ya están los que se ganan la vida con esto, que no es mi caso.

Como anécdota, puedo decir que, hace unos días, estuve visitando la Feria del Libro de Madrid y se me ocurrió preguntar en varias casetas, si tenían algún libro sobre este personaje. Curiosamente, todos me respondieron que no sabían quién era.

Nuestro personaje de hoy se llamaba Irene Polo Roig. Nació en 1909 en Barcelona, aunque también hay quien dice que nació un año antes.

Su padre era un guardia civil, llamado Antonio Polo Giró y su madre era Francisca Roig Arnau, ambos leridanos. Algunos autores dicen que su padre era sargento de la Guardia Civil.

Irene tuvo dos hermanas, llamadas María y Rosario, a las que les llevaba 3 y 5 años y con las que siempre estuvo muy unida. Parece ser que María siempre vivió con la familia, porque se hallaba enferma.

Hay quien dice que la economía familiar no era muy boyante, porque su padre era demasiado amigo de ir de copas y también muy mujeriego. Aparte de que no se llevaba muy bien con su esposa.

Parece ser que su padre murió en 1927, aunque desconozco la causa de su muerte. Así que Irene tuvo que ayudar a su madre para sacar adelante a su familia.

Por entonces, vivían en el barcelonés barrio de Poble Sec. Un barrio que entonces estaba a medio construir y donde vivían unas familias muy modestas.

Es posible que a muchos les suene el nombre de este barrio, porque fue donde nació el genial cantante Joan Manuel Serrat.

Parece ser que Irene tuvo una educación muy básica. Sin embargo, se le debían de dar bien los idiomas, porque aprendió francés e inglés. Algo que le sería muy útil en el futuro.

Por lo visto, era una mujer muy decidida. Supongo que pensaría que no perdería mucho si fracasaba, porque ya se hallaba bastante abajo socialmente.

Así que ese rasgo de su personalidad la hizo triunfar. Parece ser que comenzó trabajando como publicista para la productora cinematográfica francesa Gaumont. Es posible que así se fuera dando a conocer entre las revistas, que publicaban críticas de los estrenos de cine y de esa manera empezó su carrera periodística en El día gráfico. Estas publicaciones sobre cine se editaban en Barcelona, pero luego se vendían en el resto de España.

Por lo visto, una de sus muchas tareas fue la de traducir artículos sobre cine, publicados en revistas extranjeras, para reproducirlos en la suya.

A partir de entonces, probó suerte en varios periódicos y revistas barcelonesas. Entre ellas, Imatges, Mirador, La Rambla, L’Opinió, L’Instant, Meridiá, la Humanitat, Última Hora, Las Noticias, etc.

Nunca fue una periodista corriente, sino alguien que inyectó aire fresco al periodismo. Casi nunca estaba en la redacción. Era más partidaria de recorrer las calles buscando alguna exclusiva y eso hizo que fuera muy admirada entre sus colegas. Por ejemplo, se cuenta que, durante una huelga de mineros, bajó hasta el fondo de la mina para entrevistarlos.

A partir de 1930, la encontramos trabajando, a la vez en el diario Las Noticias y en la revista Imatges, dedicada al mundo del cine y a los reportajes de actualidad. Este último dejó de publicarse a finales de ese año.

Curiosamente, Antoni López i Llausás fue el propietario de la Librería Catalonia y también de la revista Imatges. Tras la guerra civil, se exilió en Argentina, fundando la Editorial Sudamericana, la cual fue la que publicó la primera edición de “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez.

Precisamente, una de las entrevistas que realizó Irene para Las Noticias fue a la niña Teresita Guitart, la cual apareció en mi anterior artículo sobre Enriqueta Martí, la vampira del Rabal.

Ciertamente, Irene encontró en las entrevistas a personas corrientes un filón que no había sido explotado hasta entonces. Eso atrajo a muchos lectores, porque eran gentes de las que nunca se había hablado.

La llegada de la II República dejó a mucha gente en el paro y supongo que esa fijación suya por entrevistar a la gente, que estaba en las colas de los comedores de caridad, no le haría mucha gracia a los gobernantes republicanos.

También parece ser que su caída en desgracia vino motivada por un hecho muy concreto. Por lo visto, el propietario del periódico Las Noticias reunió a la plantilla para informarles de que la situación económica no era muy buena y eso traería como consecuencia de que les iban a rebajar a todos el sueldo. Por lo visto, Irene se manifestó, públicamente, en contra, y eso dio lugar a que la echaran del periódico.

No sé si también influiría en estas pérdidas la fracasada aventura del propietario, Rafael Roldós, reputado publicista, que había fusionado su empresa con la otra gran agencia barcelonesa de publicidad, Los Tiroleses. De ahí surgió la agencia de publicidad Roldós-Los Tiroleses, que sólo estuvo en vigor entre 1929 y 1931.

Se ve que andaría un poco escasa de ofertas de trabajo. Así que tuvo que aceptar una del diario L’Humanitat, un periódico dirigido por el propio Lluis Companys y al que muchos calificaban como el diario oficial de ERC. Una ideología, que no tenía nada que ver con la de Polo, que siempre se manifestó como de centro-izquierda, pero no nacionalista y muchos menos independentista.

En 1932 empezó a trabajar para la revista L’Opinió, de la que llegó a ser redactora jefa. Algo inaudito para una persona tan joven como ella.

Este diario también era partidario del nacionalismo  catalán y fue cerrado en 1934, después de la sublevación de la Generalitat, al frente de la cual se hallaba el propio Companys.

Parece ser que en este periódico empezó a escribir reportajes de contenido político. Algo que ya había hecho, unos años antes, en Imatges, bajo la dirección de Josep María Planes.

Por lo visto, tanto ella como Planes fueron muy críticos con los actos violentos realizados tanto por las fuerzas de ultraderecha como las de ultraizquierda y, más concretamente, con la CNT-FAI. Así que, como se suele decir, es muy probable que estos “les tomaran la matrícula”, como contaré más adelante.

Posteriormente, fichó por L’Instant, un diario vespertino, donde la destinaron al área de información local.

La última redacción en la que trabajó fue en diario liberal Última Hora. Allí también ocupó el puesto de redactora jefa y supongo que sería donde entrevistó a la famosa actriz catalana Margarita Xirgu.

Margarita y su compañía teatral iban a iniciar una gira por Hispanoamérica. Como ella era muy amiga de Federico García Lorca quiso que se uniera a ellos. Como no aceptó, quiso fichar a Rafael Rodriguez Rapún, como secretario, que se hallaba muy unido al poeta, y que también había trabajado en ese puesto en la compañía teatral de La Barraca, pero éste tampoco pudo ir.

Parece ser que, cuando Irene entrevistó a Xirgu, le impactó, muy positivamente, la personalidad de esta gran actriz. Supongo que ésta se daría cuenta y le propuso incorporarse a la compañía en calidad de representante y publicista y ella aceptó.

Como Irene Polo era lesbiana, hay quien dice que aceptó, porque se había enamorado de Margarita Xirgu, pero no hay nada claro sobre eso.

Parece ser que la noticia de que Irene Polo iba a irse a la gira de la compañía de Margarita Xirgu fue algo que corrió como la pólvora entre las redacciones barcelonesas. Así que, antes de su partida, le ofrecieron una cena-homenaje con un centenar de asistentes.

A finales de enero de 1936 toda la compañía teatral de Margarit Xirgu embarcó rumbo a Cuba para una gira que habría de durar 2 años.

Ni siquiera pudieron votar en las elecciones, que dieron la victoria al Frente Popular, las cuales se celebraron en febrero de ese mismo año.

Supongo que Federico no aceptaría la propuesta, porque, visto cómo estaba el ambiente, querría estar con su familia en Granada y celebrar allí su santo. Casualmente, San Federico se celebra el 18 de julio.

Volviendo a Irene, la gira duró casi 3 años, durante los cuales recorrieron varios países de Hispanoamérica, en los que ella iba firmando los contratos y preparando la llegada del resto de la compañía.

A partir de mediados de 1937, a la vista de que no podrían regresar a causa de la guerra civil, Irene fijó su residencia en Buenos Aires, aunque solía desplazarse a los nuevos lugares en los que actuaba la compañía.

En la capital argentina coincidió con el periodista y amigo Francisco Madrid, que también tuvo que salir huyendo de España, porque estuvo a punto de ser fusilado por los milicianos de la CNT. De hecho, lo tuvo que esconder el propio Companys, ya que había sido su secretario en el gobierno catalán.

Según algunos testimonios, Irene se aclimató con mucha rapidez a la vida intelectual bonaerense. Sin embargo, como siempre estuvo muy unida a su familia, hizo múltiples gestiones para reclamarlas.

En mayo de 1939 consigue que embarquen y lleguen a Argentina. Venían su madre y sus dos hermanas.  Sin embargo, Rosario, la hermana pequeña, pronto se fue a vivir con su marido, el crítico de arte y marchante, Joan Merlí, que también había conseguido exiliarse en Argentina.

Parece ser que ahí empezaron los problemas económicos de Irene. Ese año, Xirgu disuelve su compañía por estar enferma y se trasladó a Chile para recuperarse.

Así que, gracias a sus muchas amistades, Irene, pronto consiguió un trabajo como traductora en la Editorial Losada, que había sido fundada el año anterior.

Curiosamente, el fundador de la Editorial Losada fue Gonzalo Losada Benítez, que, hasta ese momento, había sido el director de la Editorial Espasa-Calpe en Argentina. Sin embargo, como era de ideas republicanas, no aceptó el nuevo rumbo franquista de esa editorial y fundó la suya propia.

Posteriormente, Irene, consiguió un trabajo como secretaria y publicista en la fábrica de perfumes Dana, que se acababa de inaugurar en esa ciudad.

Aunque empieza a irle bastante bien en este trabajo, sin embargo, muchos amigos suyos afirman que Irene cayó en un estado depresivo.

Algunos afirman que podría haber sido por un amor no correspondido. Muchos dicen que podría referirse a Margarita Xirgu, pero no parece cierto. Sin embargo, se sabe que mantuvo relaciones con una diplomática de la Embajada de México en Argentina y que luego fue trasladada a otro país.

Sin embargo, los que la conocieron más a fondo, sostienen que su depresión podría haber sido debida a no poder regresar a España para seguir ejerciendo el periodismo, que era lo que más le gustaba, y al avance del nazismo al comienzo de la II Guerra Mundial.

Algo parecido a lo que le ocurrió al famoso escritor austriaco Stefan Zweig, que se suicidó con su mujer en Brasil y ella supongo que debió conocer este hecho, porque la noticia apareció en todos los periódicos.

Todo ello desembocó en que, a principios de abril de 1942, se subió a la terraza del edificio en el que vivía en Buenos Aires y, según informó la Policía, se suicidó tirándose al vacío.

A mí se me había ocurrido pensar que la KGB o la FAI en el extranjero había tenido algo que ver en ello, porque esos no suelen perdonar a los que les critican, pero parece ser que fue un suicidio.

Para terminar, voy a narrar el caso de Josep María Planes. Se trataba de otro joven periodista, especializado en el periodismo de investigación y que fue el director de Irene en la revista Imatges, donde denunciaron a los que ejercían la violencia en las calles.

A pesar de que, cuando se inició la sublevación del 18/07/1936, se pronunció, públicamente, a favor del Gobierno republicano, en la CNT no le perdonaron que hubiera publicado unos artículos sobre los asesinatos de los hermanos Badía, a manos de la FAI.

Supongo que alguien le avisaría de que lo estaban buscando y llamó a algunos amigos para que lo ayudaran.

Parece ser que el poeta Josep María de Segarra le facilitó la entrada en el piso de un amigo, que se hallaba deshabitado.

Curiosamente, este piso se hallaba en la calle Muntaner, esquina a la plaza Adriano. La misma calle en la que, unos meses antes, habían asesinado a los hermanos Badía.

Por lo visto, como ya era el mes de agosto de 1936 y hacía mucho calor, Planes salió al balcón de la casa para fumarse un cigarrillo.

Parece ser que alguien lo denunció, confundiéndolo con un cura. Eso motivó que una patrulla de milicianos de la CNT forzara la puerta, lo detuviera y, al día siguiente, encontraran su cadáver en la carretera de la Arrabasada. Sólo tenía 29 años. No sé si Irene se enteró de ello, pero supongo que habría sido un duro golpe, porque eran muy amigos.

 

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sábado, 31 de mayo de 2025

ENRIQUETA MARTÍ, LA LLAMADA VAMPIRA DE BARCELONA

 

Hoy traigo al blog un caso muy peculiar y que nunca fue resuelto del todo. No voy a adelantar más datos, porque quiero que lo leáis con mucha atención y luego que cada uno opine lo que quiera.

El personaje de hoy se llamó Enriqueta Martí Ripollés y nació en 1868 en la localidad barcelonesa de San Feliú de Llobregat.

Parece ser que siendo muy joven emigró desde su localidad natal a Barcelona, yendo a residir al barrio del Raval. Se empezó a ganar la vida trabajando como niñera.

No se sabe con exactitud, pero, según parece, entre 1895 y 1902, se casó con Juan Pujaló. Un pintor que no tuvo mucho éxito y al que sólo contrataban para hacer retratos. Curiosamente, ambos habían nacido el mismo año y en la misma localidad.

Por lo visto, este matrimonio no duró mucho, ya que se separaron en 1906. No conocemos el motivo. Según el marido, ella era muy aficionada a irse con otros hombres y a frecuentar prostíbulos. Evidentemente, no sabemos si eso era cierto o no.

Parece ser que tuvieron un hijo, pero se les murió y eso se cree que a ella le marcó mucho.

Los que la conocieron decían que Enriqueta llevaba una doble vida. De día se vestía con unos harapos y mendigaba por las calles. Incluso, solía ir acompañada de algunos niños para dar más pena a la gente.

Sin embargo, por la noche se vestía de una forma elegante y solía ir a la puerta del Liceo o a la del Casino de la Arrabasada, donde vendía unos ungüentos, que fabricaba ella misma e, incluso, concertaba citas para personas de la alta sociedad con los mismos niños que la acompañaban por las mañanas.

Por lo visto, Enriqueta fue detenida en 1909 por sus actividades pedófilas. Sin embargo, se supone que alguien muy poderoso consiguió que la pusieran en libertad y que se perdiera ese expediente.

Precisamente, en aquella época, se estaban produciendo muchas desapariciones de niños y la gente estaba en guardia. Sin embargo, las autoridades actuaban con mucha mesura, porque no querían que se repitiera algo parecido a la Semana Trágica.


A mediados de febrero de 1912 se produjo otra de esas desapariciones. Se había hecho de noche, cuando Ana Congost y su hija Teresita Guitart, de 5 años, regresaban a su casa, situada en la barcelonesa calle de San Vicente, después de haber ido a ver los Carnavales.

Al llegar al portal, Ana abrió la puerta y se puso a hablar con una vecina. Parece ser que soltó de la mano a la niña.

Cuando terminó de hablar con la vecina, se extrañó de que la niña no estuviera con ella, pero pensó que podría haber subido a su casa.

Así que, cuando llegó arriba, le preguntó a su marido, Juan Guitart, si había subido su hija y, cuando éste le respondió negativamente, ella echó a correr escaleras abajo, pero no vio a la niña por ninguna parte.

Parece ser que Enriqueta había atraído a la niña, diciéndole que le iba a dar unos caramelos y, cuando ésta quiso huir, le puso una especie de capucha negra sobre la cabeza y se la llevó corriendo a su casa, situada en la entonces llamada calle Poniente, hoy Joaquín Costa. No lejos del sitio donde se había producido el rapto.

Por lo visto, los padres de Teresita acudieron a la Comisaría de Policía más próxima. Un agente les rellenó los datos en la denuncia, pero les dijo que estaban muy ocupados con los Carnavales y que no tenían ningún agente libre para ocuparse de su caso.

Incluso, parece ser que, ante la impaciencia de los padres, el inspector se enfadó con ellos y les obligó a marcharse.

No sé si acudirían ellos mismos a los periódicos. Lo cierto es que la mayoría de los periodistas trataron este asunto con desdén y no le dieron apenas importancia. Sólo hubo un periodista, que escribió un artículo, recordando a las autoridades que estaban obligadas a investigar y esclarecer estas desapariciones infantiles.

Curiosamente, en aquella época, ocupaba el cargo de gobernador civil de Barcelona Manuel Portela Valladares, que, posteriormente, sería presidente del Gobierno, durante la II República.

Volviendo a nuestro personaje, lo primero que hizo Enriqueta fue cortarle el pelo al cero a Teresita y vestirla con unos vestidos viejos que tenía en casa. También le dijo que, a partir de ahora, se iba a llamar Felicidad.

Hay que decir que en la casa de Enriqueta también vivía su anciano padre, llamado Pablo Martí.

Sin embargo, aunque entonces no había cámaras de vigilancia en todas partes, hubo algo que la secuestradora no pudo prever.

Parece ser que una vecina, que vivía enfrente de esa casa vio a una niña con una cara muy triste, asomada a una ventana, que daba a un patio interior. Le llamó la atención ver una niña en esa casa, porque sabía que Enriqueta no tenía hijos.

Claudina Elías, que así se llamaba la vecina, sospechó que podría tratarse de alguna de esas niñas, que seguían desapareciendo en Barcelona. Había pasado una semana desde la desaparición de Teresita.

A la mañana siguiente, le comentó este hecho a otra vecina, cuyo marido tenía una tienda de colchones en esa misma calle. Ésta se mostró muy inquieta y se lo contó a su marido, el cual tenía amistad con un policía, que solía patrullar por esa zona.

Por eso, este agente de la Guardia Urbana, que es como se llama la Policía Local de Barcelona, le informó a su brigada. Éste tomó cartas en el asunto y dispuso una discreta vigilancia hacia la vivienda de Enriqueta.

Al cabo de unos días, tomaron la decisión de entrar en la vivienda. Alegaron que alguien se había quejado de que allí tenían gallinas y molestaban al vecindario.

Allí encontraron a Enriqueta, que era una gran experta en el arte del disimulo. También había dos niñas con ella. Una decía llamarse Angelita y la otra era Teresita. Enriqueta alegó que no la conocía y que se la había encontrado sola y hambrienta en la calle. Por lo que le había dado de comer y luego la iba a llevar a la Policía.

El caso es que luego llamaron al juez y éste ordenó hacer un registro a fondo de esa vivienda. Parece ser que encontraron mucha ropa de niños y algunas de ellas, al igual que un cuchillo grande, manchados de sangre. Pero también un salón muy lujoso, que no correspondía a una casa tan modesta como esa.

También restos humanos con los que, según parece, elaboraba sus ungüentos para luego venderlos a la gente de la alta sociedad. Sobre todo, a los afectados por la tuberculosis, que entonces estaba haciendo mucho daño en todas las clases sociales.

Posteriormente, fueron a buscar a la madre de Teresita, pero no se hallaba en casa, pues estaba buscándola. Sin embargo, trajeron a una vecina que la reconoció al instante.

Así que el juez ordenó que detuvieran a Enriqueta para interrogarla y que también fueran al juzgado el resto de los personajes de esta historia.

Cuando le preguntaron a Angelita si Enriqueta era su madre dijo que no lo sabía. También dijo que había visto cómo mataba a otro niño, llamado Pepito y que se deshizo de él.

Incluso, Pablo Martí también afirmó haber visto a algunos niños más, pero no los volvió a ver por la casa.

El caso es que algunos de los vecinos de Enriqueta dijeron que, a veces, su casa olía muy mal. Con un olor parecido al de los cadáveres y se quejaron ante las autoridades, pero no les hicieron ni caso.

Como Angelita ya no tenía dónde vivir, el juez la entregó al portero del juzgado para que la trataran como una más de su familia. El caso es que la niña parecía estar muy a gusto con su nueva familia. Estaba muy contenta, porque le compraron calzado y ropa nueva. Incluso, mucha gente acudió a entregarle regalos de todo tipo.

Por otra parte, Pablo Martí también fue encarcelado, acusado de haber sido cómplice y encubridor de los delitos cometidos por su hija.

Por lo que respecta a Enriqueta, también fue trasladada a la cárcel de mujeres Reina Amalia, también situada en el Raval de Barcelona y, curiosamente, allí preguntó en reiteradas ocasiones, si no había ido alguien importante a verla. Parece ser que tenía un amante de la alta burguesía barcelonesa.


Por lo visto, al observar que esa gente tan poderosa no se había preocupado por ella, intentó suicidarse. Las funcionarias la pillaron a tiempo y la pusieron en una celda con 3 presas para que la vigilaran.

Sin embargo, sospechosamente, las autoridades habían relevado al juez de guardia de ese sumario, sustituyéndolo por otro y luego otro más. En total, fueron nombrados 3 jueces en 7 días. Lo cual es algo muy irregular.

Por lo visto, también aparecieron otras personas, alas que les habían arrebatado a sus hijos, y la reconocieron como la persona que se los había llevado.


Casualmente, esta vez compareció ante el juez María Pujaló, cuñada de Enriqueta, por ser hermana de su marido. Ésta trabajaba como criada de un párroco en Vilassar de Mar.

Declaró que, 7 años antes, residía en Barcelona y dio a luz una niña, auxiliada por Enriqueta. Por lo visto, ésta le dijo que la niña había nacido muerta, pero lo cierto es que se quedó con ella.

También ocurrió algo increíble. Parece ser que María tenía otro hijo, llamado Benedicto. En cierta ocasión, tuvo que viajar fuera de Barcelona y dejó al niño al cuidado de Enriqueta.

Cuando regresó, ya no vivía en esa casa. Sin embargo, al día siguiente,
se la encontró por la calle y le dijo que le devolviera su hijo. Sin embargo, Enriqueta negó que le hubiera dejado ningún niño.

Así que María acudió a la Policía y estos encontraron con vida al niño en la nueva casa de Enriqueta. Por lo visto, Enriqueta ya había ido al juzgado para inscribirlo como difunto. Contra todo pronóstico, Enriqueta ni siquiera fue detenida por este hecho.

Otra noticia llamativa es que, mientras Enriqueta se hallaba encarcelada, unos ladrones entraron en su casa y se llevaron varias cosas. Eso me hace sospechar que fueron contratados por gente importante para que no quedara ningún rastro de ellos en esa casa.

Por lo visto, cuando los funcionarios del juzgado fueron a realizar un nuevo registro, se encontraron con que los ladrones habían dejado la casa completamente vacía. No obstante, el juez, que era un funcionario con mucha experiencia, indagó algo más y encontró un hueco en una pared y dentro de él un saco lleno de huesos humanos.

Cuando el juez le preguntó por esos huesos, Enriqueta, como siempre, sin inmutarse, declaró que una echadora de carta le había dicho que tener huesos humanos en casa daba buena suerte y había ido a recogerlos al cementerio.

Por lo visto, también encontraron una especie de frascos, conteniendo líquidos y grasas, con los cuales elaboraba sus ungüentos.

Parece ser que encontraron más restos humanos, correspondientes a esqueletos de niños en el jardín de una casa, donde había vivido Enriqueta unos años antes. Ella había cambiado varias veces de domicilio, porque la echaban por no pagar el alquiler.


También se ordenó el registro de una casa en el barrio de Sants, donde, unos años antes, habían vivido Enriqueta y su cuñada y donde ésta dio a luz a aquella niña que le dijeron que había nacido muerta.

Por lo visto, allí encontraron enterrados en el jardín varios restos humanos, incluso, cráneos de niños de edades correspondientes a los que habían ido desapareciendo en aquella época.

Según el juez, Enriqueta llevaba unos 8 años dedicada al oficio de curandera y parece ser que uno de los que vendía sus productos era su propio marido. Aquel que afirmaba que no había sabido nada de ella en 6 años a pesar de que vivían en la misma calle.

Curiosamente, en uno de aquellos ataques que solían darle, parece ser que ella dijo que picasen bien las paredes de su casa, porque, en caso de ir al patíbulo, le gustaría que le acompañaran el resto de los culpables.

Supongo que esa frase encendería muchas alarmas entre los miembros de la alta sociedad barcelonesa. Incluso, dicen que las autoridades hallaron en su casa una lista de sus clientes habituales, pero no quisieron hacerla pública para que no se produjeran alborotos. De hecho, solían reunirse cientos de personas delante de la cárcel para exigir que fuera ejecutada o lincharla.

Por otra parte, al saber que la habían detenido, varias personas fueron a reconocerla y declararon que esa mujer había intentado robarles a sus hijos, pero que no lo consiguió, porque la hicieron frente y tuvo que salir huyendo.

También, parece ser que Enriqueta solía salir indemne de todas sus fechorías, porque era una confidente de la Policía y a sus agentes les interesaba que siguiera en libertad.

Otra de las casualidades fue que la Policía consiguió detener a los ladrones, que robaron en el piso de Enriqueta y descubrieron que eran íntimos amigos suyos.

Como ya sabemos que en España la Justicia funciona muy lentamente, en mayo de 1913, Enriqueta seguía encarcelada a la espera de juicio.

Hay quien dice que padecía un cáncer de útero y eso le hacía sangrar y fue lo que la llevó a la muerte.

Sin embargo, lo más probable es que las mismas presas la asesinaran. Algo en lo que eran expertas muchas de ellas. Tampoco es de extrañar que se lo hubieran encargado gentes adineradas, para asegurarse de que no hablara, porque parece que ya tenía la intención de querer hacerlo.


Como epílogo de este artículo, voy a contar una anécdota muy curiosa. En 1966, un famoso jurista escribió, creo que, en ABC, un artículo en el que relataba este caso y calificaba como cotillas a las vecinas que habían denunciado a Enriqueta.

Lo que no esperaba este jurista es que Teresa Guitart aún siguiera con vida y escribiera una atenta carta al mismo diario, en la que relataba lo ocurrido y le reprochara los adjetivos escritos en su artículo. Ya que, según ella, estaba viva gracias a la intervención de estas vecinas, las cuales ya habían fallecido, pero les estaba eternamente agradecida.

Espero que os haya gustado este artículo, aunque me ha quedado un poco más largo que de costumbre.

 

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lunes, 26 de mayo de 2025

GUTENBERG, EL INVENTOR DE LA IMPRENTA DE TIPOS MÓVILES.

 

Recuerdo que, ya en 2011, cuando empecé a escribir este blog, dediqué mi primer artículo a la aparición del libro electrónico. Algo que me pareció muy positivo, porque podía terminar o, al menos, atenuar, las diferencias culturales entre los chicos de las grandes ciudades y los de los pueblos, ya que podrían acceder a cualquier publicación desde su PC o teléfono móvil. Incluso, podrían tener acceso a bibliotecas de otros países.

Así que hoy voy a dedicar este artículo al fundador de la imprenta, porque hizo que se abaratase mucho el precio de los libros y así el saber llegó a casi todas partes.

Aunque parezca mentira, no hay muchos datos sobre este personaje. Ni siquiera comenzó llamándose Johannes Gutenberg. Tampoco tenemos ningún retrato de él. Todos los que hay son inventados.

Tampoco está muy claro que naciera en 1400. Eso lo acordó la Sociedad Gutenberg para celebrar su quinto centenario en 1900.

Supongo que le pusieron de nombre Johannes, o sea, Juan, porque, según dicen, nació un 24 de junio, día de San Juan. Ya sabemos que antes era costumbre bautizar a los niños con el nombre del santo, que se celebraba el día de su nacimiento. Vemos que tuvo mucha suerte, porque a otros les tocaron otros nombres mucho más feos.

Gutenberg perteneció a una de las familias más distinguidas de Maguncia (en alemán, Mainz). Una ciudad situada al oeste de Alemania, a unos 200 km de la frontera con Luxemburgo.

Su padre fue Friele Gensfleisch zur Laden. Por lo visto, se dedicaba al comercio de telas, aunque procedía de una familia rica y también gozó de varios cargos importantes en el ayuntamiento de esa ciudad. Otros dicen que también se dedicaba a la orfebrería.

Friele casó en segundas nupcias con Else Wirich zum Steinen Krame, hija de un comerciante más modesto, cuya familia era originaria de Eltville. De ese matrimonio nació nuestro personaje, que, en un principio, se llamó Johannes Gensfleisch zur Laden.

Entre 1411 y 1413 la familia tuvo que huir de Maguncia a causa de una sublevación de los miembros de los gremios y se exiliaron en una finca de su madre en Eltville am Rhein.

No obstante, Johannes disfrutó de una educación bastante buena, ya que asistió a colegios religiosos un poco caros. Incluso, se cree que pudo estudiar en la Universidad de Erfurt, ya que, en aquella época, se matriculó alguien llamado Johannes de Eltville, que podría ser nuestro personaje.

En 1419 murió su padre y, como suele ocurrir en muchas familias, hubo mucha discusión por la herencia entre él y los otros dos hermanos.

Por lo visto, fue entonces cuando se cambiaron el apellido por el de Gutenberg, que era el nombre del caserón en el que vivían en Maguncia.

Parece ser que, a partir de entonces, nuestro personaje estuvo residiendo en Estrasburgo, donde montó un taller de pulido de piedras preciosas, numismática y orfebrería. También fabricaban espejos, que vendían como recuerdo a los peregrinos, que iban a ver las reliquias, depositadas en la catedral de Aquisgrán. En su momento, esa peregrinación fue tan importante como ir a Santiago de Compostela.

Parece ser que no le fue muy bien, porque necesitó varios socios para ese negocio, que invirtieron fuertes sumas en él. Sin embargo, debido a una epidemia de peste, esas peregrinaciones se suspendieron durante 3 años y los inversores le demandaron para recuperar su capital invertido en ese negocio.

Parece ser que en 1448 regresó a Maguncia. Por lo visto, ya tenía planeado construir una imprenta de tipos móviles, porque la de tipos fijos ya era conocida.

Para ello, se puso en contacto con varios personajes a fin de que
invirtieran en aquel invento. Por lo visto, los únicos que quisieron invertir en ello fueron su primo, Arnold Gelthus y el comerciante y banquero Johannes Fust, también nacido en Maguncia, el cual tenía la misma edad que Gutenberg.

Hacia 1450 ya empezó a utilizar, con mucho éxito, su imprenta de tipos móviles. Empezó imprimiendo diccionarios, gramáticas, calendarios, etc.

Sin embargo, su mayor éxito fue cuando, en 1452, publicó la llamada Biblia de Gutenberg o B42, porque tiene 42 líneas en cada página. Esto fue posible gracias a un nuevo préstamo de Fust.

Hay quien dice que esta obra surgió porque alguien hizo una apuesta con Gutenberg para ver si era capaz de imprimir una Biblia con su nuevo invento.

Así que, supongo, que los monjes de los conventos, que se ganaban la vida a base de copiar a mano textos religiosos y laicos, seguro que se acordarían de toda su familia.

Las Biblias confeccionadas en esos monasterios eran unos productos de lujo, mientras que las que imprimía Gutenberg eran mucho más baratas y estaban al alcance de todos los bolsillos.

Gutenberg no se conformó con imprimir 150 Biblias en papel, sino que hizo otras 30 en pergamino, copiando en todas ellas el tipo de letra que solían utilizar los monjes de los conventos. No obstante, algunas de esas Biblias llevaron incorporados dibujos realizados a mano, al margen de las páginas. Fueron publicadas en dos volúmenes, correspondientes al Antiguo y al Nuevo Testamento.

Nuestro personaje logró imprimir todas esas Biblias en un plazo de 2 años. Ese solía ser el tiempo que necesitaban los monjes para copiar un solo libro a mano.

Desgraciadamente, hoy en día, sólo se conservan 49 de aquellas Biblias. Incluso, algunas de ellas sólo tienen un volumen y en otras sólo hay fragmentos.

En 1455 empezaron las discusiones entre Gutenberg y Fust. Supongo que este último, que era un avispado comerciante, supo ver que allí había un buen negocio. Así que demandó a Gutenberg, alegando que el dinero que le había prestado para imprimir las Biblias lo había utilizado para otras cosas.

Desgraciadamente, Gutenberg perdió ese juicio y, como no podía reembolsarle el préstamo, tuvo que cederle a Fust tanto el taller como las Biblias ya impresas. Así que éste continuó con el negocio, utilizando la imprenta y la plantilla de trabajadores de ese taller, encabezada por su oficial, Peter Schöffer.

Según parece, Schöffer, se casó con una hija de Jacob, un hermano de Johannes Fust.

Por el contrario, Gutenberg tuvo que regresar a vivir a la casa de su familia, donde consiguió instalar otra imprenta, con la ayuda de otros inversores.

Como se cree que inventó la imprenta de tipos móviles en 1450, se llaman incunables a los libros publicados entre ese año y 1500.

Por lo que se refiere a su vida familiar, se desconoce si se casó y si tuvo algún hijo.

No sé si le fue muy bien con su nueva imprenta. Sin embargo, sí sabemos que, en 1465, el arzobispo de Maguncia, Adolfo II de Nassau, le concedió una pensión anual, consistente en cereales, vino y ropa y le permitió no tener que pagar impuestos. Así que supongo que ya habría hecho las paces con la Iglesia. No olvidemos que el arzobispo de Maguncia era uno de los 7 personajes, que elegían al nuevo emperador del Sacro Imperio

Es posible que Gutenberg ya no pudiera trabajar, porque algunos autores afirman que se había quedado ciego.

Parece ser que murió en febrero de 1468 y fue enterrado en el cementerio del convento franciscano de Maguncia. Sin embargo, varios siglos más tarde, este convento fue demolido. Así que ya no sabemos dónde está su sepultura.

Otra de sus grandes innovaciones fue la tinta empleada en sus libros. Según las investigaciones posteriores se ha comprobado que estaba compuesta por hollín, aceite de linaza, clara de huevo, plomo y cobre.

Era una tinta lo suficientemente viscosa como para adherirse con facilidad a los tipos móviles, pero no eran tan líquida como para mojar también los huecos de las letras.

Las tintas utilizadas hasta esa fecha estaban realizadas a base de agua. Por eso, la impresión no era tan duradera como la utilizada por Gutenberg.

Por lo que se ve, el invento de la imprenta de Gutenberg fue muy bien aprovechado por los protestantes.

Como todos sabemos, el protestantismo comenzó cuando Martin Lutero clavó un papel con sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg. Supongo que lo hizo la víspera del día de todos los santos para que las leyera todo el mundo que fuera, al día siguiente, a misa.

Como una de las exigencias de los protestantes es que lean la Biblia muy a menudo, pues necesitaban que todo el mundo supiera leer y escribir y pudiera comprar una a un precio económico. Así que les vino muy bien el nuevo invento de Gutenberg y lo supieron aprovechar al máximo.

Curiosamente, la primera imprenta que se instaló en España fue en el año 1472 en Segovia.

Parece ser que el obispo de Segovia, Juan Arias Dávila, se trajo a un impresor llamado Johannes Parix desde Alemania para montar un taller a fin de proporcionar obras al Estudio General de Segovia.

Su primer libro impreso fue el “Sinodal de Aguilafuente”. Se trataba de un texto, publicado en castellano, donde se recogían las actas de un sínodo celebrado en esa localidad en 1472.

No sé si ese Estudio perduró poco tiempo, porque el obispo fue trasladado a otro obispado o porque uno de los libros impresos por Parix requirió la atención de la Inquisición. Así que éste optó por huir y refugiarse en Toulouse hasta su muerte.

Otras ciudades españolas en las que, muy pronto, se instalaron imprentas fueron Valencia, en 1474, y Zaragoza y Barcelona en 1475.

Por lo que se refiere a Zaragoza, el iniciador de la imprenta fue un personaje muy enigmático, llamado Mateo Flandro del que algunos suponen que era de Flandes.

Sólo imprimió una obra titulada “Manipulus curatorum”, escrita en latín con letra gótica. Además, fue la primera obra publicada en España con el llamado colofón, o sea, fecha, lugar y nombre del impresor. Hay quien dice que se marchó y otros que murió durante una epidemia de peste ocurrida en ese año.

Por lo que respecta a Valencia, el iniciador de la imprenta fue el alemán Lambert Palmart, cuya primera obra fue un libro en valenciano. Éste sí estuvo realizando su labor durante unos 20 años en esa ciudad.

En Barcelona, el iniciador de la imprenta fue un impresor llamado Johannes Gherlings, también conocido popularmente como Juan de Salzburgo. Así que ya sabemos de dónde procedía.

En cambio, en Sevilla se publicaron los primeros libros en 1477. Se citan tres nombres de los que apenas tenemos datos. Así que no se sabe si eran los impresores o los financieros de estos. Sus nombres fueron Antonio Martínez, Alfonso del Puerto y Bartolomé Segura.

Ya a finales del siglo XV llegó a Sevilla el alemán Jacob Cromberger, acompañado de su familia. Publicaron libros de una gran calidad. Llegando a ser uno de los talleres más importantes de Europa.

Incluso, su hijo y sucesor, Juan, envió a un grupo de sus empleados a América para instalar allí uno de sus talleres de impresión. El primer taller fue instalado en ciudad de México.

En 1539, Juan consiguió del emperador Carlos V la licencia para obtener la exclusiva de la fundación de nuevos talleres de impresión en los territorios españoles de Ultramar. Esto hizo que en esos territorios existiera un nivel cultural tan alto como en Europa.

 

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